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viernes, 29 de abril de 2011

MENSAJE DE S.M.C. DON CARLOS JAVIER DE BORBÓN PARMA


MENSAJE AL PUEBLO CARLISTA

Fiel a mis antepasados, fiel a mi Augusto Padre, cumpliré con los deberes y sacrificios que me impone el ser hoy el abanderado dinástico del Carlismo, que la legitimidad de origen y de ejercicio, desde los tiempos de Carlos V, ha hecho recaer en mí.
Como mi padre, seré fiel a nuestras tradiciones, en primer lugar a nuestra tradición religiosa y, continuando su fidelidad innovadora, junto a los que deseen seguir este camino, dentro y fuera del vasto panorama del carlismo, elaborar entre todos un programa de futuro. No en balde se sacrificaron tantos carlistas, no en balde mi padre vivió y luchó hasta el final de su vida al servicio de estos ideales.

Los tiempos son hoy distintos, el panorama político y su problemática distintos. No por esto ha terminado nuestra misión: perseverar en el camino y en la lucha por la justicia y la libertad.

Una misión que se despliega frente a un mundo donde los países y hasta los continentes están interconectados. Por esto, nuestra mirada ha de abarcar a la vez nuestras Españas y este mundo interconectado que camina hacia una convergencia cada vez mayor. No pienso con este mensaje exponer un plan de actuación. Este plan, este camino, lo iremos haciendo “al andar”.


Sí quiero subrayar que para nuestro presente inmediato la grave crisis moral, política y económica por la que atraviesa el mundo nos obliga a explorar más a fondo, con más rigor y exigencia nuestra propuesta de gestión desde la base de la sociedad, desde la base de nuestras Españas, para que la renta producida sirva al desarrollo progresivo de los ciudadanos, y no al enriquecimiento de determinados entes o individuos, o vaya a engrosar burbujas evanescentes que, al final, a todos arruinan.


Desde siempre, inspirados por el principio de subsidiaridad, le hemos dado una expresión más acorde con los tiempos modernos; se trata de resolver a cada nivel, local, regional, nacional y, hoy en día, supranacional, los problemas por los actores sociales y que estos se impliquen responsablemente y con capacidad inventiva en esta resolución, teniendo siempre a la vista el bien colectivo. Es lo que hemos llamado nuestra autogestión. Así podemos obviar la irresponsabilidad y también la polarización agresiva que conforma cada vez más el diálogo político cuando, al contrario, debería ser abierto y constructivo.


También nuestras raíces de cultura cristiana y humanista, donde han dejado huella otras espiritualidades, nos instan a luchar contra el terrible déficit ético que aqueja hoy en día una sociedad como la nuestra con larga tradición de sacrificios y altura moral. La adoración del becerro de oro no sólo envilece, también hace opaca la visión de un mundo donde la pobreza sigue haciendo estragos y no sólo la pobreza, también la falta de democracia y libertad y el olvido de los derechos humanos y de los derechos de los Pueblos, que van unidos, concretamente como lo revelan las revueltas de la ribera sur del Mediterráneo. Podemos ser eficazmente solidarios y debemos preocuparnos por ellos.

Creo que desde nuestra secular identidad, original, comprometida y con la legitimidad democrática que nos otorga nuestra decidida participación en la transición democrática y nuestra marcha hacia una España plural, podemos ser actores históricos de un cambio de sistema económico, político, administrativo, de gestión ecológica de la sociedad, siendo líderes de opinión en el campo público, intelectual y político, que es lo que se necesita hoy en día.
Tenemos por delante una cautivadora tarea, y por ello, fiel a mi compromiso histórico y llevado por el amor que tengo a las Españas, haciendo una llamada especial a la juventud, me comprometo al asumir la herencia dinástica del Carlismo y del Ducado de Parma, a entregarme a ello junto con mi esposa, mi hermano Jaime, mis hermanas Margarita y Carolina, y mis tías María Teresa, Cecilia y María de las Nieves.


Dado en París el ocho de abril del año dos mil once.



Carlos Javier

lunes, 25 de abril de 2011

EL ALZAMIENTO DE PASCUA: DERECHO Y RAZÓN

En el preciso momento en que, a primeras horas de la mañana del 24 de Abril de 1916, hace justamente noventa y cinco años; un heterogéneo grupo formado por sindicalistas, nacionalistas, socialistas y sacerdotes católicos entraba en la Oficina Central de Correos de Dublín, daba comienzo lo que en la historia universal se conoce como “El Alzamiento de Pascua” y que significó un puñetazo en la mesa de una facción minoritaria del nacionalismo irlandés frente a las eternas tácticas dilatorias de la administración británica reacia a aprobar en el parlamento de Westminster la “Irish Home Rule”, es decir, la autonomía para Irlanda.


“El Alzamiento de Pascua” fue un total fracaso material del nacionalismo irlandés no solo porque, al igual que la famosa ofensiva del Tet desarrollada por el ejército norvietnamita en 1968, no alcanzó ninguno de los objetivos militares importantes pues los voluntarios irlandeses fueron incapaces de ocupar cualquier edificio administrativo británico que gozase de guarnición (por ejemplo el Castillo de Dublin); sino porque no logró movilizar e inclinar a su favor a la inmensa mayoría de la población irlandesa, que reaccionó ante los acontecimientos con asombro e indignación al considerar los hechos como una traición hacia los cuatrocientos mil irlandeses que combatían en Francia encuadrados en el ejército británico.


No obstante, tras la rendición de los voluntarios irlandeses ordenada por Pearse el 29 de Abril de 1916, el rechazo mayoritario de la población irlandesa, que en los días inmediatamente posteriores a dicha rendición había llegado al extremo de dedicar insultos y esputos a los prisioneros que iban conducidos por las fuerzas británicas a los campos de internamiento de Gales, fue tornándose en respeto primero, comprensión después y, finalmente, en decidido y rotundo apoyo a la causa de la independencia de Irlanda todo ello en un muy corto espacio de tiempo.


¿Cuál fue el motivo de tan radical cambio de actitud en la población irlandesa y en tan poco tiempo?. En primer lugar es preciso indicar, no solo que la población irlandesa asistió al “Alzamiento de Pascua” con asombro e indignación hacia los voluntarios irlandeses sino que además la población civil de Dublín fue la que más sufrió durante los siete días de combates al ser sorprendida en las calles por los tiroteos, quedar en muchos casos entre dos fuegos y no estar segura ni siquiera en sus domicilios al emplear el ejército británico innumerables piezas de artillería, incluso pesada, que desmintieron lo afirmado por Connolly de que “un gobierno capitalista jamás utilizaría la artillería contra sus propiedades”. Es decir, la población civil irlandesa y más concretamente la población de Dublín fue la que aportó el mayor número de bajas echando la culpa de todo ello a los irlandeses alzados.


Siendo esta la situación existente, no es aventurado afirmar que, tras sofocar “El Alzamiento de Pascua”, las autoridades inglesas tenían todo a su favor para consolidar durante décadas su posición en Irlanda, no obstante; los británicos debieron sufrir un momento de grave ceguera política porque rompiendo con su larga tradición pactista se dedicaron, amparados en el derecho vigente, a desarrollar una brutal represión con detenciones masivas, deportaciones e inmisericordes ejecuciones sumarias que, a la postre, fue lo que precisamente les granjeó la enemistad de la mayoría de los ciudadanos irlandeses e hizo que estos se decantaran por la independencia.


Cierto es que, los hechos del “Alzamiento de Pascua” podían ser legalmente considerados (como así lo fueron) por las autoridades inglesas como constitutivos de un delito de Alta Traición porque los voluntarios irlandeses no solo combatieron contra las fuerzas regulares británicas, sino que lo hicieron en un tiempo en el que la Gran Bretaña estaba en guerra con el Imperio Alemán y con previa inteligencia y apoyo militar de éste, pero al aplicar sin consideración ni equidad alguna todo el peso de la ley, de una ley que por cierto databa de 1351 y que concretamente tipificaba como delito de Alta Traición “Hacer o fomentar la guerra al Rey en su reino o adherirse a los enemigos del Rey en su reino”, los ingleses perdieron total y absolutamente la razón que pudieran tener confirmando el axioma clásico de que “Summun Ius, Summa Iniura” (Máxima Justicia, Máxima Injusticia) con el que los antiguos romanos pretendían explicar que la aplicación estricta de cualquier ley puede llevar a las mayores injusticias debiendo prevalecer siempre la Justicia sobre la mera aplicación de la Ley, conservando además, de este modo, la razón efectiva.


Por otro lado, existiendo en la aplicación de cualquier precepto legal el principio de que “ante unos hechos iguales hay que aplicar igual ley”; lo que aun hace más inexplicable e injustificable el comportamiento de los británicos con los rebeldes irlandeses de 1916 es la antagónica actitud que adoptaron con los bóers que, al mando del general Maritz, se sublevaron en Sudáfrica en Septiembre de 1914 dando lugar a lo que se conoce como “la Rebelión Maritz” tras la cual solo se impusieron a los líderes de la misma penas de seis y siete años de prisión quedando suspendidas dichas penas dos años después y tras la rendición total del África del Sudoeste Alemana. Esta doble vara de medir constituye también otro factor que demuestra no solo que los británicos carecían de toda razón a la hora de aplicar a los rebeldes irlandeses de 1916 la legislación existente sobre “Alta Traición”, sino también que carecían de cualquier legitimad jurídica para aplicarla, al no haberla aplicado anteriormente ante un hecho de la misma entidad y naturaleza.


martes, 19 de abril de 2011

“DE BUONAPARTE Y DE LOS BORBONES” de Francois Rene de Chateubriand

La editorial Acantilado ha publicado recientemente, reproduciendo la primera edición de esta obra aparecida en Francia en 1814, el famoso folleto de Francois René de Chateubriand titulado “De Buonaparte y de los Borbones” el cual hacía décadas que no se editaba en castellano.

“De Buonaparte y de los Borbones” es una breve obra apologética escrita por Chateubriand en 1814 durante los últimos meses del Primer Imperio Napoleónico. El texto, escrito para influir políticamente sobre las potencias coaligadas que en aquel momento invadían Francia a fin de que restaurasen en el trono francés a los Borbones y que no pactasen con un Napoleón que se encontraba en Fontainebleau al mando aún de un fuerte contingente militar de cerca de cincuenta mil hombres, fundamentalmente consiste en razonar el hecho de que permitir a Napoleón continuar en el poder sería la causa de que, tras unos años de paz aparente, se volviera a incendiar toda Europa por ser Bonaparte una persona de ambición ilimitada y nada proclive a respetar cualquier tratado que pudiera firmar.


Chateubriand estructura “De Bounaparte y de los Borbones” en tres partes clara y perfectamente diferenciadas.


En la primera parte y bajo el epígrafe “De Buonaparte”, Chateubriand hace una excelente descripción del gobierno imperial y de sus aparentes éxitos desmontando cada una de las ficciones en las que Napoleón sustentaba su fama de gran hombre, perfecto administrador y mejor gobernante.


En la segunda parte, titulada “De los Borbones”, el autor elogia la situación existente en la Francia prerrevolucionaria y el gobierno pacífico de los Borbones para terminar en la tercera parte, titulada “De los Aliados”, exhortando a las potencias aliadas a no pactar con Napoleón y a restaurar la monarquía borbónica en la persona de Luis XVIII.

La actualidad y vigencia de este folleto de Chateubriand se encuentra precisamente en su primera parte en la que al atacar a Napoleón (con bastante inmisericordia, todo hay que decirlo) describe todos los sutiles métodos de los que los tiranos y dictadores se han servido y se sirven para engañar a los pueblos consiguiendo incluso su anuencia y aplauso. Así, se denuncia la Ley de Reclutamiento Forzoso que hizo que durante los veinticinco años que duraron las guerras revolucionarias y napoleónicas murieran más franceses que en los trescientos años anteriores a la Revolución Francesa, el control y la manipulación de la prensa que es puesta al servicio propagandístico del tirano y la utilización del poder legislativo y de la policía para reprimir a los opositores.

En su tiempo hay quien consideró a Chateubriand como un profeta y de ser acertada tal consideración no cabe duda de que “De Buonaparte y de los Borbones” es su obra más profética porque se anticipó más de un siglo en vaticinar las causas políticas y morales que originarían el suicidio de Europa que fue la conflagración de 1914 -1918 y en la denuncia de los totalitarismos. Todo ello hace que este folleto del eminente autor francés merezca ser leído, considerado y tenido en cuenta como advertencia en el presente y posible remedio en el futuro.


martes, 12 de abril de 2011

UNA EXPLICACIÓN A LA CRISIS DEL CINE

De las artes existentes, la más popular a la vez que sintética de todas ellas es la denominada “Séptimo Arte”, es decir, el cine; el cual a pesar de haber ido evolucionando rápidamente en poco más de cien años al pasar de ser mudo a ser sonoro y de ser en blanco y negro a ser en color y, más aun, en tres dimensiones, parece ser que esta pasando por una importante crisis a nivel mundial que no solo afecta al cine español.


El cine es un arte sintética porque reúne en ella a todas las demás artes, así en cualquier producción cinematográfica veremos como se requiere de la arquitectura aunque solo sea para hacer unos decorados en cartón piedra, de la fotografía, de la pintura, de la música y sobre todo de la literatura que se manifiesta en los guiones de las películas muchos de los cuales son adaptaciones para el cine de novelas más o menos clásicas y famosas en el mundo literario.


Fundamentalmente, la crisis que sufre el cine tiene su origen en una crisis generalizada de todas las artes de las que se nutre consideradas individualmente, pero sobre todo y ante todo en una crisis de la literatura empezando a ser muy difícil encontrar una película con un guión que desarrolle un argumento original, llegando al extremo de que un porcentaje representativo de las películas que actualmente se estrenan en la gran pantalla o bien son segundas versiones (remakes) de otras películas anteriores o adaptaciones para la gran pantalla de antiguas series televisivas, que tras una muy sabia campaña publicitaria consiguen, más o menos, la benevolencia del público. Además de este hecho irrefutable, resulta que otro porcentaje muy elevado de nuevas producciones cinematográficas posee un argumento ya utilizado con anterioridad en otras muchas películas. Así, por ejemplo, es de señalar que una película que sonaba mucho para ser “triunfadora” en los premios “Oscar” de este año 2011 fue “Valor de Ley”, remake de la conocida película del mismo título dirigida en 1969 por Henry Hathaway y protagonizada por John Wayne, lo que ya es indicativo de que tal vez las musas, que inspiran novedades, hayan dado la espalda a los guionistas.


Las segundas versiones o remakes al menos poseen la honradez de no pretender disimular que se nutren directamente de los mismos guiones de los que se sirvieron las versiones primigenias utilizando incluso las mismas frases, pero donde la crisis del cine se manifiesta con toda su crudeza es en la esterilidad de los argumentos de las nuevas producciones cinematográficas los cuales tienen que basarse en los ya utilizados anteriormente por otras. Esta repetición de los argumentos puede ser clara y directa como ocurre en la recientemente estrenada “Invasión a la Tierra”, que reproduce el argumento de “Independence Day” u ocultarse mediante un cambio de escenario o de época como ocurre, por ejemplo con “Avatar” que tiene el mismo argumento que un viejo Western que narra “la Conquista del Oeste” o con las resucitadas películas de “Romanos” que, como “Centurión” o “La Legión del Águila”, nos presentan al viejo “Rambo” con una loriga y un gladio en vez de un AK-47.


Siendo esta la cruda realidad de las producciones cinematográficas que de unos años a esta parte inundan las pantallas de nuestros cines no es de extrañar que los espectadores tengan la sensación de que están viendo una y otra vez la misma película y que a la media hora de proyección ya sospechen con certeza que es lo que va a ocurrir y como va a terminar la misma no siendo extraño, pues, que el número de asistentes a las salas de proyección vaya descendiendo. Frente a esto la industria cinematográfica intenta salvar la crisis con la huída hacia delante que supone la introducción en todas las películas de unos efectos especiales cada vez más sofisticados y llamativos y con la introducción cada vez más frecuente del efecto 3D en todas las cintas, pero de no solucionarse el problema de la falta de originalidad de guiones y argumentos no es de esperar que estas medidas sean suficientes para salvar al séptimo arte porque estos efectos no alejan ni pueden alejar del espectador la pésima sensación, mortal para el arte cinematográfico, de ya haber visto la película con anterioridad en alguna otra ocasión.


martes, 5 de abril de 2011

“LA FORJA DE UN REBELDE” de Arturo Barea

Tal vez el género literario integrado por las “memorias” escritas por personajes históricos o pretendidamente históricos sea muy fecundo, pero dentro del mismo pocas obras llegan a la genialidad y al merecimiento de recibir una valoración histórica y/o literaria, porque las buenas “memorias”, para serlo, requieren una feliz conjunción de verídicas descripciones de hechos históricos que las hagan interesantes y una buena calidad en el estilo literario de su autor que las amenice. Así, tal vez la obra cumbre de este género literario sean “Las Memorias de Ultratumba” de Francois Rene Chateubriand, las cuales son la medida de todas aquellas obras que forman el género memorístico.


Comparable con la precitada obra de Chateubriand es la trilogía escrita, entre los años 1941 y 1944, en su exilio británico por Arturo Barea y que, bajo el título genérico de “La Forja de un Rebelde”, reúne tres novelas autobiográficas tituladas “La Forja”, “La Ruta” y “La Llama”.


Cada una de las novelas que integran las memorias de Arturo Barea se ocupa de un periodo concreto de la vida del autor en perfecta conexión con la situación sociopolítica de la España que le toco vivir describiendo simplemente y con gran objetividad unos hechos reales para que el lector saque sus propias conclusiones. De este modo, “La Forja”, primera de las novelas que componen la trilogía, coincide con la época de la niñez y de la adolescencia de su autor en la que refleja las duras condiciones laborales que se daban en el novecento español, mientras que la segunda novela, “La Ruta”; coincide con el periodo del Servicio Militar de Arturo Barea describiendo la situación en la que se encontraba el ejército español que en ese momento combatía en la Guerra de Marruecos así como las grandes polémicas y cuestiones políticas que suscitaba entre los ciudadanos aquella contienda que, en los años veinte del pasado siglo, se había convertido prácticamente en un “nuevo Flandes”. Finalmente, “La Llama”, última novela de esa extensa autobiografía, se centra en la madurez de su autor coincidiendo con los años de la II República y la Guerra Civil.


A lo largo de todas y cada una de las páginas de “La Forja de un Rebelde”, Arturo Barea describe los hechos históricos con bastante objetividad haciendo pocas concesiones a aquellos con los que se alineo políticamente, pues a pesar de ser desde muy joven miembro de la Unión General de los Trabajadores (UGT) no deja de criticar la actitud de un gobierno republicano que abandona la Capital de la Republica a finales de Noviembre de 1936 y la acción represiva de las Checas en el Madrid de la Guerra Civil. Asimismo, en “La Ruta” no deja de dedicar unas líneas laudatorias al General Franco al que reconoce ser un oficial valeroso comparándolo con Millán Astray, el cual se dedicaba durante los combates en Marruecos a caracolear su caballo entre los legionarios para terminar volviendo grupas hacia la retaguardia.


Lo más llamativo de “La Forja de un Rebelde” son las tramas de corrupción que describe y que a pesar del tiempo transcurrido no distan mucho de las que existen en la actualidad. Arturo Barea menciona y describe no solo la corrupción de los sectores políticos que engendraron el régimen de “La Restauración” sino también la corrupción, que al amparo de esos sectores, se extendió por todas las instituciones hasta contagiar a la misma sociedad. De este modo, la descripción del comportamiento de la mayoría de los Jefes y Oficiales del ejército durante la “Guerra de Marruecos” ponen de manifiesto la corrupción de las instituciones del estado pero también la corrupción en el mundo empresarial y entre el mismo pueblo pues es de indicar que el propio Barea, recibiendo compensaciones económicas por ello, formo parte del engranaje de corrupción de aquella época porque como sargento que fue prestó servicio a sus superiores para que éstos engordaran sus bolsillos a costa del erario público y del sufrimiento de una tropa mal equipada, escasamente preparada y que, en palabras de Alfonso, al que llamaban y llaman “el trece”, no era más que “barata carne de gallina”.


En definitiva, la lectura reflexiva y desapasionada de “La Forja de un Rebelde” resulta imprescindible para conocer la historia de los primeros cuarenta años del Siglo XX español y comprender el por qué se desarrollaron de aquella forma. Asimismo, de esta magna obra memorística y autobiográfica de Arturo Barea se pueden sacar pedagógicas conclusiones que nos explican y nos previenen de acontecimientos que en el presente vivimos y padecemos.