Páginas

martes, 30 de septiembre de 2008

INFANTILISMO ANTE LAS PRESIDENCIALES NORTEAMERICANAS

La reciente noticia de que una española, la valenciana Noelia Zanón, va a ser la intérprete de la canción electoral del candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos de América, Barak Obama; junto al interés, por razones obvias, que tales elecciones presidenciales han despertado en el mundo y concretamente en España donde es muy cuestionada la política del actual presidente norteamericano George Bush Jr., hace que se pueda poner seriamente en duda la madurez mental de toda la clase política e intelectual española.

Tradicionalmente los conservadores españoles se sienten extrañamente identificados con el Partido Republicano norteamericano mientras que toda la izquierda y el progresismo sienten ilógica predilección por el Partido Demócrata, haciendo pensar a la generalidad de la población que existen importantísimas diferencias entre unos y otros cayendo en el tópico ficticio de que los republicanos son extremadamente conservadores y belicistas mientras que los demócratas son el equivalente al progresismo izquierdista y pacifista europeo no siendo tales ideas más que prejuicios erróneos y fáciles de inculcar en mentalidades aniñadas.

En tiempos prácticamente inmediatos a la independencia de los Estados Unidos, el Partido Demócrata y el Republicano eran uno solo y constituían el llamado Partido Demócrata-Republicano que gobernó ininterrumpidamente la joven república americana desde 1801 hasta 1824, año en el héroe de la Guerra Anglo-Norteamericana y defensor de Nueva Orleans, Andrew Jackson, perdió la presidencia norteamericana ante John Quincy Adams a pesar de haber obtenido la mayor parte de los votos emitidos, lo que hizo que sus partidarios promovieran una escisión en dicho partido dando así origen al actual Partido Demócrata de Estados Unidos que llevaría por primera vez a uno de sus hombres, al propio Jackson, a la presidencia de Estados Unidos en 1829.

A lo largo de la historia las diferencias ideológicas entre los Partidos Republicano y Demócrata han sido prácticamente inexistentes limitándose a simples diferencias de matiz en cuestión de gestión administrativa de las cosas públicas haciendo los líderes de ambos partidos gala de pragmatismo, conexión con la realidad y defensa a ultranza de lo propio con desinterés hacia lo ajeno.

Es un grave error pretender ver en los demócratas norteamericanos un partido progresista y pacifista pues es de recordar que este partido político fue un importante defensor de la esclavitud en el Sur de los Estados Unidos antes de la guerra civil de 1861 a 1865 y que en los años veinte del siglo pasado fue notablemente influenciado por el Ku Klux Klan, el cual llegó a pretender imponer al Partido su candidato a la presidencia bloqueando la convención demócrata de 1924, que solo pudo llegar a buen término gracias a la mediación del futuro presidente norteamericano Franklin Delano Roosvelt.

Por otra parte es de recordar que quien logró suprimir la esclavitud en Estados Unidos de América fue el mítico Abraham Lincoln que fue elegido presidente en las filas del Partido Republicano.

Otro error importante es atribuir a los demócratas un pacifismo casi místico cuando realmente republicanos y demócratas han arrastrado a su país a guerras injustas e imperialista en la misma proporción. Así, considerando exclusivamente el siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI, resulta que los presidentes republicanos Theodore Roosvelt (1901- 1905), Calvin Coolidge (1923 – 1929), George Bush padre (1989 – 1993) y George Bush, hijo (2001 – 2008) han sido respectivamente promotores de intervenciones militares y guerras en Panamá (1903), Nicaragua (1925), Golfo Pérsico (1991) e Irak (2003) mientras que los presidentes demócratas Woodrow Wilson (1913 – 1921), Franklin D. Roosvelt (1933 – 1945), Harry S. Truman (1945 – 1953), John F. Kennedy (1961 – 1963) y Bill Clinton (1993 – 2001) han sido responsables respectivamente de la intervención de los Estados Unidos en los conflictos de México (1917), I Guerra Mundial (1917), II Guerra Mundial (1941), Corea (1950), Vietnam (1963) y los Balcanes (1999).

Así pues, la única deducción lógica que podemos sacar de la política en Estados Unidos es, que triunfe en las elecciones presidenciales el candidato que triunfe, no se producirá un cambio sustancial en la forma de ver el mundo que tienen los políticos norteamericanos ni habrá una nueva política internacional que no sea la orientada a defender los intereses propios y particulares de los estadounidenses y de los grupos de intereses o lobbies que favorecen la elección de tal o cual candidato invadiendo, si es preciso, a quien tengan que invadir y abandonando, si procede, al gobierno títere que tengan que abandonar (como hicieron con Vietnam del Sur o con el Sha de Persia) por lo que creer que Obama es mejor que McCain o viceversa es caer en el infantilismo de creer en los Reyes Magos o, más adecuado al caso, en Santa Claus.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

EL PROBLEMA DEL RELATIVISMO

El relativismo que surgió como una corriente filosófica animadora de discusiones de salón y que no habría tenido más trascendencia que la “ciencia magnética” del doctor Mesner si no hubiera sido por la fundamentación que en tal doctrina viene practicando el derecho y la política europea y, por tanto también la moral, desde la Revolución Francesa de 1789 se ha convertido hoy en la causa y justificación de la doble moral de las altas esferas económico-políticas que dirigen el mundo, en la idiocia que impregna el quehacer diario de las instituciones públicas y en la degeneración de las sociedades occidentales.

El relativismo mantiene que no existen verdades objetivas, ni absolutas, ni universalmente válidas por lo que todo depende de condiciones o contextos subjetivos de individuos y colectividades, haciendo que lo que es válido y verdadero para unos no lo sea para otros y aún más, pues añadiendo la variable cronológica, hace que lo que es válido y verdadero para un grupo humano en un momento determinado pueda no serlo para ese mismo grupo unas décadas después.

Este relativismo que se ha ido imponiendo poco a poco y progresivamente a las sociedades a través de la política y de la legislación so pretexto de amparar y promover la libertad de pensamiento y de expresión ha llegado en los últimos años a su aberrante perfección última que no es más que la perniciosa relativización del mal.

Si existe un concepto absoluto a lo largo de toda la historia de la humanidad, ese es el concepto del mal con el que no cabe transigir. Si el concepto del bien puede admitir discusión y polémica, no ocurre lo mismo con el concepto del mal; así, por ejemplo, el hecho de dar unas monedas a un mendigo que se nos acerca con un niño en los brazos puede generar la discusión de si se ha hecho bien o mal, si se ha favorecido o perjudicado a ese mendigo y a ese niño, pero si por el contrario, se rechaza a ese mendigo y se le golpea violenta y salvajemente, no cabe duda ni discusión: se le ha hecho un mal.

En la práctica, el relativismo hace que todo cambie a una velocidad de vértigo, que no exista principio alguno inmutable y por tanto lleva a las sociedades a la total neutralidad y pasividad al no existir referentes fijos que permitan diferenciar con rotundidad entre el bien y el mal, pues lo que hoy esta bien y es bueno mañana puede ser malo y estar mal o viceversa.

No hay problema en el mundo presente, por pequeño que sea, que no emane de la teoría y de la práctica relativista que justifica el empleo de cualquier medio para la obtención de cualquier finalidad pues la bondad o maldad de medios y fines siempre es relativa. La propia historia del pasado siglo nos demuestra que quienes fueron criminales en un momento determinado pasaron a ser héroes e incluso Jefes de Estado en otro momento posterior obviando los actos repulsivamente criminales que cometieron y que los que, con la legalidad del momento, persiguieron los actos criminales con los instrumentos que la ley les permitía pasaron a ser perseguidos como delincuentes.

Pocos son los que escapan al relativismo triunfante más que imperante, incluso la Iglesia Católica, manifestándose a través del Papa Benedicto XVI contra tal corriente no queda al margen de la contaminación relativista como prueba el hecho de que la posición respecto al aborto que mantiene la Iglesia Católica Española (que, recordemos, se encuentra sometida jerárquica y magistralmente al Papa de Roma) sea relativamente más o menos agresiva (pero jamás contundente) dependiendo de los gobiernos que estén en el poder.

Al relativismo solo se le puede combatir con ideas claras, coherentes, perseverantes y sobre todo con una total intransigencia con las desviaciones perversas que excluya el principio del “mal menor” y una férrea disciplina de grupo que arroje fuera de sus filas, sin contemplaciones ni remordimientos, a los que muestren veleidades relativistas. Sépanlo quien tenga que saberlo que transigir con la filosofía relativista y con sus realizaciones es caer en el relativismo mismo.

lunes, 15 de septiembre de 2008

BORIS I, PRÍNCIPE DE ANDORRA

No por estar repleta de grandes acontecimientos, la historia universal deja de contener algunos pequeños hechos muy curiosos, poco conocidos y bastante divertidos como es el reinado de Boris I en Andorra, que constituyó una realidad superior a la ficción expresada en muchas novelas de aventuras ambientadas en países imaginarios como la de “El Prisionero de Zenda” de Anthony Hope.

Boris Mijáilovich Skósyrev Mavrusov, había nacido en Vilnius (Imperio Ruso) en 1896 en el seno de una familia de la baja aristocracia rusa muy vinculada al ejército. Con motivo de la revolución bolchevique de 1917 se exilió a la Gran Bretaña sirviendo en misiones secretas a cargo del Foreing Office en Rusia, lo que hace posible que fuera uno de los agentes reclutados por Bruce Lockhart para organizar una gran red antibolchevique en el interior de la URSS y que teniendo su cabeza visible en la persona de Boris Savinkov, terminaría siendo infiltrada y utilizada para su financiación por agentes dobles de la Checa soviética.

Abandonando el servicio secreto británico en 1925 se instaló en los países bajos donde pretendió haber estado al servicio de la Reina Guillermina I de Holanda quién le otorgó el título de Conde de Orange casándose en 1931 con una acaudalada viuda diez años mayor que él a la que abandonó unos meses después de la boda para seguir a una jovencita inglesa hasta Andorra.

En Andorra Boris Skosyrev se instaló en las proximidades de Sant Juliá de Lória donde entró en contacto con la realidad andorrana anidando en él el pensamiento de que tal vez pudiera aprovechar el descontento reinante en el principado para hacerse con el trono desplazando del mismo nada menos que al mismísimo Presidente de la República Francesa y al Obispo de la Seo de Urgel.

El 17 de Mayo de 1934 Boris dirigió una carta al Consejo del Gobierno de Andorra donde dejaba claro sus intenciones prometiendo modernizar el principado convirtiéndolo en un paraíso fiscal al igual que Suiza y otros minúsculos principados europeos recibiendo una respuesta adversa y siendo obligado a abandonar el territorio Andorrano cinco días después.

Tras abandonar Andorra se instaló como “Príncipe en el Exilio” en la Seo de Urgel desde donde empezó una gran campaña propagandística de reclamación del trono del principado que tuvo grandes resonancias en la prensa nacional e internacional, llegando a afirmar en el periódico izquierdista madrileño “Ahora”: no tengo ningún derecho histórico para mi pretensión. Lo hago únicamente como caballero para entender que defiendo los derechos de los españoles que residen en Andorra y son vejados por la República vecina”.

En el Exilio en la Seo de Urgel, Boris y su reducido consejo principesco integrado por su joven amante inglesa, la millonaria norteamericana Florence Mazmon y el consejero Pere Torras Ribas redactan un texto constitucional para el principado andorrano que modificaba su sistema político tradicional dotándole de libertades, modernización, inversiones extranjeras y el reconocimiento de paraíso fiscal. Se imprimen diez mil ejemplares del texto que se distribuyeron entre numerosas personalidades españolas y francesas, siendo únicamente el Obispo de la Seo de Urgel, don Justí Guitart el único que muestra descontento, desaprobación y franca hostilidad.

El 7 de Julio de 1934 el Consejo General, convocado por el Síndico General de los Valles de Andorra, aprobó legal y democráticamente, por 23 votos frente a 1, la instauración de la monarquía andorrana en la persona de Boris Skosyrev. A partir de ese momento los acontecimientos se precipitan con rápidos movimientos políticos de todas las partes implicadas: el consejero contrario al nombramiento de Boris como Príncipe de Andorra, comunica lo sucedido al Obispo de la Seo de Urgel quien urge la intervención en el Principado, Francia comunica oficialmente que no intervendrá en los Valles, considerando válida la monarquía en la persona de Boris I, por su parte en el Principado, convertido en reino independiente, se nombra un gobierno provisional y entra en vigor la nueva constitución instaurándose la absoluta libertad política, religiosa y de imprenta afirmando Boris I que las directrices de su gobierno estarían dirigidas a conseguir la “protección al necesitado, educación universal y deporte, mucho deporte. Pero nada de juegos prohibidos”.

No obstante de la legítima instauración monárquica en Andorra, amparada en principios democráticos y legalmente establecida con el apoyo de las instituciones andorranas y con el prácticamente reconocimiento de la República Francesa, el derecho y la legalidad son hollados por el señor Obispo de la Seo de Urgel, que abandonado por Francia se vuelve hacia el Gobierno Español que, el 21 de Julio de 1934, envía a cuatro guardias civiles al mando de un sargento con la orden de detener a Boris I en una operación militar que más bien tenía las características de un golpe de estado clerical-militarista contra un poder legalmente constituido. Boris I fue detenido, conducido esposado a Barcelona donde al amparo de la Ley de Vagos y Maleantes se le instruyó causa por el Juez Bellón y finalmente expulsado a Portugal desde donde regresaría a Francia, siendo ingresado en 1939 en un campo de concentración francés junto con antifranquistas españoles, antifascistas italianos y centroeuropeos de las regiones ocupadas por el III Reich desconociéndose las causas de su confinamiento y los cargos que se le imputaban. En 1944 fue trasladado por los alemanes al campo de concentración de Rieucros donde se supone que fue asesinado.