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jueves, 22 de agosto de 2013

ABERRACIONES INHUMANAS

Cuando no se cree o no se encuentra fundamento a la dignidad absoluta e incondicional de la persona humana, de todas y cada una de sellas, sea cual fuere su nacionalidad, creencias, orientaciones, nivel económico, estadio de su vida en el que se encuentre, se producen estos resultados:

*El holocausto del pueblo judío a cargo de los nazis. Como decía Bernanos, “una raza superior, la aria, no puede consentir la existencia de “otro” pueblo elegido”. Pero no debemos olvidar que en los hornos crematorios de los campos de exterminio, perecieron también gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, disidentes políticos…

*La lucha contra el terrorismo actual, con sus guerras criminales en las que la mayor parte de las víctimas son poblaciones civiles, bien como objetivo directo o como “daños colaterales” que se intentan ocultar o minusvalorar.

*Los genocidios impunes: el histórico de Turquía sobre los armenios; los estalinistas sobre poblaciones sojuzgadas; los europeos sobre sus colonias africanas; los registrados actualmente en la región de los grandes lagos en el centro de África; los cometidos en el sur del Sudán; y un  larguísimo etcétera, cuya enumeración sería interminable.

*Los feminicidios, violaciones, trata de blancas y torturas que sufrieron y siguen sufriendo las mujeres en todas las épocas, en distintas partes del planeta. México y algunos países islámicos se llevan hoy la triste palma. A escala menor, padecemos también en el nuestro, la plaga de lo que ha venido en llamarse la violencia de género, la ejercida por el varón que dice amarla en una relación íntima y que en vez de amador resulta ser su verdugo.

*Un supuesto “derecho a decidir” de la mujer sobre el nasciturus, a cortar el hilo de su existencia, sin causa objetiva, por su mero arbitrio, haya alcanzado ya el status de persona o en vías de lograrlo. Y esta aberración se convierte en norma legal, con olvido del hombre fecundador que, a menudo la abandona a su suerte, o la presiona, a veces con la complicidad de la familia,  para que se libre de la “carga”. Y a esto se une la cicatería del sistema empresarial y social que impide la existencia de apoyos suficientes a la maternidad.

*La vergüenza creciente de los campos de refugiados en que millones de personas están concentradas como desechos humanos. Han tenido que huir de sus países, por las guerras, las violencias y persecuciones. Han perdido todo, sus casas, sus medios de vida, y se encuentran a merced de la ayuda internacional que llega a cuentagotas. Para agravar su situación, el derecho de asilo, consagrado por tratados internacionales, es negado por los países ricos y se encuentran en países vecinos a los suyos, con los mismos niveles de pobreza. Y llega el día en que les dicen que la ayuda se acaba, que deben volver a su tierra, ¿a dónde?. Ya no tienen nada, ni patria, ni cobijo, ni forma de reencauzar sus vidas. Su destino es la desesperación, el hambre, la muerte…

*El drama de los pobres que salen de sus países en busca de mejores horizontes. Ha llegado la crisis, el hambre aumenta en sus naciones de origen y los países occidentales impermeabilizan sus fronteras y expulsan a los que ya han llegado y no han conseguido papeles. Aumenta el número de inmigrantes muertos en el mar en frágiles pateras, o en tierra, atravesando desiertos inhóspitos, O sufren toda clase de vejaciones en las fronteras de los países que atraviesan, especialmente, ¿cómo no?, las  mujeres. Hemos consagrado la libertad de comercio, con la libre circulación de m mercancías y capitales. Pero ¿y la de personas?. Aquí, la discriminación se impone, los ricos, capitalistas y turistas sí, pero los pobres, no.          

*El asalto implacable al Estado del Bienestar, Las conquistas sociales, sanidad, educación y pensiones, universales sufren el embate codicioso del mercado –o sea, de los mercaderes-. La regulación laboral, con sus derechos derivados –salario mínimo, estabilidad, convenios colectivos, seguro de desempleo- están en grave peligro por el ataque del neoliberalismo agresivo y globalizador y la complicidad de la socialdemocracia, infiel a sus principios. El paro crece desmesuradamente por la deslocalización empresarial en busca de mayores beneficios, en países sin trabas medioambientales ni laborales. No nos engañemos: el Estado del Bienestar  muere y, en su lugar, surge un Estado policial-penal-carcelario, exigido por una masa de electores amedrentados que sólo piden seguridad contra extranjeros y delincuentes, que en su delirio paranoide son casi idénticos.

*La existencia de presos de conciencia en muchos países. Personas que por el mero ejercicio de su derecho a disentir se ven condenadas como delincuentes. Cuba es uno de ellos sí. Pero sólo se le aplican sanciones porque ha desafiado al imperio y se niega a acatar las reglas del mercado capitalista. Pues presos de conciencia de conciencia hay y muy numerosos en países centroamericanos, en Colombia, en dictaduras africanas, en China, en países islámicos, pero estos, salvo el caso de Irán, no merecen esa condena occidental.

Cierto que este panorama de aberraciones inhumanas es extenso y sombrío. Pero también es verdad que nunca en la historia de la humanidad habíamos tenido una Declaración Universal de Derechos Humanas y una  conciencia planetaria de que esta situación es radicalmente injusta. Y que en todos los países del mundo, hay personas comprometidas en la causa de la paz y la justicia. Y tienen claro que todas las luchas parciales, están hoy, más que nunca, interrelacionadas. La defensa de la naturaleza, la liberación de la  mujer, la libertad de conciencia, la lucha contra la pobreza, la defensa y conquista de derechos sociales, económicos y culturales, son hoy una única causa. Son problemas globales que no se pueden resolver a nivel local. Y es que hay que tener claro que como la dignidad de todas y cada una de las personas es absoluta e incondicional, no habrá libertad, mientras haya un solo esclavo en el mundo.

Pedro Zavala


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