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domingo, 8 de marzo de 2020

CON MOTIVO DEL 8 DE MARZO. DIA DE LA MUJER


Doña María Teresa de Borbón Parma

 Es la militancia política a la que acudimos los carlistas al principio de los años sesenta del Siglo XX la que ha despertado nuestra conciencia feminista. El ser militante no suponía solo luchar contra unas estructuras políticas represivas, sino también luchar contra unas estructuras social-familiares igualmente represivas en su ámbito de aceptación colectiva.

            En efecto, la militancia política hace posible acercarse a la realidad, luchar contra las graves injusticias y disfunciones de esta realidad, aceptando el riesgo que esto supone. Pero este espacio estaba vedado a las mujeres: la inteligencia que permite “apoderarse” de una situación, el compromiso que esto supone de por sí, y más aún, si este compromiso se vuelve activo y peligroso no pertenece al ámbito femenino. 

            Había que proteger a la mujer del peligro y, finalmente, de la realidad. La realidad estaba vetada a las mujeres, porque la realidad es siempre activa.

            Me acuerdo de nuestros chicos diciéndonos: “acudiremos; y las chicas se quedaran en casa velando por la familia”. Y, ¡qué sorpresa!, sorpresa positiva, cuando nos organizamos para hacer turnos en la acción política (cursillos, reuniones, manifestaciones…), se produjo la alternancia, una vez el “chico” en casa, otra vez la “chica” en casa.

             No se trata de enfrentarse al “otro”, sino junto al “otro” enfrentarse a las injusticias políticas, sociales y, sobre todo, enfrentarse a lo que las hace aparecer como una fatalidad. Y, precisamente, la mejor arma contra esa fatalidad es la entrada en liza de quienes estaban hasta ahora envueltas en la “fatalidad” de su condición de mujer.

            Así, la pre-Transición al menos nos ha devuelto, nos devolvió, una nueva dimensión para el compromiso personal, una nueva “fraternidad” reconquistada con el otro.


                                

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