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lunes, 26 de septiembre de 2011

EL PRECIO DE LA VIVIENDA Y LA ECONOMÍA FUTURA


Este artículo fue escrito hace cuatro

años, en plena burbuja inmobiliaria,

siendo su contenido y conclusiones deplena

vigencia en la actualidad.


A comienzos del Siglo XX, cuando España era un país puramente agrícola en el que no existía prácticamente clase media, los españoles se movían entre dos extremos: el de aquellos que tenían dinero y compraban o construían edificios enteros con la finalidad de alquilar los pisos y el de aquellos otros que no tenían tanto dinero y simplemente alquilaban las viviendas por una renta mensual a los primeros.


Sin duda, el desarrollo industrial que el país experimentó en las décadas de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, además de fomentar la aparición de “una sana clase media” hizo que el número de propietarios de viviendas aumentase al tiempo que el mercado de alquiler de viviendas sufría una grave crisis también fomentada por la congelación de las rentas arrendaticias que tuvo lugar al final de la Guerra Civil.


En la actualidad, el precio de la vivienda, como todos sabemos esta experimentando un constante y notable aumento anual que las lleva a tener precios privativos para la inmensa mayoría de los ciudadanos que se ven obligados a renunciar a adquirir una vivienda en propiedad o a hipotecarse doblemente por toda su vida; y bien digo “doblemente” porque para hacer frente en el presente a una hipoteca con posibilidades de no terminar embargado, es necesario la contribución de, al menos, las dos personas que integran la pareja.


Para combatir este grave problema del desmesurado precio de la vivienda, los diversos gobiernos que se han sucedido en estos últimos años, siguiendo la tradicional forma de obrar de los dirigentes españoles que consiste, como decía muy acertadamente Ortega y Gasset, en “levantarse todos los días y hacer cosas para hacernos creer que (España y los españoles) existimos”, se han dedicado a construir más viviendas de protección oficial (totalmente insuficientes para satisfacer la demanda) y a liberalizar más suelo sin que ello haya supuesto ningún abaratamiento del precio de los inmuebles pese a lo cual, los partidos de la oposición han seguido insistiendo en reclamar más liberalización de suelo y construcción de más viviendas de protección oficial, lo cual, ya se ha revelado poco o nada eficaz.


Entonces, si los precios de la vivienda no bajan , o no lo hacen de forma radicalmente significativa, ni se frenan con más suelo liberalizado y más viviendas sociales construidas, ¿Dónde radica el problema?. ¿Cómo se puede solucionar esto?. Pues bien, el problema es un problema global que hay que buscar en los cambios que la economía española viene experimentando en las dos últimas décadas; cambios impuestos por Bruselas desde nuestra incorporación a la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea. El sometimiento de la economía española a las directrices europeas ha supuesto que el futuro económico español se base prácticamente en su totalidad en el sector servicios y en la especulación ya que nuestra integración incondicional en esta Europa de los Mercaderes supuso el desmantelamiento de nuestra agricultura para no hacer excesiva competencia a la agricultura francesa y de nuestra industria pesada para no hacer excesiva competencia a la industria alemana. Una economía tan solo basada en el sector servicios hace que haya un desplazamiento de mano de obra del sector primario y secundario a este sector el cual se manifiesta, como es lógico, incapaz de absorber toda la mano de obra que la agricultura e industria desechan al tiempo que para subsistir precisa de la existencia de un fuerte consumo interno.


Así pues, nos encontramos con que las dudosas posibilidades de conseguir un puesto de trabajo seguro, de esos de “para toda la vida”, unido a la temporalidad y al sometimiento constante a cambios caprichosos del sector servicios, este haciendo que los españoles vayan encauzando su futuro laboral y económico particular más hacia la especulación que hacia el trabajo diario y productivo y, como desde luego, no hay especulación más segura que aquella que permite tener una renta perpetua (salvo imprevistos imponderables), elevada y actualizable anualmente, se están orientando hacia la compra de viviendas, no tanto para venderlas posteriormente obteniendo una plusvalía, como para alquilarlas siendo seguro que en un futuro muy próximo, el mercado de los alquileres se reactivara notablemente al tiempo que se construirán viviendas nuevas que se seguirán comprando y vendiendo con avidez creándose grandes acumulaciones patrimoniales de bienes inmuebles que a su vez supondrán el retorno de aquella clase de rentistas existente a comienzos del Siglo XX.


Dicho de otra forma: es mucho más seguro y rentable para el que en España pueda permitírselo invertir un millón de euros en comprar inmuebles para arrendar que invertir ese mismo millón en fabricar vehículos, aviones o barcos. Estamos asistiendo en los últimos años a “una toma de posiciones” que tiene por objeto el control del futuro negocio de “bienes raíces” en España, estando detrás del imparable precio de la vivienda la adquisición masiva de viviendas por unos pocos particulares y sociedades mercantiles que siempre terminan siendo los mismos y que ocasiona que realmente haya poca vivienda disponible para aquellos que quieren ejercer su derecho a “una vivienda digna”. Por otra parte el incremento de la población emigrante con su necesidad inmediata de vivienda y su limitado poder adquisitivo y el constante incremento del precio de la vivienda por los motivos antes apuntados (demanda excesiva) que muy pronto hará imposible la compra de ésta por parte de ciudadanos con ahorros y fortunas normales incluso hipotecándose de por vida hacen que el negocio de los alquileres sea hoy una apuesta segura para el día del mañana.


Por tanto la única forma de abaratar el precio de la vivienda a medio y largo plazo garantizando de este modo la adquisición de la misma a todos los ciudadanos es la de cambiar la filosofía que impera en la economía española y que la somete a las directrices de la Unión Europea y fomentar una economía realmente productiva basada en la industria, la agricultura y el comercio exterior, porque una economía basada en los citados sectores, es una economía que generara puestos de trabajo y riqueza colectiva, haciendo huir a los ciudadanos y a los empresarios de la especulación y de la ociosa y depravada vida del rentista.


martes, 20 de septiembre de 2011

GUY FAWKES: DEL PASADO A LA REVOLUCIÓN QUE LLEGA

Quien iba a decir hace más de quinientos años, concretamente el 5 de Noviembre de 1605, que un oscuro personaje católico, cuya fama proviene de su participación en la llamada “Conspiración de la Pólvora” que pretendió volar por los aires el Parlamento Británico, iba a convertirse en un superhéroe de una novela gráfica titulada “V de Vendetta” e inspiración de un movimiento de indignación generalizado contra lo existente. El nombre de este personaje oscuro: Guy Fawkes.


Guy Fawkes, nació en la ciudad de York (Inglaterra) el 13 de Abril de 1570 en el seno de una familia católica que era víctima de la persecución religiosa que sufrían los católicos en la Inglaterra de aquella época, lo que hizo que el joven Fawkes se exiliara a los Países Bajos donde sentó plaza bajo las banderas del Rey de las Españas combatiendo como soldado en los Tercio Españoles.


Tras su aventura militar en Flandes, Guy Fawkes, que había cambiado durante su tiempo de servicio su nombre anglosajón por el más latino de Guido, regresó a Inglaterra donde se incorporó a una de las sociedades secretas que luchaban contra la opresión que los católicos sufrían bajo el despótico gobierno de Jacobo I y por la reinstauración católica en el país. A causa de su experiencia militar enseguida se le puso al frente de la ejecución de lo que se conoce en la historia británica como “La Conspiración de la Pólvora” la cual consistía en un plan ideado por Robert Catesby para matar al rey Jacobo I haciéndolo volar por los aires junto a todo su Parlamento justificando tal acción en la afirmación de que “la naturaleza de la enfermedad requiere un tratamiento radical”.


Sin duda alguna Guy Fawkes planeo la ejecución de la acción recordando su experiencia en la guerra de minas por lo que en diciembre de 1604, junto con otros conjurados, comenzó a excavar un túnel bajo el Parlamento abandonando dicha excavación cuando los conspiradores consiguieron alquilar una bodega justo debajo de la Cámara de los Lores en la que almacenaron gran cantidad de leña y carbón sobre la cual colocaron numerosos barriles de pólvora para hacerlo estallar en cuanto el Rey Jacobo I diera comienzo a las sesiones parlamentarias. No obstante la conspiración fue desvelada a un ministro inglés por una carta anónima y tras diversas inspecciones alrededor del Parlamento, Fawkes fue descubierto saliendo de la bodega en la que se almacenaba el explosivo y detenido. Sometido a tortura solo reveló los nombres de los implicados que ya eran conocidos por las autoridades o que habían muerto y tras un juicio donde se conocía de antemano la sentencia fue condenado a muerte y ejecutado en Londres el 31 de Enero de 1606.


Durante siglos se ha conmemorado cada 5 de Noviembre el fracaso de la “Conspiración de la Pólvora” con grandes fuegos artificiales y hogueras en las que se quemaban muñecos con una máscara de Guy Fawkes, no obstante en la actualidad dicha conmemoración ha decaído por el marcado carácter anticatólico militante que había terminado por adquirir.


Esta es la historia pura y simple de Guy Fawkes, el cual habría quedado relegado a unas líneas en cualquier texto escolar de historia de no haber sido porque en la década de los años ochenta del pasado siglo la publicación de una novela gráfica compuesta de diez cómics, escrita por el guionista Allan Moore e ilustrada por el dibujante David Lloyd y titulada “V de Vendetta” resucitara al personaje para enfrentarlo como un superhéroe similar a los de la factoría Marvel a un estado totalitario implantado en la Gran Bretaña. Si bien es cierto que tanto Moore como Lloyd afirmaron que se habían inspirado en Guy Fawkes por ser éste el personaje más conocido de todo el Reino Unido no deja de ser curioso que el héroe de “V de Vendetta” sea precisamente un personaje que ya en el momento mismo de la publicación de la novela podía ser calificado por las modernas mentalidades de “integrista y fanático católico”.


Actualmente la novela “V de Vendetta” sigue editándose con éxito sobre todo después de que en el año 2006 se estrenara la película del mismo título y Fawkes ha dado un paso hacia su resurrección e inmortalidad al convertirse en icono de todos aquellos que muestran su indignación frente a los abusos del poder y la tiranía de la oligarquía económica liberal y es que, católico o no o tal vez precisamente por serlo, el Fawkes histórico no dejó de ser en el tiempo en que le tocó vivir un rebelde justiciero que se enfrentó a un régimen despótico que no respetaba a las minorías a las que obligó a reivindicar por la vía insurreccional los derechos y las libertades que se les negaba desde la legalidad.


martes, 13 de septiembre de 2011

“LA ESCUELA MODERNA” de FRANCISCO FERRER I GUARDIA


Obra del pedagogo anarquista don Francisco Ferrer i Guardia y publicada tras su ejecución en 1909, “La Escuela Moderna” es la historia y justificación de una institución educativa creada en 1901 como alternativa tanto a la educación oficial estatal de alto componente religioso como a la Institución Libre de Enseñanza y cuya lectura no deja de ser interesante al comprobarse como, con el paso del tiempo, muchos de sus postulados, a pesar de haber sido fuertemente combatidos a principios del Siglos XX, han sido aceptados y puestos en funcionamiento por el sistema educativo oficial desde los años setenta del pasado siglo.


“La Escuela Moderna” recoge la historia de esta institución pedagógica así como cuales eran sus medios y sus fines constituyendo un ejemplo de lo que se deseaba que fuera una educación puramente racionalista.


En cuanto a los medios pedagógicos, Francisco Ferrer proponía la coeducación de ambos sexos así como salidas al campo de los alumnos y visitas a centros de trabajo creando un entorno de máxima libertad para los niños a los cuales se les fomentaría la inteligencia creativa mediante la redacción de las experiencias adquiridas en las distintas excursiones campestres.


Especial dedicación tiene “La Escuela Moderna” al cuidado y fomento de la higiene tanto en la escuela como en el entorno familiar del niño teniendo en cuenta que en la época de la fundación de esta institución la tuberculosis, los piojos y las infecciones de toda clase afectaban principalmente a las familias más pobres e impedían la correcta escolarización de sus hijos al obligarles a perder numerosas horas lectivas.


En la actualidad y desde hace ya bastantes décadas estas innovaciones propuestas por Ferrer i Guardia han sido adoptadas por el sistema educativo español con bastante éxito y aceptación siendo de lo más normal la implantación de la enseñanza mixta de niños y niñas, las inspecciones sanitarias en el centro escolar y los llamados viajes de estudios.


Por lo que se refiere a la finalidad de la Escuela Moderna, Ferrer explica que desea desvincular la formación educativa de todo dogma religioso dando lugar a una educación laica en la que solo tenga cabida las verdades demostradas racionalmente. Es precisamente en este sentido donde el fundador y autor de “La Escuela Moderna” se deja llevar por sus fobias particulares y cae en más de un error, en primer lugar, porque no se puede estudiar ni entender la cultura occidental sin estudiar e intentar comprender al cristianismo y, en segundo lugar, porque las verdades científicas solo son tales mientras no aparezca un avance científico posterior que las desmienta. Así por ejemplo, es de indicar que durante bastantes años la Tuberculina descubierta por Koch se creyó científica y racionalmente una cura de la Tuberculosis, hasta que años después se descubrió, de igual forma, racional y científica, que tan solo era un medio diagnóstico y no un remedio terapéutico.


“La Escuela Moderna” no solo se opone a la formación religiosa en la escuela sino que también hace objeciones a la educación racionalista y laica implantada en la Francia de la III República y la propuesta en España por Giner de los Ríos y su “Institución Libre de Enseñanza” porque en opinión de Ferrer “la educación clerical pretende hacer de los niños santos y la educación laica estatal pretende hacerlos esclavos servidores del estado”.


En la actualidad las innovaciones propuestas por “La Escuela Moderna” han sido ya superadas, unas porque han sido adoptadas por el sistema educativo y otras porque un sistema educativo, cualquiera que éste sea, para ser efectivo y eficiente ha de carecer de todo prejuicio y, no nos engañemos, Ferrer i Guardia tenía prejuicios que materializó en su institución educativa, pero que, aún así, en nada desmerecen su aportación al desarrollo de las técnicas docentes porque precisamente es a base de errores y de propuestas, más o menos realistas o idealistas, como se produce el desarrollo de la humanidad.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

“EL QUE QUIERA… QUE SE LO PAGUE”

De un tiempo a esta parte viene instalándose en toda reivindicación, más populista que popular, una frase que esconde toda una filosofía puramente liberal e individualista de un grave alcance máxime cuando esta frase es citada con cierta reiteración por sectores contrarios al liberalismo y supuestamente defensores de los servicios públicos. Dicha frase es: “El que quiera… que se lo pague”.


Ciertamente se ha podido ver durante la reciente visita del Santo Padre a Madrid con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud como grupos de manifestantes contrarios a la mencionada visita pastoral portaban pancartas con lemas como “no con mis impuestos” o “El que quiera religión que se lo pague”.


“El que quiera… que se lo pague” es el resumen de una filosofía económica y política que es la que desde las más altas instancias del poder económico mundial pretenden imponernos a todos. Ciertamente es muy cuestionable que un no católico tenga que ayudar indirectamente, a través de sus impuestos, a la financiación de la Iglesia Católica española, pero aplicando ese mismo razonamiento cabría preguntarse por qué los ciudadanos que no tienen hijos tienen que contribuir a través de sus impuestos a sufragar el gasto público que generan los hijos de los demás, por ejemplo, en educación.


En nuestro país, aquel que no desee contribuir con sus impuestos a la financiación de la Iglesia Católica puede optar en su declaración del Impuesto sobre las Personas Físicas por colaborar con fines sociales, con lo que posiblemente su dinero vaya a parar a manos de diversas ONGs que en no pocos casos actúan como unos “dedos largos” de distintos partidos políticos, pero aquellos ciudadanos que son o se sienten republicanos o, en cualquier caso, no se sienten identificados con S. E. El Jefe del Estado no tenemos posibilidad alguna de evadirnos de contribuir con nuestros impuestos a sostener una Institución o persona que no nos convence y desde luego aquellos ciudadanos que no tienen hijos o son antimilitaristas o gozan de una espléndida salud tampoco tienen la posibilidad de no contribuir con sus impuestos a sufragar el gasto publico que generan los hijos que ellos no tienen o un ejército que no quieren o una sanidad que no van a utilizar.


La primera y última razón de que, salvo en materia de religión, todos los ciudadanos contribuyamos a sufragar todos los servicios, los utilicemos o no, nos gusten o no, creamos en ellos o no, es la solidaridad y el apoyo mutuo. Así es justo y necesario que las personas sanas contribuyan con sus impuestos a mantener un sistema público de salud y que los que no tienen hijos contribuyan a que exista un sistema educativo eficaz.


Lo curioso de la frase de “el que quiera… que se lo pague” se encuentra en que quien la esgrime pretende atacar a un sistema económico y social que, sin manifestar estar conforme con la misma, esta intentando por todos los medios entronizar en la gestión de los servicios públicos la sustancia filosófica que la misma sintetiza. Así, son los liberales y los llamados “nuevos conservadores” (neocon), quienes, sin duda aprovechando las muchedumbres que claman por “el que quiera… que se lo pague”, están justificando la privatización de los más esenciales servicios públicos. De este modo pretenden justificar la privatización de la educación, la cual permitirá que aquellos que no tienen hijos puedan ahorrarse los dineros que la escolarización provoca en sus economías domésticas o el llamado “copago” en sanidad, el cual generará que aquellos que van menos al médico desembolsen menos dinero en sanidad.


Por todo ello, eso de “el que quiera… que se lo pague” puede convertirse, o mejor dicho se está convirtiendo ya, en un boomerang que lanzado contra unas concretas instituciones se ha vuelto contra los servicios públicos que los inventores de la frasecita pretendían o tenían intención de defender y si hace años se afirmaba aquello de “el que quiera monarquía, que se la pague” o “el que quiera religión, que se la pague” ahora estamos a punto de que se materialice “el que quiera sanidad, que se la pague”, “el que quiera educación, que se la pague” o “el que quiera jubilación que se la pague”.