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lunes, 28 de septiembre de 2009

¿OLIMPIADAS EN MADRID 2016?, NO GRACIAS

A pesar de la enorme campaña publicitaria que esta desarrollando el Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid para convencer a los ciudadanos madrileños de las bonanzas y bienaventuranzas de obtener para la villa la organización de los Juegos Olímpicos del año 2016, es de desear, y por ello rogamos e imploramos a Dios, que la decisión final del Comité Olímpico Internacional libere al buen pueblo de Madrid de tener que asumir tan insoportable carga.

No cabe duda de que la organización de unos Juegos Olímpicos genera grandes beneficios e ingresos, pero no es menos cierto que tan gran y lucrativo negocio no es para todo el mundo y ni siquiera para una gran mayoría, sino que del mismo solo se termina beneficiando la eterna minoría de siempre.

De momento, lo cierto es que si el Señor Alcalde de Madrid don Alberto Ruiz-Gallardón y la Señora Presidenta de la Comunidad Autónoma doña Esperanza Aguirre “tienen una corazonada” los ciudadanos madrileños tienen la certeza y la seguridad de que su Impuesto Sobre Bienes Inmuebles va a subir hasta un veinticinco por ciento y que este año van a tener que pagar por la reimplantada “Tasa de Basuras”. Es decir, aún no se ha concedido a Madrid la organización de juego alguno y los madrileños ven incrementados los impuestos que pagan al tiempo que el municipio se gasta un dinero, que si de tan solo un céntimo de euro se tratara ya resultaría excesivo atendiendo a los tiempos de crisis que padecemos, en promocionar la candidatura de Madrid ante el Comité Olímpico.

Si finalmente la organización de las Olimpiadas en el año 2016 se concede a Madrid, los madrileños no solo tendremos que sufrir las incomodidades que tal evento originaría en una ciudad que tiene ya de por sí un grave problema de tráfico debido al número de vehículos y a las innumerables obras y zanjas abiertas por todas las calles sino que además tendríamos que asumir el coste económico que la organización de tales juegos implican y que, a todas luces, hace que los inconvenientes de los mismos superen sus aparentes ventajas.

Efectivamente la organización de los Juegos Olímpicos generara puestos de trabajo pero solo por el corto tiempo que duren los mismos, asimismo implicara enormes inversiones públicas que finalmente los anónimos ciudadanos tendrán que pagar mediante impuestos, tasas y precios públicos. Las Olimpiadas generaran también importantes inversiones en sectores económicos como la hostelería y el comercio que durante el mes escaso que duren las mismas verán multiplicarse sus ganancias por el incremento de los precios y también por el aumento del número de visitantes y, por último, la organización de los Juegos favorecerá de nuevo la especulación inmobiliaria y veremos como se hacen hoteles que luego se reconvertirán en edificios de apartamentos de lujo y como se construye con dinero público y tal vez privado una “Villa Olímpica” que tras ser desocupada por el último deportista participante en la cuatrienal convocatoria se convertirá en una o varias urbanizaciones de pisos y apartamentos que serán ofertados y vendidos por alguna inmobiliaria privada. Por cierto, y esto debe subrayarse, la construcción de la “Villa Olímpica” tendrá lugar en la misma cuidad donde se ha tenido que paralizar recientemente por falta de financiación el proyecto de construcción de “La Ciudad de la Justicia”, que modernizaría la Administración de Justicia en la Comunidad Autónoma Madrileña.

En definitiva, si hoy por hoy los madrileños sufrimos las molestias de las obras, la subida de impuestos municipales y la creación de nuevas tasas, los problemas del tráfico habitual en la ciudad, el atasco en la Sanidad Pública Madrileña y, sobre todo, la carestía de la vida en general y de la vivienda en particular, en el caso de que el Comité Olímpico Internacional nos haga el flaco favor de concedernos la organización de los Juegos Olímpicos del año 2016, todos los ciudadanos madrileños tendrán que asumir tan desmesurado coste económico y tal rebaja en la calidad de vida que harán definitivamente de Madrid una ciudad para emigrar.

lunes, 21 de septiembre de 2009

INSUMISOS A LA SGAE

Tras un verano lleno de llamativas noticias en la que la Sociedad General de Autores y Editores pretendía cobrar a dos literarios pueblos ibéricos, concretamente a Zalamea de la Serena (Badajoz) y a Fuenteovejuna (Córdoba) por representar dos obras clásicas del teatro español como son “El Alcalde de Zalamea” de Calderón de la Barca y “Fuenteovejuna” de Lope de Vega, ha saltado la noticia, no menos llamativa, de que la SGAE pretende que el Partido Socialista Obrero Español pague un canon, tasa o similar cada vez que se cante “La Internacional” en sus actos públicos.


Es justo y lógico que una entidad privada de gestión colectiva como es la Sociedad General de Autores y Editores intente defender y velar por los derechos de sus miembros y socios, pero esa defensa termina donde empiezan los derechos de los consumidores y los derechos generales no resultando tan lógico ni justo que la mencionada entidad reclame el pago por reproducir obras literarias, artísticas o musicales de autores que no son miembros de la misma por ser extranjeros o llevar fallecidos varios siglos.


Si lo que se pretende es tener alguna justificación, aunque sea discutible, para cobrar por todo y engordar los bolsillos, también podrían exigir las poblaciones de Zalamea de la Serena o de Fuenteovejuna el pago de una cantidad a la Real Academia de la Lengua, a la SGAE, al estado español o a toda empresa editora o teatral cada vez que se publiquen o representan las obras inspiradas en sus respectivas localidades porque, al fin y al cabo, sin su inspiración no habrían existido esas dos conocidas piezas del teatro del Siglo de Oro y el repertorio clásico español seria más breve.


En esta misma línea argumental se puede afirmar que la adaptación de una obra clásica puede generar algún derecho para aquel que la adapta, pero en puridad lógica, no puede generar los mismos derechos que al autor que la ha creado, siendo el adaptador, en realidad un intruso que, en la mayoría de los casos, sin permiso del genio creador trabaja sobre la genialidad para apropiársela o, como poco, compartir una fama que no le corresponde. Acaso un adaptador de Cervantes ¿Paga al insigne manco por comentar, anotar o modificar su texto original?. Más aún, el adaptador, que en realidad es incapaz de crear y que con sus adaptaciones pretende igualarse al creador, en parte recibe una recompensa por ver unido su nombre al del genio.


Por otro lado, y en el caso concreto de La Internacional, se impone hacer un seguimiento muy próximo de la SGAE, pues en primer lugar la Sociedad General de Autores y Editores debería acreditar que el adaptador de la letra o de la música es socio de dicha entidad y en segundo lugar que la reproducción de la letra o música de “La Internacional” genera derechos en España, pues es de indicar que la letra original de tan proletaria canción data de 1871 y se debe a Eugene Pottier quién la escribió en francés mientras que la música fue compuesta en 1888 por Pierre Degeyter, quién falleció en 1932 y del que se puede dudar que haya sido alguna vez miembro de la SGAE y a cuyos herederos, si es que los tiene, les corresponderían los derechos de “La Internacional” y no, desde luego, a la Sociedad General de Autores y Editores. Por otro lado, teniendo en cuenta que existen al menos tres versiones de la letra de “La Internacional” que se cantan en España (la versión comunista cantada por el Partido Comunista de España, la Anarquista cantada ocasionalmente por la CNT-AIT y la socialista cantada por el PSOE) con sus correspondientes adaptaciones musicales cabe la duda de que la Sociedad General de Autores y Editores realmente no haya pretendido lanzar un “aviso” a su socio político para que muestre más entusiasmo en el apoyo a sus demandas.


Teniendo en cuenta que parece ser que el lema de la Sociedad General de Autores y Editores es “Cuando hablan de Cultura, pongo en marcha mi caja registradora”, sería interesante que los amantes de la cultura nos planteásemos la insumisión ante tal entidad y sus amigos, porque la cultura nos pertenece a todos y el acceso a la misma ha de ser libre y sin restricciones. Considerando la postura totalmente recaudadora que ha tomado la SGAE y recordando que también agrupa a los editores no se puede menos que recordar la última carta escrita por el magnífico autor italiano Emilio Salgari antes de suicidarse huyendo del hambre:


"A mis editores: A vosotros, que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, sólo os pido que en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de los gastos de mis funerales. Os saludo rompiendo la pluma. Emilio Salgari"


lunes, 14 de septiembre de 2009

Y … SI ESPAÑA SE ROMPE ¿QUÉ PASA?

El referéndum, ni legal ni vinculante, sobre la independencia de Cataluña celebrado en Arenys de Munt el pasado día 13 de Septiembre del 2009 como colofón de la festividad de la “Diada” no puede considerarse como algo anecdótico o folklórico porque, entre otras cosas, pone de manifiesto que en las últimas décadas se ha fomentado artificialmente en determinadas Comunidades Autónomas, sobre todo por medio del sistema educativo, la creación de un creciente odio a España y un no menos creciente e irrevocable deseo de separación entre las nuevas generaciones de jóvenes nacidas tras la llamada transición democrática.

Sin querer entrar en profundidades, solo indicaremos que a esta lamentable situación se ha llegado a través décadas de falseamiento de la historia que tiene su origen en una interesada e irresponsable manipulación política de determinados grupos y partidos que ha sido respondida y rebatida por el silencio cómplice de academias e instituciones que en el mejor de los casos se limitaban a afirmar que “la unidad de España estaba garantizada por la Constitución”.

No es nuestra intención hacer un erudito texto sobre el origen de la españolidad de la que no puede escapar ningún territorio ni ciudadano ibérico por ser “España” simple degeneración lingüística de la denominación puramente geográfica “Hispania” dada por los romanos a toda la Península Ibérica, pero sí es nuestra intención poner de manifiesto las consecuencias que la ruptura del estado español tendrían para todos y que son ocultadas y minimizadas por los amigos de la secesión, distinguiéndose claramente consecuencias económicas y políticas.

En primer lugar y dentro de las consecuencias económicas, la secesión significaría de forma inmediata para los nuevos territorios independientes la pérdida del mercado interior, que conllevaría la reducción de la inversión extrajera ya que esta invierte en España porque le interesa entrar en un mercado de más de cuarenta millones de consumidores potenciales y no solo en uno de cinco o seis millones. Esta pérdida del mercado interior llevaría igualmente a una crisis económica inmediata y al descenso del nivel de vida. Por otra parte, la independencia produciría en los nuevos estados un incremento del gasto público y el consiguiente endeudamiento y la segura reducción de la inversión pública porque de la noche a la mañana se verían en la necesidad de crear de la nada un ejército, un servicio diplomático, pagar las cuotas de pertenencia a determinadas organizaciones supranacionales e incrementar las fuerzas policiales y la organización judicial, todo ello sin entrar a considerar los problemas sociales que generaría el crear, igualmente de la nada, un sistema de pensiones o la salida inmediata del Sistema Nacional de Transplantes.

Por su parte, el estado que surgiera como heredero del extinto Estado Español, solo se vería afectado de forma significativa en materia de pensiones, pues la Seguridad Social perdería automáticamente millones de cotizantes al mismo tiempo que se vería obligada, en un principio, a seguir satisfaciendo el mismo número de pensiones por lo que el vigente sistema público de pensiones quebraría, aunque siempre se podría crear uno nuevo sacando del mismo a los antiguos pensionistas del quebrado sistema y que fueran ciudadanos de los nuevos estados.

Junto a estas consecuencias económicas que apuntamos aparecerían no menos importantes consecuencias políticas que sin duda también tendrían repercusiones en la economía. Teniendo en cuenta que los nuevos estados que surgieran del proceso de descomposición de España surgirían con claro carácter imperialista (recordemos que tanto el nacionalismo catalán como el vasco mantienen reclamaciones territoriales sobre zonas pertenecientes a otras comunidades autónomas) y que en sus sociedades el sentimiento nacionalista no sería unánime al existir un importante porcentaje de población que se seguiría sintiendo española surgiría la problemática cuestión de “las minorías irredentas” lo que unido a que las fronteras que surgieran serían altamente inestables porque en las proximidades a las mismas existirían no pocas poblaciones que desearían estar al otro lado de esas fronteras tendríamos una situación de inestabilidad política en toda la península ibérica propia de la pasada época de la Reconquista con constantes e innumerables reivindicaciones territoriales de unos sobre otros a las que habría que añadir las que, sin duda, presentarían otros estados extranjeros como podría ser Portugal sobre Olivenza y Marruecos sobre Ceuta, Melilla y las Canarias.

En consecuencia, el proceso de secesión que quieren abrir o justificar irresponsablemente algunos partidos políticos dirigidos por megalómanos personajes y del que el referéndum de Arenys de Munt es solo un botón de muestra no liquidaría tanto un estado jurídicamente constituido o una patria de antigua y noble historia como una “Unión de Convivencia” dentro de la cual, con algún que otro problemilla (sobre todo en estos últimos doscientos años), todos hemos convivido y progresado durante siglos y todo ello para abrir un muy prolongado y peligroso periodo de inestabilidad de consecuencias imprevisibles a mayor gloria y mejor beneficio de ciertos demagogos que deberían ser marginados en sus respectivas sociedades.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

EL PROGRESO HUMANO Y EL CURSO DE LA HISTORIA

Pasados veinte siglos del feliz nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo es hora de hacer una pequeña reflexión sobre el progreso de la humanidad a la luz de la Fe Católica y de lo que es el "curso de la historia" según el concepto liberal-revolucionario.


Para las lumbreras revolucionarias del Siglo XVIII el curso de la historia universal Conducía inexorablemente a un progreso material en las condiciones de vida humana. En virtud de tal idea se atacó a todas aquellas instituciones que pudieran significar algún freno u oposición a ese "devenir histórico" empleándose especial saña contra la Religión Católica y la Monarquía, forma de gobierno esta bajo la cual se puede realizar mejor la bella idea Católica de un Imperium Mundi Cristiano. Para los Iiberales del siglo XVlII, al igual que para el hombre medio de hoy, la historia es algo lineal que finalizara con la creación de un único Estado mundial altamente tecnificado y una sociedad fundamentada en el progreso científico que hará "Ias delicias" de todos los seres humanos.


Frente a estas elucubraciones se eleva la Doctrina Católica y la realidad histórica vivida tan solo en este ultimo siglo. Para la Doctrina Católica el ser humano parte de una perfección absoluta de la que cayó a causa del pecado original, que consistió, como todos sabemos, en una infracción moral de desobediencia. Desde entonces el ser humano fue cayendo moralmente hasta la venida de Jesucristo-Dios a la Tierra para redimirlo. Jesucristo dio un mensaje a la humanidad, siguiéndolo el hombre se redimirá y volverá al estado de perfección original del que disfrutó en un principio. De esto se desprende que el progreso humano existe únicamente en el campo moral y que el verdadero curso de la historia es aquel que lleva al hombre a una perfección ético-moral que le una (re-ligare) a Dios. La prueba de todo esto se encuentra en que si analizamos la historia humana de estos veinte siglos, vemos que, a pesar de haber llegado a la Luna y de curar innumerables enfermedades en otro tiempo mortales, los verdaderos avances de la humanidad se reducen tan solo a tres, que, además, son puros avances morales:


1°.) Supresión del infanticidio. EI asesinato del niño recién nacido por diversas causas entre las cuales destacaba la escasez de medios alimenticios (hoy se llamarían causas socio-económicas) era practica común y generalmente aceptada en el mundo pagano precristiano, hasta que la Iglesia Católica se extendió y pudo, con grades esfuerzos, desterrar esta vil costumbre, pero, hoy, tal practica reaparece con mayor refinamiento técnico, ya que, en la actualidad, el infanticidio puede realizarse en el mismo seno materno sin necesidad de esperar al nacimiento del niño, y esto ¡¡se nos quiere presentar como un avance de la humanidad propio del natural curso de la historia!!.


2º) Supresión de la esclavitud. EI empleo de masas humanas para el trabajo forzoso en condiciones infrahumanas también era practica común en el mundo pre-cristiano. Solo después de muchos siglos de lucha a causa de la cual la Iglesia sufrió persecución y martirio (véase lo ocurrido entre los Jesuitas y los bandeirantes en Paraguay), se logró extirpar de la faz de la tierra esta infame institución. No obstante, vemos como de nuevo esta institución resurge en el mundo ya sea de una forma indirecta, por medio de contratos-basura, o, claramente, bajo una forma directa, como en Sudan o Estados Unidos, donde los presos, generalmente de raza negra, se ven obligados a trabajar para el Estado (cosa curiosa esta, si tenemos en cuenta que USA protesta constantemente a China por el mismo hecho).


3°) Supresión del duelo. EI duelo se convirtió, sobre todo desde mediados del siglo XVIII, en la culminación de toda frívola distracción de salón. Tal fue el uso y el abuso de la costumbre de batirse en duelo que, la Iglesia Católica, siempre defensora de la vida y dignidad humana, tuvo que intervenir condenándola y favoreciendo la creación en toda Europa de Ligas Anti-Duelo (en las que, por cierto, tuvo una participación decisiva nuestro Rey Don Alfonso Carlos I), que lograron, poco a poco, que los Estados europeos fueran prohibiendo y penalizando en sus leyes esta practica que se había convertido en un asesinato encubierto a causa de un mal entendido concepto del honor. Afortunadamente, por el momento, no vemos en el mundo actual un resurgir de esta costumbre aunque no se puede asegurar, tal y como están las cosas, que no vuelva a usarse de ella.


Respecto a los avances materiales habidos en la historia, por supuesto que son laudables, necesarios e imprescindibles, pero hay que tener en cuenta que si el avance o teoría científico-material no se somete a directrices morales siempre y, creo poder decir, sin excepción derivara en un mal para la humanidad. Así, por ejemplo, podemos citar la teorías darwinistas del origen de las especies y la selección natural, las cuales terminaron materializándose en teorías social-racistas justificadoras de terribles genocidios; el descubrimiento del átomo que derivó en la invención y desarrollo de armas de destrucción masiva, o los nuevos descubrimientos en materia de genética, los cuales aún no sabemos como pueden terminar. Solo si el progreso material va acompañado del progreso moral, que deriva del cumplimiento de los preceptos emanados del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia Católica, la humanidad podrá salvarse del trágico destino histórico a la que Ie lleva la teoría liberal del progreso indefinido porque, como certeramente afirmó Roger Bacon, aunque este fuera un heterodoxo, "Ia Religión es la esencia que impide que la ciencia se corrompa”.


viernes, 4 de septiembre de 2009

TRAED A NUESTROS SOLDADOS A CASA

Yo, que recién aterrizado de las que fueron las frías tierras del eterno invierno (Hibernia, Irlanda o Eire, según guste) empezaba el presente curso con sorna, ironía y buen humor, antes de una semana me encuentro con la dura y triste realidad de nuestro país.


A la irresponsable actitud alarmista ante la Gripe A, a la absurda ceguera frente a la grave crisis económica que padecemos, a las eternas riñas de patio de colegio de los políticos, a la pandemia terrorista y a las eternas amenazas secesionistas, se suma ahora la guerra de Afganistán.


Afganistán es un país en ininterrumpida guerra desde que la entonces Unión Soviética invadiera el país en 1979 para sostener al gobierno comunista en su dura lucha contra la guerrilla islámica y en nada ha cambiado la situación tras la intervención militar de la OTAN en el año 2001 pudiéndose afirmar que el periodo más estable y pacífico de Afganistán es el comprendido entre 1919 (año en que termina la guerra anglo-afgana con la independencia del país asiático) y 1973 (año en el que un golpe de estado comunista acaba con la monarquía).


Los bombardeos de la OTAN en el año 2001 y la posterior ocupación del país por fuerzas militares de diversos estados de la alianza se nos ha querido vender a la población occidental en general y a la española en particular como una operación humanitaria para construir infraestructuras, entrenar fuerzas militares autóctonas y garantizar la seguridad de las elecciones en un país que tiene tantos líderes políticos como tribus ocultando en todo momento la situación bélica en la que vive Afganistán actualmente.


No voy a entrar a valorar la dudosa legalidad y la segura inmoralidad de los bombardeos del año 2001 y tampoco si estos respondían más a un acto de represalia por los atentados del 11 de Septiembre que a una operación policial de búsqueda y detención de terroristas, pero sí voy a recalcar que se ha engañado y se sigue engañando a la población española, la cual mayoritariamente desea ser engañada, sobre la situación en la que se encuentran nuestros soldados en Afganistán. En el país asiático no se esta produciendo ningún deterioro de la situación sino que simple y llanamente la situación hoy es la misma que hace dos años o la de hace treinta, es decir, es una situación de guerra clara y abierta entre unas fuerzas militares regulares y un grupo, no precisamente pequeño, de insurgentes que llevan a cabo una guerra de guerrillas.


Es cierto es que, a diferencia de lo que pasó en Irak, el silencio y la opacidad informativa sobre lo que ocurría y ocurre en Afganistán unido a la indiferencia con que la mayoría de la población acoge el hecho de que soldados que no conocen de nada y que no forman parte de sus respectivas familias vayan a derramar su sangre en tierras lejanas defendiendo intereses desconocidos y la cierta “alegría infantil” con la que centenares de jóvenes deciden ir voluntarios a misiones militares en el extranjero para “volver y liberarse de la hipoteca”, ha garantizado la neutralidad de la población y la ausencia de protestas contra el despliegue de fuerzas españolas en Asia Central, pero lo cierto es, que si un soldado español resulta herido aunque sea levemente toda la sociedad española debiera sentirse igualmente herida.


El ejército español y sus soldados están para servir a España y a la población española y no ser meros peones en el tablero de ajedrez en el que las grandes potencias han convertido el Asia Central desde hace casi dos siglos. Ningún español puede consentir que nuestro país se convierta en una carnicería donde cualquier otro estado venga a comprar carne de cañón a cambio de unas pequeñas contrapartidas políticas o económicas y si España se viera en la dolorosa y no deseable situación de ir a una guerra ha de ser solo para su propia defensa o para satisfacción de sus propios intereses y no intereses ajenos o poco claros.


Todos los políticos de nuestro país (de cualquier signo) nos han mentido: nos han dicho que en Afganistán no había guerra cuando sí que había y hay una guerra, no nos han explicado que pinta nuestro país interviniendo en una zona en la nunca hemos tenido especial presencia y en la que siempre se ha practicado “el gran juego” entre el Imperio Ruso y el Imperio Británico y por último no muestran intención alguna de enmienda expresando la voluntad de traer a nuestros soldados a casa. Más aún, nuestros políticos muestran un total desprecio hacia el pueblo español y ofenden su inteligencia, al llenarse rimbombantemente la boca sobre la necesidad de cambiar la constitución en aspectos nimios y ridículos como la prelación en la sucesión a la jefatura del estado y no haciendo mención a cuestiones fundamentales como sería recoger en el texto constitucional, tal y como hace la constitución de países como Japón o Suiza, la prohibición del envío de tropas españolas a cualquier lugar fuera de nuestras fronteras, salvo en caso de guerras formalmente declaradas.


Por todo ello es imprescindible que no nos dejemos engañar más, que abandonemos la indiferencia y que EXIJAMOS la inmediata vuelta a casa de todos los soldados españoles estén donde estén y qué jamás se vuelva a enviar a ninguno a lejanas y extrañas guerras en las que no se nos ha perdido nada porque, si permanecemos en silencio, nos convertiremos en cómplices culpables del mal hacer de nuestros gobernantes y compartiremos con ellos la responsabilidad moral por las pérdidas de vidas humanas que puedan producirse.



martes, 1 de septiembre de 2009

CON SORNA E IRONÍA: LOS SANTOS NECESARIOS

De regreso a las tareas cotidianas tras la finalización de las vacaciones estivales, surge nuevamente el amenazante síndrome post-vacacional no existiendo mejor manera de combatirlo que recordando que ya queda menos de un año para disfrutar de un nuevo y largo periodo vacacional veraniego al tiempo que hacemos uso de cierto sentido del humor. En este sentido, llevo tiempo pensando (y a tan importante tarea he sacrificado los últimos minutos de mis vacaciones) que existen profesiones y asociaciones que o no tienen santo patrón o no se encuentran bien representadas en el actual santoral religioso, por lo que se requiere (y desde aquí hago un serio llamamiento a todos los Cardenales y Obispos) que se canonice con urgencia a ciertos y conocidos personajes a fin de que todos tengan el más justo y merecido Santo Patrón.


Así, por ejemplo y atendiendo tanto a las no muy lejanas declaraciones de la Presidenta del Tribunal Constitucional de España, doña María Emilia Casas Bahamonde, en las que afirmaba que la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña “debería satisfacer a todos” como a la actitud generalizada de los jueces y magistrados españoles mostrada a lo largo de la historia, no estaría mal que se canonizara a Poncio Pilatos, aquél prefecto de Judea que queriendo y pudiendo hacer Justicia (con mayúsculas) salvando a Jesucristo no se atrevió y se lavó las manos en señal de que no quería saber nada del asunto satisfaciendo de esta forma al gran público. Sin duda alguna la aparición en el Santoral de San Poncio Pilatos, daría un magnífico y muy justo Santo Patrón a la judicatura española en particular y a toda la administración de justicia en general.


Igualmente y en una muy dura y reñida pugna con Hans Johst, aquel infausto y pésimo dramaturgo que popularizó en una de sus obras la conocida frase “Cuando hablan de cultura quito el seguro a mi Browning”; la jerarquía eclesiástica debería iniciar los trámites de canonización de Harpagón, celebre protagonista de la comedia “El Avaro” de Moliere, quien por sus cualidades de riqueza material y avaricia usurera merecería ser santo y así, una vez reconvertido en San Harpagón, erigirse en el digno patrón de la Sociedad General de Autores Españoles (SGAE) quién, en su paroxismo recaudador, ya está planteándose reclamar el pago de un canon a los escolares por las tradicionales representaciones teatrales navideñas de las obras clásicas cuyos derechos han pasado, no se sabe muy bien por qué título, de ser públicos a pertenecer a esa aristocracia intelectual, a esa “crem de la crem” de la cultura hispánica de ambos mundos que es la Sociedad General de Autores Españoles.


Por último y para terminar con esta lista puramente enumerativa pero jamás exclusiva de santos necesarios tenemos que afirmar que sería también imprescindible canonizar a la Celestina, personaje fundamental de la obra teatral del mismo nombre, pues por su condición de tercera previo pago, porcentaje o comisión y por su carácter egoísta y manipulador, convertida por beneficio eclesiástico en Santa Celestina de Fernando de Rojas no cabe duda que destronaría a Santo Tomás Moro y sería la más excelente y representativa Santa Patrona que podría tener clase política española tan exuberante en vicios como escasa en virtudes.


He aquí nuestra sarcástica sugerencia que sabiendo de antemano que será desatendida y anatemizada con espanto por la jerarquía eclesiástica esperamos, al menos, que sea acogida con alguna sonrisa por parte de nuestros lectores. No obstante, y considerando que ha surgido en nuestro país la irrisoria moda de hacer bautizos constitucionales, siempre podremos considerar a estos personajes o a otros semejantes como los más justos y merecidos amparadores cívicos y paganos de los colectivos e instituciones mencionadas.