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martes, 27 de septiembre de 2016

Y DESPUÉS DE LAS ELECCIONES GALLEGAS Y VASCAS ¿QUE?





No eran pocos los miembros de las numerosas tertulias de politólogos que inundan nuestras televisiones y los curtidos periodistas especializados en política nacional e internacional que llenan y rellenan nuestros periódicos los que afirmaban, sin ningún género de duda, que el PSOE estaba esperando que pasasen las elecciones autonómicas gallegas y vascas para intentar un acercamiento al Partido Popular y permitirle gobernar absteniéndose en el parlamento.

            Ahora que las elecciones autonómicas gallegas y vascas han pasado solo hay una cosa muy clara: el Partido Socialista Obrero Español se desangra y se encuentra, electoralmente hablando, en caída libre. En esta situación el PSOE no puede hacer nada porque toda solución le resultaría fatal: permitir un gobierno del Partido Popular significaría asegurarse para las próximas elecciones la pérdida de un importante porcentaje de voto que iría a parar a PODEMOS, intentar gobernar le resulta numéricamente imposible y esperar, por último, incrementar los apoyos electorales en unas terceras elecciones parece ser una esperanza vana pues todo indica que el partido socialista padece una continua hemorragia de votos que no ha sabido o no ha podido cortar.

            La crisis del PSOE es larga y habría que buscarla en el abandono de la secretaría general por Felipe González en 1996 lo que supuso que se abriera una lucha interna por el poder que aún no ha terminado. La victoria socialista en el año 2004 fue un verdadero canto del cisne, el Partido se unió ficticiamente en torno a su Secretario General, señor Rodríguez Zapatero, al que hasta entonces se le conocía en el seno del partido por el pseudónimo de "Bambi", por el simple hecho de que se había alzado con la victoria electoral contra todo pronóstico. La gestión de Rodríguez Zapatero a lo largo de casi ocho años de gobierno, en los que se recortaron derechos sociales mediante una reforma laboral, se reformo la constitución sin un posterior referéndum y, en definitiva, se "abrieron melones" qué desde aquel entonces no han dejado de abrirse sin cerrarse ninguno; hizo que el Partido Socialista Obrero Español perdiera casi toda su credibilidad y que la victoria del Partido Popular en las elecciones del 2011 no fuera nada más que un resultado lógico.

Lo que ya no resulta tan lógico es que tras los últimos cuatro años de gobierno del Partido Popular que ha consagrado el generalizado empobrecimiento de la población española, el PSOE no haya sido capaz de reorganizarse y plantear una política de oposición capaz de imponerse en unas elecciones y es que la mera aparición de PODEMOS no es suficiente para explicar la descomposición de los socialistas.

             Cuando el Partido Socialista Obrero Español gana las elecciones en 1982 y obtiene el asombroso número de 202 diputados en el Congreso se convierte en un partido de poder es decir en un partido que requiere el poder para seguir existiendo. Si en 1982 el PSOE tenía unos treinta mil afiliados todos ellos lograron colocarse, de una u otra forma, en política generando grandes expectativas en otras personas que pasaron paulatinamente a engrosar las filas socialistas con la intención también de colocarse.  La pérdida de poder que el partido socialista viene experimentando sin tregua desde el año 2011 está haciendo que muchos de sus antes leales interesados  intenten alcanzar sus expectativas en otras formaciones a las que, no solo votan, sino también se afilian.

            El PSOE tiene un enemigo político y no es el Partido Popular, sino PODEMOS porque los socialistas saben que si se les priva del liderazgo de la izquierda solo sería cuestión de tiempo la desaparición del partido, por eso el actual secretario general, Pedro Sánchez, se está aferrando con uñas y dientes a ese liderazgo de la izquierda muy difícil de justificar si permitiera gobernar al Partido Popular.

            Así pues, los resultados de las elecciones gallegas y vascas lo único que han aclarado es el desolador panorama que presenta un partido centenario, el socialista, que parece estar próximo a retornar a esos cuarenta años de vacaciones en los que estuvo entre 1939 y 1976 no habiendo servido las mismas para pronosticar racionalmente sobre si la posibilidad de unas terceras elecciones se aleja o no.

lunes, 19 de septiembre de 2016

LAS LEYES CIENTIFICAS DEL PODER Y LA CORRUPCIÓN




En un tiempo donde todo, incluso lo más puramente sentimental, parece reducirse científicamente a fórmulas químicas y ecuaciones matemáticas dejando poco o nada fuera del examen racional y científico y poniendo en situación de asedio aquella máxima cartesiana que afirmaba que "El corazón tiene razones que la razón desconoce", llama poderosamente la atención que nadie haya reparado en la existencia de unas Leyes científicas que regulen el ejercicio del poder y la corrupción política.



            En los regímenes políticos de corte occidental, el acceso y la permanencia en el poder se encuentra sometida a unas leyes científicas cuyo resultado inexorable es algún tipo de corrupción.



            Todo grupo, partido o líder político  que desea acceder al poder debe fomentar un interés concreto en uno o varios grupos sociales distintos (empresarios, estudiantes universitarios, financieros, religiosos, etc...) a fin de obtener el apoyo de esos grupos en su carrera hacia el estrellato político. Una vez instalado en el poder, empieza lo más difícil que es mantenerse en é; para ello el grupo, partido o líder político hará que los intereses fomentados durante la carrera hacia el poder se materialicen en medida de lo posible no dudando en traicionar al grupo menos importante y utilizar a alguno de los grupos en los que se apoya en contra de otro; de esta forma se consigue dos cosas: 1ª, Dividir a los grupos que apoyan el liderazgo para que pierdan gran parte de su capacidad  reivindicativa en disputas internas a la hora de exigir lo que se las ha prometido y 2º, Prolongar en el tiempo el apoyo de estos grupos gracias a la expectativa de que si hoy no ven satisfechos sus intereses lo verán mañana.



            El verdadero problema surge en que la mayoría de los políticos no son conscientes hasta muy tarde de que, en su carrera hacia el poder, han ido creando unos intereses particulares que nada tienen que ver con el bien común que dicen defender y que será la satisfacción de esos intereses creados, y no otra cosa, la que marcara la realización de todo  programa político. En este sentido el poder político se puede describir como el punto del agua donde impacta una piedra del que emanan una serie de ondas concéntricas que constituyen los intereses creados, cuantos más ondas crea el impacto más intereses existen siendo los que están más cerca del punto de impacto los que antes y mejor deben ser satisfechos quedando definida la estabilidad y la permanencia en el poder por la cantidad de intereses (ondas concéntricas) que se es capaz de satisfacer plenamente.



De esta forma las posibilidades de acceso al poder de un candidato son directamente proporcionales a los intereses que es capaz de fomentar, mientras que la permanencia y estabilidad de su gobierno es directamente proporcional a la cantidad de intereses previamente fomentados que es capaz de satisfacer real y plenamente. Evidentemente los  grupos cuyos intereses serán plenamente satisfechos quedarán integrados por las que estén más próximos al poder, es decir por las ondas más próximas al punto de impacto que las crea, mientras que la perfección en la satisfacción de intereses irá disminuyendo  en proporción a la lejanía del poder en que se encuentre el grupo.



            Como materialmente resulta imposible satisfacer totalmente todos los intereses creados, se intenta satisfacerlos al menos parcialmente, siendo esto la causa real de la corrupción.



            La satisfacción total del interés de un grupo se hace por ley, la ley puede ser buena o mala, conveniente o inconveniente, justa o injusta, pero siempre es y será legal. Así, por ejemplo, si un gobierno desea favorecer a los banqueros basta con que haga una ley fijando el interés máximo que pueden dar a los ahorradores por sus depósitos (curiosamente, el interés máximo que pueden cobrar los bancos por las cantidades prestadas a los ciudadanos no se establece por ley sino que queda sometido a las fluctuaciones de los mercados en los que se basan los índices de referencia) o si desea satisfacer los intereses de las aseguradoras basta redactar una ley que establezca unos baremos máximos de indemnización. En cambio la satisfacción parcial del interés de un grupo o el mantenimiento de la expectativa de que un interés será satisfecho en el futuro no puede ser tan transparente, por lo que para ello solo se puede acudir a medios no previstos en la ley y qué esta no puede prever.



            Así, un grupo que puede no ver satisfecho plenamente sus intereses puede verlo parcialmente a cambio de algún tipo de concesión que se le hace "por la puerta de atrás" con la que obtiene algún beneficio aunque sea a cambio de algún tipo de comisión en la esperanza de que más adelante la satisfacción tal vez pueda convertirse en plena.



            De esta forma, la corrupción política es directamente proporcional a la cantidad de intereses creados que no se pueden satisfacer plenamente.



            En realidad la corrupción política es una consecuencia, en gran medida lógica e inevitable, de los regímenes políticos occidentales en los que se afirma que se pretende gobernar para el pueblo pero realmente se gobierna para la satisfacción de los intereses particulares de unos grupos que, cercanos al poder, lo apoyan y lo promocionan. Solo un régimen político, en el que la participación ciudadana en el estado (no en los grupos políticos que aspiran alcanzar el poder sino en el estado mismo) sea constante y en el que el estado se constituya de abajo a arriba en virtud del principio de subsidiariedad por el cual "aquello que pueda hacer una unidad menor no debe ser realizado por una unidad mayor" quedando coronado por una institución plenamente independiente de cualquier grupo o interés puede garantizar la libertad de los individuos, los anhelos de los pueblos y una justicia libre de injerencias ajenas.

lunes, 12 de septiembre de 2016

MEJOR NO TENER GOBIERNO




La celebración de dos elecciones generales en menos de un año y la imposibilidad matemática de formar un gobierno estable que termine con la interinidad de nueve meses del actual gobierno en funciones, está provocando una serie de curiosas iniciativas  que denotan cierta estupidez en numerosos sectores y nerviosismo en los más interesados grupos.

            Desde las elecciones del 20 de Diciembre, no se ha constituido un gobierno estable existiendo solamente un "gobierno en funciones". No obstante, el país ha seguido funcionando: la policía ha seguido deteniendo a malhechores, los jueces han continuado dictando sentencias, los pensionistas y funcionarios han seguido cobrando sus pensiones y sueldos, los impuestos se han seguido cobrando, etc... así pues ¿En qué afecta de forma inmediata la ausencia de gobierno?.

            A corto plazo la ausencia de gobierno no afecta en nada a los ciudadanos ya que los presupuestos se prolongaran y como los últimos aprobados por el gobierno del Partido Popular tenían cierto carácter electoralista por lo que eran moderadamente extensivos en nada se verán afectados los ciudadanos de forma inmediata. Ahora bien, si la situación se prolongara más de dos años, entonces ciertamente se empezara a notar esa ausencia de gobierno ya que la prolongación continuada de los presupuestos generales más allá de dos años consecutivos generará entre la población, y especialmente entre los que cobran directamente del estado (funcionarios y pensionistas), una pérdida de poder adquisitivo así como un deterioro de las infraestructuras públicas al no establecerse incrementos ni modificaciones en las distintas partidas presupuestarias.

            La única lectura a la que nos lleva la fragmentación del panorama parlamentario y la continuada imposibilidad de llegar a acuerdos entre las distintas fuerzas políticas para formar gobierno es que la sociedad española se encuentra gravemente dividida lo que hace que los políticos que representan los distintos grupos de esa división social se encastillen en posiciones irreductibles por miedo a perder apoyos entre la opinión pública. Muy posiblemente España se encuentra, en estos momentos, afrontando su mayor crisis política de los últimos ochenta años y ello es debido a que, por quienes correspondía hacerlo, no se ha sabido hacer una política constructiva con la finalidad de crear un país y una sociedad que superase verdaderamente los traumas del pasado ejercitándose la acción política con la exclusiva finalidad de llegar al poder y servirse de él, lo cual hizo de la política una mera fábrica de creación de intereses que se han terminado imponiendo a cualquier otra consideración, siendo esos "intereses creados", y no el bien común, los que determinan las distintas políticas en nuestro país.

Los últimos fracasos protagonizados por el Sr. Rajoy para formar gobierno han hecho que entre la ciudadanía hayan surgido distintas iniciativas, como la propuesta de que los diputados y senadores no cobren su sueldo hasta que no lleguen a un acuerdo, que demuestran una ingenuidad sin precedentes rayana con la estupidez, en primer lugar porque tal iniciativa denota un deseo irrefrenable de que se forme gobierno a cualquier precio sin importar que clase de gobierno sea y, en segundo lugar, un gobierno formado bajo esa coacción de privar del sueldo a sus señorías mientras no lleguen a acuerdos sería, en puridad lógica, un gobierno formado por el solo acuerdo de seguir cobrando y ¿Qué clase de gobierno sería un gobierno así?.

            Por otra parte, las élites económicas mundiales a través del Eurogrupo reunido en Bratislava ya han manifestado su inquietud  por la prolongación del gobierno en funciones porque desean que se constituya un gobierno para imponerle condiciones que solo pueden suponer recortes e incrementos de impuestos ya que el endurecimiento del impuesto de sociedades anunciado por el Ministro de Economía español, Luis de Guindos, no ha satisfecho a las ávidas instituciones europeas, las cuales han afirmado que  "los problemas siguen ahí" y han amenazado con congelar los más de mil millones de euros de fondos europeos destinados a nuestro país. En este caso nos encontramos con aquellos que desean que se constituya un gobierno porque están nerviosos de ver que el tiempo pasa y el pago de la deuda y la reducción del déficit peligra o, cuando menos, se retrasa demasiado.

            Evidentemente, España necesita un gobierno, pero ni un gobierno cualquiera ni un gobierno a cualquier precio. Los españoles no pueden ni deben conformarse con un gobierno que, como los de hasta ahora, solo sirva para justificarse a sí mismo y a unas instituciones políticas cuya decadencia ya resulta más que evidente porque ello no resolverá los problemas de los ciudadanos y tampoco deben ni pueden conformarse con un gobierno cuya única finalidad sea la de transponer unas normas emanadas en Bruselas y someterse a los dictados de los poderes financieros y económicos porque eso no sería más que un gobierno de ocupación con idéntica legitimidad a los gobiernos de Laval y Darlan.

            Los españoles necesitan un gobierno que afronte todos los distintos males que padecen y cuya conjunción es esta gran crisis que hoy les amenaza para que desarrolle una auténtica política de regeneración del país, no de las instituciones políticas, por la que tanto clamaron nuestros intelectuales de la Generación del 98.  Un gobierno que, entre otras cosas, prime lo social sobre lo económico, lo común sobre lo individual, lo políticamente necesario sobre lo políticamente correcto y lo humano sobre lo administrativo y mientras que los individuos que hoy acomodan sus ilustrísimos traseros en los acolchonados escaños de las instituciones parlamentarias sigan acomodándolos no es de esperar que surja un gobierno que presente estas imprescindibles características, así que resulta mejor y más provechoso la certeza de no tener gobierno a la segura posibilidad tener otro mal gobierno.