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jueves, 26 de abril de 2012

LOS VALORES DE OCCIDENTE

Desde que entre los años 1918 y 1923 Oswald Spengler publicara los dos volúmenes que componen su obra cumbre, “La Decadencia de Occidente”, en los que defendía la tesis de que toda cultura tiene un ciclo vital integrado por cuatro fases:  “Juventud, Crecimiento, Florecimiento y Decadencia”; encontrándose, según él, la cultura occidental de la que formamos parte en su fase final de Decadencia, muchos han sido los que se han propuesto defenderla desde los más opuestos planteamientos llegando incluso a los más bárbaros extremos siendo muy común entre aquellos aventureros que surgieron en la Europa de la descolonización y que fueron fielmente retratados por Jean Larteguy en su prolífica obra, el afirmar que ellos “luchaban por Occidente”.

            No obstante y a pesar de las numerosas voces que se han levantado a lo largo de los años en aras de la reconstrucción y defensa de Occidente, muy pocas o, mejor dicho, ninguna, han sido capaces de definir qué es Occidente, contraponiendo en ocasiones un Occidente capitalista a un Oriente soviético o un Occidente cristiano a un Oriente no cristiano y todo ello por desconocer qué es lo que identifica política, social y culturalmente un Occidente que sin esa identificación no sería nada más que una situación geográfica extremadamente relativa en un orbe terrestre esférico.

            Occidente, nuestro Occidente, es un conjunto equilibrado de valores en el que no basta para proclamarse su defensor el pretender mantener la integridad de uno solo de esos valores y ni tan siquiera la de la totalidad de todos ellos, sino que es preciso también sostener el feliz equilibrio que existe y debe existir entre los mismos.

            Occidente aparece cultural y espiritualmente identificado por sus raíces cristianas siendo imposible entender la historia europea sin la época de un medievo cargado de religiosidad cristiana que permitió la conservación, en sus monasterios, de siglos de saber clásico y precristiano salvaguardándolo de las invasiones bárbaras que asolaron Roma en el año 410 de nuestra era. Así pues, es cierto que los europeos de hoy somos hijos de Grecia y de Roma pero no es menos cierto que sin la Iglesia Católica lo más probable es que todos aquellos conocimientos se hubieran perdido en el caos que siguió a la Caída del Imperio Romano y no se hubieran reabierto las discusiones filosóficas que a la postre han dado lugar a los avances científicos y técnicos que hoy poseemos.

            Por otra parte tras ese medievo religioso, que dota a Occidente de una cultura, éste se enriquece con un nuevo valor que, si bien en un principio se opone radical e incluso fanáticamente a la idea espiritual y cultural cristiana, termina siendo protector de ésta tanto como ésta termina fundamentándolo en el Derecho Natural. Dicho valor es la idea de Libertad gracias a la cual los occidentales disfrutamos de derechos políticos que nos preservan de ser sometidos a arbitrariedades y tiranías asiáticas por parte de quienes nos gobiernan.

            Finalmente, el último, pero no por ello menos importante, valor que se incorpora a Occidente es el aportado durante el último siglo y medio por las luchas y reivindicaciones del movimiento obrero que nos han dotado de importantes e irrenunciables derechos sociales que han investido a los seres humanos de seguridad para el futuro y han terminado por definir la forma de vida occidental en su aspecto material. 

            La perfecta conjunción de estos tres valores: el cristianismo en lo cultural y espiritual, la libertad en lo político y la salvaguarda de los derechos sociales en lo económico, es la que define el ser y la esencia de Occidente. No obstante, el equilibrio entre ellos ha de prevalecer y ser armónico pues, si en beneficio de uno de ellos se pretendiera perjudicar a cualquiera de los otros dos, Occidente entraría en un conflicto consigo mismo siendo tal conflicto (que ya viene planteado desde hace dos siglos al cuestionarse, con mayor o menor virulencia, las aportaciones del cristianismo al espíritu y a la cultura europea) la verdadera razón de su decadencia llegándose al extremo de que si alguno de estos valores sucumbiera totalmente no se tardaría en ver desaparecer progresivamente los otros dos hasta llegar a la completa disolución occidental.

            Así pues, tengan esto muy presente, todos aquellos que pretenden justificar los actuales recortes sociales o exaltar exclusivamente los valores religiosos porque Occidente no se entiende ni se puede entender sin San Agustín o sin Santo Tomás pero tampoco sin Ferdinand LaSalle o sin Jaurés.      
           

1 comentario:

  1. Tenemos tambien que ir un poco mas lejos que la defensa de los derechos sociales, y pensar la proletarizacion global que el capitalismo, su estructura tecno-industrial al servicio de la eficiencia y del lucro, ejerce sobre las conciencias (la perdida de competencias, del saberhacer y del sabervivir, el abandono de una cultura que solo existe haciendose). Nos hemos alejado de nuestras bases culturales al crear un golem tecno-industrial que vive su propia "vida" a despensas de la nuestra.

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