El
caso del curso de postgrado, Master en odioso anglicismo, de la Presidenta de
la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, está alcanzando unas cuotas de lo
más kafkiano e irrisorio en donde lo más grave ya no es ni la falsedad ni la
mentira sino el firme convencimiento de nuestra casta política de que los
ciudadanos que no pertenecemos a su aristocrático estamento somos tontos.
Lo último ha sido lo manifestado el
lunes pasado por la interesada de que renunciaba a su titulo de Master, que no
al de "Commander", a pesar de que lo que se la ha pedido insistentemente
desde los grupos de la oposición en la cámara autonómica es precisamente esto
último, es decir que renuncie a la Presidencia de la Comunidad.
En realidad, la todavía Presidenta
de la Comunidad de Madrid no puede renunciar a su título de Master porque, si
son verdad las informaciones aparecidas sobre el tema, no lo tiene y nadie
puede renunciar a lo que no tiene y si, por el contrario las informaciones son
erróneas, nadie puede renunciar unilateralmente a las titulaciones académicas
legal y legítimamente adquiridas. Por ejemplo, las decenas de miles de
ciudadanos españoles que son Licenciados en Derecho y no ejercen de abogados ni
desarrollan trabajo alguno que guarde relación con las ciencias jurídicas no
han renunciado a su titulación de "Licenciados en Derecho",
simplemente no hacen uso de la misma.
Ahora bien, los árboles no deben
impedirnos ver el bosque y el asunto Cifuentes, "affaire" (1) en no
menos odioso galicismo, tiene dos claras vertientes: la política y la
académica.
En
la vertiente política, es evidente que debería dimitir por dignidad personal y
también por imposibilidad política y matemática de continuar en su cargo ya que
si es Presidenta de la Comunidad de Madrid se debe a un acuerdo suscrito con la
emergente formación neoliberal "Ciudadanos" (C´s) sin apoyo de la
cual el Partido Popular no tiene mayoría suficiente para lograr formar gobierno
en la Comunidad madrileña. No obstante, "Ciudadanos" se hace el
remolón a la hora de exigir el cumplimiento de los acuerdos suscritos y en vez
de plantear una rápida moción de censura, pasa la pelota al Presidente del
Partido Popular, Mariano Rajoy, para que nombre un sucesor de Cifuentes.
Evidentemente esta propuesta de Ciudadanos compromete gravemente al presidente
del Partido Popular porque los puestos que ocupan los militantes de este
partido en las listas electorales, al igual que ocurre en todos los demás
partidos, se debe a una correlación de fuerzas internas del partido y a la
satisfacción de las diferentes familias políticas que lo integran por lo que el
relevo de Cristina Cifuentes por parte de Mariano Rajoy supondría una
intervención directa de éste que rompería el equilibrio de la lucha por el
poder en el seno del propio partido favoreciendo la crisis que el Partido
Popular padece desde las elecciones de 2015.
En la vertiente académica, el asunto
Cifuentes ha puesto en el ojo de huracán a la Universidad Española que lleva
décadas sufriendo reiteradas reformas que han ido degradando los planes de
estudios con la creación de titulaciones nuevas de muy dudosa utilidad real e imponiendo a los alumnos unos costosos
cursos de postgrado que, lejos de ser cursos de especialización, son meros
cursos de complementación de unas titulaciones oficiales (Diplomado, Licenciado
o Doctor) que ya no garantizan a los alumnos encontrarse en posesión de unas
técnicas y conocimientos que hace unos años sí que se les garantizaban. Además,
ya empieza a hablarse, aunque no a cuestionarse aún, el tema del "Clan
Universitario", es decir, el cómo
se accede a ciertos cursos de postgrado, qué criterios de calificación existen
en los mismos, como se otorgan los "Doctorados Honoris Causa", como
se llega a ser profesor universitario, etc... apuntando todo ello a la
existencia de ciertas redes de amiguismo y clientelismo político en el seno de
la Universidad Española que son totalmente ajenas a cualquier consideración puramente académica o pedagógica
y que parecen regir los Claustros Universitarios. Un tema del que es posible
que a ningún miembro de la casta política española, de antigua o reciente
incorporación, le interesa que se hable.
(1)
"Affaire" es una palabra francesa que significa textualmente
"Caso". Fue muy popular y prácticamente se internacionalizó
introduciéndose en todas las lenguas del mundo durante la III República Francesa
donde casi todos años surgía un caso de corrupción o "Affaire": el
"Affaire" Dreyfus, el "Affaire de Panamá", el "Affaire
Stavinsky", etc...
¿Pero a que en quince diás más nos hemos olvidado de ello?... Así le va a España. Ya no encuentro el menor atisbo para el optimismo. Transitamos por una senda con final triste.
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