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domingo, 15 de junio de 2014

LA HISTORIA OCULTA DE LOS PARTIDOS SOCIALISTAS: LOS SOCIALISTAS EUROPEOS (1)

            
Los Partidos Socialistas se suicidaron al votar a favor de los empréstitos de guerra en 1914
La debacle del Partido Socialista Obrero Español en las pasadas elecciones europeas así como el retroceso general de los partidos socialistas en toda Europa debido a su paulatina derechización y apoyo a las medidas de austeridad ha hecho que muchos miembros de la casta mediática y política española se echen las manos a la cabeza buscando desesperadamente una explicación a la causa del grave retroceso de una opción política que ha permitido la pacífica alternancia en el poder en todos los estados de Europa Occidental desde el final de la II Guerra Mundial.

            La explicación a este retroceso es muy simple y se encuentra delante de los ojos de los académicos de la política y de los analistas si éstos no los tuvieran sistemáticamente cerrados a los indicios, pruebas, señales y evidencias de toda clase que les rodean. Dicha explicación, que por dura no deja de ser cierta, no es otra que la siguiente: Los Partidos Socialistas europeos se suicidaron, justamente en Agosto próximo, hará cien años.

            Ciertamente los partidos socialistas europeos, que habían ido fundándose en los distintos estados durante la segunda mitad del siglo XIX, se suicidan una mañana de finales de Julio de 1914 cuando, en vez de hacer valer aquella frase que ellos mismos habían difundido de “la bayoneta es un arma con un obrero en el otro extremo”, se suman en una especie de “Gran Coalición” a los gobiernos conservadores votando favorablemente a los empréstitos de guerra y, finalmente, a las declaraciones de guerra que realizan sus respectivos estados. En Francia esta especie de “Gran Coalición” se hizo llamar “La Unión Sagrada” y en el Reichstag tal es el entusiasmo de los socialdemócratas con la guerra que el Kaiser llega a afirmar “yo no veo partidos, solo alemanes”.

            En los estados que entran en guerra en el verano de 1914, los partidos socialistas están totalmente a favor de las “grandes coaliciones” y de la guerra existiendo en su seno muy pocas voces discordantes con el belicismo que entusiasma a los pueblos y a los líderes políticos en aquel momento. Estas voces minoritarias y testimoniales se convertirán en la salvaguardia de la conciencia de la izquierda pagando, alguno de ellos, muy caro su posicionamiento contrario a la guerra. Por su parte, en los estados que no entran en guerra inmediatamente, como Italia, la guerra sirve de elemento diluyente de los partidos socialistas que progresivamente se dividen entre los que quieren salvar la paz a toda costa y los que desean empujar a sus gobiernos a la guerra, lo que finalmente les llevará a la división.

            El apoyo de los partidos socialistas europeos a sus respectivos gobiernos nacionales en la crisis y posterior guerra de 1914 supondrá una fractura ideológica irreversible en la izquierda europea en general y especialmente en el socialismo que se irá agravando a medida en que se vaya prolongando la duración de la guerra y aumentando el número de víctimas hasta que en el año 1917 se produzca la inflexión provocada por la Revolución Rusa que conseguirá sacar a Rusia del conflicto y, en menor medida, por los motines en el ejército francés y británico.

           
El socialista aleman, Noske, pasa revista a los Freikorps
Terminada la guerra en 1918, los partidos socialistas europeos se encuentran completamente deshechos desde el punto de vista orgánico e ideológico hasta tal extremo que no solo tienen que afrontar una escisión por su izquierda antibelicista que constituirá el germen fundamental de la aparición, durante los años siguientes, de los Partidos Comunistas, sino también escisiones por su derecha que irán constituyendo los Partidos Fascistas o llevaran a no pocos socialistas a militar en el Fascismo.
            

En la década de los años veinte del Siglo XX, los partidos socialistas europeos afrontan una crisis irreversible que les condena a su progresiva desaparición debido al marasmo ideológico y político en el que se habían movido desde 1914 hasta tal extremo que, o bien se han convertido en marionetas de los conservadores que los utilizan para contrarrestar a los comunistas y mantener pacíficamente sometida a la clase trabajadora (este es el caso de Partido Socialdemócrata Alemán donde su líder Ebert, primer presidente de la República de Weimar, autoriza la creación de los “Freikorps” que, bajo la dirección del Ministro de Defensa y también socialista Noske, acabarán con los Espartaquistas); o bien se entienden directamente con los Partidos Comunistas terminando siendo absorbidos o manejados por éstos (este será el caso del Partido Socialista Frances que momentáneamente será manejado por los comunistas durante el tiempo del Frente Popular).

            Desde 1919 los Partidos Socialistas europeos carecen de espacio político propio no teniendo nada que ofrecer a los trabajadores europeos después de haber permitido y fomentado que estos se degollasen los unos a otros por todos los campos de Europa. La situación de los Partidos Socialistas en la década de los años veinte y treinta del Siglo XX queda reflejada en la frase con la que Lenin se refirió al Partido Socialista Revolucionario Ruso (Eseritas): “los Eseritas no son un partido, son dos. Uno se entiende con nosotros, los bolcheviques, mientras que el otro se entiende con los contrarrevolucionarios blancos”. Esta desintegración de los partidos socialistas a favor de los partidos comunistas y fascistas llevará a la radicalización de la sociedad europea en una bipolarización Fascismo-Comunismo que será la principal causa de la llegada al poder de los partidos fascistas que contarán con la financiación y apoyo de conservadores, liberales y, en definitiva, de todos aquellos que teman el triunfo de los Partidos Comunistas. 

           
Mussolini, es el más conocido, pero en ningún caso el único
En 1945, tras la II Guerra Mundial, los partidos socialistas se Encuentran totalmente extinguidos y son inexistentes porque durante las dos décadas anteriores sus líderes habían sido ejecutados o habían ingresado, junto con muchos militantes socialistas, en los Partidos Comunistas o Fascistas. Ante esta situación que supone la inexistencia, en la Europa bipolar y dividida surgida de Yalta y Postdam, de Partidos Socialistas que puedan representar los intereses de los trabajadores y con el peligro de que la defensa de estos intereses sea asumida por los Partidos Comunistas se crean artificialmente, como un puro fruto de laboratorio, los actuales Partidos Socialistas europeos a los que se les proporciona un ideario, la Socialdemocracia, y una finalidad, el Estado del Bienestar.

            La resurrección de los Partidos Socialistas en la Europa Occidental cumplió la misión para la cual se había operado el milagro: evitar la extensión del comunismo mediante la creación del llamado "Estado del Bienestar", estabilizar la vida política europea y salvaguardar la paz social y las bases fundamentales del capitalismo.

            A partir de 1989 con la desintegración de la URSS y la caída del comunismo, los partidos socialistas europeos no solo perdieron apoyos significativos entre los conservadores que veían en ellos un importante bastión anticomunista ya innecesario, sino que volvieron al punto del marasmo ideológico en que se encontraban al comienzo de la Gran Guerra y, como consecuencia de ello, solo era cuestión de tiempo, de relativamente poco tiempo, que retornasen a la situación de descomposición orgánica en la que se encontraban en los años veinte y treinta del Siglo XX por la sencilla razón de que al ser los primeros en aplicar o justificar recortes en el llamado “Estado del Bienestar” han renegado, como en 1914, de sus principios y vuelven a no tener nada que ofrecer a los trabajadores y a los menos favorecidos.

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