Desde que Proudhon publicase su obra
“¿Qué es la Propiedad?” mucho se ha discutido sobre la polémica suscitada por
este magnífico ensayo recrudeciéndose el debate precisamente en los tiempos de
crisis como si la propiedad y todos los propietarios fueran los culpables de
las quiebras económicas de las familias y de las naciones.
Si Proudhon dijo la muy repetida y
excesivamente malinterpretada frase “La propiedad es el robo” también dijo,
unas páginas más adelante, que “La propiedad es la garantía de la libertad” y
es que como el mismo Proudhon vino a reconocer no toda la propiedad es igual,
ni por su origen ni por su finalidad, y por tanto no toda propiedad es mala.
Hoy, la propiedad se cuestiona por
numerosos ciudadanos pero más que por cuestiones económicas, morales o
filosóficas, se cuestiona por los mismos motivos que, en la famosa fábula, la
zorra cuestiona la madurez de las uvas. En la actualidad muchas personas
rechazan, por ejemplo, la propiedad de la vivienda habitual, pero su rechazo en
la mayoría de los casos se debe a la imposibilidad material de adquirirla. Si
una persona decide por su propia voluntad y atendiendo a sus particulares
circunstancias tener la vivienda en alquiler, quedando sujeta a las subidas
anuales del IPC, a los cambios legislativos periódicos que regulan los
arrendamientos y a los caprichos del arrendador, porque según su modo de pensar
le resulta más ventajoso alquilar que comprar, esa persona está ejercitando su
plena libertad de acción y de decisión aunque no se comparta y existan muchas
razones para argumentar en contra; pero si una persona defiende el
arrendamiento porque le resulta imposible alcanzar la propiedad por mucho que
argumente, no está ejercitando libertad alguna sino que se está engañando a sí
misma (como la zorra de la fábula) ocultándose la verdad y sometiéndose a unas
exigencias que no le queda más remedio que aceptar por imposición externa.
Frente a lo afirmado por Proudhon de
que “la propiedad es imposible”, lo cierto es que la propiedad existe siempre y
al igual que la energía no desaparece nunca sino que solo se transforma sirviendo
para fines distintos. No se puede negar la propiedad en abstracto porque todos
somos propietarios de algo, aunque tan solo sea de nuestro cepillo de dientes.
La cuestión es que mientras se puede cuestionar y discutir sobre la propiedad
de los bienes de producción así como negar la propiedad de grandes extensiones
de tierra, no se puede negar y más aun se debe extender, defender y generalizar
la propiedad de ciertos bienes inherentes al desarrollo individual y familiar
de la persona como son la vivienda habitual, las propiedades que generen rentas
de trabajo o sean fruto de este (pequeñas granjas familiares, herencias…) y de
pequeños bienes de consumo. Este tipo de propiedad es “la garantía de la
libertad” mientras que la concentración de la propiedad es “el robo”.
La concentración constituye el modo
mas peligroso y nefasto de transformación de la propiedad porque si, por
ejemplo, partimos de la propiedad de una vivienda que es disfrutada por los
miembros de una familia, esta cubre unas necesidades humanas evidentes siendo
un medio de desarrollo y protección social del reducido grupo humano a la que
pertenece, pero si esta propiedad pasa, por los motivos que sean, a una
inmobiliaria, a una entidad financiera o a una persona que tiene la propiedad de
otros muchos inmuebles de similares características, se une o se concentra con
otras propiedades que exclusivamente pertenecen a un único propietario que lo va
a hacer con ellas es buscarles una rentabilidad mediante la especulación o la
explotación de necesidades ajenas.
Actualmente, cuando empieza a ser
evidente la práctica de la ingeniería social por parte de los
gobiernos, surge la idea, sobre todo entre personas que se sienten
identificados con sectores de los llamados de izquierda o progresistas, de
renunciar a la propiedad y reclamar el arrendamiento de determinados bienes
como alternativa. Pues bien, tal idea de renuncia a la propiedad como derecho,
favorece la consolidación de la propiedad como robo porque la propiedad
individual a la que se renuncia no dejará por ello de existir sino que pasará a
ser adquirida con mayor facilidad por aquellos que tengan capacidad económica
para comprar y mantener lo adquirido lo que generará, de forma clara, una
progresiva concentración de la propiedad en manos de unos pocos beneficiarios
que culminará, en su fase última, con la imposición a los ciudadanos no
propietarios de condiciones puramente serviles en muchas cuestiones vitales
para la dignidad y existencia humanas.
El arrendamiento de determinados
bienes puede ser una solución aceptable en determinadas circunstancias y
siempre que tenga un carácter temporal (mientras se adquiere la propiedad),
pero el arrendamiento como alternativa (o mejor dicho, ante la imposibilidad
material de adquirir la propiedad), que proponen muchos personajes políticos,
incluso entre los que se consideran entre los socialmente avanzados; supone la
renuncia definitiva a esta y una progresiva pérdida de libertad que se podrá empezar
a observar en dos o tres generaciones al favorecer la concentración de la
propiedad en unas pocas manos y la constitución de grupos de presión de
propietarios que terminarán por pretender imponer e imponiendo sus condiciones
en muchas cuestiones a una inmensa mayoría de ciudadanos no propietarios .
Como me decía un vecino, allá por los 80 del siglo XX, ya muy mayor: “chaval, si puedes comprar compra, que a la vuelta de esto sacarás un buen pellizco”. Qué duda cabe que con escasos 20 añitos uno le entendía, pero no le comprendía muy bien lo que me quería decir. Ud. aquí ha desarrollado lo que él me decía en “formato familiar”.
ResponderEliminarPero, como creo que le he dicho en más de una ocasión, ¿por qué no reaccionamos? Y ya no acepto como “reacción” el 15-M y movimientos similares (con todos los respetos): los problemas ya están suficientemente teorizados y habría que pasar a una segunda fase de los 15-M. Hay que pasar a la acción, pero no… No hay manera de que la gente se mueva. Me vienen a la memoria palabras escritas y dichas por el insigne Jose Luis Sampedro. Espero que, desde donde esté, empuje a la sociedad civil.
Simplemente recordar que durante el Antiguo Régimen la propiedad estaba compartida. Los nobles eran dueños de derecho de la tierra y los campesinos eran dueños de hecho. Además el suelo, la tierra y los bienes inmuebles no se podían comprar ni vender, porque estaban amortizados y ello garantizaba el blindaje del derecho al trabajo y a la vivienda, porque nadie podía echarte de tu casa. Con la llegada del liberalismo, el capitalismo se impone: todo se compra y todo se vende. Una nueva forma de esclavitud sutil se desarrollará a partir del siglo XVIII y XIX al amparo de las revoluciones liberales burguesas. La propiedad es discutida porque la propiedad unilateral y absoluta es injusta. Y de ninguna manera puede ser un derecho, porque lo qué es de un individuo, ya no puede ser de otros!!! A menos que recojamos del pasado formas arcaicas para compartir la propiedad, o reclamemos un papel para la monarquía carlista por el cuál sea capaz de doblegar a los grupos poderosos, como son bancos y constructoras que se han lucrado al amparo de la ley y a costa del sufrimiento de una mayoría poblacional, que ha resultado afectada por la crisis económica, y que se están quedando sin sus hogares!! Cosa curiosa ésta, que no ocurrió durante el Antiguo Régimen. Medidas como las que IU han impuesto al PSOE en Andalucía, puede que sean populistas, en cualquier caso son necesarias para decir a los capitalistas: BASTA YA!!!
ResponderEliminar