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martes, 16 de abril de 2019

LA SOCIEDAD ILIMITADA

"Dos cosas son infinitas:
la estupidez humana y el universo;
y no estoy seguro de lo segundo"
Albert Einstein

 La semana pasada saltaba la noticia de que una escuela pública barcelonesa había expurgado su biblioteca infantil y había llegado a la conclusión de que el treinta por ciento de sus fondos bibliográficos eran inconvenientes para los niños. Entre los títulos incorporados al cívico, porque evidentemente eclesiástico no era, "índice de obras prohibidas" se encontraban los cuentos infantiles "Caperucita Roja", "Cenicienta" y "La Bella y la Bestia" calificados por el concienzudo guardador de la virtud ciudadana de sexistas, ignorándose en este momento por quien esto escribe si objeto de censura también fue el cuento de "Los Tres Cerditos" por no respetar la paridad.

            Esta noticia, debería hacernos reflexionar profundamente sobre el tipo de sociedad que hemos creado o que estamos creando y en la que se está asentando la idea, fruto exclusivo de cierta irresponsabilidad, de la ilimitación de derechos y pretensiones amparada en un más que discutible concepto de ejercicio de derechos democráticos.

            Para los antiguos atenienses la democracia era "el sometimiento a las leyes que la misma ciudadanía se había otorgado a sí misma", eso implica la limitación de todo derecho y de toda pretensión por esas leyes. Más aún, si consideramos que el mayor y más alto derecho que tiene la persona humana es el derecho a la vida, porque sin este derecho todos los demás simplemente resultarían vacuos, nos encontramos con que dicho derecho también es un derecho limitado: limitado por las leyes  biológicas de la naturaleza que le ponen punto y final con la muerte y limitado también por el derecho positivo que, en determinadas circunstancias como puede ser la de la legítima defensa, sienta el principio de que el derecho a la vida cede ante otro derecho a la vida.  

            Así pues, ninguna pretensión ni ningún derecho resulta ilimitado y no todo puede hacerse o proponerse amparándose en que es el resultado de la libre expresión de la "Voluntad General".  Por mucho que se crea o se sostenga lo contrario, el ejercicio libre de los derechos además de estar sometido a límites exige la responsabilidad de quien los ejerce. No obstante en las jóvenes generaciones parece que se les ha hecho entender y creer de que todo es posible, que son portadores de derechos ilimitados y  que, en aras de una supuesta  perfección democrática, todo se puede someter a una libre expresión de la "Voluntad General" no resultando nada más falso e incluso perverso.

            Aunque se pretenda lo contrario, no se puede tener todo en la vida porque la propia actividad vital supone una constante renuncia hasta en lo más insignificante. Por ejemplo quien esta dudando en ir de vacaciones a Benidorm o a Soria, tomará la decisión que más adecuada le parezca pero la misma supondrá la renuncia a ir al lugar que no ha sido seleccionado y así es todo durante nuestra existencia. Toda elección implica una renuncia por lo que el derecho a elegir supone en sí mismo una limitación y la vida humana resulta ser una constante y permanente elección.

            Asimismo, no todo puede ser objeto de refrendo o expresión de la "Voluntad General", concepto político surgido de la Revolución Francesa, simple y llanamente porque hay cosas y principios que no se pueden someter a la consideración de dicha "Voluntad General" ya que el resultado de la misma podría no suponer un beneficio para la inmensa mayoría o ser un grave e injusto perjuicio para una minoría. Acaso ¿La muerte o marginación de un ser humano inocente pasaría a ser un hecho aceptable y justo si se aprueba por amplia mayoría?.

            Aquellos que claman para que los derechos sean tan amplios que no tengan límites en realidad no están hablando de derechos sino de privilegios porque  el derecho ilimitado de un individuo o de una colectividad solo puede suponer, en puridad lógica y filosófica, la negación de los derechos de los demás individuos y colectividades y aquel que todo lo ampara y justifica en la "Voluntad General" es que guarda la secreta intención de constituirse en augur o intérprete soberano y exclusivo de tal voluntad.

            Una sociedad en la que se asiente la idea de que los derechos son ilimitados y que todo puede justificarse en un ejercicio de la "Voluntad General" será una sociedad ilimitada, carente de todo límite, que llegará irremediablemente a extremos absurdos como estamos viendo surgir actualmente en nuestra sociedad y en la que, de forma efectiva, terminará por no existir derechos ni libertades. 

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