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domingo, 14 de junio de 2020

NEGRAS TORMENTAS




“Negras tormentas agitan los aires
Nubes oscuras nos impiden ver.
Aunque nos espere el dolor y la muerte
contra el enemigo nos llama el deber.”

 No es originariamente un deber ético, es una necesidad vital, económica, es la constatación de uno como ser social y no asocial.

            El enemigo es el sufrimiento, la enfermedad individual o social, todo despotismo, el sistema dominado por el capital, el sistema que tiene como moral el descontrolado ánimo de lucro, la guerra de egoísmos, la ley de la selva disfrazada de orden social.

            Los tremendos hechos de estos días son parte de un devenir histórico, una dialéctica de las formas de producción, cambios en la infraestructura que producen cambios en los sistemas de vida individual y social, cambios culturales y políticos.

            Cambios que desbordan los planteamientos rígidos, inmutables, pétreamente ortodoxos. Aprovechar las lecciones del pasado y las aportaciones teóricas, pero no idolatradas.

            No sirven islas de profetas, maestros sublimes y puros, clamando en el desierto de la autoadoración en trance de quedar al margen de la realidad, convertidos en caciques de sectas o reclutadores de carne de cañón hacia la nada o los enfrentamientos entre compañeros, sectas, despotismo ilustrado, nuevas oligarquías. Popecillos espatuxando por ser popes o peor que ellos, los truhanes mafiosos predicando patriotismo, moral o revolución.

            La lucha, pues lucha es ineludible para sustituir la dictadura del egoísmo y generalizar el predominio del interés general, ha de realizarse dentro de la sociedad, al lado de los necesitados y no de los privilegiados. En esta tarea surgen y surgirán problemas teóricos y prácticos para cuya solución son insuficientes las formulaciones teóricas surgidas en realidades pasadas.

Por ejemplo, la cuestión de si existe un interés general cuando es innegable la rivalidad de intereses.

            O la cuestión del bien común, dadas las luchas de intereses y la disparidad de situaciones.

            O la noción de clase trabajadora, redefinible en atención a los conceptos de economía especulativa y economía real.

            O el aburguesamiento consumista de lo que clásica o proféticamente era la vanguardia, la clase obrera de la industria pesada, la construcción, el metal, la minería y la domesticación de los partidos y sindicatos revolucionarios.

Y, paralelamente, la desconcienciación no sólo de clase sino también de sentido de pueblo, gentes renunciando al sentido cívico activo, considerándose impotentes para modificar lo colectivo sin fe en la política, encerrados en una rutina consumista en ir viviendo aculturalmente dentro de los ámbitos familiares, laborales o de relaciones en quiebra.

            O el elitismo de despreciar, por esas realidades, a los afiliados en las organizaciones en las que se encuadra la mayoría de la clase trabajadora organizada, sean o no esas organizaciones servidoras del sistema establecido, del capitalismo.

            O la quiebra del internacionalismo proletario. Quiebra o desplazamiento, pues si bien se producen muy indeseables reacciones que enfrentan a los trabajadores del mundo rico contra los pobres que malviven en el mayoritario mundo pobre, no se puede ignorar que dentro del minoritario mundo rico hay, y crecen, bolsas de vida en miseria o en precario, neoproletariado. Y que dentro del mundo pobre hay oligarquías que viven, gracias a la fuerza y a la explotación egoísta de recursos y gentes, muy por encima de la mayoría no ya sólo de esas bolsas de proletarios del mudo rico, sino también de las clases medias mayoritarias en el mudo capitalista.

 Existe la posibilidad, probabilidad o irremediabilidad de que ésta y cualquier otra reflexión que se haga con datos del presente y proyección hacia lo incierto, se reduzcan a desahogos teorizantes de ilustradillos y adolezcan de doctrinarismo o tradicionalismo, no el sentido de aceptar el pasado a beneficio de inventario sino en el encarrilamiento por esquemas pretéritos, repitiendo errores que conducen a horrores.

            Los cambios culturales y políticos, acaso en un sentido más socialista que estatalista, se producirán en cada momento y situación por la modificación en las condiciones materiales y serán obra no de aficionados sino de los necesitados, con una verificación desde el sufrimiento.

            Dentro de esta hipótesis parece muy posible ver que ya hay grandes alteraciones de factores, esas negras tormentas, y que, a partir de esos cambios muy bien pudieran suceder mayores cambios, y que, por evolución o revolución, se produzcan, otros cambios en cuestiones tales como los sistemas de trabajo, las comunicaciones, el cambio climático, la degradación de las ciudades, las formas de organización social y política, las creencias e instituciones heredadas de una época agrícola, la navegación espacial, las fuentes de alimentación o energía, la situación del campo, el desplazamiento del centro de gravedad desde la cultura grecolatina y anglosajona y desde el Atlántico, actual mediterráneo, hacia el Pacífico y el Índico, lo cuántico y sus aplicaciones, el derrumbe de las certezas clásicas, los descubrimientos científicos y avances tecnológicos multiplicándose en proporción geométrica, el abandono de clásicos medios de conocimiento, el fracaso de las vías insurreccionales y del equilibrio liberal burgués y la sustitución de la paz capitalista por una guerra mundial de ricos contra pobres con un tercer mundo devolviendo al primero la conquista y explotación que éste le infligió durante siglos y en esta guerra mundial de ricos contra pobres, tal vez muy distinta a la clásica guerra militar, es muy vislumbrable que las clases medias, incluida una gran parte de los que todavía tengan un trabajo precario o algo que defender a corto plazo, se pondrán al lado de los más ricos, incluso sometiéndose a fascismos o cesarismos.





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