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lunes, 27 de julio de 2020

¿TODOS LOS BORBONES SON LADRONES?



 Esta temporada está de moda hablar de la Corona, unos políticos emplean sus mejores argumentos para atacar a dicha institución, mientras otros defienden la institución y a la persona del actual Jefe de Estado. Entre tanto, según las encuestas, parece que el tema no importa mucho al ciudadano de a pie, solamente para sacar y ver los chistes y chascarrillos que circulan sobre el Emérito en las redes Sociales.

            Algunos grupos políticos lanzan sus propuestas en el Parlamento y en las Cámaras Autonómicas, y para ello no vacilan en utilizar términos no muy favorables para el Emérito, proponiendo que la Monarquía sea erradicada. En este grupo se han encontrado partidos y coaliciones como ERC y BILDU, llegando incluso a proferir, como en el caso  de un destacado dirigente de ERC ( cuyo nombre no menciono por ser harto conocido ), la frase ; “TODOS LOS BORBONES SON UNOS LADRONES.

            No voy a negar mi poca simpatía por el Emérito, no en vano soy carlista, pero tengo en cuenta de que el mismo disfruta de la Presunción de inocencia, en tanto que la Justicia no se pronuncie sobre su culpabilidad o inocencia.

            En este breve comentario a la frase del destacado político catalán, si quiero escribir sobre la honradez o su falta de la misma, de los apellidados Borbones.

            Indudablemente la historia nos ha relatado de alguno de ellos una apetencia desordenada y una rapacidad sin límites, pero son muy pocos o mejor dicho muy pocas.

            Eran Borbones la Reina Regente María Cristina de Nápoles esposa de Fernando VII y madre de Isabel II.  La Regente se caracterizó no solo por su afición a los Guardias Reales, llegando a tener con uno de ellos hasta ocho hijos ( le llamaban la Muñoza por sus relaciones con el Guardia apellidado Muñoz, a quién concedió el título de Duque de Riansares, y cuando fue expulsada de España contrajo matrimonio con el mismo ). Fue expulsada por su afición desmedida por los bienes ajenos. Su hija, aparte de heredar de su madre la afición por los amantes, también se caracterizó por su ansia desmedida por el dinero.

            Volviendo al tema sobre si los Borbones eran o no ladrones, y dejando de lado las dos excepciones de las dos mujeres señaladas anteriormente, es necesario volver atrás, al tiempos e Carlos IV. Este buen hombre, que no tenía muchas luces y confiaba ciegamente en su esposa, otra Mesalina como las dos citadas anteriormente, que tuvo un hijo, que las Cortes de Cádiz consideraron que no era hijo del Rey, sino de su Primer Ministro, Don Manuel Godoy, y que por lo tanto no tenía ningún derecho sucesorio al Trono de España. Este hijo, que lógicamente se debía haber apellidado Godoy y no Borbón, fue el Infante Don Francisco de Paula.

 Don Francisco de Asís era hijo de Don Francisco de Paula, y lo casaron con ISABEL II. Era notorio que Don Francisco de Asís que era homosexual y le apodaban : “ Paquita la pastelera “ , tenía amantes del mismo sexo, y se le consideraba impotente. En esta situación su esposa de una sexualidad desorbitada, se consolaba con multitud de amantes. Se hablaba de Generales, su hija la Infanta Eulalia que residió los últimos años de su vida en Irún, contaba a sus amigas, que su padre había sido un apuesto Mozo de Cuadras. Uno de los amantes de turno de la entonces reina, era un militar de la Guardia Real, apellidado “PUIG RANDOLT”, ( no se si el apellido lo he escrito correctamente ), con quién concibió al que años más tarde fuera Alfonso XII.

            El que fuera carlista Don ESTEBAN BILBAO, que fue Ministro con Franco, y que volvió los últimos años de su vida a la disciplina carlista, desilusionado con el General, decía que como Ministro de Justicia había tenido en su mano la documentación que acreditaba lo señalado anteriormente, de que los hijos de Isabel II eran todos bastardos.

            Tanto Don Francisco de Asís como Alfonso XII se caracterizaron por sus rapiñas económicos, llegando el primero a chantajear al Consejo de Ministros, amenazando con hacer pública su homosexualidad, si no se le entregaba una importante cantidad de dinero, algo a lo que accedieron, por temor al escándalo que se podía producir.

            Nos encontramos que los sucesores de Alfonso XII, se han apropiado de un apellido que no les corresponde, el apellido Borbón.

 Otros Borbones, han tenido una conducta totalmente distinta, han llevado una vida frugal, se han comprometido con la causa del pueblo, son los que como Carlos VII en el transcurso dela tercera Guerra Carlista, devuelve a Cataluña sus Fueros y Libertades, al igual que a las Coronas de Aragón y Valencia, Jura los Fueros de Vizcaya ante el Arbol de Guernica, y es nombrado por sus Juntas Generales Señor de Vizcaya, jura también en Ordicia los Fueros de Guipúzcoa. Son lo que viven austeramente en el exilio, y como decía Carlos VII: “ Si el País es pobre, vivan pobremente el Rey y sus Ministros”. Esta vida al servicio de los demás, y al reconocimiento de los derechos de los Pueblos y de las personas, ha tenido continuidad en otros Borbones, como Don Javier, que Jura los Fueros de Vizcaya ante el Arbol de Guernica en 1937, y poco después sería expulsado por el General Franco de España que ordenó al mismo tiempo que Don Antonio Arrue Zarauz, Abogado guipuzcoano natural de Asteasu, y Secretario de Don Javier fuese  encarcelado en  la Cárcel de Granada. Posteriormente Don Javier dirigió la Resistencia francesa contra los Nazis ocupantes, en la Comarca de Allier, detenido por la Gestapo fue conducido al Campo de Dachau, y condenado a muerte, salvándose “in extremis” por la liberación del Campo por tropas norteamericanas. ( compañeros suyos a los que se iba a fusilar al mismo tiempo fueron :  León Blum y el Obispo de Clemont Ferrand. Sus pasos fueron seguidos por su hijo Don Carlos Hugo, y sus hijas, especialmente por Dª María Teresa, recientemente fallecida, y por su nieto Don Carlos Javier, quién en Marzo del 2012 Juró en Iratxe los Fueros de Navarra y el uno de Diciembre del 2019, en la Catedral de Valencia, juró asimismo, en valenciano y castellano con la misma fórmula que utilizaron los Reyes de Valencia, los Fueros del Reino de Valencia.

Estos que señalo, son Borbones, y su trayectoria impecable. No vale generalizar a causa de los hechos, que han podido cometer unas personas, que lo primero que han hecho, ha sido utilizar un apellido, que por sangre no les corresponde.

            Tampoco me causa extrañeza, que algunas de las propuestas venga de grupos como ERC y BILDU, cuyos votantes son en gran parte hijos, nietos o biznietos de carlistas, de los que lucharon en el Ebro, Montejurra, Somorrostro, Alpens, en la toma de Cuenca, Conceitaina y otros lugares defendiendo la causa de los Reyes legítimos, las libertades heredadas de sus mayores  ( Fueros ) y las formas de propiedad común, ya que siempre ha existido un rechazo a los usurpadores del trono, tanto en el País Vasco como en Cataluña. Más extrañeza me causa, que el político que hizo esa declaración, respetando la ideología de su partido, diga semejante barbaridad de meter en el mismo grupo a personas honradas y servidoras del pueblo, con unos individuos que se han aprovechado impunemente del mismo. Solamente hay un motivo para ello, su ignorancia de la historia, y eso no es eximente para ningún político.

            Al mismo tiempo quiero denunciar, la aparición de simbología carlista, en algunas manifestaciones de grupos de extrema derecha, los que los portan no son carlistas, porque ni defienden su ideología, porque asisten a actos de grupos centralistas jacobinos, cuando el carlismo siempre ha sido Fuerista, es decir partidario de un Estado Confederal, o como dicen algunos carlistas federal Asimétrico y leales a la Dinastía legitima. Son los sucesores de los que asesinaron carlistas en 1976, en los actos de Montejurra.

 

lunes, 13 de julio de 2020

EL LARGO CAMINO HACIA LA REINTEGRACIÓN FORAL



 Como es bien sabido, el 29 de junio de 1707, dos meses después de la derrota de Almansa, Felipe V de Castilla firmó en el Palacio del Buen Retiro de Madrid el decreto por el que eran abolidos los Fueros de los reinos de Aragón y València . El texto, redactado por Melchor de Macanaz, constituye una muestra emblemática de la cultura jurídica francesa, que estaba imponiendo como hegemónica en Europa y en el mundo: coherencia lógica, claridad y precisión en el lenguaje y, desde el punto de vista político, afirmación rotunda del absolutismo.

            A ambos reinos se les declara culpables del delito de rebelión -nihil novum sub sole! - y, por tanto, objeto de un “justo derecho de conquista”. Como “uno de los principales atributos de la soberanía es la imposición y derogación de las leyes”, son abolidas las instituciones, la legislación y el derecho consuetudinario propios de estos territorios, que en adelante quedarían “reducidos” a la «uniformidad» de las leyes castellanas – “tan loables y plausibles en todo el universo” - y “agregados” al Consejo de Castilla (desaparece así la Corona de Aragón con su Consejo Supremo, de estructura federativa).

            La posterior reivindicación de nuestros Fueros, y la represión consiguiente ejercida por el Estado uniforme, ha conocido momentos significativos, como la insurrección de 1801 contra la conscripción militar, o algunos episodios de la Guerra del Francés, hechos todavía no estudiados suficientemente. Pero ciertamente, entre los siglos XIX y XX, la «nostalgia» foral animaba dos grandes sectores ideológicos, el carlismo y el republicanismo federal. Si bien se posicionaban, de manera antitética, el uno en contra y el otro a favor del pensamiento moderno, ambos representaban los ideales y los intereses de las clases populares y de la pequeña burguesía, en oposición a la burguesía conservadora y centralista de la Restauración.

            Pensamos, por ejemplo, que en 1872 el rey Carlos VII restableció los Fueros de los territorios de la Corona de Aragón -erigiendo la Diputación del Reino de València en las comarcas septentrionales del País-, y que, veinte años después, Vicente Blasco Ibáñez redactaba un proyecto de «Pacto federal» entre los mismos territorios. A la llegada de la II República española, los dos grandes partidos autóctonos eran la Derecha Regional Valenciana (DRV) de Lluís Lúcia, heredera de la base social y la tradición carlista, y el Partido de Unión Republicana Autonomista (PURA), fundado por Blasco, de orientación federalista (ciertamente confusa e incoherente). Junto a estas dos grandes formaciones populares, está el valencianismo político, más minoritario, surgido del valencianismo cultural de la Renaixença (esta genética «literaria», un tanto elitista, tenía que marcarlo hasta el momento actual).

 Como en las otras nacionalidades históricas del Estado, en València el programa de la transición democrática incluyó la recuperación de los derechos colectivos, secularmente conculcados por el Estado (liberal o franquista): la integridad territorial, el autogobierno, la oficialidad de la lengua. En definitiva, se trataba de reconciliar foralidad y modernidad. Significativamente, una de las primeras decisiones del Consejo preautonómico, en 1978, fue la adopción del escudo de nuestros reyes como emblema propio (muy devaluado, por desgracia, en el diseño actual).

            Después del proceso, perverso y traumático, conocido como la "batalla de Valencia», y de su producto normativo, el Estatuto de Autonomía de 1982, en el año 2006 se aprueba un nuevo texto estatutario sobre la base de un mayor grado de libertad y de diálogo -condiciones imprescindibles para el consenso racional-, ganando decisivamente en legitimidad. Uno de los principios inspiradores de este Estatuto es justamente el de «reintegración» o actualización foral, tanto en la esfera pública como en el derecho privado. Esta exigencia, sin embargo, ha sido menospreciada por las instituciones estatales, incluyendo el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional, que siguen considerando vigente el decreto de 29 de junio de 1707.

      Frente a esta dinámica uniformizadora, debemos alegrarnos por el juramento de los Fueros del Reino realizado por Carlos Javier de Borbón-Parma, titular de la dinastía carlista, el pasado 1º. de diciembre de 2019, en la Catedral de Valencia. (La última jura foral había sido protagonizada allí mismo por el Archiduque, Carlos III de Valencia, el 10 de octubre del 1706). Tal como expresa la solemne fórmula que se empleó, toda autoridad política, en nuestro País, se convierte en legítima en tanto que respeta los derechos humanos fundamentales y los derechos históricos de los valencianos.


viernes, 10 de julio de 2020

AGUSTINA IZU BELZUNCE, LA ÚLTIMA MARGARITA



 Con 108 años nos ha dejado mi madrina, la tía Agustina, que para todos los hermanos fue una segunda madre. A su edad, llevaba ya mucho tiempo hablando de su muerte y disponiendo las cosas que tendríamos que hacer los que la sobreviviéramos, le encantaba organizarlo todo. Hace unos días me dijo: "Si escribes algo cuando muera, di que soy la última margarita". No sé si realmente era la última, porque las mujeres de su generación salieron muy resistentes y hay muchas centenarias, pero en todo caso si será una de las últimas.

            Las margaritas eran la asociación de mujeres carlistas en las primeras décadas del siglo XX, tomaban el nombre de la esposa de Carlos VII. Mi tía no habría podido ser otra cosa porque había nacido en una familia carlista en un pueblo mayoritariamente carlista, Etxauri, en aquella Navarra rural, profundamente tradicional y conservadora donde el carlismo estaba tan arraigado, y no tanto entre las clases privilegiadas sino entre el campesinado. Pero quienes desde el presente suelen identificar el carlismo con un partido de extrema derecha, sin más matices, desenfocan lo que significó en aquellas épocas, sin tener en cuenta que fue un movimiento muy complejo y que cuando, en el franquismo, se disgregó, sus diversas tendencias desembarcaron en partidos de todo el espectro, de la extrema izquierda a la extrema derecha.

            Mi tía Agustina se educó en aquella sociedad peleada con la modernidad, anterior a la industrialización acelerada y al éxodo rural de hace poco más de medio siglo, pero no fue una persona cerrada al progreso. Seguía orgullosa de haber pertenecido a las margaritas, fueron de las primeras mujeres que, sin ser feministas, intervinieron activamente en política, cuando todavía ni siquiera tenían derecho a voto. Contaba, entre risas, que ella fue la primera que usó traje de baño en su pueblo, en un tiempo en el que las mujeres se bañaban en el río con una larga y pudorosa bata, y que el párroco la llamó para echarle una reprimenda. Devota católica que nunca sintió nostalgia por los ritos tridentinos, asumió perfectamente las novedades del Concilio Vaticano II y apoyó a la rama renovadora del carlismo que evolucionó al socialismo autogestionario. 

            A veces me sorprendían sus opiniones, una curiosa mezcla de ideas anticuadas con otras muy avanzadas. Se lamentaba de no poder votar ya a los carlistas y me consultaba sobre a quién podía votar, con la queja de que ya no entendía nada, lo que era cierto solo a medias. No había perdido facultades mentales, pero el mundo en el que vivía ya no era el suyo y le parecía incomprensible, algo nada extraño porque a los de las generaciones siguientes también nos parece a menudo absurdo e ininteligible. Pero siempre iba a votar, la última vez con sus 107 años, convencida de que es una obligación cívica, y solía decir que, si había referéndum sobre la monarquía, ella iría a votar por la república.

            Sus últimos años no fueron felices, en una dolorosa dependencia que, tras haber sido una mujer tan activa y trabajadora, llevaba con resignación. Había perdido la vista, parte del oído y, con los huesos cada vez más maltrechos, estaba confinada en la silla de ruedas y preparada para la muerte. Una vez le oí lamentarse: "Dios se ha olvidado de mí". 

            No, no la había olvidado, pero nos la prestó unos pocos años más. Ahora, al fin, la ha llamado para descansar en paz.