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miércoles, 27 de marzo de 2019

A VUELTAS CON 1492 Y EL DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO




 Aunque normalmente suele ocurrir en el mes de octubre de cada año, también fuera de ese mes surge, de vez en cuando, la polémica sobre el Descubrimiento de América que ya va alcanzando tintes difícilmente definibles por confundirse en una mezcolanza de idiocia, sinvergonzonería y cansina monserga.

            Esta vez ha sido en el primaveral mes de marzo y de la mano del Presidente de los Estados Unidos de México, Andrés Manuel López Obrador, quien ha sacado a relucir el tema de la Conquista del Nuevo Mundo pidiendo a Su Excelencia el Jefe del Estado Español que "pida perdón" por tal acontecimiento, petición que si bien ha sido rechazada con la boca pequeña por el actual Presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, no ha dejado de ser aplaudida por algunos corifeos y adlátares que campean por la política española y que, deseando ocupar el Palacio de la Moncloa por no poder hacerse con el Palacio de  Oriente, se han tenido que conformar con un chalet a las afueras.

            No vamos a entrar en la eterna discusión de si los españoles que fueron a las Indias masacraron o no a la población indígena, baste decir que si tal cosa hicieron no fue bajo el amparo oficial de la Monarquía Hispánica que reconoció de forma casi inmediata al descubrimiento del Nuevo Mundo los derechos de la población autóctona. Lo que si diremos, porque es digno de reseñar y poco conocido, es que las provincias tanto españolas como portuguesas en América estaban integradas por territorios en un gran porcentaje, incluso mayoritario, de posesión puramente nominal en el que no había una posesión real porque no se llegó a colonizar como por ejemplo la Patagonia, hoy repartida entre Chile y Argentina, o el centro de Brasil. Curiosamente, en la época de la Conquista de América, la  Patagonia debía ser un territorio totalmente despoblado y desierto si nos atenemos a la nula existencia de población indígena que hay actualmente en la misma no habiendo empezado a ser poblada por Argentina y Chile hasta mediados del siglo XIX, es decir unos veinte o treinta años después de la retirada española.

            Pero no caigamos en digresiones y volvamos al tema que nos ocupa, al tema de las palabras del eminente señor Presidente de México, López Obrador, que por venir de quien viene y de dónde vienen merecen una especial glosa.

Muchos territorios españoles  en América solo se poseían de iure y no de facto
 Los mexicanos, al igual que todos los hispanoamericanos, conservan buena parte de la herencia española de la que jamás se han desprendido y de la que buena y justamente se deberían desprender pues en nada les beneficia y en todo les perjudica. Tal herencia es la de ser un gran pueblo dirigido y gobernado desde siempre por una gavilla de sinvergüenzas e imbéciles que en cada momento histórico han considerado a México su finca particular y a los mexicanos unos criados a los que poder maltratar. Es precisamente a esa gavilla de machotes supremos y sublimes, verdaderos gallos de corral de muy bellas plumas pero sin nada de substancia, a los que México debe el haber perdido casi la mitad de su territorio en los primeros veinte años de independencia. Es justamente a esa gavilla de corruptos e inútiles con pretensiones a los que México debe innumerables guerras civiles, dictaduras, tiranías, corrupción generalizada, focos de pobreza extrema y, actualmente, una situación de inseguridad ciudadana que hace que el turismo, una de sus principales fuentes de riqueza junto con el petróleo, se refugie en complejos fortificados en los que todo está incluido menos la posibilidad de salir de los mismos para conocer la realidad del país.

            Señor López Obrador, sea usted un poco más inteligente y cállese. Usted exige "pedir perdón", pero realmente usted debería dar las gracias y sentirse agradecido. Si Cristóbal Colón no hubiera salido de su casita o se hubiera hundido en medio del Atlántico con sus tres barquitos usted no existiría, o tal vez se apellidaría Tacher o Trump, pero en cualquier caso no diría las tonterías que dice, y en el idioma en que las dice, con lo que ya tiene usted que agradecer a Cristóbal Colon y a Hernán Cortés el tener algo que decir, porque claro...  exigir la eliminación del muro que tienen ustedes en el Norte del país, o pedir que su vecino del Norte no trate a México como el terreno adyacente a una plantación sureña, o reclamar los daños causados por el bombardeo de Veracruz o por la "Expedición Punitiva" del general Pershing o por el maltrato que hasta hace pocas décadas se daba en su propia tierra a los texanos de origen mexicano, de eso...., de eso usted nada dice porque para eso no tiene usted lengua o le faltan otros atributos.

            Usted, señor López Obrador, exige que se "pida perdón" pero quien en todo caso debería pedir perdón es usted, señor mío. Sus apellidos le delatan porque indican que usted es descendiente de españoles y además de esa parte pequeña de españoles que en algún momento del pasado marcharon a México, ya fuera con Cortés o, mucho más tarde, con la inmigración y a los que ustedes, la rehala de politicastros mexicanos,  achacaban todos los males si lograban hacer fortuna y sobresalir en el comercio o en la industria. Sus ascendientes, señor mío, son españoles que, en algún momento, se fueron a México pero la mayoría, la inmensa mayoría, de los españoles nos quedamos aquí y no fuimos allí para nada.

            Señor López Obrador, demuestre usted cordura, esa cordura que se demuestra por la ausencia total de incoherencias, y pida usted perdón en su calidad de Presidente de la República Mexicana por la represión ejercida sobre la población que apoyó la insurrección Cristera de los años veinte y treinta del siglo pasado y que, por cierto, mayoritariamente era población indígena, pida usted perdón en su calidad de Presidente de la República por la matanza  de estudiantes que tuvo lugar en 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Ciudad de México y pida usted perdón por la represión y las ejecuciones sumarias acaecidas contra los zapatistas en el Estado de Chiapas a mediados de los años noventa del pasado siglo y que, nueva y curiosamente, en su mayoría era población indígena.

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