El
final de las vacaciones comienza a presentirse en los felices y despreocupados
corazones de los veraneantes en la segunda quincena del mes de Agosto, cuando
en la televisión se empieza a hablar de “la vuelta al cole” y a anunciarse las
diferentes colecciones por entregas que lanzan los grupos editoriales para su
venta en los kioscos de prensa como si de un mágico bálsamo para la llamada
“depresión post vacacional” se tratase.
Este año de crisis, en cambio, va a
existir muy poca “depresión post vacacional” porque aquellos que,
lamentablemente, se encuentren en situación de desempleo no notaran el final
del periodo de asueto estival y, aquellos otros, que son afortunados y tienen
un trabajo al que retornar; en vez de lamentarse y deprimirse, elevarán preces
al cielo por ser más afortunados que los agraciados con el Gordo de Navidad o
con la adjudicación de una Vivienda de Protección Oficial, que viene a ser lo
mismo.
El fin del verano de este año 2012, a diferencia de otros
años, no va a suponer ninguna “depresión post vacacional”, ni siquiera va a ser
relevante su final porque lo importante, lo verdaderamente importante, va a ser
la vuelta, no precisamente “al cole”, de los miembros de la casta política y el
comienzo del curso político. El comienzo del curso político va a suponer para
todos los españoles una “depresión vital” porque, a pesar de las protestas
populares y de las poses revolucionarias de algunos oportunistas, se consolida
la política de recortes iniciada por el gobierno al comienzo de la presente
legislatura con la retirada del Sistema Público de Salud de más de
cuatrocientos medicamentos y con un empobrecimiento generalizado de la
población al experimentarse un incremento de los precios a consecuencia de la exagerada
subida del Impuesto del Valor Añadido.
Con esta situación que es dramática
y que, si bien lo miramos, supone un claro y progresivo retroceso cronológico a
aquellos tiempos en los que el mayor logro para un trabajador era comprarse
unas alpargatas nuevas para encaminarse a la emigración y tener una gorra
limpia para dirigirse al patrono con ella en la mano en signo de sumisión; no
se puede negar que los grupos editoriales de nuestro país están aprovechando el
tirón y se suman a la moda retro impuesta a los ciudadanos desde las
instituciones con todo tipo de recortes sociales reeditando por entregas aquellos
cómics de los años cuarenta como “El Guerrero del Antifaz”, “T.B.O.” o “Roberto
Alcázar y Pedrín”. Eso sí, a precios actuales porque eso de dieciséis páginas
de aventuras y evasión a dos pesetas ningún poder lo quiere poner de moda.
Si descartamos, como es de
descartar, que la intención de los editores de estos cómics sea la de despertar
en los jóvenes españoles la sed de justicia y encender en ellos la llama de la dignidad,
el heroísmo y el honor que irradian sus protagonistas para instigar
subrepticiamente una justa rebelión, solo queda deducir, atendiendo a la vuelta
de los hijos a la casa paterna a causa de la crisis, que la intención real es
reforzar el regreso a tiempos pasados consiguiendo que en los pasillos de todos
y cada uno de los humildes, y ahora empobrecidos, hogares españoles vuelva a
resonar aquello de “Papá, papa, ¿Me das la paga semanal para comprarme “El
Guerrero del Antifaz”?.
Al menos leer tebeos relaja. En pasadas épocas teníamos un montón de revistas de la extinta Bruguera para todos los gustos. Los precios, como dice usted, ya no serán tan asequibles, me temo.
ResponderEliminarNo digo yo que el leer no relaje, pero es que sacar a estas alturas los comics de los años cuarenta, casualmente cuando estamos volviendo a las condiciones sociales de aquella época no deja de tener su guasa.
ResponderEliminarY efectivamente... el primer número de "El Guerrero del Antifaz" costaba 15 céntimos de peseta, hoy las entregas cuestan 7.99 Euros... ¡¡¡Menuda Diferencia!!!