Páginas

sábado, 26 de noviembre de 2016

LA INFANTA DOÑA MARIA TERESA PRESENTARÁ UNA NOVELA SOBRE EL GENERAL CABRERA



            El próximo 1 de diciembre, jueves, a las 19.00 horas se presentará una novela ambientada en el exilio londinense de Ramón Cabrera. El acto se celebrará en el Centre Cultural Blanquerna, de Madrid (Calle Alcalá, 44).

            La autora del texto, Conxa Rodríguez Vives, es una periodista valenciana nacida en  Morella, que ya había escrito con anterioridad una biografía que recoge los últimos años del General Cabrera: Ramón Cabrera a l’exili (Editorial Serrador, 1989). En su nuevo libro retoma, ésta vez desde la ficción, el proceso de evolución personal que vivió el antiguo Tigre del Maestrazgo después de su participación en la Segunda Guerra Carlista.

            En el texto de la novela Piano a cuatro manos (Ediciones Oblicuas, 2015) hay, según su autora, un ochenta por ciento de rigor histórico y un veinte por ciento de pura ficción. La figura del antiguo guerrillero, así como el propio  Carlismo, aún constituyen realidades complejas que resultan difíciles de explicar, al menos para ciertos sectores de la historiografía y de la intelectualidad. Tal vez por ello siempre están en revisión y siguen interesando.

            La presentación de la obra correrá a cargo de la Infanta Doña María Teresa de Borbón Parma y del periodista morellano don Manuel Milián Mestre.

lunes, 21 de noviembre de 2016

TÓPICOS ERRÁTICOS SOBRE LA POLÍTICA NORTEAMERICANA


El Asno, símbolo del Partido Demócrata Norteamericano

La enorme expectación que desde siempre despiertan las elecciones presidenciales norteamericanas en el mundo resulta muy lógica y se explica por la decisiva influencia que tienen los Estados Unidos de América en la política y en la economía mundial. No obstante, la aparente bipolarización política norteamericana entre Demócratas y Republicanos hace que los ciudadanos españoles que asisten como meros espectadores a los comicios electorales norteamericanos tengan sus preferencias en los mismos según y conforme sean sus preferencias políticas en España, trasponiendo sin más las condiciones políticas españolas a las condiciones políticas norteamericanas e incurriendo en una serie de tópicos erráticos que no dejan de poner de manifiesto la gran ignorancia de lo que es la política y la historia estadounidense.

            La base de la errónea apreciación que de la política norteamericana tienen los europeos en general y los españoles en particular parte de la falsa creencia de que la política interior estadounidense está condicionada, al igual que la española y  europea, por una bipolarización Izquierda/Derecha, cuando realmente en Estados Unidos no existe esa bipolarización política porque los dos únicos grandes partidos que presentan candidatos a las elecciones presidenciales  con verdaderas posibilidades de ganarlas, el Partido Demócrata y el Partido Republicano, son simplemente dos marcas distintas para una misma política: la política liberal capitalista anglosajona.

            Partiendo del error de la bipolarización política Izquierda/Derecha en Estados Unidos, el espectador europeo en general y español en particular tiene la imperiosa necesidad de situar a cada uno de los partidos políticos norteamericanos dentro del polo político correspondiente adjudicándole sin argumento alguno y solo por puro desarrollo lógico de un razonamiento erróneo el papel de partido de derecha o de partido de izquierda. Así, por puro y simple convencionalismo carente de argumentación racional alguna, el Partido Demócrata resulta ser el "Partido de Izquierdas" de Estados Unido mientras que a su antagonista el Partido Republicano se le considera como un "Partido de Derechas".

            Desde 1801, Estados Unidos estuvo gobernado por un partido político denominado "Partido Demócrata Republicano de los Estados Unidos"  hasta que en 1824 el héroe de la guerra anglo-norteamericana de 1812 y fracasado candidato a la presidencia norteamericana en las elecciones de ese año, Andrew Jackson, decidió encabezar una escisión de dicho partido creando por todos los estados y territorios las bases para la fundación de un nuevo partido que en 1829 le llevaría a la presidencia y que en 1834 tomaría el nombre definitivo de "Partido Demócrata". Por su parte los restos del "Partido Demócrata Republicano de los Estados Unidos" se reorganizaron y en marzo de 1854 se refundaron en lo que ya se llamó el "Partido Republicano". Así pues, tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano son dos facciones de un mismo partido común que se separaron no por ninguna diferencia ideológica y que en ningún caso representaba la existencia un ala izquierdista y un ala derechista.

            Por motivos desconocidos, en Europa y especialmente en España  se identifica al "Partido Demócrata Norteamericano", con la izquierda mientras se considera al "Partido Republicano" de derechas. 
                            
El Elefante, símbolo del Partido Republicano Norteamericano


           No obstante, es de indicar que originariamente el "Partido Demócrata" fue activamente partidario de la esclavitud en los estados del Sur, mientras que en el Norte adoptó una posición contemporizadora con el esclavismo. Asimismo, en la segunda década del Siglo XX, el segundo Ku Klux Klan surgido en 1915 fue tan influyente en el "Partido Demócrata" que la convención de este partido celebrada en Nueva York en 1924 con motivo de la elección de candidato a las presidenciales de ese año es conocida como la "Convención Klanbake" dada la enorme presencia de delegados demócratas  que pertenecían al Klan y que bloquearon dicha convención hasta que el gobernador católico de Nueva York, Al Smith, retiro su candidatura a la nominación demócrata (1). Finalmente, es de recordar que fueron los presidentes demócratas Wilson y Roosevelt quienes, a pesar de haber sido reelegidos por la promesa de mantener a Estados Unidos al margen de las dos guerras mundiales, llevaron a cabo una importante labor para convertir a la opinión pública norteamericana en favorable a la intervención bélica, que corresponde a un presidente demócrata, Harry S. Truman, el dudoso mérito de haber lanzado dos bombas nucleares contra dos poblaciones y que fue el presidente demócrata Kennedy quien dispuso el embargo contra la Cuba revolucionaria, organizó el desembarco de Bahía Cochinos y comenzó la intervención norteamericana en Vietnam. Con estos antecedentes, resulta muy difícil entender el por qué la izquierda europea y española  se considera más partidaria de los demócratas que de los republicanos norteamericanos.

            Por su parte el primer presidente norteamericano del "Partido Republicano" fue Abraham Lincoln que, como todo el mundo sabe, introdujo en la Constitución Norteamericana la Decimo Tercera Enmienda en virtud de la cual se abolió y prohibió la esclavitud. Asimismo, fue el  presidente republicano Eisenhower quien inició la lucha contra la segregación racial en los Estados Unidos llegando a firmar el 6 de Septiembre de 1957 la Ley de Derechos Civiles y otro presidente republicano, Richard Nixon, culminó la política contraria a la segregación racial, puso fin a la guerra de Vietnam y mejoró notablemente las relaciones diplomáticas, rebajando la tensión, con la China comunista. Evidentemente, con estos antecedentes ignoramos por qué razón fuera de Estados Unidos se considera al "Partido Republicano" como un partido de "derechas".

            La política norteamericana carece de la bipolarización Izquierda/Derecha existente en Europa, está dirigida en exclusiva a satisfacer los intereses norteamericanos y por ello es totalmente pragmática careciendo de cualquier hipoteca ideológica y no guardando fidelidad a ninguna doctrina o filosofía política que no sirva a los intereses norteamericanos. Estados Unidos defenderá la democracia o no, la libertad o la represión, el libre comercio o el proteccionismo, apoyará a dictadores o a líderes revolucionarios según lo que le interese en cada momento (2).

            Mientras en España y en el resto de Europa se siga interpretando la política interna norteamericana como una pugna entre "derechas e izquierdas", entre "progresistas y conservadores", no se conseguirá nunca interpretarla adecuadamente  ni calcular su verdadero alcance resultando los ciudadanos del Viejo Continente decepcionados siempre por la política exterior norteamericana cuando no, simplemente, gravemente perjudicados.










(1) Con motivo del estreno de la película "El Nacimiento de una Nación" que influyó decisivamente en la revitalización del Ku Klux Klan en 1915, el presidente demócrata Woodrow Wilson llegó a afirmar que "Los hombres blancos fueron provocados por un mero instinto de supervivencia... hasta que finalmente surgió un gran Ku Klux Klan, un verdadero imperio del sur, para proteger al territorio sureño".

(2) Al hablar de Eisenhower como el presidente norteamericano que inició la lucha contra la segregación racial y firmó la Ley de Derechos Civiles, no podemos omitir el hecho de que anteriormente había sido general del ejército estadounidense y fue precisamente en el seno del ejército norteamericano donde surgió la idea de acabar con la segregación racial a causa de que dicha segregación generaba una duplicidad de gasto al requerirse en cada base militar una zona para blancos y otra para negros con todos los equipamientos adecuados. Dicha duplicidad absurda de gasto generaba menos inversión en equipamiento militar por lo que la oposición a la segregación racial en el seno de la institución militar norteamericana obedecía en exclusiva a un interés práctico y no a cualquier filosofía sobre la igualdad de los seres humanos.

lunes, 14 de noviembre de 2016

TRUMP TRIUMPH




            La semana pasada, contra todo pronóstico, los electores norteamericanos se decantaron democráticamente a favor de que el controvertido multimillonario y empresario inmobiliario Donald Trump sea el próximo Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica lo que ha despertado ciertas suspicacias y temores en todos los sectores políticos del mundo que, una vez más, demuestran la total ignorancia de la política e incluso de la historia estadounidense.

            Ni el triunfo de Barak Obama en las elecciones presidenciales del 2008 suponía "un fenómeno cósmico de conjunción de planetas" que iba a cambiar el mundo a favor de un excelso progresismo, ni la victoria de Donald Trump va a suponer grandes cambios en la política interior y exterior de los Estados Unidos.

            Recordemos que, a pesar de las promesas electorales realizadas en dos campañas presidenciales, la política exterior de la administración Obama ha mantenido tropas en Irak y Afganistán, no ha cerrado Guantánamo, ha intervenido en Oriente Medio y en el Magreb posiblemente estando detrás de las famosas "Primaveras Árabes" y de los desastres políticos y humanitarios de Libia y Siria y ha tensado las relaciones de la OTAN con Rusia hasta el extremo de llevar al mundo al borde de una segunda Guerra Fría. En definitiva, ha continuado con la política que todas las administraciones norteamericanas han ejecutado desde Harry S. Truman.

            Por su parte, las promesas electorales de Donald Trump entroncan directamente con la tradición política norteamericana del "Aislacionismo" y del "Destino Manifiesto".

            Las afirmaciones de Trump sobre que va a reducir el gasto militar y las aportaciones económicas a la OTAN, que por otra parte deberían llenar de entusiasmo al progresismo europeo, se basan en las viejas teorías del aislacionismo norteamericano cuyo fundamento doctrinal quedaron plasmadas en distintos documentos de los primeros presidentes norteamericanos que se sintetizan en dos frases concretas: "Deseamos  paz, comercio, y amistad honesta con todas las naciones, sin forjar alianzas con ninguna" (Thomas Jefferson) y "En las guerras entre europeos, en asuntos que sólo les conciernen a ellos, nunca hemos participado, porque no corresponde a nuestra política. Sólo cuando nuestros derechos se vean dañados, o seriamente amenazados, será cuando nos resentiremos de nuestras heridas y haremos los preparativos para nuestra defensa" (James More).

            No obstante, a pesar de todo su aislacionismo, Estados Unidos no ha dejado de intervenir en el mundo, en primer lugar porque el "Aislacionismo" no se entiende sin la doctrina del "Destino Manifiesto" y en segundo lugar porque las grandes crisis mundiales siempre terminaron afectando de una u otra forma a los intereses económicos estadounidenses hasta el extremo de que los Presidentes más aislacionistas del Siglo XX, Wilson y Roosevelt, no solo terminaron interviniendo en las dos Guerras Mundiales a pesar de haber sido reelegidos tras prometer que mantendrían a Estados Unidos al margen del conflicto bélico sino que además llevaron una política interior tendente a cambiar radicalmente la opinión pública para convertirla en favorable a la entrada en guerra.

Observese el mapa y se comprobará que el deseo de USA ha sido convertir México en un estado centro europeo
Por su parte, la doctrina del "Destino Manifiesto", que tiene su origen en el puritanismo y que curiosamente nadie ha tachado de racista, se basa en la idea defendida por el periodista Jonh L. Sullivan en el artículo "Anexión" publicado por la revista "Democratic Review" de Nueva York en 1845 según la cual "El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino". Fue la doctrina del "Destino Manifiesto" la que amparó la Guerra con México en 1846, la anexión del cincuenta y cinco por ciento del territorio Mexicano entre 1847 y 1855, la Guerra contra España en 1898 y todas las intervenciones en la América Hispana durante el siglo XX. La doctrina del "Destino Manifiesto" completa y desarrolla la anterior "Doctrina Monroe" en virtud de la cual no se debe permitir ninguna intervención no americana en América y que se sintetizada en la frase "América para los Americanos", la cual en realidad quiere decir "toda América para nosotros, los estadounidenses".

            Si analizamos estas doctrinas políticas clásicas de Estados Unidos vemos claramente la existencia de semejanzas con el discurso de Trump. El candidato Donald Trump afirma querer replegarse de los puntos conflictivos del planeta, a pesar de que ha sido, Estados Unidos, el causante de esos conflictos; considerando que la mayor intervención en América de potencias extra-americanas consisten en intervenciones económicas aspira a poner barreras arancelarias a los productos procedentes del extranjero, sobre todo a los asiáticos, que obligarán a numerosas empresas norteamericanas a regresar su producción a territorio estadounidense y reducirá la enorme inversión china, japonesa y Coreana en Norteamérica; afirma desear tener excelentes relaciones de colaboración con Rusia pretendiendo en el fondo entorpecer las relaciones Ruso-Chinas y, finalmente, su posición respecto a México no es más que una manifestación burda de las viejas aspiraciones norteamericanas, ya expresadas por Sam Houston en 1848, de convertir a México en un estado centroamericano, aspiración que no se cumplió gracias a la gran crisis interior estadounidense que supuso la Guerra Civil Norteamericana (1861-1865).

            Donald Trump no es un fenómeno extraño en la política estadounidense, por el contrario es un fenómeno común, de genuino sabor americano, que tan solo se diferencia de su contrincante electoral en su incontinencia verbal y en su falta de finos modales a la hora de expresar lo que su oponente demócrata ha demostrado que también piensa como quedó demostrado en su etapa de Secretaria de Estado de la administración Obama (¿Acaso Obama ha derribado el muro existente entre México y USA?).  El que la victoria de Donald Trump haya sido acogida con tanto temor como con tanta ilusión fue acogida el triunfo de Obama se debe a los claros errores europeos que identifican la política norteamericana con la libertad política y a las infantiles y erráticas percepciones europeas que tienden a identificar al Partido Demócrata con la izquierda y el progresismo y al Partido Republicano con la derecha y la reacción cuando no es realmente así porque ambos partidos son puramente pragmáticos y cada uno de ellos será progresista o reaccionario según la política que les interese seguir en cada momento concreto para mejor servicio de sus intereses particulares.