En la década de los años noventa del pasado siglo tras el derrumbe del antiguo bloque soviético, comenzaron a surgir en la teoría política diversos conceptos que, si bien no eran nuevos, se presentaban como novedosos en la ciencia política por la nueva dimensión que adquirían gracias a las nuevas tecnologías y a los sistemas de control social, siendo los que más se citaban: la ingeniería social, el pensamiento único, el neoliberalismo y la globalización.
La ingeniería social es un concepto que hace referencia a los esfuerzos de los gobiernos o grupos privados para influir, o mejor dicho, moldear la opinión pública y los comportamientos sociales haciendo a las sociedades sumisas y pacíficas a la hora de aceptar decisiones o legislaciones como poco polémicas cuando no claramente injustas.
La ingeniería social, aunque se considera por muchos manuales de ciencia política como el contrapunto a la ingeniería política, se diferencia de ésta en el sentido de que mientras la última intenta influir en la sociedad principalmente mediante leyes, incentivos y desalientos incorporados a la economía y al sistema impositivo; la ingeniería social incide directamente en la sociología originaria de las sociedades a través del sistema educativo y de los medios de comunicación social.
Ciertamente la ingeniería política podría influir en las sociedades mediante leyes o incluso mediante sistemas represivos, pero en no pocos casos estos intentos han fracasado al encontrarse con graves resistencias, incluso violentas, que hacían que las leyes se retiraran, se mitigara el rigor de las mismas o, simplemente, que los regímenes represivos sucumbieran. Un ejemplo de intento de ingeniería política podría ser la Constitución Mexicana de 1917, que imponía en una sociedad mayoritariamente católica, un sistema laicista y antirreligiosos que provocó el estallido social que significó la Guerra de los Cristeros de 1926 a 1929, aunque el modelo más perfecto de esta ingeniería la encontraríamos en el Stalinismo.
Por el contrario, el objeto de la ingeniería social, actuando más inteligentemente que la política y utilizando medios indirectos, procura cambiar la base sociológica de una colectividad utilizando la propaganda y el sistema educativo, distrayendo la atención de las cosas verdaderamente importantes, expandiendo la relajación intelectual de las masas y favoreciendo el acriticismo, presentando solo el punto de vista positivo de determinadas acciones u opciones políticas y económicas y difundiendo noticias de diversión. En los medios propagandísticos, el actual ingeniero social utiliza, si no todos, muchos de los “once principios” de Joseph Goebbles, quién puede ser considerado justamente como un precursor de la ingeniería social y en materia de educación se actúa en una doble vertiente procurando en primer lugar alejar a los jóvenes estudiantes del debate intelectual y político favoreciendo su neutralidad ideológica y el desinterés generalizado por las cuestiones públicas, no dudando en fomentar entre ellos la filosofía hedonista en su forma más radical representada por la escuela cirenaica y, en segundo lugar, inculcando en los mismos el concepto del “buen ciudadano”, entendiéndose por tal, no a un hombre libre, sino al perfecto servidor del estado y que ese mismo estado, con el tiempo, necesitará para formar parte de una legión de funcionarios y servidores que jamás cuestionen las decisiones políticas ni las ordenes recibidas.
Se puede considerar como la primera experiencia exitosa de ingeniería social la practicada en Alemania por el nazismo en el periodo de
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