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martes, 28 de septiembre de 2021

¿CAMBIOS GEOPOLÍTICOS?

No pocos dirigentes políticos europeos en general, y españoles en particular, aplaudieron en noviembre del año pasado el triunfo de Joe Biden sobre Donald Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas en la falsa, más que errónea, creencia de que la política exterior norteamericana iba a cambiar radicalmente después de cuatro años marcados por manifestaciones estridentes y espectaculares que  en poco o en nada se materializaban y que daban a entender un retorno de Estados Unidos al aislacionismo de los años veinte y treinta del Siglo XX.           

            En menos de nueve meses de administración Biden, Estados Unidos ha abandonado Afganistán de una forma prácticamente unilateral, en un acto que solo puede considerarse como una pura deslealtad para con sus aliados de la OTAN al no planificar la evacuación del país centroasiático conjuntamente con éstos, los cuales fueron caprichosamente embarcados en el año 2001 en una aventura colonial sin sentido digna de ser narrada por Rudyard Kipling y, hace tan solo unos pocos días, ha suscrito junto con Australia y el Reino Unido de la Gran Bretaña el tratado de alianza militar AUKUS (acrónimo en inglés de Australia, Reino Unido y Estados Unidos) frente al creciente poder militar y económico Chino en el Pacífico excluyendo, de nuevo, de tal decisión a sus aliados europeos y ocasionando graves pérdidas económicas a Francia al conllevar dicho acuerdo la cancelación por parte de Australia del contrato de compra de diecinueve submarinos al país galo por un importe total de más de cincuenta y seis mil millones de Euros, contrato éste que se había convertido en el as en la manga del Presidente Macron cara a las próximas elecciones presidenciales francesas del año que viene.

            Sin tener en cuenta las cancelaciones de contratos y las pérdidas económicas, la creación de AUKUS por parte de Estados Unidos responde a la idea, ya anunciada por Trump, de implicarse más en el área del Océano Pacífico con los ojos puestos en China y menos en una Europa que, siguiendo los intereses particulares de una cada vez más hegemónica Alemania, no ha hecho nada más que crearse enemigos donde no los tenía.

            A pesar de las crecientes tensiones entre Rusia y la Unión Europea a causa de la agresiva política impuesta a la OTAN y a las instituciones europeas por Alemania a causa de Ucrania; Estados Unidos considera de menor importancia para sus intereses el supuesto peligro que pueda representar Rusia que el que ya está representando China. En este sentido, no es descartable que Estados Unidos desease contar con Rusia en una alianza para hacer frente a China considerando que ésta última mantiene reivindicaciones territoriales sobre estados sensibles para Rusia como la República de Mongolia Exterior y parte de Tayikistán así como  sobre bastas extensiones de la propia Rusia (1). De hecho, los distintos acuerdos a los que, de unos años a esta parte, están llegando Rusia y China y que muchos consideran una verdadera "alianza Ruso-China" constituyen acuerdos puntuales y contra natura a los que Rusia se ve obligada a causa de la hostil política europea.

Evidentemente estamos asistiendo a un cambio significativo de los intereses geopolíticos de Estados Unidos en los que Europa tendrá un peso mucho menor y frente al cual, no pocos analistas abogan por la creación de un ejército puramente europeo ante lo que ya es evidentemente una grave crisis de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que muy probablemente marcará el declive definitivo de dicha organización.

            Ahora bien, atendiendo a la conocida composición de la Unión Europea (de la que, por cierto, ya no forma parte el Reino Unido de la Gran Bretaña) ese hipotético "Ejército Europeo" se constituiría para mayor gloria de los intereses económicos de la industria pesada franco-germana y, aunque se alegara que su creación obedecería a la intervención en posibles crisis que podrían surgir en la ribera sur del Mediterráneo no se podría impedir, considerando la actual política europea con respecto a Ucrania, que Rusia lo percibiera como una amenaza directa sirviendo para incrementar la tensión entre la Unión Europea y Rusia.

            En realidad, el cambio geoestratégico iniciado por Estados Unidos no solo debería ir acompañado de un cambio de concepto en la idea de defensa común europea, sino también de un pertinente reajuste geopolítico más acorde con los intereses europeos que llevase a abandonar la, hasta ahora, errática política hostil hacia Rusia sustituyéndola por otra que tuviera por objeto la colaboración en todos los ámbitos, incluido el militar, y no la confrontación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(1) Muy posiblemente las llamativas alabanzas que Trump tuvo hacia Rusia y hacia Vladimir Putin durante toda su presidencia, obedecían a este interés que, atendiendo a la forma de obrar de su sucesor, no sería de extrañar que se repitieran en cualquier momento y con la misma intencionalidad.      

  

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