El
artículo publicado por "El Chouan Ibérico" la semana pasada criticaba
la intención de la casta política española de reformar la actual Constitución
de 1978 alegando su inutilidad para afrontar los graves problemas políticos que
afectan al país, siendo más favorable hacia el inicio de un nuevo proceso
constituyente que, de una vez por todas, vertebre política y socialmente
nuestro país. Ahora bien, para iniciar un proceso constituyente se ha de ser
perfectamente consciente de para qué se requiere una Constitución, de para qué
se inicia el proceso y cuáles deben ser sus bases.
Como su propio término indica, una
"Constitución" es una serie de principios, documentados por escrito o
no, en los que se constituye o fundamenta políticamente un estado, por tanto la
finalidad de cualquier Constitución es constituir normativamente un estado. Las
"Constituciones" han estado presentes y han fundamentado los estados
desde los orígenes de estos por lo que el principio "Constitucional"
no es patrimonio, como se pretende, del derecho nuevo surgido tras la Revolución
Francesa y no en vano tal afirmación queda acreditada con el hecho de que ya
Licurgo legisló la "Constitución de los Espartanos" y Aristóteles
dirigió un grupo de trabajo que estudió y escribió sobre la "Constitución
de los Atenienses". Los principios liberales de la Revolución Francesa,
todo lo más, lo que hicieron fue imponer el carácter escrito de las
Constituciones contemporáneas despreciando muchos usos y costumbres en los que
se habían fundamentado los estados del Antiguo Régimen. Siendo la finalidad de
cualquier constitución, como ha quedado dicho,
la de constituir un estado; la primera cuestión a la que hay que dar
respuesta a la hora de afrontar un proceso constituyente es: ¿Existe el deseo y
la voluntad por parte de los ciudadanos de constituir un estado renunciando a la
libertad absoluta, limitándola y sometiéndose a unas reglas superiores que
pueden suponer, y supondrán, sacrificios en aras de la convivencia colectiva y
de un proyecto en común?. Si la respuesta a esta pregunta es NO, sería inútil
iniciar un proceso constituyente porque su resultado solo podría ser un estado
fallido.
Existiendo, como es el actual caso
español, una constitución previa que por causas diversas ha dado por resultado
un estado fallido con la floración de graves problemas sobrevenidos o subyacentes
y no solucionados, resulta imprescindible ser conscientes también de que el
inicio de un nuevo proceso constituyente no tiene otro objeto que el solucionar
definitivamente esos problemas por lo que en primer lugar hay que analizar la
situación e identificar los problemas concretos a solucionar. Hoy por hoy, esos
problemas principales son la cuestión suscitada por Cataluña (1) y si la forma
de gobierno ha de ser monárquica o republicana siendo tales cuestiones las
bases del proceso constituyente por lo que en primer lugar, antes de iniciar el
proceso, se han de arbitrar medios para que, después de intentar al máximo el encontrar
fórmulas que satisfagan el encaje de Cataluña dentro del proyecto común
español, los ciudadanos catalanes se pronuncien de forma inequívoca,
irrevocable y definitiva sobre si quieren o no formar parte del estado que
surja del proceso constituyente. Una vez resuelta esto se podrá plantear, con
la participación catalana en el caso de que se pronuncien a favor de continuar
integrados en el estado o sin ella si no lo desean, la cuestión de la forma de
gobierno consultando directamente a la ciudadanía si prefieren una monarquía o
una república porque evidentemente cuando se inicie el proceso constituyente se
ha de tener muy claro si se va a constituir un estado republicano o un estado
monárquico.
Resueltas
estas cuestiones previas ya solo quedaría la tarea de la mejor formulación
jurídica de derechos y obligaciones de los ciudadanos, garantías de esos
derechos, competencias y prerrogativas de las instituciones, relación entre
estas, etc... tras lo cual el proceso constituyente concluiría con la
aprobación por la ciudadanía del texto resultante y la puesta en marcha de un
nuevo régimen político.
Dos cosas, y no insignificantes, que
habría que tener en cuenta a la hora de iniciar el proceso constituyente son
una premisa y una consecuencia. La premisa es que los que han sido los máximos
exponentes y defensores del moribundo régimen no pueden formar parte activa del
proceso constituyente porque cualquier aportación que de ellos pudiera surgir
tendería a reproducir los mismos errores que han llevado al fracaso a la vieja
constitución y la consecuencia es que, por los mismos motivos, en ningún caso
esos mismos defensores y exponentes del régimen del ayer no podrán tener cabida
activa en las instituciones del futuro régimen quedando a disposición de la
justicia por si tuvieran que depurarse responsabilidades.
En definitiva, un proceso
constituyente requiere de la voluntad general de todos los ciudadanos de
constituir un estado sin la cual el citado proceso no tiene sentido, se ha de
saber de antemano quienes van a participar en el proceso constituyente y
quienes no por lo que la cuestión suscitada en Cataluña debe resolverse con
carácter previo y finalmente también se ha de saber de antemano si lo que se va
a constituir es un estado monárquico o republicano. Estas son las bases que de
ignorarse solo llevarían a la redacción de otra Constitución fracasada y
cuestionada al poco tiempo de su entrada en vigor.
(1)
Nos referimos a Cataluña expresamente por ser la Comunidad Autónoma que
actualmente más cuestiona su permanencia en el estado, pero dicha referencia no
es exclusiva ni excluyente.
Buenas noches:
ResponderEliminarDel penúltimo capítulo, ¿se lograría que los defensores del antiguo régimen queden al margen? Sí, es un punto de vista correcto, pero permítame mostrarle mis dudas. Se juegan mucho y poderosas son las fuerzas (económicas por ejemplo) que los apoyan.
Del último párrafo destacaría el miedo que genera el vacío temporal que significa lo que Ud. define como articular “la voluntad general de todos los ciudadanos”. ¿La ciudadanía tendría el valor de iniciar ese camino? Se rompe con el pasado y nos dirigimos a algo nuevo. Es un ínterin muy interesante, mucho, pero entiendo que un requiere un valor del que no sé si andamos sobrados. ¿Por qué lo digo? Si fuéramos tan valientes asumiríamos con esta naturalidad el hecho de que nos están convirtiendo en esclavos a través de las publicaciones del BOE?
Ud. ha hecho un planteamiento impecable. ¿Y ahora?...
Ahora? a ver si alguien entiende que los españoles no tienen patria ni estado. Solo somos una poblacion asentada en un territorio. Deberiamos formar un pueblo y reconstruir de la nada un estado para formar una patria. Ahora bien, queremos o no queremos realmente eso?. Esa es la cuestion
ResponderEliminarLlevamos unas diez constituciones desde 1812 y eso quiere decir que salimos a una media de una Constitución cada 20 años ¿Donde está el fallo? Nuestra fragilidad constitucional reside en que se ha diseñado un modelo cuyos únicos y exclusivos actores han sido las facciones politicas, excluyendo a los ciudadanos por representar un elemento de inestabilidad política al que solo le queda el papel de mero espectador, cuya función es la ratificar la hoja de ruta de los partidos. Ni Cataluña ni la independencia era un problema para los ciudadanos ni otros muchos problemas lo son, son exactamente problemas creados por los partidos en su inercia endogámica que les lleva a buscar problemas allá donde no los hay pero que fabricarlos resulta de gran interés para que los partidos sigan siendo el eje sobre el cual gire todo el sistema político, económico y social. De modo que un proceso constituyente en manos de los partidos sería tropezar de nuevo con la misma piedra. Es fundamental la participación de la sociedad civil y sus élites mejor formadas, sin su participación no podríamos hablar de democracia ni de soberanía nacional.
ResponderEliminarCarlos Rodríguez Hurtado.