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lunes, 1 de marzo de 2021

CUARENTA ANIVERSARIO DEL FALLIDO GOLPE DE ESTADO DEL 23-F

23-F: La imagen

La semana pasada se conmemoró institucionalmente, en el Congreso de los Diputados, el cuarenta aniversario del intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, el 23-F, conmemoración que no puede considerarse sino de lo más curiosa porque ¿Quiénes pueden conmemorar el aniversario de un fallido golpe de estado?. Existe cierta lógica en conmemorar un golpe de estado triunfante por parte de aquellos que lo apoyaron o lo hicieron triunfar, pero cuando un golpe de estado fracasa, los que los promovieron o apoyaron deberían llevar el baldón de haber fracasado y sufrir la vergüenza de los fracasados padeciendo la oscuridad y el olvido mientras que, a aquellos que se opusieron a él y lo hicieron fracasar, les debería bastar la satisfacción del deber cumplido, salvo que dicho momento puntual les haya servido de justificación para toda una vida. Pero en fin, en este peculiar y extraño país asistimos desde hace años a las cosas más insólitas cuando no, simple y llanamente, a los espectáculos más ridículos. 

            Esta conmemoración institucional del 23-F, ha sido ampliamente precedida por alguna que otra polémica y, sobre todo,  por la publicación de numerosos libros sobre el tema que esperemos que generen esplendorosos beneficios a sus autores y editores porque lo cierto es que no arrojan nada más que nuevas e inquietantes interrogantes y oscuridades sobre los acontecimientos de aquel día.

            Uno de esos libros incide en la llamada "trama civil", la cual se extendería más allá del único paisano condenado por los hechos del 23-F, Juan García Carrés, y que abarcaría a periodistas de renombre, conocidos políticos e influyentes empresarios partidarios del llamado "Golpe de Timón" o "Solución Armada", la cual se inspiraría,  a su vez, en la "Operación Resurrección"; nombre clave de la operación que llevo a Charles de Gaulle a la jefatura del gobierno francés en 1958. Tal teoría, que resulta totalmente factible, no hace nada más que dejar en evidencia a los generales participantes en el 23-F porque demuestra que tenían tan alto concepto de sí mismos como escasos conocimientos de la ciencia de su arte.

            Para empezar ninguno de los generales que participaron el 23-F tiene una trayectoria comparable con la del General de Gaulle. Charles de Gaulle como capitán del ejército francés obtuvo una enorme fama protagonizando diversos intentos de fuga de un campo de prisioneros alemán durante la Primera Guerra Mundial (todos ellos fracasados a causa de su gran estatura), en el periodo de entreguerras elaboró una teoría estratégica que, basada en la movilidad, se oponía a la doctrina oficial del Estado Mayor Francés consistente en la creación de líneas estáticas defensivas y que se concretaría en la construcción de la Línea Maginot; durante la ofensiva alemana de Mayo a Junio de 1940, como General de División, fue el único oficial francés que inició con éxito una contraofensiva parcial contra el invasor. Siendo Subsecretario de Guerra del Primer Gobierno del Mariscal Petain y viendo que el gobierno no pretendía seguir la lucha sino rendirse a los alemanes se marchó a la Gran Bretaña desde donde continuó la lucha contra el ocupante llegando a convertirse en Presidente del Gobierno Provisional al inicio de la liberación de Francia en junio de 1944 y hasta 1946. Compárese este curriculum con los de los Generales Milans del Bosch o Alfonso Armada y, ya a simple vista, se verá que lo único que tenían que aportar es su participación en una guerra civil y en una aventura en la lejana URSS con una división que fue repatriada inmediatamente después de sufrir un excesivo y desproporcionado número de bajas a manos de los soviéticos en la batalla de Krasny Bor en febrero de 1943.

23-F: El Misterio

Por otra parte, por mucho que quisieran imitar o reproducir el golpe de estado de De Gaulle en 1958, parece ser que los protagonistas del 23-F, o bien, no lo estudiaron mucho o, bien, no alcanzaron a entender su mecánica.

            En primer lugar, la situación político-social de Francia en 1958 era muy diferente a la que se vivía en España en 1981 ya que la Francia de 1958 hacía cuatro años que había perdido Indochina, el ejército francés libraba una dura lucha en Argelia al mismo tiempo que en la metrópoli era objeto de ataques por una parte de los políticos y existía una situación social que hacía que un porcentaje elevadísimo de la sociedad francesa fuera proclive a aceptar un golpe de fuerza que pusiera fin a lo que consideraba, no muy desacertadamente, como un desastre político, económico, social y moral. Es decir, en la Francia de 1958 existía una predisposición de una gran parte, incluso mayoritaria, de la sociedad a acepar un golpe de estado, cosa que no existía en la España de 1981 porque la situación, aunque pudiera ser muy grave, distaba mucho de estar próxima a descontrolarse.

            En segundo lugar, el golpe de estado de 1958 en Francia se planificó en tres fases, cada una de las cuales suponía un incremento paulatino de la presión sobre el Presidente de la República Francesa, René Coty, para que llamase al General De Gaulle a la Presidencia del Consejo de Ministros. La primera fase comienza con la ocupación de la Sede del Gobierno General en Argel, el 13 de mayo de 1958, por un enorme grupo de civiles contrarios a la independencia de Argelia que invitan a los Generales Jacques Massu y Raoul Salan a dirigirse a las masas congregadas en los alrededores a las que prometen la total integración de Argelia y Francia en un único estado con iguales derechos para todos sus ciudadanos. Dos días después, el 15 de mayo, se constituye un "Comité de Salud Pública" y el General Massu advierte clara y públicamente que si el General De Gaulle no es llamado al presidir el Consejo de Ministros, el ejército se sublevará, ante lo cual De Gaulle responde que aunque está listo para asumir los poderes de la República, solo los aceptará del poder de las autoridades legítimas y no romperá el orden constitucional, lo que ya supone una manifestación de sus intenciones y un cierto programa de gobierno básico que hace sospechar al gobierno francés que puede estar, de algún modo, detrás del golpe, por lo que se ordena la detención de varios conocidos y colaboradores del general.

            La segunda fase de la operación consiste en la ocupación de Córcega, la cual se verifica el 24 de mayo de 1958, cuando el 12º Batallón Paracaidista, procedente de Argelia, se lanza sobre Ajaccio y ocupa la isla sin derramamiento de sangre; constituyendo otro "Comité de Salud Pública".

            Ante esta situación, y bajo la amenaza cierta de la intervención militar y de una posible guerra civil, el Presidente de la República, René Coty, llama al General De Gaulle para conferenciar y discutir los pasos necesarios para formar un gobierno de salvación nacional y emprender sustanciales reformas de las instituciones francesas; De Gaulle pone la condición de la elaboración de una nueva constitución y el 1 de junio de 1958 es nombrado Primer Ministro por la Asamblea Nacional, con 329 votos contra 224 y 37 abstenciones, obteniendo plenos poderes por seis meses y el mandato de preparar una nueva constitución. La formación del nuevo gobierno seis días después de la ocupación de Córcega evita que se ponga en marcha la tercera fase del golpe que preveía la ocupación  de Paris por una brigada blindada al mando de un llamado "Coronel Gribius" y la toma, por dos regimientos paracaidistas procedentes de Argelia, de  los aeropuertos de Le Bourget y Villacoublay a los que llegarían los generales Massu y Salan para ponerse al frente de unas operaciones militares que ya preveían detenciones de posibles opositores, enfrentamientos armados y derramamiento de sangre.

23-F; El Imitador de De Gaulle a la izquierda y el De Gaulle Original a la derecha

Si se comprueba la planificación y ejecución de la "Operación Resurrección" con la ejecución del 23-F se ven claras y notorias diferencias en detrimento de la comedia española. Para empezar, Charles de Gaulle, en todo momento, o en casi todo momento, deseaba tomar el poder de las autoridades legalmente establecidas y sin romper el orden constitucional, por eso no se actuó desde el principio contra las instituciones republicanas, sino que hubo una serie de manifestaciones verbales, digamos, agresivas por parte de los destacados generales de Argelia que sirvieron para presionar al Presidente de la República, incrementando dicha presión con la ocupación de Córcega, isla que además serviría de base para que el Ejército de Argelia se lanzase contra Paris.  En cambio, en el 23-F no se contó con el apoyo político de ningún grupo de diputados y lo primero que se hizo fue "secuestrar" al Gobierno y al Congreso de los Diputados, esto es, al Poder Ejecutivo y al Poder Legislativo, con lo que ¿Como podía pretender alguien recibir el poder de una autoridad legal cuando la legal autoridad estaba secuestrada?, tal acto, además de estar viciado de origen hubiera sido una indignidad para ambas partes: para aquella parte que otorga el poder por miedo y para la parte que lo acepta creyendo que es porque se lo merece y no porque viola una voluntad.

            Otra notable diferencia entre el 23-F y la "Operación Resurrección" es que el General de Gaulle, sabía perfectamente que si era nombrado Presidente del Consejo de Ministros iba a constituir un gobierno de concentración nacional para iniciar un proceso constituyente del que surgiría una nueva Constitución, en cambio, ninguno de los generales protagonista de la bufonada del 23 de febrero de 1981 había expresado más intención que la de dar un "Golpe de Timón" (1), pero ¿Hacia dónde? ¿Cómo? ¿Con quién?. De hecho De Gaulle, antes de los acontecimientos de mayo de 1958, ya tenía una amplia lista de colaboradores civiles muchos de los cuales formarían parte de su primer gobierno, ¡No los buscó a última hora y sin previo conocimiento de éstos!. Por otra parte, los generales Jacques Massu y Raoul Salan, los iniciadores de la "Operación Resurrección", tenían una acreditada trayectoria en la lucha contra el III Reich en las filas de las Fuerzas de la Francia Libre (FFL), en cambio, se debe ser muy necio o tener muy corta inteligencia para pretender obtener el apoyo de una parte importante del Congreso de los Diputados cuando el oficial al que se le encomienda la misión de ocuparlo, Antonio Tejero Molina, tenía, en aquel entonces, un pasado notoriamente vinculado al régimen franquista, a la extrema derecha del momento y a una operación golpista de carácter involucionista (la "Operación Galaxia") que tenía por objeto impedir la celebración del referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978.

            Por último, ignoramos que hubiera pasado si se hubiera tenido que poner en marcha la tercera fase de la "Operación Resurrección", pero está claro que ya no hubiera sido un golpe de estado tan incruento como el que resulto ser y que hubiera habido un notorio derramamiento de sangre, detenciones y, posiblemente, represión; pero lo que está muy claro es que los militares franceses sabían lo que habían iniciado el 13 de mayo de 1958 y que estaban dispuestos a asumir todas las consecuencias; en cambio, los actores del sainete del 23-F  parecían no saber ni lo que querían ni como planificar la operación militar para alcanzar su abstracto objetivo demostrando únicamente su enorme estupidez y notable incompetencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                   

 

 

(1) Parece que ningún marinero miembro de la Armada participó en el espectáculo del 23-F porque hasta el más inexperto grumete sabe que si a un buque que esta navegando en medio del mar y que lleva cierta velocidad se le hace virar, hacia babor o estribor, con un "golpe de timón", lo más probable es que el buque se escore peligrosamente y termine naufragando.

 

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