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lunes, 18 de febrero de 2019

Y... NUEVAS ELECCIONES




 Difícilmente podía ser de otro modo, el rechazo a los presupuestos generales del estado para el año 2019 ha provocado que el Presidente del Gobierno y líder socialista, Pedro Sánchez, haya convocado elecciones generales para el próximo 28 de abril del presente año.

            La convocatoria de elecciones es un hecho legalmente establecido en nuestra legislación y políticamente irremediable para el partido en el gobierno, el Partido Socialista, por lo que hasta aquí todo normal. Ahora bien;  fáctica y prácticamente poco o nada va a solucionar la convocatoria electoral porque, más que dudoso, resulta seguro que los miembros de nuestra casta política no van a sacar ninguna conclusión de las que han quedado más que evidenciadas en este breve periodo de nueve meses de gobierno socialista.

            Para empezar, como nadie va a considerar ni a tener en cuenta el hecho cierto e irrefutable de que el derribar a un gobierno o, incluso, a un régimen político es siempre tarea fácil siendo la verdaderamente difícil la de construir una alternativa mejor, todos se apuntarán el éxito de haber hecho de este último gobierno socialista el más breve de los últimos cuarenta años sin haber llegado en ningún caso a constituir realmente una alternativa o solución a los graves problemas que afectan al país. De este modo, la acción y la intencionalidad política del Partido Socialista y PODEMOS desde las elecciones de junio de 2016 tuvo por exclusiva finalidad desalojar del poder al Partido Popular y a Mariano Rajoy sin ser, como así se ha demostrado, una alternativa factible de gobierno al igual que desde el mes de junio de 2018 en que, Pedro Sánchez, fuera investido Presidente del Gobierno el objetivo principal del Partido Popular y de "Ciudadanos" fue derribarle del poder. Ahora, el éxito de haber obligado al Presidente del Gobierno a disolver las cámaras se lo querrán atribuir los de la manifestación de la Plaza de Colón del pasado 10 de febrero, pero lo cierto, lo muy cierto y lo único cierto es que a Pedro Sánchez le han obligado a convocar elecciones los mismos que le permitieron ser presidente del gobierno en el mes de junio pasado, nadie más. Esa es la primera conclusión a la que cualquier político inteligente y responsable debería llegar:  que lo importante no es derribar a un gobierno sino construir uno que gobierne bien y para el bien común.

 Otra conclusión esencial que se debe sacar de esta experiencia política de los últimos nueve meses es que si la política no forma parte de la solución, forma parte del problema y tal ha sido el caso, sin excepción, de todos los grupos políticos del arco parlamentario de nuestro país. Entre el deseo de mantenerse en el poder de unos y el de derribar al gobierno de otros, todos los partidos han recurrido a hacer una política de puros gestos, de corto plazo y que pudiera dar rentabilidad electoral en unas elecciones próximas sin preocuparse si ello generaría o no un problema a medio o largo plazo. Para ello no han dudado en recurrir a los aspectos más sentimentales de las personas sin caer en la cuenta de que con ello se estaba azuzando a una parte del pueblo español contra otra, los políticos no han dudado, por su propio y exclusivo interés, en tensionar la sociedad hasta unos extremos en los que quizás se haya traspasado el punto de "no retorno". Jamás, en los últimos cuarenta años, se han visto actitudes y se han oído expresiones tan ofensivas y denigrantes para el contrario como en estos meses. Que un líder de la oposición llame "traidor" al Presidente del Gobierno y acto seguido no inste el procedimiento correspondiente,  judicial o parlamentario, en el que el acusado pueda defenderse y se aporten pruebas de tal execrable delito, es tirar la piedra y esconder la mano y ello ni es bueno ni contribuye a apaciguar los ánimos. Que los grupos políticos pretendan ganar en la calle lo que no pueden ganar en las instituciones es una forma de sacar el poder a la calle con el riesgo de que la calle desborde al poder institucional y los políticos terminen poniéndose al frente de ese callejero poder para seguir gozando de sus prebendas. Que los discursos políticos y las acciones de gobierno dependan de lo que dicen o deseen unas minorías es poner el poder en mano de esas minorías que, por definición y por pura lógica, jamás gobernarán teniendo en cuenta lo que pueda ser beneficioso para la totalidad del país. Y finalmente, el hecho  de que se hagan manifestaciones por parte de intelectuales o personajes del "famoseo" del tipo de "les niego la existencia" o "sois unos mierdas" dirigidas a los que han decidido posicionarse a favor de ideas diferentes son claro ejemplo de la radicalización que los políticos han engendrado en nuestra sociedad, radicalización interesada porque de ella aspiran a sacar rentabilidad.

 Finalmente, una última conclusión a sacar es que ya no se puede hablar en nuestro país de política de partidos. Los partidos políticos han sido superados a consecuencia del radicalismo que han generado irresponsablemente los líderes de los mismos y reconducidos a una política de bloques: del bloque de la "derecha" y del bloque de la "izquierda". De hecho, al triunfo de tal o cual "bloque" más que al triunfo de tal o cual partido es al que se vienen refiriendo las encuestas que sobre los resultados electorales se vienen realizando de un tiempo a esta parte y esta bipolarización del panorama político español no es caprichosa sino que es consecuencia de la peligrosa radicalización social que se vive en nuestro país y a la que nadie parece haber detectado todavía.

            Con este panorama, los españoles han sido convocados a unas elecciones generales, que no van a solucionar nada. Los problemas que sufre el país y que amenazan con agravarse vienen de cuarenta años de cobardía durante los cuales ningún dirigente político ha tenido el valor de "coger el toro por los cuernos" y afrontar un profundo debate constituyente; los problemas que sufren las Españas son fruto de unos políticos incapaces de ceder ante lo justo y razonable, de ser intransigentes ante lo injusto y estrafalario y de poner límites a la estupidez y a la tontería. Ahora estamos pagando las consecuencias de todo ello y no es solución el volver a depositar nuestra confianza en los agotados partidos de siempre ni en las nuevas formaciones que no son más que meros excrementos de los anteriores porque, sépanlo todos, un excremento no es biológicamente diferente del cuerpo que lo expulsa.

             La fragmentación del parlamento que reflejan todas las encuestas como resultado de la convocatoria electoral amenaza con la ingobernabilidad y la inestabilidad política. Aquellos ciudadanos, ilusionados en la extraña creencia de que tal fragmentación política impedirán abusos y corrupciones al forzar acuerdos entre las distintas fuerzas políticas,  no caen en la cuenta de que esos pactos por los que apuestan, de hacerse, se tendrán que hacer con fuerzas políticas extremas lo cual llevará a su vez a una radicalización mayor de la política que a su vez provocará una mayor radicalización en la sociedad que se desarrollará en una espiral de descalificaciones recíprocas, desencuentros y acusaciones que reproducirá errores del pasado por todos conocidos.




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