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martes, 24 de junio de 2008

“LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN”: ORIGEN, FALSEDAD Y CURIOSIDADES


Hace poco más de un siglo, en 1903, apareció por primera vez un librito de escasa resonancia entonces que bajo el título de “Los protocolos de los Sabios de Sión” describía, en 24 protocolos, las directrices de una pretendida conspiración judía para el completo dominio del mundo y que sirvió para difundir el antisemitismo y justificar el gran Pogrom que tuvo lugar ese año en Rusia contra la comunidad judía y que a punto estuvo de servir de motivo para una guerra entre Estados Unidos y Rusia.

“Los protocolos de los Sabios de Sión” fueron difundidos en Rusia por Sergei Nilus, ideólogo de la “Unión del Pueblo Ruso” organización protofascista y conocida popularmente con el nombre de “La Centuria Negra”, quién afirmó haberlos traducido de las actas originales del Primer Congreso Sionista de Basilea celebrado del 20 al 31 de Agosto de 1897 bajo la presidencia de Theodor Herzl. No obstante, las contradicciones existentes en el texto, donde el mismo presunto autor, un anciano judío, se culpa a sí mismo de los males del mundo y la ausencia total de raíces lingüísticas y culturales judías unido a la investigación que sobre “Los protocolos” desarrollo Philip Graves y que fue publicada en el diario “The Times” los días 16, 17 y 18 de Agosto de 1921 hacen pensar que el texto es una falsificación realizada, ante la grave situación interna del Imperio Ruso, por la “Okrana”, policía política rusa famosa por sus chapuceras y corruptas operaciones de intoxicación y provocación.

Philip Graves en su mencionada investigación publicada con el título “Los orígenes de los Protocolos de los Sabios de Sión”, revela que “Los protocolos” son realmente un plagio del panfleto anti-napoleónico escrito en 1865 por Maurice Joly y titulado “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” plagio a su vez de la novela de Eugenio Sue “Los Misterios del Pueblo” en la que se narra una conspiración secreta para el dominio del mundo dirigida, en este caso, por los Jesuitas. Graves llega a poner en manifiesto que más de 160 pasajes de “Los protocolos”, correspondientes al cincuenta por ciento del total de los mismos han sido textualmente copiados de la obra de Joly a los que se les ha añadido otros pasajes igualmente plagiados del capítulo “El Cementerio Judío de Praga y el Consejo de los Representantes de las Doce Tribus de Israel”, contenido en la novela “Biarritz” escrita por Goedzche en 1868 y que también se inspira en la precitada obra de Eugenio Sue.

No obstante de ser una obra muy controvertida cuya falsedad ha sido sobrada y reiteradamente probada, “Los Protocolos de los Sabios de Sión” constituyen la obra cumbre de la literatura antisemita y su difusión no deja de ser constante desde el final de la Primera Guerra Mundial llegando a alcanzar tan solo hasta 1930 cuarenta y tres ediciones en más de veinte lenguas integradas por millones de ejemplares vendidos. Los argumentos de los todavía defensores de la autenticidad del texto y de su autoría judía suelen reducirse a dos:

1º. La negativa rotunda del estado de Israel de hacer públicas las actas del Congreso Sionista de Basilea de 1897, ya que si “los protocolos” no son las actas de dicho congreso, que mejor forma de probarlo que haciéndolas públicas. No obstante la publicidad de las actas del Congreso de Basilea por parte del estado de Israel no serviría para desvirtuar la supuesta autenticidad de “los protocolos” porque sus defensores la continuarían sosteniendo afirmando la falsedad de las actas presentadas por Israel.

2º. La creencia de que los planes referidos en “los protocolos” se vienen cumpliendo progresivamente desde la Revolución Rusa. La confirmación de esta creencia no probaría ni la autenticidad de la obra ni su autoría pues la materialización de los protocolos no sería garantía de que el autor o autores fueran judíos ni siquiera garantizaría que el documento fuera redactado conscientemente como un plan conspirativo a seguir.

La curiosidad fundamental que pesa sobre “Los Protocolos de los Sabios de Sión” es que por su contenido y por los temas en ellos tratados se puede deducir lógicamente que su autor o autores son sobresalientes dominadores de la psicología y sociología de las masas y conocedores de lo que hay que hacer para lograr que las sociedades degeneren y caigan en una esclavitud voluntaria e imperceptible, lo cual no quiere decir gran cosa sobre su concreto autor o autores porque desde principios del Siglo XIX se han publicado numerosos estudios históricos acerca de la caída de las grandes civilizaciones donde se indican las características comunes que presentan todos los procesos de decadencia, los cuales pueden ser fomentados y acelerados al igual que evitados o ralentizados. Así pues, es plausible creer que “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, originariamente elaborados como una obra de ficción para justificar ante el mundo determinados acontecimientos que ocurrían en el interior del Imperio Ruso, hayan sido tomados como modelo a seguir por algún reducido grupo de personas poderosas (no necesariamente judías ni con una concreta creencia religiosa) que los estén poniendo en práctica. En este sentido es de indicar, curiosamente, que un pequeño ensayo de lo contenido en “Los protocolos”, concretamente lo recogido en los protocolos números 9, 13 y 16 relativos a la corrupción de los individuos, al fomento de las diversiones y la educación superficial; fue puesto en práctica durante la ocupación nazi de Polonia por el Gobernador General, Hans Frank, al repartir dinero entre los jóvenes polacos por no ir a la escuela, al favorecer el consumo generalizado de alcohol entre la población así como al propiciar el aborto libre entre las mujeres, todo ello con la intención de degenerar por completo a la población polaca haciendo más fácil el dominio sobre la misma. .

Por todo lo anteriormente expuesto, podemos concluir que “Los protocolos de los Sabios de Sión”, es una obra falsamente atribuida a los judíos, plagio de obras anteriores, alguna de ellas muy conocidas, elaborada en principio con el mero objeto de fomentar y difundir el odio al judío justificando su represión, pero al mismo tiempo es también una obra que, incidiendo en la máxima de que “a los hombres se les gobierna mejor por sus vicios que por sus virtudes”, permite presumir que su autor es un gran conocedor de las debilidades humanas y que es posible que sirva involuntariamente de modelo o inspiración a cualquier grupo fáctico y poco numeroso que desee instaurar un gobierno mundial para su propio beneficio.

viernes, 20 de junio de 2008

EUROPA Y LA INMIGRACIÓN

Los últimos acuerdos tomados en el seno de la Unión Europea relativos a la inmigración, entre los que se encuentra la ampliación del tiempo de internamiento de inmigrantes ilegales a seis meses o incluso a dieciocho, suponen un endurecimiento de las medidas a tomar respecto a los inmigrantes que residen en territorio comunitario de forma ilegal haciendo de la inmigración una noticia de primera página.

Ciertamente la inmigración se ha convertido en la actualidad en un problema en sí misma pero en origen no era más que un simple síntoma de otros males que los gobernantes europeos no solo no tenían intención de paliar sino que incluso no les importaba fomentar, como era la decadencia de los valores europeos.

El inmigrante fue en origen requerido y llamado desde Europa para asumir los trabajos manuales y las tareas poco agradables que el ciudadano europeo se negaba a hacer porque la comodidad ha sido un valor en alza en la sociedad europea desde hace varias décadas. Asimismo el inmigrante era necesario para sostener los sistemas de seguridad social ya que la pirámide de la población europea tendía a invertirse al aproximarse demográficamente al crecimiento cero porque, no nos engañemos, tener hijos es una molestia para los europeos que han abrazado el epicureismo como filosofía fundamental de su existencia.

De este modo como rápida y fácil solución se pensó en una inmigración controlada, que nos sirviera a todos y enriqueciera a los de siempre, pero hay cosas que no se pueden controlar y detrás del inmigrante legal y controlado, terminaría deseando venir (y viniendo en definitiva) todo aquel ser humano que busca huir del hambre y de la miseria, llegando; con las divisas y cartas que el inmigrante radicado en Europa enviaba a los pueblos y ciudades del Tercer Mundo, la falsa leyenda del paraíso europeo; descontrolándose finalmente el fenómeno migratorio pues son las noticias que recibe por cualquier medio el ciudadano extranjero en su país de origen sobre la, más imaginaria que real, buena vida europea donde radica fundamentalmente el denominado “efecto llamada”.

El primer error fue creer que el inmigrante se integraría fácilmente en la vida y en la cultura europea quedando asimilado totalmente a un nativo del continente, pues buen, décadas de experiencia han demostrado que el inmigrante, sobre todo el musulmán y el africano, no solo no aceptan la cultura en la que viven sino que mantienen la suya propia exigiendo cambios legislativos que amparen sus usos y costumbres autóctonos y conservando su identidad plena en las segundas y siguientes generaciones, con lo que la inmigración ha degenerado en un conflicto cultural.

El segundo error fue que, al admitir los regrupamientos familiares masivos y el extender derechos asistenciales a los inmigrantes ilegales, se han desbordado los servicios públicos que no están preparados para un crecimiento demográfico tan rápido e incontrolado como el que se ha producido (En este sentido es de señalar que en 1980, se calculaba que España alcanzaría los cuarenta millones de habitantes en el año 2020 y esta cifra de población se ha alcanzado quince años antes a causa de la inmigración). Así la inmigración esta provocando un rápido hundimiento de los servicios públicos.

Y finalmente el último error ha sido la ampliación de la Unión Europea a estados que solo son nominalmente estados ya que poseen territorios y núcleos de población que están fuera de toda autoridad legalmente constituida, como es el caso por ejemplo de Lituania donde casi la mitad de la población son apátridas no siendo deseable pensar que pasará si la Unión Europea se amplía con estados como Turquía que posee territorios donde el estado turco está totalmente ausente.

Ahora, cuando los problemas creados por la inmigración amenazan con provocar estallidos sociales y, a consecuencia de la crisis económica, hay un exceso de mano de obra que hace que el inmigrante empiece a sobrar; las mentes pequeño burguesas que controlan la política europea responden, auxiliados por el silencio cómplice de ONGs, partidos de izquierdas y demás falsos apóstoles del humanitarismo, con una única solución: LA REPRESIÓN.

Aceptar que haya medidas de internamiento de hasta seis meses es sin duda un medio dinamizador de la economía al favorecer el sector inmobiliario en base a la construcción de centros de detención, pero sobre todo será, atendiendo al número de inmigrantes ilegales que hay en ciertos estados de la Unión Europea como es el caso español, convertir íntegramente a estos estados en prisiones (Es posible que entre los estados europeos se decida hacer negocios y se alquilen centros de internamiento los unos a los otros).

La única solución humana al problema de la inmigración, están en no admitir a más inmigrantes, favorecer el retorno a sus estados de procedencia de los que hay aquí y, sobretodo, ayudar a la población en sus países de origen. Para esto último se requiere y se precisa ampliar el derecho de intervención humanitaria, que ahora solo se da con ocasión de crisis provocadas por desastres naturales, a los casos de crisis provocadas por la mala gestión de gobiernos que condenan al hambre y a la desesperación a sus gobernados, por eso Europa debe amparar el derecho de intervenir directamente en estados cuyos gobiernos promuevan con su corrupción y su mala política la inmigración, derrocándolos y asumiendo la administración de esos territorios hasta la preparación de la población para su autogobierno y la adecuada explotación de sus recursos.

lunes, 16 de junio de 2008

LA HISTORIA NORTEAMERICANA Y LA ACTUALIDAD ESPAÑOLA


Definitivamente yerra quien hoy sostenga, con pueril intelecto, que la guerra civil norteamericana, la más sangrienta de las no pocas guerras que han asolado el Nuevo Mundo, tuvo su origen en los anhelos abolicionistas de la esclavitud por parte de buenas y humanitarias gentes. Son numerosos los documentos conocidos que sirven para desengañar a tales pseudo intelectuales, desde la famosa carta de Garibaldi dirigida a Lincoln en la que exigía que éste proclamase que la guerra era contra la esclavitud para poder aceptar el generalato de los Ejércitos del Norte hasta las propias manifestaciones del presidente norteamericano que llegó a afirmar que se “luchaba por la unidad del país, no contra la esclavitud... Si para mantener la unidad del país fuera imprescindible mantener la esclavitud yo mismo seria esclavista”.

La Guerra de Secesión Norteamericana de 1861 a 1865 fue en realidad la culminación bélica de un hecho político que tuvo su origen en dos interpretaciones distintas de la misma Constitución de 1776 y que surgió desde el instante mismo de la proclamación de independencia: la Federalista, defendida generalmente por los políticos del norte y que era partidaria de la existencia de un poder central federal que absorbiera gran parte de la soberanía de los estados y la Confederalista, defendida generalmente por los políticos del Sur y que era partidaria del mantenimiento de la soberanía de los estados considerando que la Constitución era un tratado que unía libremente a las trece colonias primigenias que conservaban en todo caso su independencia.

Durante los primeros años de los Estados Unidos de América estas diferencias políticas se obviaron por la necesidad vital de la joven república de defenderse de los diversos intentos de Francia e Inglaterra de llevarla a su desaparición, la primera con su guerra de “los Brigantes” y sus constantes amenazas que provocaron la vuelta de George Washington a la jefatura del ejército terminando finalmente de forma diplomática con la compra de Louisiana a Napoleón y la segunda con su intento de invasión que culminó con la estrepitosa derrota británica ante las puertas de Nueva Orleáns en 1815.

Terminada la “amenaza extranjera” la diferencia entre las posiciones federalistas y confederalistas se reavivaron existiendo por parte de algunos estados objeciones a la creación de impuestos estatales que llevaron a un intento secesionista por parte del estado de Carolina del Sur en 1833 y al célebre autor norteamericano Henry David Thoreau a escribir en 1849 su famoso “Ensayo sobre la desobediencia Civil” donde expone las razones para negarse a sufragar los gastos del estado (por lo que hoy en día y de forma totalmente involuntaria podría ser considerado “ideólogo” de las “milicias” norteamericanas si es que el miliciano “Blanco, Protestante y Anglosajón” supiera leer). No obstante la sima abierta entre las dos vertientes políticas americanas se volvió a cerrar aunque en falso durante los años siguientes en los que la República de las Barras y Estrellas siguió la política que designaban las influyentes castas políticas del Sur las cuales impusieron la incorporación de Texas (estado extenso y esclavista) y la guerra contra Méjico en 1847 que terminó con la anexión de Arizona, Nuevo Méjico y California. De forma coetánea a estas ampliaciones territoriales a costa de Méjico, se produce una extensión hacia el oeste que es la que va a desencadenar el resurgimiento de las disputas entre federalistas y confederalistas, así para los primeros, los nuevos territorios se incorporarían a los Estados Unidos de América con el derecho general y común de la república mientras que los confederalistas pretendían que los nuevos estados tuvieran su propia soberanía lo que de facto significaba que adquirieran los derechos, usos y costumbres de las poblaciones que los colonizaban resultando, por tanto, que los territorios colonizados por población sureña gozarían de los mismos derechos que tuvieran en su estado de origen los colonos significando a medio plazo la prolongación de la línea Dixon del Atlántico al Pacifico y una división legal y real del país.

La elección de Abraham Lincoln en 1860 frente al abolicionista radical Seward llevó al enfrentamiento definitivo y violento de las dos tendencias políticas. Lincoln, un abogado de 51 años de Illinois, entendía que el mantenimiento de la soberanía de los estados defendida por los políticos del sur llevaría a medio plazo a la ruptura total del país y lejos de rechazar la esclavitud se proponía simplemente impedir que la misma se extendiera a los nuevos territorios del Oeste presionando moralmente a los estados del sur para que acabaran con ella. No obstante el estado de Virginia entendió que esta postura constituía una intromisión ilegítima en su soberanía y a finales de 1860 proclamo unilateralmente su independencia uniéndose a ella otros estados también del sur constituyendo los conocidos “Estados Confederados de América”. En un primer momento Lincoln que sin duda leyó la carta del presidente confederado Jefferson Davis en la que le decía en perfecto inglés americano “solo queremos que nos dejen vivir en paz”, intentó salvar la unidad del país mediante el compromiso pero, bien fuera por las exigencias del pueblo sureño, exacerbado durante años por sus políticos, o bien por el error político-militar del ex director de artillería de West Point (General Beauregard) que ordeno abrir fuego contra la única guarnición federal que no se había entregado en Virginia, se encendió la llama de la guerra (1).

Durante los primeros años de la Guerra de Secesión, donde los ejércitos del Norte, sin preparación ni generales capaces perdían toda batalla que presentaban, hubiera sido real y posible el reconocimiento de la independencia de los estados confederados por parte del gobierno de Washington de no ser por la única y tenaz oposición personal del propio Lincoln quien afirmo en todo momento que “si la confederación obtiene la independencia, dicha confederación no subsistirá ni veinte años pues por su propia constitución tiene la tendencia a fragmentarse indefinidamente”. Y Lincoln no solo tenía razón sino que además entreveía que la constante fragmentación de los “Estados Confederados de América” provocaría también una amenaza constante sobre Estados Unidos ya que dicha fragmentación propiciaría nuevamente la intervención de las potencias europeas en el continente (2).

El ejercito regular del Sur realmente solo estaba integrado por el “Ejército del Norte de Virginia” (los valerosos “Muchachos de Gris”) y por unidades voluntarias de otros estados entre las que se pueden citar “los tigres de Louisiana” (Zuavos) y “los Tiradores de Texas”. Tras Gettysburg y la conversión en derrota de la debía haber sido la batalla definitiva para el Sur, (y digo definitiva porque tenía por objeto enfrentarse al ejército del Norte, destruirlo y proponer rápidamente la paz al gobierno de Washington, el cual no hubiera tenido mas remedio que aceptarla al no poder reorganizar un nuevo ejército a corto plazo) el gobierno de Richmond, capital de la Confederación, intentó reorganizar el ejército ordenando la creación de un ejercito estatal que asumiera el mando de todas las milicias de los estados, evidentemente esta era una medida que iba contra el espíritu mismo de la Confederación y que fue rechazado de pleno por la mayoría de los estados integrantes de la misma que a partir de entonces no hicieron mas que la “vida imposible” al presidente Davis llevando a la derrota total de la causa confederada. Como curiosidad histórica es de indicar que la “Rendición de Appomatox” el 9 de Abril de 1865 no significó en realidad el fin de la guerra pues el “Ejército Confederado del Oeste” entre los que destacaban los generales Bedford Forrest (futuro fundador del Ku Klux Klan) y el general Wheeler (futuro “héroe” de la guerra Hispano-Norteamericana de 1898) continuó la guerra durante varios días más (3).

Hasta aquí la historia, si no desconocida, al menos no muy conocida de la Guerra de Secesión Americana que queda de antecedente histórico para ciertas tendencias políticas que hoy se están dando en España con lo que llaman “relecturas de la Constitución” y cosas parecidas. No es que la Constitución Española de 1978 sea inamovible y sacrosanta porque además fue una “Constitución de circunstancias” malamente elaborada, tampoco es que nuestro país deba ser uno y homogéneo lo cual iría contra nuestra historia y contra todo sentido común, pero lo que sí es cierto es que cuando se empieza un camino hay que saber a donde se quiere ir, sabiendo donde se quiere ir es más difícil perderse y el ejemplo de los primeros años de la República Norteamericana son luces de aviso que nos indican peligros, porque, aun justificando la existencia del Estado Español simplemente como unidad o unión de convivencia, si se procede o se favorece la “liquidación” del mismo ¿No será la Península Ibérica un foco de conflictos constantes durante los próximos siglos? ¿No surgirán irredentismos y “mini-imperialismos” desestabilizadores? Los nuevos estados que pudieran surgir de esa hipotética liquidación de España, ¿No llevarían en sí mismos el germen de la desintegración constante? La atomización peninsular, ¿No provocaría la intervención de toda clase de potencias extranjeras?. Una cosa sí se vislumbra y se puede afirmar desde ahora mismo y es que de todos los considerados dirigentes que existen sobre la “piel de toro” y que cacareando constantemente no son capaces nada más que de infectar de guano inútil todas las Instituciones que ocupan, no saldrá nadie con la visión política de Lincoln, ni con el espíritu de sacrificio de Davis, ni con la honorabilidad de Lee ni por supuesto con el “valor poéticamente estéril” de los quince mil de Pickett, aunque si es posible y muy posible que, más de uno, resulte con la adicción etílica de Grant o con las tendencias criminales de Quantrill.


(1) De hecho se puede decir que la independencia de los Estados Confederados y la Guerra posterior nunca fue querida ni deseada por nadie. Para los políticos Sureños, Lincoln, pretendía dar un “Golpe de Estado” al violar la Constitución de 1776 y es la defensa de esa constitución y lo que ellos consideran “el apartamiento de la misma” por parte de los políticos de Washington lo que legitima su ruptura con el norte. Asimismo es curioso indicar que Lincoln ofreció la dirección de los Ejércitos de la Unión a Robert E. Lee, por aquel entonces profesor en la Academia Militar de West Point, quien considerando en todo momento “la esclavitud una bajeza moral y la independencia un hecho inconstitucional”, solo sirve en las filas confederadas por “no poder disparar contra Virginia”.

(2) Es de recordar que la ruptura de hostilidades entre el Norte y el Sur favoreció la intervención militar francesa en Méjico, la cual solo termino cuando concluyo la Guerra Civil Norteamericana y los norteamericanos desplegaron su ejército en la frontera mejicana.

(3) Otra curiosidad digna de mención es la alineación del Estado de Maryland con la Unión ya que dicho estado fue el único estado esclavista que no se unió a la Confederación y lucho al lado del Norte quedando por tanto excluido de la abolición de la esclavitud decretada por Lincoln en 1863 y que solo afectaba a los esclavos de los estados de la Confederación sobre los que por cierto el gobierno de Washington no tenía autoridad alguna en ese momento. Un dato irrefutable de que la Guerra de Secesión Americana no fue una guerra contra la esclavitud.

jueves, 12 de junio de 2008

INCOHERENCIAS ECOLÓGICAS


Desde hace varias décadas no ha dejado de incrementarse entre la generalidad de la población mundial la preocupación por el medio ambiente y la denuncia sobre los riesgos para la salud humana que provoca la contaminación. Tal preocupación ha ido pareja a la publicación de ciertos estudios científicos que ponían de manifiesto un calentamiento global del planeta a la vez que se materializaban diversos problemas ecológicos como la lluvia ácida que afecta a importantes zonas boscosas del centro de Europa o la fuga radioactiva de Chernobil.

Los ecologistas plantean la defensa del medio ambiente como una lucha por la sustitución de las energías contaminantes por las llamadas energías renovables y no contaminantes como son la energía eólica, solar y los combustibles ecológicos. No obstante, después de años de investigación e inversión en energías renovables, éstas se han revelado incapaces de abastecer por sí solas las necesidades energéticas de los países industrializados y de los llamados países en vías de desarrollo y, por su parte, los llamados combustibles ecológicos, han llevado a una subida desmedida de los alimentos y a la escasez de los mismos en muchos lugares del planeta donde actualmente se están comenzando a producir hambrunas.

El error fundamental del ecologismo es el no haber valorado adecuadamente el factor humano al que nada en la vida le es ajeno y que influye decisivamente en la sobreexplotación de los recursos naturales y en el consumo de los mismos. Así por ejemplo una de las grandes campañas del ecologismo que es la lucha contra las pilas de botón, capaz una sola de ella de contaminar todo un embalse de agua potable, entra en franca oposición con la tendencia, cada vez mayor, entre los ciudadanos de adquirir aparatos que funcionan con tales pilas como son los relojes de pulsera. Y ello porque millones de personas, sobre todo en el primer mundo, prefieren comprar cada una numerosos relojes de pulsera a un precio ínfimo en vez de adquirir tan solo uno o dos relojes de maquinaria automática o de cuerda más caros sin duda pero para nada contaminantes. A esto se podrá alegar y oponer que las pilas de botón se deben depositar, una vez agotadas, en los contenedores establecidos al efecto, pero lo cierto es que si son varios millones de personas las que depositan las pilas en los mencionados contenedores, son decenas y decenas de millones las que tiran, no solo la pila de botón, sino todo el aparato con pila incluida a los basureros comunes y eso sin considerar qué es lo que se hace luego con los contenedores de pilas.

Por otro lado, la humanidad tiende a una comodidad cada vez mayor rechazando de plano la más mínima incomodidad o sacrificio. Así por ejemplo, el problema del tráfico y de la contaminación por la quema de combustibles en los vehículos solo se podrá solucionar o mitigar con una drástica reducción en el uso de los vehículos de motor que jamás se producirá porque, no nos engañemos, el automóvil se ha convertido en una prolongación del ser humano como lo es el mando a distancia del televisor y resulta sumamente cómodo trasladarse habitualmente de “puerta a puerta”.

Los ecologistas en sus constantes reivindicaciones simplemente se limitan a rechazar unos sistemas de explotación y unos medios energéticos indicando, como meras maniobras de distracción, que hay otros sistemas y medios mejores y menos contaminantes, pero rechazan hablar claro y denunciar que el mal del planeta y, aún más, los males de la humanidad, se encuentran en la propia naturaleza egoísta del hombre moderno.

Así pues, la verdad de los que estamos preocupados por el medio ambiente se encuentra en hacer ver que llegará un momento, no muy lejano ya, en que la humanidad tendrá que elegir entre su cómodo egoísmo y la obtención de beneficios económicos astronómicos o retornar a la vida sencilla y más humana de antaño en beneficio de la salud medioambiental y del propio ser humano, siendo lo más curioso de todo, y de ahí la gran incoherencia del ecologismo, que cuando el ser humano más concienciado se encuentra sobre los problemas ambientales no solo menos hace por remediarlos, sino que además incrementa los usos y costumbres que los agravan.

sábado, 7 de junio de 2008

LOS MISTERIOS DE PARÍS de Eugenio Sue

Con el nacimiento del movimiento romántico en la segunda década del Siglo XIX, comenzó una moda literaria de gran popularidad que fue la novela por entregas publicada en la prensa diaria.

Muchos fueron los autores famosos que publicaron de esta forma sus obras y no menos famosas las obras así publicadas pudiéndose citar entre otras la novela, posteriormente publicada como libro “El Conde de Montecristo” de Alejando Dumas, pero la más famosa y la de mayor éxito de todas las novelas publicadas por entregas es, sin ningún género de dudas, “Los Misterios de París” de Eugenio Sue.

“Los Misterios de París”, publicada entre 1840 y 1842 en la revista parisina “Les Grands Romans Du Dimanche”, es una novela precursora de la novela social y del socialismo literario (posiblemente el único socialismo que por su radicalidad, apasionamiento y ausencia de dogmatismo aún goce de buena salud) que tendrá posteriormente gran influencia en Víctor Hugo y Emilio Zola.

Aparentemente “Los Misterios de París” narra una simple historia de aventuras donde la protagonista María, es una niña huérfana que resulta ser hija de un príncipe centroeuropeo llamado Rodolfo de Gerolstein y que es perseguida por una vieja alcahueta para hacerla degenerar mientras que por su parte el príncipe Rodolfo es un personaje atormentado por un gran secreto que anónimamente se pierde en las noches parisinas con el fin de hacer justicia y remediar los males humanos. No obstante, el contenido de la narración esta completamente orientado a poner de manifiesto las injusticias y reclamar cambios sociales importantes permitiéndose hacer varias digresiones sobre reformas penitenciarias imprescindibles y sistemas de financiación y ahorro alternativos para los más pobres.

En realidad, el mensaje de “Los Misterios de París” viene a ser el mismo que más adelante se desarrollaría en esa gran epopeya popular que serían “Los Miserables” de Víctor Hugo y que es que todo ser humano, por bajo que caiga, siempre tiene la posibilidad de elevarse y superar sus miserias morales, aunque Eugenio Sue en su comentada obra sacrifica mucho contenido en aras del sentimentalismo como hilo conductor.

Eugenio Sue, (1804 – 1857) ha caído en la actualidad en un inmerecido e injusto olvido pasando a ser un autor de segunda fila eclipsado por sus coetáneos Alejandro Dumas y Víctor Hugo y todo ello a pesar, no solo de haber sido un precursor con su novela “Los Misterios de París”, sino de haber publicado otras obras de gran éxito popular como “El Judío Errante”, obra clásica del anticlericalismo decimonónico aunque no de la irreligiosidad anticatólica, y “Los Misterios del Pueblo” obra plagiada primero por el revolucionario Maurice Joly en su folleto antinapoleónico “Diálogos en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” y posteriormente adaptada por el alemán Goetzche en su novela titulada “Biarritz”, para terminar, en última instancia, siendo incorporada a la obra antisemita por excelencia “Los Protocolos de los Sabios de Sión”.

En cualquier caso, “Los Misterios de París” merecen un puesto de honor en la historia de la literatura universal en general y en la historia de la literatura social en particular porque fue el prototipo de novela en la que muchos autores se han inspirado pudiendo llegar, incluso a superarla; pero jamás pudiéndola quitar el mérito de haber sido la primera.

domingo, 1 de junio de 2008

LAS GUERRAS CIVILES FRANCESAS EN SU LITERATURA

La reciente publicación en España de la novela histórica y de aventuras titulada “La Venganza del Sable”, escrita por Frédéric H. Fajardie y ambientada en la época del terror revolucionario y con el trasfondo de la rebelión de la Vendee contra la Convención es un último ejemplo de la enorme fuente de inspiración que la literatura del país vecino encuentra en sus guerras civiles.

Trágicas y sangrientas guerras civiles han existido en prácticamente todos los países europeos y también americanos pero lo que hace peculiar y llama la atención en el caso francés es el tratamiento que de sus guerras fraticidas ha hecho su literatura contemporánea, desde la inmediatamente posterior a las guerras napoleónicas a la novela histórica francesa actual que en realidad poco aporta a lo ya expresado en las obras escritas por los grandes autores galos del Siglo XIX.

Las principales novelas históricas francesas traducidas al castellano y que tienen por objeto las luchas civiles en Francia, son “El Hugonote” de Prosper Merimee, ambientada en las guerras de religión del siglo XVI y en el sitio de la Rochelle, “Noventa y Tres”, de Víctor Hugo, “Los Chuanes” de Balzac y “El Caballero de Saint Hermine” de Alejandro Dumas, ambientadas estas tres últimas en esa “guerra de gigantes” que fue la sublevación que tuvo lugar en la Vendee y en Bretaña entre 1792 y 1796.

En todas las novelas mencionadas, quedan perfectamente definidos los dos bandos contendientes así como descritos minuciosamente los objetivos de sus respectivas causas políticas o religiosas, pero a pesar de que hay vencedores y vencidos, el mensaje común de todas ellas es la conciliación.

Los protagonistas de las novelas históricas francesas ambientadas en sus guerras civiles, pueden ser protestantes o católicos, monárquicos (blancos) o republicanos (azules), combatir, en definitiva, en bandos opuestos pero todos ellos son presentados al lector por los diferentes autores como seres sublimes llenos de valores y virtudes no existiendo en párrafo alguno menoscabo o signo de desprecio a la causa contraria gozando la narración de una total imparcialidad histórica y un velado deseo de superación de los traumas que toda guerra civil genera en una sociedad.

Dicha imparcialidad y deseo conciliador que los grandes autores franceses del Siglo XIX antes mencionados muestran en sus novelas históricas no implica ni falseamiento de la historia ni ocultación de las crueldades de la guerra civil. Así en todas las novelas ambientadas en la Guerra de la Vendee no se esconde la existencia del brutal dictado de la Convención ordenando hacer una guerra a muerte no permitiendo conceder cuartel al enemigo siendo aún más representativo de la barbarie de la guerra civil el final de la novela “El Hugonote” de Merimee, donde uno de los protagonistas, soldado protestante refugiado en la fortaleza de La Rochelle, al ver a un soldado enemigo tocado con un sombrero de llamativo plumaje inspeccionando las murallas hace con los suyos una frívola apuesta consistente en que es capaz de alcanzarle con el arcabuz y una vez realizado el disparo y, al acudir a recoger el cadáver del soldado católico, descubre que es su hermano.

De la lectura de las novelas históricas francesas ambientadas en sus guerras civiles se deduce claramente la voluntad en sus respectivos autores de dar a entender que todos sus personajes pueden luchar en bandos opuestos y defender causas irreconciliables, pero ante todo y por encima de todo son franceses y que las virtudes que muestran y los sacrificios de los que son capaces no pertenecen a un bando o partido concreto sino que son virtudes francesas y sacrificios que enorgullecen a toda Francia. Este amor a la patria común de los contendientes como medio de superación de todas las diferencias de bandería, queda bellamente descrito en la escena de la novela “El Caballero de Saint Hermine” de Dumas, donde el general monárquico Georges Cadoual y el emisario de Napoleón tras cenar amigablemente y no poder brindar en común ni por el Rey del primero ni por el Cónsul y general del segundo deciden brindar por aquello que une a ambos: Francia.

Las guerras civiles francesas han sido y seguro que seguirán siendo en Francia, así lo demuestra la última novela de Fajardie, motivo para hacer una muy buena literatura, entretenida, pedagógica y superadora de diferencias debiendo servir de ejemplo para las literaturas de otros países, que al tratar el tema de sus respectivas guerras civiles, más bien trasladan los frentes de batalla al papel impreso debiendo dar gracias de que las bolas de papel carezcan del poder penetrante de las balas de fusil.