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jueves, 29 de diciembre de 2011

GENIOS DE ESPAÑA Y ACTITUDES "EMPRESARIALES"

Todos recuerdan el famoso "¡Que inventen ellos!" con el que se lamentaba un famoso escritor de la generación del noventa y ocho de la ausencia de amor por la ciencia y la tecnología que había en las Españas de finales del siglo XIX y principios del XX abriendo un debate intelectual de gran duración y calado sobre el abandono de las disciplinas científicas y técnicas por parte de los españoles no resultando nada más falso que atribuir a la abulia, al desdén o a la más completa ausencia de inteligencia natural en los súbditos hispanos, que los hacían seres vedados para toda cuestión científico-técnica; la situación trágica de la investigación en nuestro país.


Ciertamente, en nuestra historia son escasos los premios Nobel en disciplinas científicas y más aun resultan escasas las patentes de inventos geniales reduciéndose el más famoso de ellos a la conocida y popular "Fregona", pero no es más cierto que tal escasez no se debe a la ausencia de personalidades geniales que con su trabajo y tesón individual dieron al mundo entero grandes inventos de suprema relevancia que aun hoy, perfeccionados y mejorados, se siguen utilizando.


Podemos y debemos citar a Monturiol que inventó el submarino moderno y a Isaac Peral que lo perfecciono creando el submarino eléctrico que fue utilizado hasta los años cincuenta del siglo XX, asimismo tenemos que citar a Torres Quevedo que diseño un dirigible superior al que en la misma época había diseñado el alemán Von Zeppelin y por último a Juan de la Cierva que inventando el "Autogiro" abrió el camino al helicóptero y al avión de despegue vertical.


Entonces ¿Como es posible que tales creaciones españolas se ignoren por parte de los mismos españoles y que se haya especulado durante mucho tiempo sobre la indisposición en España hacia la ciencia?. La respuesta a esta pregunta se encuentra en las mismas biografías de los genios anteriormente citados. Isaac Peral murió en Berlín donde el gobierno alemán le hizo toda clase de propuestas para hacerse con el invento del sumergible ante lo cual siempre respondía: "Este invento será para la Patria o no será para nadie", Torres Quevedo, firmó un contrato en 1913 con la compañía francesa ASTRA para fabricar su dirigible si bien en el contrato excluyo a España del pago de los derechos de patente en caso de que decidiera adquirir dirigibles y finalmente Juan de la Cierva, abandonó España en la década de los años veinte del pasado siglo para desarrollar su "Autogiro" en la Gran Bretaña. Es decir, todos estos genios y, sin duda muchos más que nos resultan anónimos, tuvieron que abandonar España para que sus inventos dejasen de ser sueños diseñados sobre el papel y se convirtieran en realidades concretas y todo ello porque no encontraron en este país el más mínimo apoyo económico del llamado "sector empresarial".


Empresario es, como su propio nombre indica, el que emprende, el que empieza, el que abre camino y el que, por tanto, se arriesga, pero en Las Españas de hoy, de ayer y de siempre, aunque algunos se llamen empresarios y se agrupen en "asociaciones empresariales" no existen tales siendo los individuos que tal nombre usurpan vulgares desalmados (no tienen alma ni espíritu generoso), apátridas (no conocen vinculación a tierra, tradición o comunidad alguna) y egoístas (no van más allá de su minúsculo interés individual) que buscan el mayor de los beneficios en el menor de los tiempos posibles, dan la espalda a todo tipo de innovación que implique un desembolso económico inmediato aunque posteriormente genere los mayores y mejores beneficios que son aquellos que perduran largamente en el tiempo y que, siendo más propensos a la práctica de la especulación y de la usura con el único objeto de conseguir un enriquecimiento tan rápido y grande como colectivamente estéril; tienen hipotecada toda la producción nacional y por tanto, gran parte de la economía española, a la obtención y graciosa concesión de licencias extranjeras para fabricación de los más elementales productos cotidianos.


Esta es la cruda realidad que hace que el país que ha dado el submarino moderno, tenga que fabricar sus submarinos bajo licencia francesa, que el país que ha dado el autogiro, precursor del helicóptero contemporáneo, carezca de una fuerte y competitiva industria aeronáutica propia; por tanto los programas de I+D (Investigación más Desarrollo) que planifiquen los gobiernos siempre fracasarán, no por la ausencia de investigación o investigadores, que aun en el falso caso de no existir genios propios y autóctonos siempre se podrán adquirir en el extranjero (1) sino por el total desinterés del llamado "Sector privado" en desarrollar lo inventado, diseñado o descubierto.


Una verdadera política de desarrollo científico y tecnológico no es ni puede ser ajena e independiente de una política económica general del país la cual exige cada vez más un cambio de la actitud empresarial y, en caso de no darse esta, la imposición de una férrea disciplina que haga que la economía sirva a los intereses generales del pueblo y del estado apartando de la vida económica a esos especuladores, usureros e ingenieros financieros que actúan como verdaderos parásitos de las clases creadoras y productivas de Las Españas, logrando su más completa defenestración social.











(1) Muchos podrían ser los ejemplos pero nos limitaremos a citar los casos del ingeniero aeronáutico Fockker el cual era holandés a pesar de haber desarrollado sus diseños e inventos en y para el Imperio Alemán en la primera década del siglo XX y el más sangrante caso de los ingenieros de la Messermicht que habiéndose refugiado en España tras el final de la II Guerra Mundial, trayéndose consigo los planos y diseños de los aviones a reacción no consiguieron financiación ni apoyo para producir y desarrollar sus diseños con lo que se renunció a tener una industria aeronáutica propia y competitiva.


lunes, 26 de diciembre de 2011

RECOMENDACIONES BIBLIOGRÁFICAS PARA ESTAS NAVIDADES 2011

Como ya es tradición de este blog y sumándose a la costumbre de intercambiar regalos en estas fechas navideñas, “El Chouan Ibérico”, desea sugerir nuevamente a sus lectores que regalen libros porque, en este tiempo de incertidumbre solo propicio para demagogos y sofistas, no está de más conocer para saber, saber para tener las cosas claras y tener las cosas claras para no ser engañado.


Así pues, “El Chouan Ibérico” ofrece a sus lectores la siguiente pequeña relación de libros editados recientemente y que se consideran de interés para próximos regalos siendo de excelentes temáticas y calidades editoriales.


- “Nuestro Amigo Común” de Charles Dickens, editorial Espasa Calpe. Novela social y costumbrista característica de este autor británico que refleja perfectamente los personajes y problemas sociales existentes en la sociedad Victoriana en plena Revolución Industrial.


- “Años Decisivos” de Oswald Spengler, editorial Altera. Ensayo filosófico-histórico del autor de “La Decadencia de Occidente” donde resume su obra más conocida y trata de explicar las causas de la pérdida de influencia de Europa en el mundo y predice la futura hegemonía económica y consecuentemente cultural de Asia.


- “Narraciones Completas” de Edgar Allan Poe, editorial Cátedra, en su colección AVREO. Obra fundamental y completa de este autor norteamericano de gran influencia en todos los autores que posteriormente cultivaron el género de misterio y de terror propio de la literatura gótica.


- “El Don Apacible” de Mijail Shólojov, editorial De Bolsillo. Magnífica novela histórica que partiendo de la descripción de la vida y costumbres de los habitantes de un poblado cosaco sirve al autor para narrar los avatares de la reciente historia rusa desde la Gran Guerra hasta el final de su contienda civil, pasando por la Revolución de 1917. Equiparada a “Guerra y Paz”, a través de “El Don Apacible” se puede llegar a conocer la historia reciente de Rusia mejor que en un manual de historia.


martes, 20 de diciembre de 2011

VUELTA A UN TIEMPO DE REFLEXIÓN


Nuevamente, como todos los años a mediados de Diciembre y hasta casi medidos de Enero se extiende el tiempo de las Navidades, de unas fiestas que teniendo un origen religioso y una finalidad familiar se han ido convirtiendo, con el devenir de los años, en unas festividades paganas en las que se rinde culto a la materia y al consumo, lo que las hace más propias de la última Roma consumida por la degeneración que de una sociedad que se encara con decisión a una crisis económica y a quienes la han provocado.


La gente se queja de ello, protesta por ello y por ello reniega de la Navidad pero se olvidan de una cosa fundamental que es que las fiestas navideñas, al igual que casi todas las demás cosas de esta vida, no son más que una manifestación real de nuestra voluntad espiritual. Así, si estas fechas se han convertido en un culto al consumo, la culpa, como en otros muchos casos; no es de nadie más que de nosotros mismos que las hemos convertido en algo que nada tiene que ver con lo que deberían ser.


En realidad, no estaría de más que en estas breves fechas navideñas, dedicásemos un poco de tiempo a reflexionar en familia sobre los orígenes de los males que nos afectan y cual es nuestra responsabilidad, por acción u omisión, en los mismos porque encontrando los orígenes encontraremos los remedios y tal vez lleguemos a la conclusión de que no hay mal que, con fe y voluntad, no podamos remediar.


En fin… en cualquier caso, a todos les deseo


UNA MUY FELIZ NAVIDAD


jueves, 15 de diciembre de 2011

LA HISTORIA OCULTA DEL CANAL DE ISABEL II

Hoy, cuando se ha reconocido por parte de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, que el Canal de Isabel II, empresa pública encargada de suministrar agua potable a los madrileños, va a ser privatizada con la excusa de “hacer partícipes a los ciudadanos de Madrid de la propiedad de su agua”, se impone desvelar, haciendo un ejercicio de una memoria histórica que existe a pesar de no recibir subvenciones ni tener reconocimiento expreso en ninguna ley, que se va a hacer negocio con dos líquidos: el agua y la sangre.


El canal de Isabel II se crea mediante el Real Decreto de 18 de Junio de 1851 refrendado por el entonces Presidente del Consejo de Ministros, don Juan Bravo Murillo, que disponía la realización de las obras para la construcción de un embalse de captación en el tramo superior del río Lozoya y un canal por el que pudieran circular las aguas en él embalsadas hasta la ciudad de Madrid. La primera piedra de las obras de la presa que pasaría a llamarse del “Pontón de la Oliva” fue colocada el 11 de Agosto de 1851 por el consorte de la mandataria, don Francisco de Asís de Borbón, prolongándose las mismas durante siete años hasta que por fin se inauguró y entró en servicio tan importante infraestructura el 24 de Junio de 1858.


Lo que se ignora por la mayoría de los españoles en general y de los madrileños en particular es que durante los siete años que duraron las obras de la presa del “Pontón de la Oliva” se utilizaron como mano de obra algo más de mil quinientos presos políticos procedentes todos ellos de la represión sufrida por los carlistas tras su derrota en la llamada Guerra de los Matiners (Septiembre 1846 - Mayo 1849) a pesar de que ninguno de ellos había combatido en ella y que solo se trataba de personas detenidas por su conocida y pública adhesión a la Dinastía Legítima que en aquella época estaba representaba por el Rey don Carlos VI.


Para alojar al contingente de presos, que permanecía constantemente custodiado por un nutrido número de miembros de la entonces recientemente creada Guardia Civil, se construyó una gran caserna cerca de las obras dividiéndose a los presidarios en cuatro categorías según las especialidades que iban a desarrollar: taller de herrería, para trabajos relacionados con las herramientas y accesorios de hierro; taller de carpintería, para los utensilios fabricados con madera; taller de espartería y cestería, para la elaboración de espuertas, cuerdas, cestos de mimbre, aguaderas…; taller de guarnicionería y albardería, para la realización y reparación de arreos y atalajes para el material de transporte.


Aunque el gobierno siempre pretendió justificar el empleo de mano de obra esclava en las obras del “Pontón de la Oliva” con la excusa de la “redención de penas por el trabajo”, lo cierto es que el régimen laboral de los presos era extremadamente duro, mucho más duro que el soportado en cualquier otra obra por los trabajadores libres, y aunque no existen datos precisos es de considerar, dado lo poco avanzado de las técnicas constructivas de aquella época, que se produjeran numerosos accidentes laborales con resultados fatales entre el contingente de cautivos.


También se ignora si hubo intentos de fuga entre los presos políticos o si, de haberlos, fueron estos coronados por el éxito o tuvieron un fin trágico, pero lo que sí ha trascendido por tradición oral es la anécdota que, en 1856, aconteció al entonces Director General de la Guardia Civil, Francisco Javier Girón y Ezpeleta, Duque de Ahumada, con uno de los trabajadores cautivos.


Parece ser que el señor Duque de Ahumada estaba inspeccionando a las fuerzas de la Guardia Civil destinadas a la vigilancia de los presos cuando entre estos reconoció a un jefe carlista no acogido al infame Convenio de Vergara de 1839 y al que ya había pretendido incorporar, con reconocimiento de empleo y rango, a la Guardia Civil cuando la creación de ésta en 1844. Al verlo pobremente vestido y haciendo el trabajo propio de un peón caminero, el Duque de Ahumada, se dirigió a él preguntándole con gran asombro:


- “¿Pero qué haces aquí trabajando en esto cuando tú eres de los míos, un oficial del ejército igual que yo?”


A lo que el interpelado, dejando la zapa que estaba utilizando y volviéndose a su interlocutor con justo desprecio se limitó a responderle:


- “Yo, de los míos lo soy todo. De los tuyos, no soy nada”, tras lo cual volvió a coger la zapa y continuo con su trabajo.


La presa del “Pontón de la Oliva” se encuentra localizada en la Sierra de Ayllón muy cerca del pintoresco pueblo de Patones y aunque esta ya en desuso, sigue en pie formando parte del patrimonio histórico de la Sierra Norte de Madrid pudiéndose ver todavía las ruinas de la caserna donde vivían los presos carlistas que hicieron posible su construcción y constituyendo, en la serranía madrileña, el primer testigo mudo de una represión política poco conocida.


viernes, 9 de diciembre de 2011

“LA TRILOGIA” DE JEAN LARTEGUY

Numerosos literatos quedan adscritos o se adscriben voluntariamente a una generación literaria, pero es un caso muy raro y excepcional que un solo autor cree e integre por sí solo una generación literaria; tal es el caso del novelista y periodista francés recientemente fallecido Jean Pierre Lucien Osty, conocido por el pseudónimo de Jean Larteguy.


Jean Larteguy (1920-2011) escribió alrededor de cincuenta novelas todas ellas ambientadas en los conflictos bélicos originados por la descolonización en África o Asía y de los que tuvo conocimiento de primera mano bien como oficial del ejército francés o bien como corresponsal destacado en el Extremo Oriente por la prestigiosa revista “Paris Match”. Por el objeto de sus novelas así como por el tratamiento psicológico de sus personajes y las no pocas reflexiones sobre la sociedad y la política francesa que estos realizan hacen que Jean Larteguy merezca ser considerado como el único escritor de la generación de la descolonización y de la decadencia europea.


Las vivencias personales adquiridas por Larteguy en el ejército francés, desde que en Diciembre de 1942 se incorporara, tras pasar nueve meses en un campo de concentración franquista, a las Fuerzas Francesas Libres en el Norte de África hasta que lo abandonara en 1951 al ser herido en Corea donde estaba destinado como capitán en el “Batallón Francés de Voluntarios” constituyen la fuente principal de su producción literaria dentro de toda la cual destaca la trilogía integrada por las novelas “Los Centuriones” (1), “Los Pretorianos” y “Los Mercenarios”.


En esta trilogía, centrada en las Guerras de Indochina, Argelia (“Los Centuriones” y “Los Pretorianos”) y Corea (“Los Mercenarios”), Larteguy no solo plantea, como pretenden desde los años setenta del pasado siglo ciertos mandos de determinados ejércitos, la cuestión de la entonces novedosa “guerra revolucionaria” y de la forma de enfrentarse a ella sino que sobre todo plantea la cuestión de la degradación política y social de Europa personificada en la Francia de la IV República que es la que fomenta con su actitud y errores la aparición de grupos insurgentes y terroristas. Así, por ejemplo, todos los personajes de las novelas que integran la trilogía de Larteguy y que representan a luchadores por la independencia de Vietnam o de Argelia (Ty, Mahmuhdi…) han pretendido siempre, previa y originariamente, la fusión y la integración de las colonias con la metrópoli francesa y solo tras haber sufrido la segregación, el racismo y la corrupción de la administración colonial se decantaron por una opción independentista que, considerando la política de bloques imperante en la época de la descolonización, no podía estar sino vinculada al comunismo y al bloque soviético.


Por lo tanto, todas las novelas de la trilogía de Larteguy son sobre todo y ante todo una crítica a la sociedad francesa y europea de la postguerra mundial que ponen de manifiesto la degradación moral de los ciudadanos, el snobismo de los intelectuales más preocupados por mantener la popularidad que por cumplir una función social de formación del pueblo y la corrupción del mundo político que hace que el poder se convierta en un fin en sí mismo.


Igualmente, y aunque se haya pretendido otra cosa, la trilogía de Larteguy esta totalmente alejada de una obra laudatoria del militarismo al tratar explícitamente la progresiva degradación de la profesión militar que aparece no solo en las numerosas reflexiones que hacen los personajes que encarnan a los paracaidistas o voluntarios franceses, sino en los propios títulos de las novelas que integran la trilogía: “Los Centuriones”, “Los Pretorianos” y “Los Mercenarios”. En este sentido es de tener en cuenta que históricamente en el Imperio Romano los Centuriones eran oficiales de las Legiones y ciudadanos romanos que hacían uso de su “Ius Connubii”, los Pretorianos eran soldados, no necesariamente ciudadanos romanos, que se dedicaban exclusivamente a guardar al Cesar y que terminaron derrocando y nombrando césares a su antojo y los Mercenarios era los integrantes de las fuerzas auxiliares, carentes de la ciudadanía romana y que eran reclutados entre todas las tribus para servir en último extremo como simple “carne de cañon”.


Así, en “Los Centuriones”, los paracaidistas que caen prisioneros en Dien Bien Phu y que posteriormente hacen la guerra de Argelia (Esclavier, Raspeguy, Boisferaus, Glatigny…) son soldados que cumplen las ordenes dadas por sus superiores defendiendo lo que creen los “valores franceses” en el Sudeste Asiático y en el Norte de África, posteriormente en “Los Pretorianos”; estos mismos paracaidistas toman conciencia de que en el fondo están siendo utilizados para defender un status quo que solo beneficia a unos pocos y por tanto, como los antiguos Pretorianos romanos, adquieren conciencia política, toman partido y pretenden reformar las cosas en beneficio de todos actuando políticamente mediante el golpe de estado del 13 Mayo de 1958 que llevará al poder al General De Gaulle, quien les traicionará al no poner en práctica una política de integración entre franceses metropolitanos, “Pieds Noirs” y musulmanes argelinos, lo que cuatro años más tarde llevará a reconocer la independencia de Argelia mediante “los Acuerdos de Evian” de 1962.


Finalmente, en “Los Mercenarios”, novela que fue la primera en publicarse con el título de “Sangre sobre las Colinas” y que en principio no estaba integrada en la trilogía al no guardar relación ni con la ambientación histórica ni con la galería de personajes de las otras dos, los soldados franceses son voluntarios que por distintos motivos personales y por huir de la mediocridad asfixiante instalada en los “Clubs de oficiales” y en la sociedad francesa terminan alistados en el “Batallón Francés en Corea”, luchando exclusivamente por “la visión que de ellos mismos quieren que tenga el mundo” y siendo sacrificados inútil y salvajemente a la ambición de un general norteamericano deseoso de hacer carrera y de promocionarse ante sus superiores. Si en “Los Centuriones” y en “Los Pretorianos” los personajes luchan por ciertas ideas, en “Los Mercenarios” los personajes carecen ya de idealismo y parecen entregarse al puro fatalismo.


Hoy, cuando la obra de Jean Larteguy, parece haber caído en el olvido y sus libros difícilmente se encuentran en librerías que no sean de libro antiguo o de ocasión es necesario que se reivindique, se reedite y se lea de nuevo no solo para comprender unos hechos históricos y conocer los errores de la descolonización sino también para revertir, en la medida de lo posible, la crisis social, política y moral de Europa que es denunciada por Larteguy y, sobre todo, para evitar que de la obra de este eminente autor francés nos llegue la interpretación errónea y nefasta que de ella se pueda hacer en determinadas academias militares y de policía (2) y que ya tuvieron una manifestación práctica en las prácticas represivas de las dictaduras militares de Argentina y Chile.








(1) De esta novela existe una adaptación cinematográfica titulada “Mando Perdido” interpretada por Alain Delon y Anthony Quinn.

(2) Parece ser que tal es la pretensión del general norteamericano David Petraus, comandante en jefe que fue de las fuerzas norteamericanas en Irak.