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viernes, 20 de marzo de 2009

ESTE AÑO 2009: TAMBIÉN LARRA

Como este es un país de conmemoraciones, que cuando no conmemora los veinticinco años de algo es porque esta conmemorando los cincuenta o, mejor aún, los cien, es de justicia indicar que este año 2009 además de ser el año de Darwin es también el año del bicentenario del nacimiento de Mariano José de Larra, quien precisamente en este mes de Marzo, en su día 24, hará doscientos años de su venida al mundo.


Mariano José de Larra, fue hijo de un médico josefino, es decir de un afrancesado partidario de José Bonaparte que tuvo que partir al exilio junto con su familia siguiendo a los ejércitos franceses tras la derrota de Napoleón en la Península Ibérica. En Francia, concretamente en Burdeos y en París, pasó Mariano José de Larra cinco años de su infancia para volver a España en 1818 agraciado por la amnistía otorgada por el desgraciado (para los españoles) Fernando VII.


Después de terminar sus estudios en 1827, ingresa en los Voluntarios Realistas, aunque ya en esa época empieza a cultivar la poesía y la sátira convirtiéndose pocos años más tarde en el primer periodista español del Siglo XIX.


Sus artículos periodísticos publicados bajo el pseudónimo de Fígaro en el periódico “El Pobrecito Hablador” y en “La Revista Española” son de contenido diverso y abarcan desde la crítica literaria a la crítica política y social, pudiéndose considerar precisamente estos últimos, como precursores del regeneracionismo que a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX, sería el ideario aglutinante de la Generación del 98.


En sus artículos de crítica política acude Larra a cuadros costumbristas para denunciar, con cierta ironía y buen sentido del humor, los males que atenazan al país siendo de sobra conocidos los artículos “Vuelva Usted Mañana”, “El Castellano Viejo” y “Los Calaveras” en los que refleja el espíritu de todo un pueblo sin pulso y caracterizado entonces, prácticamente al igual que hoy, por la finalidad vital de conseguir introducirse en la burocracia funcionarial del estado para vivir con el menor esfuerzo y la mayor estabilidad posible, por la vulgaridad y el patriotismo grosero y la vida alegre, frívola y carente de responsabilidad.


Este profundo dolor por España que Larra muestra en sus artículos políticos hizo que muchos representantes de la Generación del 98, entre los que se encontraban Azorín, Baroja y Unamuno, se sintieran identificados con él depositando en 1908 una corona de flores ante su tumba como muestra de sentido homenaje.


Larra sufrió durante su vida literaria los golpes de la censura y la carencia de la libertad de expresión viendo prohibida en 1834 su pieza dramática “Macias” a pesar de mostrarse leal servidor de la causa de Maria Cristina, viuda de Fernando VII y posterior señora de Muñoz, a la que prestó grandes servicios con su pluma atacando duramente a don Carlos V y al Carlismo, siendo curioso que no fueron éstos quienes le mostraron desprecio ni quienes, en último extremo, le llevaron a la muerte y siendo muy posible y paradojico que hubieran sido los únicos capaces de cambiar el rumbo de la política y de la sociedad española para evitar que se encallase en la oligarquía y en el caciquismo como la forma de gobierno denunciada por Joaquín Costa en su obra homónima y, que de una forma u otra, subsiste en nuestros días.


La muerte de Larra por su propia mano, la noche del 13 de Febrero de 1837, en la calle Santa Clara, número 3 de Madrid se ha atribuido a razones amorosas e incluso al terror que sentía el literato ante la proximidad del general carlista Ramón Cabrera que en esas fechas se encontraba con su ejército en Vallecas amenazando con tomar la capital, pero muy posiblemente la causa de su suicidio se deba a su creciente desaliento y a su inconformidad ante el curso de la sociedad y de la política españolas que lamentablemente no ha variado en estos doscientos años.

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