Victor Lamela
Tengo 46 años. Nací en Holanda (por culpa de
Franco, o hubiese nacido en España), y allí vivo. Promuevo acuerdos de economía
sostenible. Estoy casado y tengo tres hijos, Luisa Irene (4), Cecilia María (3)
y Carlos Enrique (6 meses). Soy carlista y ecologista. Soy católico practicante
Príncipe
El príncipe Carlos Javier es para los carlistas el
heredero dinástico de una causa que encendió tres guerras civiles durante
nuestro siglo XIX y que latía en el sangriento epílogo de 1936. El príncipe
Carlos Javier es un europeísta políglota –habla castellano, francés,
neerlandés, inglés, alemán e italiano– pionero en la defensa de la economía
sostenible en Europa y muñidorde grandes acuerdosen este ámbito. Fiel a los
ideales de sus antepasados y a los valores del carlismo popular (religioso,
monárquico, foralista, confederalista y social), hay quien me apunta que sus
lúcidas aportaciones le invisten como candidato a ocupar algún día la
presidencia de Europa.
Quiere
ser rey?
¿Qué
le respondió mi padre cuándo se lo preguntó aquí hace once años?
“No
es prioridad”, me dijo Carlos Hugo.
Y
añadió: “Soy legatario de unos derechos históricos que no abandono..., pero la
prioridad son siempre las libertades de los pueblos”, ¿verdad?
Sí,
eso me dijo.
Pues
yo coincido con él: aprovecho mi posición como príncipe para ayudar a mejorar
el bien común, el bienestar de los pueblos.
No
entrevisto a un príncipe todos los días..
Fallecido
mi padre, hace seis años, hoy soy jefe de la casa Borbón-Parma, y heredero
dinástico de la legitimidad carlista.
El
jefe de otra casa de su familia es hoy el rey de España...
Felipe
VI, sí.
¿Qué
tal se llevan ustedes dos?
Muy
bien. No planteo pleito. Su padre pilotó la transición democrática, un anhelo
que mi padre compartía, y ambos se respetaban.
¿Quedan
aún carlistas por aquí?
En
España siempre mucha gente me comenta su afecto por el carlismo, por vínculos
familiares, es un movimiento de fondo popular. ¡Por algo he venido ahora a
Barcelona!
¿Para
qué?
Para
presentar al pueblo carlista a mi hijo recién nacido, Carlos Enrique: él será
un día mi sucesor y heredero de la causa y los valores del carlismo.
¿Qué
valores son los del carlismo?
Libertades
individuales y justicia social, confederalismo y democracia. ¡Y democracia no
es sólo votar: es participar! El poder es del pueblo, emana desde abajo y se
delega arriba: lo contrario no es democracia.
¿Y
lo de “Dios, patria, rey”?
El
anticlericalismo liberal del siglo XIX benefició a minorías burguesas, pero
dañó a los humildes, y el carlismo reaccionó. Hoy nos inspira el catolicismo
del papa Francisco, comprometido con la sostenibilidad.
Patria.
Alude
a los fueros, a las leyes del pueblo soberano: el carlismo tiene un ideario
foralista y confederalista.
¿El
pueblo catalán es soberano, pues?
No
quiero interferir en la política española.
Insisto
en conocer la visión carlista de esta cuestión.
Con
el sistema foral y federal carlista, no estaríamos en este punto de
confrontación.
¿Seguro?
España
no es una, sino plural. Nuestras Españas, cada una con su identidad singular:
un rey carlista quiere serlo de las Españas.
Pero...
¿para qué sirve un rey, hoy?
Es
muy útil como símbolo identitario y sirve como fusible último de una
democracia: puede alertar de su perversión.
¿España
es hoy jacobina?
Napoleón
Bonaparte trajo a España el Estado centralista. ¡Y el centralismo es siempre un
error! El poder de una calle debe ser de sus vecinos, e ir uniéndonos todos –de
abajo arriba– hasta gestionar Europa.
¿Franco
fue bonapartista, entonces?
Centralizó
todo el poder: Franco expulsó de España a mi abuelo, Javier, porque se oponía a
su decreto de unificación de carlistas y falangistas. Y en 1969 expulsó a mi
padre, Carlos Hugo, tras nombrar su sucesor a Juan Carlos a título de rey.
¿Su
padre y su abuelo fueron antifranquistas?
Claro,
y a Franco le inquietaba el carlismo, por ser un movimiento popular. Mi padre,
en 1976, me hizo venir a conocer España, acompañado por mi institutriz
vasca..., y la Guardia Civil me detuvo en el aeropuerto.
¿Y
eso?
Los
franquistas aún mandaban mucho, organizaron la masacre contra el carlismo en
Montejurra... “¿Teme el régimen a un niño de siete años?”, publicó la prensa, y
me soltaron. Mi abuelo ya me había contado cómo Franco deseó que Hitler le
matase...
¿Sí?
Resistente
en Francia, mi abuelo fue enviado al campo nazi de Dachau, y Franco se encogió
de hombros cuando Hitler le preguntó qué debía hacer con él. Un día le pregunté
a mi abuelo si Dachau no destruyó su fe en la humanidad... “¡Al contrario!”, me
dijo.
¿Por
qué?
“Cada
día presencié actos de heroísmo, los presos se ayudaban pese a la amenaza de
ser ejecutados: ¡mi fe en la humanidad creció!” Yo he heredado esa confianza de
mi abuelo.
¿Y
a qué se dedica usted?
Fomento
la economía circular, sostenible. Se trata de producir riqueza sin menoscabar
el medio ambiente y la justicia social. La Tierra es sólo una y de todos, y es
muy injusto que una minoría abusiva se enriquezca en perjuicio del bienestar de
la mayoría.
Suena
muy carlista...
Hemos
sido muy inconscientes, pero hoy sabemos que podemos minimizar daños. No
soportaría que un día mi hijo me afease: “Conocíais los peligros, ¿y no
hicisteis nada, papá?” Por eso reúno a sectores empresariales, sociales,
políticos, legislativos...: ya hemos conseguido acordar que toda la energía de
Holanda sea renovable en el año 2090.
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