La
presente situación institucional que se está produciendo en España en la que,
tres meses después de la celebración de unas Elecciones Generales, aún se sigue
con un gobierno en funciones y el candidato designado por el Jefe del Estado
para presentarse a la investidura en el Congreso de los Diputados parece no
tener los suficientes apoyos parlamentarios para salir elegido, ha hecho que
diferentes lumbreras de la casta política se hayan puesto a pensar en algunas
soluciones que implicarían ciertas reformas legales que evitarían en el futuro
la repetición de esta situación.
La primera solución, propuesta por
el líder del Partido Popular, Pablo Casado, y seguramente ideada por "las
eminencias grises" que forman su equipo, consiste en plagiar la
legislación griega premiando al partido más votado con cincuenta escaños más,
lo que haría prácticamente imposible que el mismo no obtuviera la mayoría
absoluta. No obstante, no se precisa de donde se sacarían esos cincuenta
escaños siendo de indicar que si la composición del Congreso siguiera siendo de
trescientos cincuenta diputados, solo trescientos quedarían sujetos a elección
por sufragio universal mientras los cincuenta restantes serían extraídos
directamente de entre los diputados no electos comprendidos en las listas del
partido más votado. Otra opción sería incrementar el número de diputados en el
Congreso a cuatrocientos, pero tal solución, además del coste económico que
conllevaría, implicaría elevar el número de diputados necesarios para obtener
la mayoría absoluta a doscientos uno, lo que en un panorama parlamentario como
el actual, tampoco daría al partido más votado la mayoría absoluta para formar
gobierno.
Ahora bien, esta "imaginativa"
solución del líder popular no solo carece de originalidad al inspirarse directamente
en el modelo griego, sino que además este modelo electoral griego se inspira a
su vez en la legislación electoral fascista introducida por la llamada
"Ley Acerbo" del 18 de noviembre de 1923 y bajo la cual se llevaron a
cabo las elecciones de junio de 1924 que dieron la mayoría absoluta al Partido
Nacional Fascista.
El proyecto de la "Ley
Acerbo" fue redactado por el Secretario de Estado Giacomo Acerbo y
aprobada por el Consejo de Ministros presidido por Mussolini el 4 de junio de
1923 y por las Cortes Italianas el 21 de julio de 1923 por 223 votos contra 123.
La "Ley Acerbo", al igual
que la Ley Electoral Griega, establecía
un sistema de representación proporcional reforzado que, a diferencia de lo que
ocurre en Grecia, asignaba dos tercios de los escaños para el partido que
obtuviese más del 25 % de los votos asegurándose, al menos, un tercio de
los escaños de la Cámara a los partidos minoritarios, que recibirían de todos
modos, incluso si juntos obtenían menos del 33 % de los sufragios, por lo
que los fascistas presentaron la nueva legislación electoral como un sistema
democrático de distribución de escaños.
Bajo la "Ley Acerbo", se
celebraron las Elecciones Generales italianas del 6 de abril de 1924 en las que
el Partido Nacional Fascista obtuvo la mayoría absoluta y el control total de
la Cámara de Diputados. La oposición a esta ley y la denuncia de la perversión
del sufragio universal que conllevaba fue denunciada vehementemente por el
diputado socialista Giacomo Mateotti en la sesión celebrada el 30 de mayo de
1924 lo que provoco su secuestro y posterior asesinato.
Así, paradojas de la historia, el
Partido Socialista Griego (PASOK) al aceptar un sistema electoral de
representación proporcional reforzado y el Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) de aceptar la propuesta de Pablo Casado, habrían desautorizado cien años
después a Mateotti y convertido su vil asesinato en una especie de suicidio
estúpido.
Otra
solución propuesta, más imaginativa si cabe aunque igualmente carente de
originalidad, es la propuesta por el equipo de luminarias del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE), que consiste en modificar la Constitución de
1978 para, ¡¡Nada más y nada menos!!, impedir a los diputados votar en contra del candidato que se presenta
a la investidura pudiendo solamente votar a favor o abstenerse.
Ahora bien, tal solución plantea
diversos problemas. El primer problema, y posiblemente el menos importante, es
que se podría incurrir en la imposición
de una especie de mandato imperativo prohibido por el propio texto
constitucional que se podría salvar con otra modificación de la Constitución en
ese sentido o con una adecuada interpretación jurisprudencial diciendo que la
obediencia a la Constitución no implica un mandato imperativo.
No obstante, el principal problema
consiste en que la prohibición de votar en contra del candidato que se presenta
a la investidura implica una limitación fundamental de la libertad de los
diputados elegidos, quienes se verían obligados a votar a un candidato cuyo
programa de gobierno no les convence o lo consideran perjudicial. Por otra
parte, impedir votar en contra del candidato que se presenta a la investidura
no garantizaría nada ya que la situación de bloqueo, que con tal medida se
pretende impedir, podría surgir posteriormente a la investidura cuando un gobierno
en minoría viera rechazadas sistemáticamente sus proposiciones de ley, salvo
que, de alguna forma, también se obligue
a los diputados a que no puedan votar jamás en contra del gobierno, lo que arrebataría
el poder legislativo a las Cortes Generales para entregárselo al Gobierno en
una maniobra legal que se asemeja bastante a la "Ley para
el remedio de las necesidades de Pueblo y Estado", conocida como "Ley
Habilitante", aprobada por el Reichstag el 24 de marzo de 1933
convirtiendo, de esta forma, al Congreso de los Diputados, en el mejor
de los casos, en una especie de institución consultiva cuando no, directamente,
en un simple florero decorativo en cuyo caso bien podría trasladarse de la
Carrera de San Jerónimo al Circo Price y ello a falta de una Opera Kroll.
Resulta curioso que ningún
intelectual, de los que se así se autotitulan en nuestro país, ni que ningún
grupo político haya puesto de manifiesto las semejanzas de las soluciones
propuestas por populares y socialistas con la labor legislativa del fascismo y del
nacionalsocialismo en el periodo de entreguerras denunciando las posibles
consecuencias políticas que podrían acarrear, pero lo que, desde luego, se vislumbra
claramente es que, desde el poder y con las reformas legales oportunas, se
puede mutar un imperfecto régimen liberal-democrático en un estado autoritario
cuando no, directamente, totalitario sin ser necesario que por las calles
desfilen camisas de colorines o jinetes a caballo.
Esos intelectuales ni siquiera sospechan la lista de soluciones estupidas que se han dado a traves de los tiempos aunque el año 1924 se lleva la palma.
ResponderEliminarY digo yo... no sería lo mas justo y facil que el que gane las elecciones automaticamente sea presidente? Lo que venga despues será un tira y afloja constante pero quedaria mejor que lo que ahora tenemos que es de vergüenza. Podria ser que incluso se compraran las opciones de voto aunque no fuera con dinero. Yo, ya, me creo todo.