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martes, 6 de agosto de 2019

EL TERROR AMARILLO EN FILIPINAS. MUERTE EN MANILA



Portada de la única edicion en castellano de la obra de Pérez de Olaguer
 Recientemente, la editorial "Esfera de los Libros" ha publicado un libro, escrito por don Álvaro del Castaño Villanueva, titulado "Muerte en Manila" en el cual se narra de forma novelada la masacre sufrida por la colonia española en Manila en febrero de 1945; un acontecimiento histórico prácticamente ignorado en nuestro país y que a punto estuvo de que España declarase la guerra al Japón entrando así en la II Guerra Mundial.

            El imperialismo japonés no estuvo exento de una inspiración racista que tuvo su origen en la negativa de las potencias occidentales  a aceptar a llamada "Cláusula de Igualdad Racial" en la Conferencia de Paz de Paris de 1919. Dicha cláusula establecía que "Siendo la igualdad de las naciones un principio básico de la Sociedad de Naciones, las Altas Partes Contratantes acuerdan conceder lo más pronto posible a todos los extranjeros nacionales de otros estados, miembros de la Sociedad, un trato justo e igual en todos los aspectos, no haciendo distinciones, ni legales ni de hecho, en razón de su raza o nacionalidad".

            La "Cláusula de Igualdad Racial" fue inicialmente aprobada por el voto de once países contra el de cinco, pero Woodrow Wilson dictaminó que debía quedar anulada porque no se había aprobado por unanimidad. De este modo, el rechazo de dicha cláusula fue considerado por los japoneses como un agravio por motivos raciales por parte de quienes habían sido sus aliados durante la I Guerra Mundial por lo que a partir de entonces se fue gestando en los políticos japoneses un creciente rechazo y odio al mundo occidental que, en aquel entonces, colonizaba buena parte de Asia que el propio Japón terminaría reclamando para los asiáticos en una clara transposición de la Doctrina Monroe a Asia.

Contraportada de la edición en inglés
 Con estos antecedentes políticos de "Asia para los Asiáticos", desde el comienzo de la ocupación japonesa de Filipinas, en enero de 1942,  la importante colonia española en el archipiélago fue progresivamente objeto de diversos  actos de persecución hasta llegar a la masacre de Manila de febrero de 1945. Así, por ejemplo, desde el principio de la ocupación, los japoneses intentaron por todos los medios destruir todo aquello que pudiera recordar los tres siglos de presencia española en Filipinas: iniciaron una persecución del culto católico por considerarlo inapropiado y ajeno al mundo asiático y tuvieron bajo sospecha a todos aquellos filipinos que hablaban español, a pesar de ser muy reducido su número, por considerarlos "traidores raciales". En cuanto a la colonia española propiamente dicha, su persecución se inició con el saqueo e incautación de sus propiedades, maltratos físicos y vejaciones de todo tipo, lo que hizo que muchos ciudadanos españoles afincados en las Islas Filipinas decidieran abandonarlas y retornar a España antes de que las cosas se pusieran peor. Toda aquella persecución a los occidentales en general y a los españoles en particular culminó en la masacre de Manila donde los japoneses se entregaron a un salvajismo exterminador, del que no se libraron ni siquiera los ciudadanos de su aliada Alemania,  matando a un total de cien mil personas, trescientas de las cuales eran españolas que permanecían en Manila y se habían refugiado en el Consulado español en la capital filipina.

 Todo lo que aconteció a la colonia española en Filipinas bajo la ocupación japonesa quedó amplia y pormenorizadamente documentado en un libro escrito en 1947 por el prolífico escritor carlista don Antonio Pérez de Olaguer titulado "El Terror Amarillo en Filipinas", libro que, seguramente debido a la filiación política de su autor, no se ha vuelto a editar en España a pesar de ser el primero y el único que, hasta ahora, ha tratado el tema de una forma documental, lo cual contrasta con la traducción y la publicación del mismo en Estados Unidos el año 2005 bajo el título de "Terror in Manila".

            De resultas de la masacre de Manila de febrero de 1945 el Estado Español consideró seriamente declarar la guerra al Imperio Japonés, cosa que no se produjo ante la firme oposición de Estados Unidos cuyo embajador en Madrid, Armour, dejó muy clara al entonces Ministro de Asuntos de Exteriores español, José Félix de Lequerica,  porque dicha declaración de guerra de España a Japón implicaría que, a su vez, Alemania declarase la guerra a España generando graves problemas logísticos a los aliados que se verían en la obligación de abastecer de todo a un estado de veinte millones de hambrientos a cambio de que alinease en el Pacífico una fuerza militar simbólica a la que además habría que abastecer, instruir y transportar (1).












(1) Téngase en cuenta que España no disponía de ningún portaaviones ni de ningún acorazado. Lo único que podría haber mandado al  Pacífico era el Crucero Canarias acompañado de algún antiguo destructor que le sirviera de escolta así como algún escuadrón de aviones de caza, todo ello notablemente insuficiente para haber significado una aportación bélica sustancial.

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