Páginas

miércoles, 22 de abril de 2020

EL FIN DE LA NUEVA GRAN ILUSIÓN



 La pandemia desatada a nivel mundial a causa del coronavirus, no solo ha supuesto una crisis sanitaria de primer orden para nuestro país sino que también ha permitido descubrir aspectos importantísimos de la política propia de España y de la política internacional que nos ha demostrado que hemos estado reviviendo la "Gran Ilusión" de Ralph Norman Angell (1), al creernos que vivíamos en un entorno seguro y estable.

            La realidad ha sido otra, la realidad ha revelado falsa las ilusiones en las que estábamos instalados y ha puesto de manifiesto las mentiras que estábamos viviendo poniéndonos a todos ante una cruda realidad nacional e internacional. 

            En el ámbito nacional, se ha puesto de manifiesto el total fracaso del Estado, no solo del Gobierno, sino del mismísimo Estado y de todas sus instituciones. Fracaso que, por otra parte, ya habíamos denunciado en diversas ocasiones desde este mismo espacio. 

            Considerando que los gobiernos tienen canales de información muy superiores a los que pueda tener cualquier ciudadano, incluso de una posición elevada en la sociedad, resulta inverosímil que el Gobierno español no estuviera informado, ni siquiera de forma aproximada, de lo que estaba ocurriendo en China y más increíble aún resulta que tampoco tuviera información, menos aproximada y más precisa, de lo que estaba pasando en Italia. Por tanto, fracasó la inteligencia, fracasaron las distintas fuentes de información de las que puede disponer y dispone cualquier estado que se precia salvo, claro está, que el Estado español no disponga de esos canales de información o los tenga ocupados en otros menesteres menos complicados como puede ser recabar cotilleos de baja cama.

            Un estado, cualquier estado, debe tener y de hecho tiene, instituciones cuya única finalidad es recrear escenarios de posibles conflictos. Generalmente a esa institución se la suele llamar Estado Mayor y se dedica, en solitario y/o en coordinación con otros Estados Mayores de potencias aliadas, a "Juegos de Guerra", es decir, a planificar ofensivas contra posibles enemigos, a prever la defensa del territorio de posibles ataques y, sobre todo, a evaluar amenazas ya sean estas bélicas, terroristas, medio ambientales y, por supuesto, biológicas. Resulta que aquí, considerando las informaciones que se estuvieron difundiendo desde el Gobierno según las cuales el Coronavirus "no era más que una gripe un poco más fuerte de lo habitual, con una mortalidad que no excedía del dos por ciento y que, prácticamente, solo sería peligroso para las personas mayores", solo se puede deducir que nadie evaluó la verdadera amenaza que suponía este nuevo virus. 

            Finalmente, un estado debe estar preparado si no para evitar cualquier contingencia y amenaza, al menos para mitigar al máximo sus efectos. Para ello,  debe tener la infraestructura interna suficiente que le permita asegurar el autoabastecimiento de lo necesario, o al menos de lo imprescindible, durante una crisis que implique o pueda implicar escasez de algo  y también debe poseer una serie de infraestructuras en el exterior que permitan mantener abiertas, en cualquier circunstancia, las líneas de suministro y abastecimiento de los bienes y materiales que han de ser importados, no cayendo en la improvisación de tener que buscar proveedores y empresas suministradoras de última hora como, según indicios, parece que ha ocurrido en la presente situación.

            De una forma  nítida y meridiana, la actual crisis sanitaria del Coronavirus ha revelado que el Estado español no ha dispuesto de ningún análisis de información que permitiera al ejecutivo tomar las decisiones oportunas ni estaba preparado para enfrentarse a una crisis de falta de suministros de materiales, en este caso médicos, sin duda porque todos los anteriores Gobiernos del Régimen del 78 consideraron que, de surgir estos problemas, nuestros "aliados" europeos y atlánticos nos ayudarían en vez de confiscarnos dicho material. 

            Esa ha sido la gran ilusión del Estado español el creer y hacer creer a los ciudadanos que las relaciones políticas son relaciones de sincera amistad y no, lo que realmente son: relaciones de puro interés.

            Igualmente, en el ámbito interior resulta necesario analizar lo que la crisis sanitaria del Coronavirus ha revelado respecto a la verdadera cara de nuestra sociedad, la cual se encuentra bastante alejada de la imagen de seriedad, generosidad y solidaridad  que hasta ahora aparentaba tener.

 Nada más anunciarse por el Gobierno de la Comunidad de Madrid, el 10 de marzo de 2020, que se cerrarían los colegios y las universidades madrileñas para evitar la concentración de personas en las aulas académicas con el evidente riesgo de contagio que ello suponía; los ciudadanos. en vez de comprender la medida y los objetivos de la misma, se la tomaron como si se abriera un periodo extraordinario de vacaciones e iniciaron un éxodo hacia la playa o hacia los lugares donde poseían una segunda residencia. Esta reacción que en un primer momento tuvieron los madrileños, se generalizó a los ciudadanos de todo el país cuando el presidente Pedro Sánchez anuncio, el viernes 13 de marzo de 2020, que declararía el Estado de Alarma desde el lunes siguiente, lo cual originó, bien porque se quisiera disfrutar de un último fin de semana en libertad  o bien porque se desease trasladar a otro lugar más cómodo para pasar el confinamiento, un notable desplazamiento de población con grave riesgo de extender la epidemia. Evidentemente esta actitud resultó ser una irresponsabilidad, pero no menos cierto es que desde la administración nadie les informó de las graves razones por las que se acordaba la suspensión de la actividad docente y se declaraba el Estado de Alarma lo que unido a la frivolidad con la que el Gobierno se había tomado el tema del Coronavirus al que consideraba públicamente una "gripe un poco más fuerte de lo normal que solo era peligroso para determinadas personas" y a que un líder responsable no puede anunciar una medida restrictiva como es el confinamiento sin ponerla en marcha de forma inmediata porque ello conllevara lógicamente que muchos quieran reunirse con los familiares que puedan tener dispersos por el territorio nacional, puede explicar esta actitud aunque en ningún caso justificarla porque el quedarse en casa era una cosa de puro sentido común que, el pueblo español demostró no tener en aquel momento.

            Otra realidad que ha puesto de manifiesto el Coronavirus, es que la sociedad española no estaba tan unida y cohesionada como se nos había hecho creer y ha bastado esta crisis generalizada para comprobar los frágiles lazos que nos unen. La emergencia sanitaria que padecemos ha hecho aflorar el exclusivo interés por lo propio y la desconfianza general hacia el próximo demostrada con la aparición de ofensivos carteles expuestos en Comunidades de Propietarios en los que se pedían que determinados vecinos abandonasen sus viviendas por temor a que contagiaran al resto a los que hay que añadir numerosos hechos similares que no han trascendido al público pues nos consta que no han sido pocas las llamadas telefónicas entre vecinos informando que tal o cual otro vecino padecía la enfermedad y que se tuviera cuidado. En realidad ha bastado que el miedo se instale entre nosotros para justificar, no ya el alejamiento, sino la marginación de otros y la constante y recíproca vigilancia entre conciudadanos. El  miedo es libre, muy libre, pero si no se sabe controlar al menos hay que ocultarlo y no lanzarlo contra el otro porque, al fin y al cabo, nadie enferma porque quiere. 

            Se podrá argumentar que son casos aislados y que no se puede minimizar la generosidad inmensa de numerosos ciudadanos fabricando en sus casas mascarillas y trajes de protección, pero lo cierto es que nunca sabremos realmente cual ha sido la regla y cual la excepción pues, seguramente, los mismos que ponían los mencionados carteles se encuentran entre los que fabrican las mascarillas o entre las personas que a las 20.00 horas de cada día salen a las ventanas y balcones a aplaudir a los sanitarios por lo que la sociedad española sería tan gravemente contradictoria que solo puede seguir el camino de la parálisis, la decadencia y la degeneración.

 La actual crisis también ha desvelado la dramática situación en la que viven muchos de nuestros mayores en las llamadas residencias de la tercera edad de las que se pretende responsabilizar a las distintas administraciones públicas por no haber sido lo suficientemente eficaces en la vigilancia de las mismas, pero lo cierto es que la primera responsabilidad recae sobre los familiares de esos mayores que actúan por puro egoísmo y en cuanto el mayor requiere más presencia y ayuda familiar consideran que molesta y se lo entregan a una de esas residencias, que no son más que empresas mercantiles cuyo objetivo es el beneficio económico, para que supuestamente lo cuide. Ciertamente, las autoridades han de velar por nuestro mayores pero ¿Acaso es que los familiares no ven las residencias e intuyen el trato que reciben sus padres, abuelos y demás mayores cuando van a visitarlos? o ¿Es qué van lo justo o nada a visitarlos?.

            En síntesis, la crisis del Coronavirus ha demostrado que la sociedad española, el pueblo español, no es una realidad colectiva sino una suma de individualidades y egoísmos particulares en la que lo individual y lo frívolo prima sobre todo lo demás, pretendiéndose ocultar todo ello con tal dosis de hipocresía que repugna al más insensible.

            Finalmente, la actual crisis sanitaria también ha puesto de manifiesto en el ámbito interior, más y mejor que ninguna otra crisis anterior, el desastre administrativo del país, entendiendo por administración a los gestores que se encuentran al frente del mismo, es decir al Gobierno de la nación. 

            Sencillamente, el Gobierno actual no ha sabido gestionar la crisis al no saber tomar las decisiones adecuadas en el momento oportuno. 

            Empezó minimizando el problema de una forma que prácticamente equivalía a la negación misma del problema, lo que genero una falsa confianza en la población que no pudo menos que tomárselo como un chiste con la consecuencia lógica de que, cuando se anunció la suspensión de las clases docentes en Madrid y el Estado de Alarma para todo el país, la ciudadanía continuara tomándoselo a broma.

            Al mismo tiempo, el gobierno, irresponsablemente confiado, desoyó las cinco advertencias que desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se le hicieron durante el mes de febrero de 2020  así como fue incapaz de sacar conclusiones de lo que estaba pasando el Italia y, fiel a los compromisos internacionales con la Unión Europea, no tomo ninguna medida de cierre de fronteras y suspensión del tratado de Schengen. Si el gobierno hubiera adoptado las medidas que adopto a partir del 16 de marzo como muy tarde a finales de febrero o principio de marzo ¡¡Cuántas vidas no se habrían salvado!!.

            Una vez declarado el Estado de Alerta, cerradas las fronteras y ordenado el confinamiento, el Gobierno, se encontró con que faltaba material de protección, faltaba capacidad de producción de dicho material, la sanidad se saturaba por exceso de pacientes y que nuestros "aliados" nos traicionaban requisando mascarillas y respiradores y compitiendo con nosotros en los mercados internacionales por la compra  de material sanitario lo que le llevó, en no pocos casos llevado por la desesperación,  a acudir a vías de abastecimiento poco seguras que hizo que se comprase material defectuoso o, directamente inservible. Ante esta situación el Gobierno bien habría podido acudir, como ha hecho Italia y algún otro país, a solicitar la ayuda de potencias como Rusia o China; pero no, decidió ser leal a unos aliados que nos fueron desleales por lo que desde todos puntos de vista fue desleal a los que enfermaban y morían en nuestro país.

 Por último, la administración, esto es el Gobierno; ha incurrido en la desinformación del alcance de la enfermedad pues a fecha de hoy, 22 de abril del 2020, aun no se sabe a ciencia cierta ni cuál es el número de infectados ni la cifra real de los fallecidos, entre otras cosas porque ni ha puesto en marcha los test masivos entre la población para detectar a posibles pacientes ni ha unificado criterios para contabilizar a los fallecidos.

            Y frente a esta mala gestión de la crisis ¿Qué ha hecho la oposición? pues .... nada constructivo. Solo intentar sacar partido de una tragedia terrible de la que es dudoso que se llegue a alcanzar algún día su verdadero alcance.

            Es seguro que lo que aquí se dice va a levantar ampollas y discusiones. Habrá quien diga que no es momento para criticar al Gobierno ni de pedir responsabilidades, que las responsabilidades y las críticas vendrán después, cuando todo pase, que ahora es el momento de apoyar incondicionalmente al Gobierno, pero sepan todos que apoyar y no denunciar una negligencia es hacerse cómplice de la misma. De todas formas, podemos anunciar un fin a esta crisis: El confinamiento acabará, los ciudadanos saldrán a la calle, los bares y restaurantes volverán a abrir sus puertas, la vacuna se descubrirá, de los muertos nadie se acordará y ese momento tampoco será momento de pedir explicaciones ni responsabilidades sino de vivirlo y disfrutarlo en una manifestación popular del refrán de "El muerto al hoyo  y el vivo al bollo " o de la cita culta de "Carpe Diem".








(1) "La Gran Ilusión" fue un ensayo muy famoso y popular en la década de 1910 escrito por el periodista británico Ralph Norman Angell. El autor defendía en esta obra que el mundo había alcanzado tal nivel de desarrollo técnico, científico y económico que el recurso a la guerra había pasado a la historia pues la misma interrumpiría el comercio internacional y llevaría a los estados a la ruina por lo que la guerra equivaldría a un suicidio. "La Gran Ilusión" de Angell fue el libro más vendido en el mundo durante el año 1913, un año después estallaba la I Guerra Mundial y demostró que lo que no podía ocurrir, ocurrió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario