No, no se equivoque el lector pues, a pesar del título del presente artículo, no voy a reseñar en él la famosa novela de Thomas Mann sino que voy a referirme a la historia de cierto monte que hay en el norte de nuestro país.
Resulta probado que, repartidos por
toda la geografía mundial, existen diversas montañas envueltas por la magia o
la leyenda como, por ejemplo, el volcán Snaefell a
través de cuya chimenea descendieron al interior de la Tierra los personajes de
la novela de Julio Verne “Viaje al Centro de la Tierra” o la Colina de Tara donde
se cree enterrada la famosa Mesa Redonda del mítico Rey Arturo siendo común a
la inmensa mayoría de todos estos montes el que su historia se remonte muchos
siglos atrás hasta hundirse incluso en los tiempos oscuros y míticos de falsas
divinidades de extinguido culto.
No obstante en España,
concretamente en la localidad navarra de Ayegui, muy cerca de Estella; existe un
monte cuya leyenda más bien es pura historia, que de haber ocurrido en los generosos
tiempos clásicos tal vez hubiera inspirado una epopeya al mismísimo Homero y
que es tan solo de siglo y medio de antigüedad. Este monte no es otro que el
Jurramendi o el Montejurra.
Montejurra es
un monte de hermosa estampa de poco más de mil metros de altura (1.045 m) que debe su
originaria fama a la victoria que obtuvieron los carlistas sobre los liberales
en la batalla homónima que tuvo lugar durante los días 7, 8 y 9 de Noviembre de
1873 en plena Tercera Guerra Carlista, pero lo que hace entrar a Montejurra en
la leyenda no es esa histórica batalla sino el haberse convertido en la segunda
mitad del siglo XX en un lugar de peregrinación en el que se mostraba el
malestar primero, la reivindicación después y finalmente, la clara y rotunda
exigencia de libertad cuando la libertad en España no existía.
La historia
legendaria del Jurramendi comienza a principios de los años cuarenta del siglo
pasado, cuando tras terminar la guerra civil y en plena persecución iniciada
contra los carlistas por parte del régimen del General Franco, éstos intentan
reorganizarse políticamente utilizando para ello el asociacionismo religioso y
creando en Navarra la “Hermandad de los Caballeros de la Cruz”, verdadera
tapadera del Partido Carlista que había visto como la Falange se había
incautado de sus locales y como la Guardia Civil irrumpía en las viviendas de
los antiguos Requetés para hacer registros e intentar meterles el miedo en el
cuerpo. Pero ese miedo que Espoz y Mina, el incendiario de Navarra, a pesar de
su ferocidad criminal no logró arraigar en los nobles hijos del Reino de
Navarra que constituían el Pueblo Carlista no lo iban a imponer los serviles
del residente del Pardo ni los dignos herederos de ahumados duques. Así, como
muestra de indignación contestataria frente a los atropellos del franquismo
nace el “Vía crucis de Montejurra” con sus catorce estaciones que jalonan un
duro y empinado camino hasta la cumbre del monte coronada por una gruta en cuyo
interior se encuentra el “Cristo negro de Montejurra” y que, desde entonces, se
ha venido celebrando anualmente el primer Domingo de Mayo, coincidiendo con la
“Cruz de Mayo”.
En su origen
las cruces eran de madera pero debido al clima las mismas se deterioraban con
facilidad por lo que fueron sustituidas, a comienzos de los años cincuenta, por
cruces de piedra pudiéndose leer en la primera estación del Vía crucis la
siguiente inscripción que recuerda al epigrama que Simónides de Ceos compuso
para coronar el montículo funerario de los trescientos en las Termópilas: “Caminante: Reza este Vía crucis en memoria
de los carlistas que murieron por el ideal en los siglos diecinueve y veinte”
(1).
Lo que comenzó
como un acto religioso de contestación, pronto se convirtió también en un acto
político de protesta que se celebraba tras el Vía crucis en la campa que
existía, y aún existe aunque mutilada por la moderna autovía, en la falda del
monte. Paulatinamente el número de participantes tanto al Vía crucis como al
acto político posterior fue incrementándose como también se incrementaron las
medidas de seguridad y control del estado franquista que termino desplazando
numerosos efectivos policiales a fin de controlar todo lo que en la “Campa de
Ayegui” se decía y hacía.
Ya bien
entrados los años sesenta del Siglo XX, Montejurra y las localidades de
alrededor, principalmente Estella, se convirtieron, con toda certeza, en el
único lugar de las Españas donde los asistentes, que llegaron a ser cien mil en
1968, abiertamente mostraban su oposición al régimen de Franco llegándose
incluso a quemar los retratos oficiales del general y de su sucesor ante el
asombro de los oficiales y números de la Guardia Civil que puntualmente
procedían a informar al Gobernador Civil de lo que sucedía tanto en el Vía
crucis, como en la Campa y en las localidades adyacentes.
Siendo como era
una numerosa reunión que mostraba la fuerza de un carlismo rebelde y opuesto al
régimen de Franco y, una vez muerto éste, a su sucesor, no podían las
autoridades consentir tal cosa por lo que, en 1976, apoyaron, financiaron y
encubrieron la llamada “Operación Reconquista” donde grupos de extrema derecha
entre los que se encontraban numerosos extranjeros que luego se verían
implicados en diversos crímenes del GAL, apostaron una ametralladora con
trípode en la cima del Montejurra con la intención de impedir el normal
desarrollo del tradicional Vía crucis, resultando de aquello dos muertos y
cinco heridos entre el pueblo carlista (2) y ningún condenado por la justicia
de entre los agresores aunque sí se procedió a la detención de varias personas,
más para lavar la cara a las fuerzas de seguridad que para otra cosa.
Hoy, Montejurra
se continúa celebrando anualmente (el último celebrado ha sido el Domingo
pasado día 5 de Mayo del 2013), los carlistas continúan, continuamos, subiendo
a la cima del monte recordando el camino de Jesucristo hacia el Calvario y
continúan, continuamos, realizando el acto político en la Campa de Ayegui en la
que se muestra, como siempre se ha hecho, la repulsa y la indignación frente a
un régimen que no sirve a los intereses de los pueblos que integran las Españas
y el monte sigue allí, irradiando su belleza mágica y su leyenda a todos los
que de buena voluntad se acercan a él.
(1) El epigrama compuesto por Simónides de
Ceos grabado en la piedra que coronaba el montículo funerario de Leonidas y sus
trescientos espartanos dice así: “Caminante,
ve e informa a Esparta, que sus hijos yacen aquí en obediencia a sus leyes”.
(2) Los asesinados en el Montejurra de 1976
fueron Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos, un monolito recuerda
el crimen por el que nadie cumplió condena.
Un artículo muy interesante. Me ha gustado mucho. Enhorabuena.
ResponderEliminarEntre el Opus y ETA creía que habían acabado con los carlistas.
ResponderEliminarPues no, aún no han acabado con nosotros y seguimos en la brecha.
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