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jueves, 31 de enero de 2008

HISTORIA DE UN PERRO


No ha mucho que habían callado los cañones y se habían apagado las últimas fogatas de la guerra civil. Los campesinos volvían a sus campos, los artesanos a sus talleres y aquellos que no se mostraban conformes con el nuevo estado de cosas marchaban al exilio.
No lejos de la frontera había fijado su residencia, junto con unos pocos leales que constituían su personal servicio, uno de esos emigrados que obligados por el espíritu del idealismo y no por las necesidades de la materia trascienden los límites de su país y hacen de sus ideas su patria. Había sido oficial en la pasada guerra y habiendo perdido su causa, descontento con los que todo prometían y nada realizaban, abandonó su país para pasar sus días alejado de los agitados mares de la política y dedicarse sobre todo a amar en secreto.
Vivía el emigrado, cuyo nombre guardaremos en secreto por el momento refiriéndonos a él por las iniciales DE., en un gran caserón desvencijado que tan solo guardaba las apariencias de un brillante pasado. Junto a él vivían un anciano coronel viudo, antiguo ordenanza durante la guerra, que en las nuevas circunstancias le servía de mayordomo y las dos hijas de éste que atendían el mantenimiento de la casa así como a sus moradores. Además de éstas personas es justo mencionar la existencia discreta en el viejo caserón de un pequeño perrillo de pocos años de edad y abundante pelo blanco que camino al exilio fue encontrado al borde del camino por DE. quien lo recogió en sus brazos haciéndolo, desde ese momento, prácticamente inseparable de su persona.
Transcurría la vida tranquila y sin sobresaltos en ese microcosmos en que se había convertido el exilio, cuando la atmósfera europea comenzó a agitarse, se cubrió con esas negras nubes que anuncian terribles tormentas guerreras y alguien, al otro lado de la frontera, reparó en la ya olvidada existencia de DE. Ese alguien, guiado por su temor a perder su puesto y sus prebendas, difundió falsos rumores, magnificó los peligros que podría representar el emigrado y finalmente convenció a sus superiores de la conveniencia de hacer justicia rápida con el que ya no era más que un antiguo adversario.
Así pues se organizó una gran operación policial y militar que movilizó a una gran fuerza que contrastaba con la persona única a detener. Se violó la frontera de un país con el que aun no se estaba en guerra, se rodeó el gran caserón y se asediándolo se intimó a sus moradores a rendirse.
Viendo toda resistencia inútil, DE. inició breves conversaciones con los bandidos pues tal es la condición que ostentan los que obedeciendo leyes de un estado ignoran las leyes que impone el Derecho Natural y asegurando la vida y hacienda de sus servidores, se dio por preso más su detención debería producirse sin que el inocente reo abriera su vivienda, convertida en fortín, a sus apresadores quienes tuvieron que forzar puertas y ventanas dejando las cerraduras desvencijadas como primera protesta de injusticia para la posterioridad.
Apartados los miembros del leal servicio de DE. subió éste al vehículo que debía conducirle al otro lado de la frontera y comenzó el viaje sin que nadie se percatase que detrás, con un muy bonito galope y salido a gran velocidad por una de las ventanas del viejo caserón iba el único servidor leal en quien nadie había reparado: el pequeño perrillo de abundante pelo blanco. Tras varias horas agotadoras de viaje, llegó el vehículo a un gran castillo que en aquel entonces servía de prisión y mientras el detenido era registrado, reseñado y dotado de una manta y una escudilla para pasar la noche repararon en la presencia del perrillo, que burlando a los guardias había penetrado hasta el interior de la fortaleza para situarse al lado de su amo y compartir con él la oscuridad del calabozo.
Hizo uso el preso de la escudilla, pero apenas pudo hacerlo de la manta pues de forma inmediata, tras la cena, fue requerido por los guardianes y conducido a una habitación contigua donde varios generales sentados se disponían a juzgarle sumariamente. Breve fue el número de preguntas, inexistentes los testigos e inconsistentes las pruebas lo que no impidió que los jueces dictasen una sentencia de muerte que sin apelación posible debía ser inmediatamente cumplida.
Unos escasos minutos le fueron concedidos al condenado para ponerse a bien con Dios en la solo aparente soledad de su calabozo pues en el mismo seguía acompañando a DE. el blanco perrillo quien, ignorante de lo sucedido y de lo que iba a suceder, jugaba a los pies de amo dando graciosas volteretas. Puesto en Gracia de Dios, la puerta del calabozo se abrió y entraron dos guardias, uno de los cuales puso la mano sobre el hombro del condenado indicándole que ya era la hora y que debía acompañarlos, atravesaron los tres la puerta aunque solo uno de ellos caminaba hacia la libertad eterna dejándola entreabierta y comenzaron a descender por una escalera interior hacia el foso del castillo que en los días festivos servía de lugar de paseo para los paisanos de la población. Una vez allí, situaron al reo de espaldas a un muro en el que se observaban orificios recientes de primitivos actos, frente a él se había tenido la precaución de cavar una fosa que debía servirle de última y anónima morada.
Poco fue el tiempo que hubo que esperar hasta que se vio aparecer al pelotón de soldados que debía ejecutar la sentencia. El pelotón formó frente al reo, el oficial al mando le ofreció cubrir sus ojos con una venda a lo cual se negó y por lo cual pudo observar como aquel perrillo que tiempo atrás había recogido al borde de un camino trotaba hacia él resaltando su blancura con la oscuridad de la noche, el can llegó a sus pies, poniéndose sobre sus patas traseras requería de su amo que lo abrazara por última vez y una vez realizada la acción reclamada y ubicado nuevamente sobre el suelo, se situó a los pies de quien le había dado cariño y se encaró al pelotón. Este era el cuadro cuando se oyó la voz de “¡Fuego!” y sonó una descarga de fusilería. Todo había terminado.
El cadáver del ajusticiado fue enterrado tan en secreto como en secreto había sido secuestrado, juzgado y ejecutado. Más el secreto no pudo sostenerse ni un día y la población se enteró del hecho acaecido calificándolo de lo que realmente era: un asesinato. El pueblo hizo pronto del lugar donde estaba la anónima fosa lugar de peregrinación colocando siempre flores que hacían perder al lugar el anonimato exigido por las autoridades y aunque la diligencia de la policía era grande ya que constantemente hacía desaparecer las flores y devolvía la fosa al anonimato, el lugar siempre era reconocible para los lugareños porque en sus proximidades siempre se encontraba un pequeño perro de un largo pelaje blanco que se ponía sobre sus patas traseras llamando la atención de los transeúntes a los que conducía hasta un lugar sin aparente interés donde el leal can se tumbaba, escarbaba y lloraba.
Esta Historia no es fruto de la imaginación, ocurrió realmente y el hecho esta históricamente documentado. El emigrado era el Duque de Enghien y el perro se llamaba, como no podía ser de otra forma, Fedêle, cuyo equivalente en castellano es Fidel, que significa FIEL.

miércoles, 30 de enero de 2008

DOS REOS LITERARIOS: EDMUNDO DANTÉS Y JEAN VALJEAN


De las innumerables narraciones sobre aventuras y desventuras de reclusos evadidos con las que nos ha obsequiado, para nuestro deleite, la literatura universal, dos de ellas, escritas por Alejandro Dumas y por Víctor Hugo con menos de quince años de diferencia una de la otra, no sólo muestran cierto paralelismo digno de relevancia, sino también una ejemplarizante lectura de la realidad social, que muy pocos han observado.
Evidentemente me estoy refiriendo a la historia de Edmundo Dantés, protagonista de “El Conde de Montecristo” novela escrita por Alejandro Dumas entre 1845 y 1848 y a la historia de Jean Valjean, protagonista de “Los Miserables”, epopeya contemporánea y popular escrita por Víctor Hugo en 1862.
El paralelismo existente entre Edmundo Dantés, enamorado marinero de la bella Mercedes, y Jean Valjean, paupérrimo leñador; se encuentra en que ambos son arrestados y encarcelados injustamente, el primero a causa de una falsa denuncia que le implica en una conspiración bonapartista y el segundo como consecuencia de un “robo con fractura” consistente en la sustracción de un pan para dar de comer a su hermana y a sus sobrinos con los que convivía.
Es a partir del encarcelamiento de ambos personajes donde surge aún más el paralelismo entre ellos pues los dos son decisivamente influenciados por la figura de sendos sacerdotes, en el caso de Edmundo Dantés, a través del Abate Faría que se descubre como su maestro en artes y ciencias y en el caso de Jean Valjean por medio del Obispo Bienvenido Miryel que, después de sufrir el hurto de su vajilla de plata a manos del ex-convicto, y cuando el infractor es puesto ante él por los gendarmes, le regala dos candelabros de plata más que no se había llevado, para, textualmente, “comprar su alma y arrebatarla del mal”.
Tras la evasión de prisión, que en caso de Jean Valjean es en múltiples ocasiones, es donde surge cierto mensaje moral y social, pues Edmundo Dantés después de encontrar el tesoro de la familia Spada y de viajar por el mundo cometiendo actos de dudosa justificación como es el tráfico de Hachís, la piratería, el soborno, la extorsión y el caudillaje de gavillas de bandoleros en Italia, reaparece esplendorosamente en la sociedad francesa convertido en el rico Conde de Montecristo al que todo el mundo recibe en el lujo de sus salones con la intención de atraer la fortuna del conde para todo tipo de negocios sin regatear ningún tipo de lisonja y sin preocuparse de donde procede su fortuna.
Por el contrario, Jean Valjean, a pesar de haberse vuelto rico por los objetos de plata regalados por el Obispo Miryel, vive humildemente, aun cuando desempeña importantes cargos públicos como el de Alcalde, buscando siempre el más absoluto anonimato, que le lleva incluso a renunciar a la Legión de Honor, procurando siempre hacer el mayor bien posible al prójimo y cuidando escrupulosamente de enmendar errores y males causados involuntariamente en el pasado, encontrándose siempre perseguido y acosado por el incansable e incorruptible inspector Jouvert que en la novela representa la Justicia que por su inflexibilidad se convierte en injusticia.
Edmundo Dantés, que sería calificado por Gramsci como uno de los prototipos del superhombre nietzchano, viene a representar, aisladamente considerado, al hombre que utiliza el conocimiento adquirido en gran medida para el mal y el dinero para comprar voluntades y alterar el curso de los acontecimientos. Igualmente, la sociedad que rodea al Conde de Montecristo, es una sociedad egoísta que solo se mueve por intereses creados y rinde pleitesía, más aun culto divino, a la riqueza y al poder del dinero haciendo suya la afirmación de Diocleciano de que “el dinero no tiene olor, ya venga de las alturas celestiales o de las cloacas romanas”.
Por su parte Jean Valjean representa al hombre que se esfuerza en superar la miseria moral, propia y ajena, con la práctica humilde de multitud de virtudes entre las cuales destacan la caridad y la justicia no obteniendo nunca reconocimiento social alguno porque jamás hizo uso de su riqueza para comprar y corromper voluntades en una sociedad donde todo es apariencia, todo es interés y nada es desinterés ni sacrificio.
Jean Valjean representa en gran medida el fracaso de la virtud en una sociedad sin corazón que no sabe o que no quiere perdonar, mientras Edmundo Dantés, representa el triunfo de la maldad y los vicios justificado todo ello por los dineros generosamente distribuidos. Tal vez, el propio Alejandro Dumas, llegó a esta misma conclusión y por ello, años después del éxito de “El Conde de Montecristo”, escribió, posiblemente, a modo de autocensura; una segunda parte titulada “La Mano del Muerto” en la que, de forma menos magistral que en la primera entrega, narra la decadencia y caída de el conde de Montecristo.

martes, 29 de enero de 2008

LIBROS: MEMORIAS DE UN HOMBRE DE ACCIÓN por D. PÍO BAROJA


En este año que recién estrenamos y que a todos deseo muy feliz, se va a conmemorar el bicentenario del 2 de Mayo de 1808 (conmemoración de considero falsa y mal enfocada y sobre la cual posteare más adelante) y sin duda alguna se publicarán numerosos libros al respecto entre los cuales no faltarán los muy famosos “Episodios Nacionales” de Benito Pérez Galdós y que, como todos sabemos comienzan con la serie de diez novelas dedicada a la Guerra de la Independencia.
A pesar de la fama que gozan los “Episodios Nacionales” de Pérez Galdós en la literatura universal considerándose a los mismos como la obra cumbre de la novela histórica en castellano, lo cierto es que existe otra serie de relatos históricos que han pasado casi desapercibidos con gran injusticia y que para nada son inferiores a los “Episodios Nacionales”. Me estoy refiriendo a la serie de veintidós novelas que bajo el título genérico de “Memorias de un Hombre de Acción” publicó don Pió Baroja entre los años 1912 y 1934.
Don Pío Baroja empezó a concebir “Memorias de un Hombre de Acción” en 1911, cuando oyó hablar en su familia de un pariente lejano suyo llamado Eugenio de Aviraneta (Madrid 1792 – 1872), lo que le hizo interesarse en dicho personaje y documentarse a fondo sobre el periodo histórico vivido por Aviraneta.
A diferencia de los “Episodios Nacionales” de Pérez Galdós, las novelas que integran “Memorias de un Hombre de Acción” se pretenden escribir, como su propio título genérico indica, en forma de memorias, aunque realmente no constituyen una memorias convencionales pues entre las veintidós novelas que forman la magna obra, se mezclan hábilmente novelas narradas en primera persona, donde el protagonista, Eugenio de Aviraneta, cuenta personalmente sus aventuras con novelas narradas por un narrador conocido de nombre Pello Leguía y con novelas narradas en tercera persona, siendo siempre el hilo conductor de todas ellas el personaje de Eugenio de Aviraneta.
Por otro lado, si bien es cierto que el periodo histórico narrado en “Memorias de un Hombre de acción” es más breve que el narrado en los “Episodios Nacionales” ya que solo abarca desde la Guerra de la Independencia hasta la vejez de Eugenio de Aviraneta, allá por 1860; se puede afirmar que es más intenso al abarcar acontecimientos de la Historia Universal. Así “Memorias de un Hombre de Acción” no solo refleja la Guerra de Independencia, donde el protagonista se inicia como guerrillero a las órdenes del Cura Merino y de “El Empecinado”; sino también los acontecimientos que ocurren en las Américas, como las aventuras del sobrino del General Mina quien, cumpliendo órdenes de la Masonería, intenta sublevar el Virreinato de Nueva España o el intento de reconquista de México y la resistencia del Fuerte de San Juan de Ulúa. Asimismo también refleja, los acontecimientos que ocurren en Europa como la independencia de Grecia en donde el protagonista llega a conocer personalmente a Lord Byron. No obstante, en “Memorias de un Hombre de Acción” no falta la casi obligada referencia a la intervención de los “Cien Mil Hijos de San Luís” narrada con gran objetividad histórica, que, por otro lado, se puede decir que falta en las novelas dedicadas a la Primera Guerra Carlista y que constituyen la mayor parte de la obra, aunque en ningún caso se intenta ocultar o disimular las conspiraciones y tramas que sufrieron los Carlistas por parte de los Isabelinos, mereciendo especial mención el asunto de “El Simancas”, conjunto de documentos falsos que se hizo circular profusamente entre las filas carlistas y que provocaría la sucesión de traiciones que llevaría a la firma apresurada del Convenio de Vergara.
“Memorias de un Hombre de Acción” en su conjunto reúne las características no solo de la novela histórica perfectamente documentada sino también los caracteres imprescindibles de las novelas de aventuras no teniendo nada que envidiar a las grandes obras de Alejandro Dumas pues en ellas hay misterio, tramas conspirativas y, sobre todo, una muy buena y realista descripción de las acciones y actividades de las sociedades secretas en la Europa de los años inmediatamente posteriores a las guerras napoleónicas.
Los títulos de las veintidós novelas que integran “Memorias de un Hombre de Acción” son los siguientes:
El Aprendiz de Conspirador
El Escuadrón del Brigante
Los Caminos del Mundo
Con la Pluma y con el Sable: Crónica de 1820 a 1823
Los Recursos de la Astucia
La Ruta del Aventurero
La Veleta de Gastizar
Los Caudillos de 1830
La Isabelina
Los Contrastes de la Vida
El Sabor de la Venganza
Las Furias
El Amor, el dandismo y la intriga
Las figuras de Cera
La Nave de los Locos
Las Mascaradas Sangrientas
Humano Enigma
La Senda Dolorosa
Los Confidentes Audaces
La Venta Mirambel
Crónica Escandalosa
Desde el Principio hasta el Fin
A pesar de que en conjunto la obra resulta muy extensa, se puede afirmar que desde el comienzo de la lectura de la primera novela, el lector queda enganchado y sumergido en la historia de tal forma que desearía leerla de un solo tirón.

lunes, 28 de enero de 2008

EL BICENTENARIO DEL 2 DE MAYO DE 1808


En este año, 2008, recién estrenado y siguiendo la tradición iniciada en 1964 con la conmemoración de los “Veinticinco Años de Paz” y continuada después con las conmemoraciones fallidas del “Quinto Centenario del descubrimiento de América”, “El Quinto Centenario del Nacimiento de Carlos I”, “Los Veinticinco Años de la Constitución” y la reciente, aunque más exitosa, del “Setenta Aniversario de su S.E. el Jefe del Estado” se anuncia ahora a bombo y platillo la conmemoración del bicentenario de la sublevación del pueblo de Madrid contra el ocupante francés.
A diferencia de las otras conmemoraciones mencionadas y celebradas desde 1975, se pretende que esta sea más popular y masiva y por tanto tiende a ser más politizada adoleciendo, como todas las anteriores, de multitud de errores e inmoralidades.
El primer error y, además, error académico, es centralizar los actos iniciales de la Guerra de la Independencia en la ciudad de Madrid, ignorando que una guerra es un acto colectivo y no individual en el que, aunque pudiendo sobresalir personalidades individuales, todos los actos por insignificantes que parezcan y todos los individuos por muy anónimos que sean cuentan. De este modo se centrará la conmemoración en torno a la fecha del 2 de Mayo, pasando a un segundo plano la “Declaración de Guerra” del Alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón, y la organización provincial de las “Juntas” que serían fundamentales en la organización de la guerra y posterior victoria sobre el invasor. Este calculado “error” sin duda obedece a una tendenciosidad política de la conmemoración porque aprovechando la fecha del 2 de Mayo de 1808 lo que realmente se pretende reivindicar es el contenido de la vigente constitución de 1978 utilizando la conmemoración como una piedra para descalabrar al oponente político identificando la Guerra contra el Invasor como una guerra nacional cuando realmente fue una guerra ideológica del pueblo llano español contra los ideales de la Revolución Francesa personalizados en aquel momento en el Soldado Francés.
Por otro lado, nos encontramos con la inmensa inmoralidad que muestran los políticos españoles que, pretendiendo conmemorar este año el bicentenario del 2 de Mayo de 1808 y poner coronas florales en el Cementerio de La Florida donde descansan los cuerpos de los héroes de aquella jornada, son capaces de militar filosófica y políticamente en los ideales de la Revolución Francesa de 1789 y de llevar una política de subordinación a Potencias Extranjeras, como muestra el hecho de que los dos partidos mayoritarios en la política española solicitaran unánimemente, en el año 2005, el voto afirmativo a la llamada Constitución Europea redactada unilateralmente por el francés Valery Giscard d´Estaing cuyo aprecio por España y los españoles es público y conocido.
La Guerra de la Independencia, que comenzó en el año de 1808 y en la que la fecha del 2 de Mayo solo constituye un suceso importante, pero no decisivo en la victoria final sobre el francés; fue una guerra que hizo el conjunto de los individuos y pueblos de las Españas privados todos ellos, en aquellos momentos, de toda institución pública, pues recordemos que las mejores unidades del Ejército Español se encontraban en Dinamarca bajo el mando del Marques de la Romana, El Rey Carlos IV y su sucesor Fernando VII se hallaban en Francia cometiendo felonía ante Napoleón y no poca nobleza y demás clase dirigente buscaban en la corte del Rey José Bonaparte conservar sus prebendas con el nuevo régimen. En palabras del viajero británico John Ford, en la España que se levantó contra Napoleón “todo fue noble menos la nobleza” y siendo por tanto a ese noble pueblo español que, huérfano de instituciones y de clase política, se levantó contra la esclavitud que le imponía un extranjero al que hay que rendir homenaje, lo mejor que pueden hacer los políticos y las instituciones oficiales actuales como herederas de las de antaño es bajar la cabeza y permanecer calladas porque, entre otras cosas, tal vez fue esa orfandad institucional la que permitió que en 1808 los españoles lucharan todos juntos contra el enemigo extranjero en vez de enfrentarse los unos con los otros.

domingo, 27 de enero de 2008

REIVINDICACIÓN DE LA CABALLERÍA


En estos tiempos modernos, cuando se han perdido innumerables valores morales y grandes ideales, los que no nos conformamos con lo existente porque lo existente no nos gusta, miramos hacia atrás y añoramos. Añoramos, los inhóspitos bosques nevados en invierno y floridos en primavera, añoramos las noches estrelladas alumbradas por la tenue luz de la Luna, añoramos el limpio y sonoro mar que la luz del Sol refleja y añoramos aquel viejo Código de Servicio practicado hace siglos y que recibía el nombre de Orden de Caballería.
No faltará hoy en este nuestro mundo, ese tipo de hombre; más pernicioso y dañino que cualquier otro, que, destruyéndolo todo con la irreverente y demoledora arma de la risa; haga mofa, befa y escarnio de la añoranza por aquella Caballería europea que surgió en el siglo XII, floreció en el XIII, declinó en los siglos XIV y XV y se transformó en el XVI en el ideal renacentista de la caballerosidad, redescubierto en el Siglo XIX con el Romanticismo; especialmente a través de las obras del escocés Walter Scott y del francés Alejandro Dumas padre.
El caballero perfecto, debía ser un hombre valeroso y leal como los héroes de la poesía épica, pero sobre todo debía ser generoso servidor del Bien, de la Justicia y de la Verdad a la vez que debía ser un incansable buscador de la realización en la tierra de los más altos ideales, que, por ejemplo, en el Ciclo Artúrico, estaban representadas por la figura del Santo Grial. El caballero ideal debía servir a los pobres y a los necesitados, a su Señor y a su Dama. Curiosamente los ideales de Servicio y Generosidad en el caballero eran tan fundamentales que etimológicamente el término inglés que definía a un caballero medieval, KNIGHT, derivaba del vocablo anglosajón CNIGHT que significa “Sirviente” y posteriormente, en el Siglo XIX, al resurgir en el Romanticismo el ideal caballeresco, el prototipo de caballero inglés era el GENTLEMAN que textualmente significa “hombre generoso”.
El caballero no solo debía ser hombre de armas, sino también de letras e incluso de ciencias pues no solo de las ciencias precisaba por razones de poliorcética sino también por cuestiones médicas y farmacológicas, que le llevaban a ser aceptable botánico y gran amante de bosques y montes en los que encontraba sustento en no pocas ocasiones y por los que habitualmente vagaba en busca de aventuras o grandes ideales sirviéndole también, en ocasiones, de refugio en momentos de melancolía.
La vida del caballero y sus aventuras fueron inagotable fuente de inspiración de poetas, juglares y trovadores hasta tal punto que, remontándonos a las primeras obras literarias de la humanidad difícil será encontrar alguna que no verse sobre hazañas o amores caballerescos, contribuyendo definitivamente la figura del caballero al origen mismo de la literatura, porque, aunque haya quien con razón afirme que la “Iliada” fue escrita con anterioridad a la aparición de la caballería ya en esta obra de Homero encontramos la primera acción caballeresca: La Tregua de Aquiles.
En el presente, cuando el egoísmo individual de los hombres es la medida de todas las cosas, cuando el becerro de oro ha vuelto a ser forjado para la general veneración, cuando los bosques son calcinados, la tierra sobre explotada, la mayoría de la humanidad condenada a una vida inhumana y toda ética o moral reducida a un valor mercantil ¿No existen motivos para añorar aquella caballería? Más aún, ¿No existen motivos para desear el retorno a los altos ideales y a las acciones generosas?. El regreso de los ideales caballerescos es factible y además es imprescindible para que el género humano tenga futuro siendo el retorno a dichos ideales fácil, muy fácil: Solo es necesario amar la belleza sublime, la naturaleza mítica, la cultura sabia y, sobre todo, estar dispuesto a “quererse el último”.

LA PELIGROSA INDEPENDENCIA DE KOSOVO


La Unión Europea, en su reunión en Portugal, del pasado día 14 de Diciembre de 2007, ha acordado apoyar la independencia de la provincia Serbia de Kosovo, lo que resulta una decisión errónea y peligrosa para la seguridad y la estabilidad europea y su lucha contra el terrorismo.
Si bien es cierto que la Unión Europea, ha manifestado que Kosovo es una situación excepcional y que será la última vez que se reconozca una independencia en Europa, tales afirmaciones no son creíbles ni pueden serlo porque, ya en 1992, se afirmó que los reconocimientos de las independencias de Bosnia, Croacia y Eslovenia serían las últimas.
El reconocimiento de la independencia de Kosovo no solo ratifica la muerte del Tratado de Estocolmo (que ya entró en fase Terminal tras el reconocimiento de las nuevas repúblicas balcánicas en 1992) por el que se aseguraba a todos los estados europeos que jamás “se reconocerían fronteras alteradas por la fuerza” sino que además sienta dos peligrosos precedentes: el primero al haber dado, durante los bombardeos sobre Yugoslavia de 1999, cobertura aérea y reconocimiento de beligerancia a un grupo terrorista como era el llamado “Ejército de Liberación de Kosovo” (UCK) y, el segundo al reconocer la independencia de Kosovo, cediendo a las pretensiones políticas del mencionado “Ejército de Liberación de Kosovo” (UCK), en una reunión donde, además, no ha participado el estado directamente afectado, es decir, Serbia.
Es de recordar que Kosovo es una provincia sentimentalmente muy unida a Serbia por haber tenido lugar allí la sangrienta Batalla del Campo de los Mirlos (Kosovo Polje), en 1389 donde el ejército serbio del Príncipe Lazar fue derrotado por los turcos, lo que supuso la sumisión de prácticamente la totalidad de los Balcanes al Islam. Durante siglos fue un territorio prácticamente despoblado donde apenas había unos pocos miles de familias serbias, cuando, en 1912; fue cedido por Turquía a Serbia, tras la primera guerra balcánica. Desde esa fecha, y a pesar de los muchos avatares políticos de Yugoslavia, Kosovo siempre ha pertenecido a Serbia como simple provincia primero y como provincia autónoma después, siendo reseñable siempre su escasa población hasta que en los años sesenta el Mariscal Tito, con la intención de atraerse a Albania hacia su modelo comunista, empezó a ofrecer terreno en Kosovo a familias albanesas para que construyeran sus casas. Miles de familias procedentes de Albania acudieron al llamamiento de Tito y se establecieron en Kosovo entre otras cosas porque el nivel de vida de Yugoslavia era muy superior al existente en Albania. Con el paso del tiempo y el crecimiento demográfico de los Albaneses, éstos pronto superaron en número a los Serbios que quedaron reducidos a unos 250.000 surgiendo graves problemas de convivencia al serle limitado a la población Serbia, por parte de las autoridades autonómicas albano-kosovares, derechos fundamentales. Como curiosidad, se ha de señalar que Kosovo es el territorio donde, proporcionalmente, existen más monasterios, iglesias y conventos ortodoxos del mundo y que desde los bombardeos de la OTAN en 1999, la población serbia se ha visto reducida a unos 100.000 (es decir, más de la mitad ha tenido que abandonar sus hogares) y se han destruido mas de cien edificios religiosos ortodoxos.
Por último hay que indicar que la decisión adoptada por la Unión Europea en su reunión de Portugal, al igual que la que adoptó, en su día, la Conferencia de Berlín de 1884 (en la que se liquidaban tratados como el de Tordesillas al exigirse la ocupación efectiva y física del territorio para que se pueda considerar como parte de una potencia), afecta directa y gravemente a España al alentar y dar nuevos bríos a las fuerzas centrífugas, independentistas, insolidarias que operan, incluso con violencia, en nuestro país.

EL CABALLERO HECTOR DE SAINT HERMINE


Con este título se ha publicado recientemente la que fue la última gran novela de Alejandro Dumas padre y que, a causa de su muerte, quedo inconclusa y, durante más de un siglo, inédita al haberse publicado exclusivamente a modo de folletín sin haber sido jamás recopilada por el propio autor, como era su costumbre, para ser publicada como libro.
“El caballero Héctor de Saint Hermine” es ofrecida por el editor como un relato de venganza a modo del “El Conde de Montecristo” pero nada más lejos de la realidad pues esta obra constituye la última de las tres novelas que pone punto y final a una trilogía de historia novelada dedicada por Alejandro Dumas a la Revolución Francesa e integrada por las novelas “Los Compañeros de Jehú”, primera de la trilogía y “Blancos y Azules” estando más vinculada al estilo de la trilogía de los mosqueteros (“Los Tres Mosqueteros”, “Veinte años Después” y “El Vizconde de Bragalone”) donde los avatares acaecidos a los personajes, aunque interesantes y capaces por sí solos de mantener el interés del lector, sirven sobre todo para hilar la exposición histórica del periodo narrado mientras que en “El Conde de Montecristo” lo fundamental es la vida y milagros del protagonista pasando, la siempre excelente narración de Dumas, de puntillas sobre el momento histórico que vive Edmundo Dantés como puede demostrar el hecho de que apenas se dediquen tres comentarios indirectos de menos de cuatro líneas en total a la intervención Francesa en la Guerra Carlista que se desarrollaba en España o a la conquista de Argel que en ese momento estaba realizando el ejército francés.
Por lo demás “El caballero Héctor de Saint Hermine” es una novela de vale la pena leer por ser de lectura agradable, históricamente documentada de forma excelente y que viene a ser una de las escasas obras literarias publicadas en castellano que tiene por objeto la lucha contra la Revolución Francesa llevada a cabo por una parte importante del pueblo francés engrosando la muy pequeña bibliografía sobre el tema existente en la lengua de Cervantes e integrada por “Los Chouanes” de Balzac, “Diario de la Marquesa de la Rochejaquelein” de Madame Rochejaquelein y “Noventa y Tres” de Víctor Hugo.
No obstante, no quiero terminar sin reclamar o protestar contra esa extraña política editorial que jamás he entendido y que publicando la novela última de una trilogía nos impide disfrutar a los lectores de la plena inmensidad de la obra completa ya que lo lógico, normal, deseable, y desde luego por mi deseado, sería que se publicaran también las otras dos novelas de la trilogía es decir “Los compañeros de Jehú” y “Blancos y Azules”.