Terminó
el año 2016 con la imprevisible y desesperada formación de gobierno por parte
del Partido Popular con el apoyo explícito de la nueva formación política
"Ciudadanos" y el apoyo tácito del Partido Socialista Obrero Español
y ahora comienza el nuevo año 2017 con rumores cada vez más fuertes del inicio
de un proceso de reforma profunda, o cuando menos importante, de la
Constitución de 1978.
Pero, reforma constitucional ¿Para
qué?. El modelo de estado fruto de la llamada "Transición" está real y completamente agotado, cuarenta
años de régimen político han llevado al país a la que posiblemente sea su mayor
crisis en los últimos quinientos años porque las Españas, hoy, afrontan un
crisis que trasciende lo político y alcanza a lo más profundo de la sociología
hasta el extremo de que los problemas políticos no son más que la manifestación
sintomática de una enfermedad mucho más grave y profunda.
Las Españas afrontan dos problemas,
uno político y otro sociológico y, en todo caso, solo los problemas políticos
se pueden intentar afrontar con una reforma constitucional, pero no así los
sociológicos y cuando los problemas políticos que afronta el país en el
presente son, ni más ni menos, que la permanencia o no en el seno del estado de
una o varias comunidades autónomas y la forma misma de estado, estamos ante
problemas sustanciales, fundacionales y fundamentales para cualquier organización
política cuya discusión o solución solo pueden ser objeto de un proceso
constituyente pero jamás de una simple reforma constitucional salvo que la
intención de dicha reforma sea paliar los problemas sin solucionarlos.
Las encuestas y estadísticas arrojan
unos datos claros y contundentes. En Cataluña existe un porcentaje, cuanto
menos elevado e importante, de ciudadanos que no se sienten españoles y que
desean la independencia mientras que desde las instituciones del estado se
juega constantemente con la presunción de que tal porcentaje, aunque constituya
una minoría muy cualificada, no es mayoritario sin caer en la cuenta, en primer
lugar, de que la existencia de esa minoría cualificada ya es indicativa y
sintomática de la existencia de algún problema mucho más profundo y, en segundo
lugar, que hasta que los ciudadanos catalanes no se expresen libremente en un
referéndum celebrado con todas las garantías no se podrá saber si tal
porcentaje es realmente minoritario o no. Por otro lado, esas mismas
estadísticas y encuestas indican el crecimiento de un sentimiento contrario a
la Monarquía y favorable a la República como forma de estado que, siendo
impensable hace tan solo diez años, puede constituir en un futuro inmediato un
sentimiento mayoritario si no lo constituye ya. Estos son los graves problemas
políticos que afronta el país.
Estos problemas políticos no son más
que la manifestación sintomática y externa de la existencia de un no menos
importante y grave problema sociológico. El problema sociológico que plantea el
pueblo español como sujeto político es tan simple como grave: es un problema
existencial. El pueblo español en su conjunto desconociendo, manipulando o vilipendiando
su pasado demuestra que ni sabe ni le interesa saber de dónde viene; el pueblo
español en su conjunto no tiene conciencia ni desea tenerla de lo que es en el
presente y el pueblo español en su conjunto carece de un saber querer, es
decir, no sabe lo que quiere para su futuro más allá de alcanzar una especie de
Arcadia feliz donde la existencia no sea más que una continua kermesse de
satisfacción individual. Este grave problema sociológico tampoco encontraría
solución en una reforma constitucional por el simple hecho de que no se puede
convertir por decreto un simple conjunto de individuos en una colectividad política.
Con este panorama y haciendo mención
al título del presente artículo ¿Para qué una reforma constitucional en estos
momentos?. La respuesta no puede ser más que una: el único motivo de emprender
un proceso de reforma constitucional en
estos momentos emana de la necesidad de las instituciones del estado y de los
políticos de todo color de justificarse y de ganar tiempo. Emprendiendo o
favoreciendo un proceso de reforma constitucional, las diversas instituciones
del estado y los distintos miembros de la casta política aparentarían nuevamente
ante los ciudadanos que hacen algo al mismo tiempo que prolongarían la agonía
de un régimen político agotado que ha llevado al país al borde de su
desaparición para que, cuando esta se produzca, el problema sociológico
señalado más arriba sea de tales proporciones que no exista la más mínima
reacción y nadie pida responsabilidades.
Muy buenas:
ResponderEliminarCon respecto al aspecto “sociológico”, se puede decir más alto, pero no más claro. Aún así, no creo que muchos se den por aludidos, no creo que nadie pida su fusilamiento por estas palabras.
Quizá si quitan el programa “Sálvame” y ponen un programa de Historia o similar haya quejas y lamentos, pero mientras tanto, no sé…
Saludos,