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martes, 8 de abril de 2008

LA SITUACIÓN CHINA Y LA HIPOCRESÍA LIBERAL


Hace unos años, cuando el Comité Olímpico Internacional concedía la organización de las Olimpiadas del año 2008 a la ciudad de Pekín, los ciudadanos del mundo occidental recibían la noticia con la mayor indiferencia y pasividad al tiempo que sus gobiernos aplaudían la decisión ante la oportunidad de negocio.

Nadie se acordaba ya, porque la falta de memoria o la existencia de una memoria selectiva es carácter propio de las masas contemporáneas, de la matanza de la Plaza de Tianammen en 1989 y solo se hablaba en los medios de comunicación occidentales del aperturismo chino y de su gran despegue económico.

En la actualidad, cuando se aproxima la inauguración de las Olimpiadas, el próximo día 8 de Agosto del 2008, nadie ha podido evitar que saltase a los medios de comunicación la situación de represión que se vive en el Tibet; represión que si hace pocos días se veía en todos los televisores del mundo, no es nueva ni reciente sino que se prolonga en el tiempo desde la invasión militar del extenso y montañoso país por parte de la República Popular China en 1950.

Hace tan solo unas pocas semanas, de la ocupación del Tibet solo hablaban algunos “excéntricos de Hollywood” como el actor Richard Gere, pero han bastado unas pocas imágenes para que surgieran numerosas protestas pro-Tibet, resultando escandalosamente curioso que tan solo se hable de la represión china en el Tibet y se ignore la situación general que padece la población del gigante asiático.

La represión etnocida ejercida por la República Popular China y que tiene por objeto el cambio de mayorías étnicas en determinados territorios, ni es nueva ni se limita al Tibet sino que se extiende a otras provincias, como Sinkiang que, siendo de mayoría musulmana se está viendo “repoblada” con ciudadanos procedentes de China central prohibiéndose tajantemente el uso del idioma propio.

Por otro lado, la existencia de esta represión etnocida, no debería hacer olvidar la grave situación de falta de libertad y de todo tipo de garantías en el que mal vive la inmensa mayoría del pueblo chino, que sufre la existencia de más de veinte millones de presos políticos utilizados como mano de obra esclava y la aplicación generalizada de la pena de muerte además de poder ser objeto de cualquier traslado geográfico forzoso.

Igualmente se ha de mencionar y recordar el carácter expansionista de la República Popular China que mantiene reivindicaciones territoriales sobre gran parte de Asia Central pudiendo, por ejemplo, en cualquier momento reducir a Mongolia Exterior a la misma situación que padece el Tibet.

No obstante, no hay que echar todas las culpas de la situación china a los actuales dirigentes chinos ni a su régimen de mandarines comunistas, pues la responsabilidad mayoritaria de lo que está sucediendo en China desde siempre y especialmente desde 1989 recae sobre el liberalismo occidental que, carente de toda base ética y moral, sobrepone hipócritamente el interés puramente económico a sus más que supuestos, inexistentes, principios de libertad poniendo de manifiesto que la libertad es una cosa y el liberalismo, otra. Lo único verdaderamente importante para los dirigentes liberales de occidente es la economía y el beneficio económico viendo en China tan solo un mercado de dos mil millones de consumidores mostrando un total desinterés ante los demás aspectos de la realidad china por el que tendrán que pagar un alto precio en un futuro no muy lejano.

Así pues, llegará la fecha del 8 de Agosto del 2008, habrá una espectacular ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos en Pekín que servirá de escaparate propagandístico mundial para el régimen chino al igual que los Juegos de Berlín de 1936 fueron el primer éxito internacional de la propaganda goebbeliana, las protestas ciudadanas por la causa tibetana remitirán hasta desaparecer de las calles y de los medios de comunicación para verse reducidas a los “excéntricos” salones de siempre y el liberal-capitalismo imperante en Occidente, que ya perdono la masacre de Tianammen, hará innumerables negocios, obtendrá incalculables beneficios y volverá a mirar a otro lado en todo cuanto se refiere a derechos y libertades colectivas e individuales en China, pero que los pueblos e individuos que en occidente sufren y padecen el invisible “talón de acero” del liberalismo tengan en cuenta que “quien pierde la honra por el negocio, termina perdiendo negocio y honra”.

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