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lunes, 21 de septiembre de 2015

ECONOMÍA, TERRITORIO Y POBLACIÓN



           
Hoy, cuando la economía se ha convertido sin género de duda alguna en la medida de todas las cosas destronando a Dios y al hombre el cual, si bien se observa, ha ido perdiendo derechos progresivamente hasta llegar al punto de solo ser considerado y tener derechos en tanto en cuanto es consumidor y cuando se cuestiona la viabilidad económica de una posible Cataluña independiente, se hace preciso explicar cómo a lo largo de la historia, territorio y población, han sido y son dos factores decisivos en la economía de un estado.

            Cuando la economía de los antiguos estados o reinos se basaba fundamentalmente en la agricultura la política de éstos estaba orientada a la adquisición, generalmente por medio de la guerra y a costa de otros estados o reinos limítrofes, de nuevas tierras y más población. Con el incremento del territorio se incrementaban las tierras susceptibles de ser cultivadas y con el aumento de la población se aumentaba la mano de obra para el cultivo de esas tierras, se incrementaba la masa tributante y se fomentaba el aumento potencial del número de guerreros con los que podrían contar los ejércitos para conquistar nuevas tierras e incorporar nuevos súbditos. De esta manera un estado poderoso y económicamente rico estaba plenamente identificado con un estado territorialmente extenso y altamente poblado y si bien lo miramos, durante las Edades Antigua y Media, las guerras en Europa siempre lo fueron entre estados o tribus limítrofes no existiendo, salvo las Cruzadas, ninguna campaña militar que no se desarrollase contra estados directamente fronterizos y por tierras limítrofes.
           
            Posteriormente con la revolución industrial la agricultura fue perdiendo peso progresivamente en favor de la emergente industria, la cual si bien no necesitaba extensos territorios para desarrollarse y prosperar, sí que necesitaba numerosas materias primas que debían buscarse en el subsuelo de la tierra. De esta forma el desarrollo industrial de un estado se encontraba limitado por sus fronteras políticas ya que éste solo podía disponer libremente de aquellas materias primas que se encontraban dentro de ellas resultando mucho menos rentable que en la Edad Antigua y Media el hacer la guerra para conquistar territorios adyacentes a los propios porque esas tierras no siempre eran apropiadas para la búsqueda de los materiales que requería la industria. Así, los viejos estados europeos emprendieron enormes campañas ultramarinas que tenían por objeto extenderse por todos los continentes a fin de encontrar tierras ricas en oro, hierro, plata, cobre, carbón (y posteriormente petróleo), etc.... Era el comienzo de la época del imperialismo donde los estados limítrofes seguirían haciéndose la guerra entre sí pero no por rectificaciones de fronteras sino por la adquisición de enormes extensiones territoriales en continentes muy alejados y en ocasiones inexplorados.

            Con la adquisición de las enormes extensiones territoriales que supusieron los imperios del Siglo XIX el más pequeño estado europeo podía ver dinamizada enormemente su economía gracias a las materias primas que obtenía de sus colonias, además de tener lejanos territorios donde exportar sus excedentes de población lo que redundaba en una mayor explotación de las colonias y de administrar ingentes poblaciones indígenas que pasaban a ser consumidores de muchos de los productos manufacturadas por la metrópoli.

            En esta época del imperialismo decimonónico el poder político y económico de un estado era directamente proporcional al número de kilómetros cuadrados que tenía su imperio.

            Tras la descolonización de mediados del Siglo XX, el sistema podría desestabilizarse. En muy poco tiempo importantes potencias coloniales  como Francia e Inglaterra perdían millones de kilómetros cuadrados de tierras ricas en materias primas y millones de consumidores, pero ello se intento paliar no solo con tratados internacionales, en muchos casos abusivos, suscritos con los nuevos estados surgidos de la descolonización sino también con una nueva forma de expansión territorial de la economía: Las multinacionales y los tratados europeos.

            El sistema empleado por las empresas multinacionales, verdaderos estados dentro de los estado que no son sujeto de Derecho Internacional Público, permite que una empresa pueda negociar bilateralmente con un estado llegando a acuerdos y tratados económicos que superan todas las limitaciones jurídicas, morales, políticas y sociales que podrían plantearse en una negociación entre dos estados soberanos sujetos a los tratados y convenciones internacionales. Mediante estos tratados la empresa multinacional consigue la explotación de yacimientos de materias primas, la instalación de determinadas líneas de producción en países extranjeros generalmente donde la mano de obra es más barata y las condiciones laborales más beneficiosas para el empresario y mantiene unos cuotas importantes de consumidores a nivel mundial. Gracias a este sistema, las multinacionales siguen produciendo para todo el mundo conservando cierta competitividad al tener líneas de producción no sujetas a la legislación laboral y social de sus estados pudiéndose observar cómo mientras en Occidente se prohíbe el trabajo de los menores de edad y el empleo de determinados métodos y productos en la fabricación de productos manufacturadas, esas multinacionales los emplean en determinadas líneas de producción establecidas en África, Asia o Sudamérica en lo que no es más que una nueva forma de expansión territorial.
           
              Por su parte, si consideramos que el primer tratado constitutivo de la Unión Europea es el Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) de 1951, nos encontramos que al tener dicho tratado por objeto  el libre acceso a las fuentes de producción del Carbón y del Acero situadas en los territorios fronterizos de Francia, Alemania y el Benelux (el Sarre, Alsacia, Lorena) resulta ser un amistoso tratado de expansión territorial de estados fronterizos  que sin entrar en cuestiones de soberanía viene a permitir la común explotación de los recursos de esos territorios por los distintos estados colindantes que durante casi un siglo se los disputaron violentamente en tres guerras (la Guerra Franco Prusiana de 1870, la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial). Posteriormente al Tratado de la CECA, la Comunidad Europea primero y la Unión Europea después no ha hecho más que extenderse territorialmente y crecer demográficamente a base de incorporar nuevos estados y poblaciones consiguiendo con esas ampliaciones territoriales, especialmente hacia los estados del Este ex-comunista, la explotación de más recursos naturales y la incorporación de millones de consumidores pudiéndose considerar que gracias al derrumbe del Comunismo y a la caída del Muro de Berlín que permitió la incorporación de los antiguos estados satélites de Moscú a la Unión Europea con toda la incorporación de los nuevos recursos, posibilidades de inversión y consumidores que ello implica; Europa aplazó más de una década la crisis cíclico-sistémica que padece actualmente.

            De todo lo anteriormente expuesto se puede concluir que la economía capitalista fundamentalmente requiere una constante extensión territorial para explotar recursos naturales y una creciente población a la que convertir en consumidores de la producción industrial. De hecho cuando nos hablan o hablamos de globalización ¿De qué estamos hablando realmente? pues de diversas políticas y tratados internacionales que básicamente lo que intentan es abrir a la explotación de los recursos naturales toda la extensión territorial del planeta y convertir en consumidores a la totalidad de la población mundial.

            No obstante de la anteriormente expuesto, la economía financiera dedicada a especular más que a producir bienes ciertos actúa como una excepción a la regla ya que permite que pequeños estados, convertidos en "Paraísos Fiscales" y sin grandes sectores económicos primario (agrario) o secundario (industrial), con unos territorios minúsculos y una población pequeña no solo sean viables económicamente sino que además sean muy prósperos y alcancen un alto nivel de vida debido a que, al carecer de grandes extensiones territoriales, no necesitan grandes inversiones en infraestructuras que articulen el territorio y, al tener poca población, sus niveles de paro sean muy bajos y tampoco necesiten enormes cantidades de gasto público para políticas sociales.

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