Con motivo del cuarenta aniversario de la llegada del hombre a la Luna, el día 20 de Julio de 1969, han proliferado los programas conmemorativos dedicados a elogiar la insigne hazaña o tal vez, simplemente, a recordar nostálgicamente lo jóvenes y buenos mozos y mozas que algunos eran “in illo tempore”.
Ciertamente el hecho de que el hombre llegase a la Luna fue un gran logro de la tecnología y de la ciencia aplicada a la misma, pero cuarenta años después del importante acontecimiento solo se puede decir que, de ese “Gran paso para la humanidad”, salvo el microondas y dos o tres electrodomésticos más, en nada se ha beneficiado la humanidad.
En 1969, el mundo asistía a los últimos conflictos traumáticos de la descolonización, se encontraba inmerso en plena guerra fría bajo la constante amenaza de que se pasara a una situación de guerra caliente con el empleo de armas nucleares y asistía al recrudecimiento de la Guerra del Vietnam tras la ofensiva del Tet de 1968. La llegada del hombre a la Luna supuso para Estados Unidos una victoria propagandística, logrando demostrar o al menos hacer creer, que su ciencia y su tecnología eran superiores a la de su antagonista, la entonces Unión Soviética. No obstante, la misión del Apolo XI no influyó en nada en los acontecimientos que la humanidad padecía y soportaba en la Tierra y las enormes cantidades de dinero invertidas en la conquista de un desierto inhabitable pueden y deben ser cuestionadas.
De todas las misiones espaciales desarrolladas durante la llamada carrera espacial, las únicas que han servido para algo han sido los viajes orbitarios que han permitido perfeccionar las comunicaciones entre las más alejadas zonas de nuestro planeta y mejorar el conocimiento de nuestro clima, mediante la instalación de numerosos satélites artificiales. No obstante los beneficios de poner a un hombre en la luna, no se alcanzan a ver a pesar de que nos esforcemos en ello.
Hoy, cuarenta años después del pequeño paso de Neil Amstrong, el mundo sigue siendo igual de inseguro con innumerables guerras de baja intensidad, millones de seres humanos continúan viviendo en la miseria, en el analfabetismo y muriendo de hambre o de enfermedades al tiempo de que en nuestro planeta, en lo más profundo de las reducidas y sobreexplotadas selvas tropicales, aún existen millones de especies por descubrir, muchas de ellas microscópicas y causantes de futuras enfermedades mortales al igual que otras muchas de ellas pueden constituir eficaces remedios médicos para graves padecimientos. Mientras, los gobiernos más poderosos de la Tierra poco o nada hacen por conocer más profundamente la esencia sustancial del ser humano y el potencial beneficioso que todavía puede poseer nuestro planeta para el bienestar del género humano y para paliar sus miserias materiales; prefieren seguir dedicando tiempo, medios y cantidades astronómicas (y nunca mejor dicho) en “la conquista del espacio” y en la investigación espacial como si la finalidad última de todo ello fuera la de encontrar nuevas fronteras que explotar ante la próxima falta de rentabilidad económica de nuestro pequeño y querido planeta Tierra.
Los elogios y parabienes que en estos días recibe la gesta de la llegada del hombre a la Luna no puede menos que hacer recordar aquel magistral diálogo final de la película “Las Aguas Bajan Negras” y parafraseándolo concluir diciendo:
- “Antes de la llegada del hombre a la Luna ¿Cuántos eran los Pecados Capitales del hombre?”, preguntó un escéptico a un laudatorio del progreso.
-“Pues Siete”, contestó el interlocutor.
-“Y ahora, después de la llegada del hombre a la Luna ¿Cuántos son los Pecados Capitales del hombre?, preguntó nuevamente el escéptico.
-“Pues siete también”, volvió a contestar el incondicional amigo del progreso.
-Entonces ¿En que nos ha hecho mejores la llegada del hombre a la Luna?, concluyó preguntando el escéptico ante el reflexivo silencio de su interlocutor.
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