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lunes, 24 de octubre de 2016

POLITICA Y SALUD MENTAL



Asombrosos e impactantes resultan los acontecimientos acaecidos en nuestro país en la última semana que desde luego ponen de manifiesto que la sociedad y la política española empiezan a mostrar preocupantes síntomas de relevancia psicológica o, incluso, psiquiátrica que deberían hacernos reflexionar a todos.

            En 1993, Felipe González fue abucheado en la Universidad Autónoma de Madrid por un numeroso grupo de estudiantes a causa de los escándalos de corrupción que en esos momentos salpicaban al Partido Socialista Obrero Español todavía en el gobierno. 1993 era el año de los tres millones de parados y la juventud estudiantil que había acudido al acto del entonces Presidente del Gobierno era una juventud que se veía gravemente afectada en su futuro por las políticas que venía desarrollando el gobierno socialista por lo que su protesta tenía un sentido y respondía a una lógica indignación y preocupación. Ahora bien, de aquello ha pasado casi un cuarto de siglo, en el país existen cinco millones de parados y, sobre todo, un empobrecimiento progresivo de la población dimanante del hecho real y objetivo de que la obtención de un puesto de trabajo empieza a no ser garantía de integración social y Felipe González, esta vez en compañía del director de PRISA, José Luis Cebrián, ha vuelto a la Universidad Autónoma de Madrid donde se ha repetido el abucheo siendo lo más llamativo que, lejos de ser el derrocamiento del Secretario General de PSOE, Pedro Sánchez; el motivo del abucheo ha sido su hipotética participación en el entramado de los GAL, asunto juzgado hace ya casi veinte años.

            Asimismo, con motivo de una exposición sobre la Guerra Civil de 1936 a 1939, en Barcelona se ha exhibido públicamente en la calle una estatua ecuestre de un General Franco decapitado que ha provocado fuertes protestas ciudadanas produciéndose varios actos que de haberse producido sobre la estatua de algún que otro hispánico espadón, como por ejemplo la estatua ecuestre de Espartero, habrían sido calificadas por la autoridad de vandalismo, desórdenes públicos o daños y habría provocado la inmediata acción policial y judicial con la imposición de las correspondientes penas e indemnizaciones.

            También, y en la misma semana, en Madrid, con motivo de la inauguración en la madrileña calle de Budapest de un monumento a la rebelión húngara de 1956, un nutrido grupo de jóvenes ha increpado a la señora alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, con gritos de "fascista" al considerar que acudía a un acto de exaltación del fascismo.

            Finalmente, y no menos sorprendente, resulta que la noticia cultural y editorial más relevante de la semana no haya sido el último premio Planeta fallado hace unos días sino que un libro de dudoso gusto y más dudosa credibilidad titulado "España, con dos cojones" escrito por el polémico Youtuber Álvaro Ojeda se haya convertido en un éxito de ventas en nuestro país.

            Todos estos acontecimientos presentan unos rasgos comunes que son sintomáticos de algo que no es bueno, es decir, de algo que es malo o muy malo. No se trata del mal gusto generalizado de exaltar al parnaso de la literatura patria a un vociferante y chabacano youtuber como si fuera un Francisco de Quevedo en pugna con un Conde Duque de Olivares, no se trata de denunciar la ignorancia masiva de aquellos que consideran fascistas a los revolucionarios húngaros de 1956 cuando el gobierno de aquella revolución estaba presidido un comunista, Imre Nagy, veterano revolucionario marxista que participó en el gobierno de Bela Kun de 1919 y tampoco se trata de afirmar que no existe valor alguno en sacar pecho ante los iconos sin cabeza de dictadores muertos siendo propio de hombres incultos y pueblos atrasados el creer que destruyendo las piedras modifican en algo la historia. No, no se trata de eso.... la cuestión es mucho más grave y se centra en el hecho de que la inmensa mayoría, por no decir todas, de las personas que han participado en estas, llámense, protestas no han vivido ni sufrido la época de los GAL, ni la época Franquista, ni el levantamiento húngaro de 1956, ni la "quema de conventos" de la II República (y de antes también, que antes también los hubo).
           
            Estamos en un momento donde se manifiesta abiertamente el resurgimiento de los viejos odios ancestrales en las jóvenes generaciones que no tienen razones empíricas ni vitales para tenerlos, estamos asistiendo al surgimiento de una bipolarización política que, en sustitución del viejo bipartidismo, amenaza con convertirse, si es que no se ha convertido ya, en un bifrentismo irreconciliable. Estamos asistiendo, en definitiva, a una situación sociológica donde la historia ha dejado de existir porque el pasado se ha vuelto presente y hay un deseo masoquista de continuar luchando en las terminadas guerras del ayer ignorando suicidamente los retos que nos plantea el porvenir. Hoy, el odio, la confrontación y el guerra civilismo está más presente y vivo que hace cuarenta años cuando aún eran millones los que habían sufrido en sus propias carnes la guerra, el exilio, la prisión y la represión durante la dictadura haciéndose inevitables las preguntas de ¿Como se ha llegado a esto? ¿Quién ha fomentado esto? ¿Por qué se ha permitido? ¿Es un problema de educación o una cuestión de salud mental? ¿Esto es fruto del mal hacer de un grupo reducido de políticos ambiciosos y sin escrúpulos o es consecuencia de un trastorno de la personalidad colectiva de todo un pueblo?

            De seguir así, en breve tiempo volverán a tomar sentido, en su pleno dramatismo, aquellas palabras de García Lorca contenidas en su obra "Bodas de Sangre":  "Aquí hay ya dos bandos. Mi familia y la tuya. Salid todos de aquí. Limpiarse el polvo de los zapatos. Vamos a ayudar a mi hijo. Porque tiene gente; que son sus primos del mar y todos los que llegan de tierra adentro. ¡Fuera de aquí! Por todos los caminos. Ha llegado otra vez la hora de la sangre. Dos bandos. Tú con el tuyo y yo con el mío". 

martes, 18 de octubre de 2016

GRACIAS, INGLATERRA



Hace unas semanas, y con motivo del Brexit, el gobierno español, que preside ese gran español y mejor estadista que es don Mariano Rajoy Brey, reiteró a la Gran Bretaña la propuesta, que ya hiciera hace años otro gobierno popular, esa vez presidido por ese otro lumbreras carpetovetónico que es don José María Aznar, de compartir la soberanía de Gibraltar. Evidentemente, el gobierno británico rechazo esa propuesta con lo que nos ha hecho a todos los españoles un inmenso favor porque la cosoberanía propuesta por el gobierno español no es más que un reconocimiento jurídico de la soberanía británica sobre un territorio español ocupado.

            Durante la Guerra de Sucesión Española de 1701 a 1713 una flota británico-holandesa ocupó militarmente el Peñón de Gibraltar el 4 de Agosto de 1704 en nombre del pretendiente austriaco dando la alternativa a la población autóctona de la ciudad de Gibraltar, que estaba compuesta por unos siete mil habitantes,  de prestar juramento de fidelidad al pretendiente austriaco o marcharse, optando dicha población por marcharse y fundar el actual pueblo de San Roque cuyo nombre completo es el de "Muy noble y más leal ciudad de San Roque, donde reside la de Gibraltar". A pesar de los intentos militares por recuperar la roca los británicos la mantuvieron en su poder hasta la firma del Tratado de Utrecht en 1713 en virtud del cual el Peñón de Gibraltar, su ciudad y su ciudadela pasaban a manos británicas sin que se le reconocieran aguas jurisdiccionales e imponiéndosele la prohibición de comunicación con el resto de la península, así como la obligación de la Gran Bretaña de devolver el peñón a España si alguna vez renunciara a él. A pesar de varios intentos militares por recuperar la roca, todos ellos infructuosos, el Peñón continuo siendo británico pero en ningún caso el istmo que lo une a la península, que quedaba como territorio neutral. A mediados del Siglo XIX y a principios del Siglo XX los británicos extendieron el territorio de Gibraltar ocupando parte del istmo, el cual no fue cedido en el tratado de Utrecht, construyendo en el mismo el aeropuerto de la colonia durante los años treinta del siglo pasado. En 1968 la Resolución 2429 de la XVIII Asamblea General de Naciones Unidas pedía al Reino Unido –como potencia administradora– que pusiera fin a la situación en Gibraltar antes del 1 de octubre de 1969, lo que implicaba su reintegración a España. Ante el continuado incumplimiento de esta resolución el gobierno franquista, en aplicación estricta del Tratado de Utrecht, acuerda el cierre permanente de la verja fronteriza con Gibraltar en Diciembre de 1969 reabriéndose nuevamente a finales de 1982 por ser una de las condiciones impuestas por Europa para qué España fuera admitida en la Unión Europea.

            Esta es brevemente la historia de la ocupación británica de Gibraltar hasta nuestros días la cual hace que en la actualidad nos encontremos con los siguientes hechos jurídicamente relevantes que no se pueden ni se deben ignorar:

Véase la expansíón gibraltareña sobre el istmo y sobre la bahía
            1º. La existencia de un tratado internacional, el Tratado de Utrecht, en virtud del cual España cede a la Gran Bretaña el territorio integrado exclusivamente por el Peñón de Gibraltar y la ciudadela y ciudad situados en el mismo, sin cesión alguna de aguas territoriales y con la prohibición de que entre la roca y el resto de la península exista comunicación alguna así como el establecimiento de la obligación de Gran Bretaña de reintegrar el Peñón a España si alguna vez dejase de ejercer soberanía sobre él.

            2º. La comisión por parte de la Gran Bretaña de una acción genocida al obligar a la población autóctona de la ciudad a abandonar su ciudad. Recordemos que según la ONU y el vigente Código Penal Español el "desplazamiento forzoso de grupos humanos" constituye delito de Genocidio.

            3º. La ocupación de facto por parte de la Gran Bretaña de buena parte del Istmo que une Gibraltar con el resto de la Península y en el que se ha construido el actual aeropuerto.

            4º. La existencia de varias resoluciones de la ONU que obligan a la Gran Bretaña a negociar con España la reintegración de Gibraltar a la soberanía española.

            Siendo estos los presupuestos jurídicos existentes, la intención del gobierno español de que la Gran Bretaña acepte la cosoberanía de la colonia británica de Gibraltar conllevaría la liquidación jurídica del Tratado de Utrecht y de las resoluciones de la ONU sistemáticamente incumplidas por la Gran Bretaña y su sustitución por otro tratado internacional bilateral.

              Ahora bien, ese hipotético nuevo tratado internacional bilateral entre la Gran Bretaña y España en el que se acordase esa cosoberanía sobre el Peñón, su puerto y, sobre todo, su aeropuerto conllevaría lógica y, al menos, tácitamente el reconocimiento "de iure" por parte España de la ocupación ilegal del istmo y la posesión de aguas jurisdiccionales por parte de Gibraltar con lo que el gobierno español estaría cediendo territorio marítimo y terrestre a una potencia extranjera ignorando por completo la "soberanía nacional" y la "integridad territorial" con la que tanto se llena la boca cuando habla de Cataluña. Este reconocimiento "de Derecho" de la ocupación del Istmo y de aguas territoriales por parte de España se manifestaría muy veladamente con motivo de dos situaciones: 

            1º. Gibraltar y Gran Bretaña tendrían derecho, lógicamente, a usar la totalidad de las aguas de la Bahía de Algeciras para introducir y sacar mercancías del puerto de Gibraltar, reconociéndose por tanto legalidad internacional al dique construido por los gibraltareños para apropiarse de una parte de las aguas de la mencionada bahía.

             2º. Si Gran Bretaña accede a la cosoberanía de Gibraltar y especialmente de su aeropuerto es porque, en puridad lógica, existiría una previa aceptación y reconocimiento por parte de España de la soberanía legal y legítima del territorio donde está instalado dicho aeropuerto.

            La relación política y diplomática sobre la cuestión de Gibraltar debe moverse dentro de los estrictos márgenes legales impuestos por el Tratado de Utrecht y las resoluciones de la ONU. Ningún gobierno español tiene derecho a hacer decaer la reivindicación de la soberanía plena sobre Gibraltar ni a ceder un milímetro de territorio fronterizo a la colonia y por supuesto todo gobierno español tiene el deber de defender el derecho de los ciudadanos españoles desplazados forzosamente que hoy viven en San Roque.

            Si a lo largo de la historia, la casta política española ha pensado poco o nada, que hagan el favor de no ponerse a pensar ahora sobre la cuestión de Gibraltar. Si el Brexit se lleva a efecto, la frontera con Gibraltar será una frontera extracomunitaria y, por tanto, debe de dársele el tratamiento correspondiente volviendo a cerrar la verja en estricta aplicación del Tratado de Utrecht, haciendo las inversiones necesarias en el Campo de Gibraltar para paliar las consecuencias económicas que tal medida política pueda acarrear en la zona y recordando que, además de los ciudadanos españoles del Campo de Gibraltar, hay varios centenares de miles de españoles que viven y trabajan en la Gran Bretaña que también pueden verse afectados por el Brexit por los que parece que el Gobierno se toma menos preocupaciones.

            El Gobierno del Sr. Rajoy debería ir tomando desde ya medidas para paliar las consecuencias económicas que el Brexit puede tener sobre los trabajadores españoles residentes en Gran Bretaña así como sobre el Campo de Gibraltar en vez de ir haciendo grotescas propuestas a potencias extranjeras que solo pueden explicarse por el padecimiento de una profunda idiocia o por oscuros y beneficiosos intereses que tal vez tengan algunos importantes españoles residentes en la Gran Bretaña.

sábado, 15 de octubre de 2016

DISCURSO DE DON CARLOS JAVIER DE BORBÓN PARMA EN BARCELONA




Amigos, carlistas, Anna María:

Nos encontramos de nuevo con motivo de la Presentación de mi hijo Carlos Enrique. Veo que es una buena ocasión también para recordar a una Familia que tiene mucha responsabilidad ante la Historia y que es ejemplo de lucha. Empezando por mi bisabuelo Don Roberto, Infante de España, que fue el último Duque reinante de Parma, que desafortunadamente sufrió el asesinato de su padre, y que participó en la Tercera Guerra Carlista. También ha sido una vida trágica la de mi abuelo Don Javier, que después de jugar un papel fundamental en los inicios de la Guerra Civil sería expulsado por Franco de España. En la Segunda Guerra Mundial fue detenido y encerrado por los nazis en el campo de concentración de Dachau. Durante los años 50 mi padre Don Carlos Hugo vino a España y, con la colaboración de los jóvenes carlistas de la AET, empezaría una nueva etapa a partir del Montejurra 57. Aquel acto fue impresionante, algunos estuvisteis presentes, y todavía lo podéis recordar bien.

            Don Carlos Hugo, junto con mi abuelo y mis tías, abordó los tiempos que venían, asumiendo desafíos como la construcción democrática o la unidad europea. El Montejurra de cada año se convirtió en el destino de nuestra Familia hasta que fue expulsada otra vez por Franco. Yo nací en el destierro, y a los pocos días mis padres y mis abuelos me llevaron al castillo de Lignières, en Francia. Allí Don Javier me levantó en brazos y, mirando fijamente a los carlistas que habían venido, solemnemente dijo: “Aquí tenéis a Carlos Javier, estará con vosotros como lo estuvisteis con sus padres y abuelos, con los Reyes de la Dinastía”. Yo no lo recuerdo pero me lo han contado, pues bien ahora os diré como os dije en la Iglesia, cuando levanté a Carlos Enrique, que dentro de unos años él estará con vosotros como yo lo he estado, mientras intento ayudar a resolver las dificultades ante las que nos encontramos. ¿Cuales son, en nuestro tiempo?

            Los asuntos que más nos interesan son la justicia social dentro y entre los diferentes países, la cual no puede ser entendida actualmente sin implementar la sostenibilidad ambiental. Ante la problemática del cambio climático, que siempre me ha interesado, sobre todo profesionalmente, todavía hay muchos ciudadanos que prefieren mirar hacia otro lado. Sin embargo se trata de un fenómeno que influye directamente en todos los ámbitos, por ejemplo los procesos de desertificación conllevan la emigración de diversas poblaciones, lo cual a su vez arrastra inevitables consecuencias de tipo económico, social y político. Hoy en día tenemos en el mundo sesenta y cinco millones de refugiados, y no sabemos qué hacer con ellos. Si el nivel del mar sube veinticinco centímetros tendremos  más de doscientos cincuenta millones de refugiados. Y si no sabemos qué hacer con sesenta y cinco millones, ¿qué vamos a hacer con doscientos cincuenta millones? ¿Cómo responder a esto? Hay que hacer algo para que no emerja tal problema. En casi todos los campos de nuestra sociedad tenemos la posibilidad, y lo sabemos, de hacer algo en nuestro día a día.

            En treinta años, o tal vez antes, Carlos Enrique me va probablemente a plantear, como todos los niños de nuestras familias nos van a plantear: “¿Papá, sabías de esto?, ¿sabías que estábamos devorando la Tierra y destruyendo el ecosistema?, ¿sabías que algunos se enriquecían con este problema, pero que al final todos tendremos que pagar por la solución? Tendré que decir: “Sí, lo sabía”. A continuación me preguntará: “¿Qué has hecho para resolver este problema? Yo os pido ahora ayuda a todos vosotros para caminar hacia una solución, para mejorar el mundo, y no solamente en el aspecto climático, porque actualmente el desarrollo sostenible y la justicia social no pueden ser concebidos como dos cuestiones independientes. Y la justicia social, que es más importante que nunca, es la única garantía de las libertades políticas.

            No debemos olvidar que nuestro destino es europeo, pero la Europa que queremos tarda en llegar. Todos conocéis el problema y los efectos del Breixit en Gran Bretaña. Nosotros debemos de evitar la reaparición de cualquier clase de nacionalismo excluyente.

            Y esto espero que sea la vía del futuro. Trataré de educar a Carlos Enrique para ayudar en este camino y espero que vosotros estéis, como siempre, detrás de nosotros.