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jueves, 23 de octubre de 2008

LA ECONOMÍA: UN CONOCIMIENTO NATURAL

Existen en la humanidad una serie de conocimientos que, sin necesitar escuelas o academias, son consustanciales al hombre que los posee desde su nacimiento y los puede poner en práctica con la simple aplicación del sentido común siendo exclusivamente la necesidad de honores y reconocimientos superiores que tienen no pocos humanos los que han hecho imprescindibles crear titulaciones específicas garantes de la posesión exclusiva de un dominio sobre determinadas materias, elevadas a ciencias, cuya posesión es generalizada y gratuita.

Dentro de estos conocimientos naturales, se encuentra la economía que es una materia que todos ponen en práctica en el seno familiar sin necesidad de pasar por una facultad de ciencias económicas. La naturaleza de la economía es extremadamente sencilla y quedó magistralmente expuesta por Charles Dickens en su obra “David Copperfield”, cuando uno de los personajes expone al protagonista que la clave de la felicidad y de la buena economía radica en el siguiente axioma: “gana tres chelines y gasta tres chelines y el resultado será sencillamente una buena economía; gana tres chelines, gasta uno, invierte otro y ahorra el que queda y el resultado será la felicidad y una buena economía, por el contrario gana tres chelines y gasta cuatro y el resultado será la infelicidad y la ruina” y es precisamente en esto en lo que durante siglos se han basado no pocas economías individuales y la clave de toda economía sea familiar, nacional o internacional.

Hoy, cuando la situación económica amenaza con una depresión de larga duración, los grandes sacerdotes del economicismo licenciados por las más prestigiosas universidades internacionales y dirigentes de las más importantes instituciones económicas mundiales no acaban de encontrar soluciones y todas sus acciones, si no fracasan directamente, solo parchean el sistema económico hasta la siguiente crisis y es que lo que han de cuestionarse realmente es que la causa de las cíclicas crisis económicas es el modelo de crecimiento rápido y la búsqueda de un beneficio desproporcionado cuya conjunción ha hecho que la presente crisis pueda explicarse con aquel refrán muy castellano que reza: “la ambición rompió el saco”.

En los pasados años de expansión económica las empresas y particulares no dudaban en invertir todo su capital para obtener un gran beneficio y aún más, se endeudaban para invertir lo que no tenían y obtener así una ganancia mayor sin considerar el riesgo que asumían al no prever reserva alguna para los momentos difíciles y he aquí que tales momentos han llegado y se ha producido un retraimiento en el crédito ya que las entidades financieras no quieren dejar un dinero que prácticamente no tienen, un incremento en la morosidad que aumenta la falta de dinero en el sistema financiero y finalmente un importante riesgo para los ahorradores que tienen su capital en depósitos bancarios queriéndose paliar esta grave situación con inyecciones de dinero al sistema que se han demostrado inútiles pues la escasez de dinero es tan grande que todo dinero que se ha introducido hasta ahora en el sistema financiero no sirve para cubrir el agujero que parece sin fondo y en el momento presente con la bajada de los tipos de interés lo que se pretende es que además de las inyecciones de dinero público se introduzca dinero privado en el sistema pero tal medida lo único que provocará será un riesgo mayor para los económicamente más débiles y que nada de culpa tienen en el caos económico en que nos encontramos sumidos.

En la gran conferencia mundial sobre la economía que se ha convocado para los próximos días y que en palabras del Presidente Norteamericano, George Bush, tiene por objeto “Salvar a el sistema capitalista”, se idearan nuevos parches temporales o se rescataran antiguas fórmulas empleadas anteriormente, pero se ha de tener muy claro que ya no hay quien salve al economicismo capitalista que es simplemente la sumisión consentida de todo y todos a unas leyes económicas falsas y al beneficio de unos pocos. El capitalismo tal y como se entendía y conocía hasta ahora ha muerto con la presente crisis y solo se enfrenta al dilema de encontrar algún parche que le permita seguir subsistiendo unos años más con la amable apariencia de que le inviste toda su maquinaria propagandística o quitarse la máscara e imperar por la fuerza bruta sobre el mundo entero en la forma descrita por Jack Londón en su novela “El Talón de Acero”.

Si la humanidad quiere tener un futuro en paz y progreso es imprescindible prescindir de los brillantes académicos que actúan como gurús de la economía y replantearse la teoría del beneficio y del crecimiento. El beneficio ha de moderarse y el crecimiento ha de ralentizarse en aras de una mayor seguridad y para ello los estados han de adoptar medidas intervencionistas en economía y además tal vez, en el momento presente, deban ayudar más a las familias para que paguen las deudas contraídas con las principales entidades financieras y dejar a su suerte a las empresas y empresarios que han buscado el máximo beneficio sin tener en cuenta los riesgos que asumían incumpliendo así la obligación legal que contrae todo empresario de actuar en su actividad comercial con la diligencia de un buen padre de familia.

jueves, 16 de octubre de 2008

¡VIVA LA MUERTE!

Cuando en el día de la Hispanidad de 1936, durante el acto inaugural del curso universitario, el General Millán Astray iniciara, con el lanzamiento del grito de “¡Viva la Muerte, Muera la inteligencia!”, una agria polémica que ha llegado hasta nuestros días con el entonces Rector de la Universidad de Salamanca e insigne representante de la generación del 98, Don Miguel de Unamuno, seguramente sería ignorante de que el grito de “¡Viva la Muerte!” no era un grito salvaje e irracionalmente necrófilo y ni tan siquiera, como creían los seguidores extranjeros del General Franco, fruto originario de una apasionada mente española ante la sangría que era la guerra civil, sino que por el contrario fue racional y poéticamente creado por el literato francés más completo del Siglo XIX: Víctor Hugo.

Efectivamente, la primera documentación del grito de “¡Viva la Muerte!” se encuentra en la novela “Los Miserables”, concretamente en el capítulo IV de la quinta parte titulado “Cinco menos, y uno más” utilizándose tal expresión para manifestar la voluntad resuelta de morir en defensa de la barricada de un pueblo que ha hecho de su vida testimonio y desea hacer de su muerte firma y rúbrica de ese testimonio. Textualmente la cita es la siguiente:

“-Bien está. Elevemos la barricada a veinte pies de altura y muramos todos. Ciudadanos hagamos la protesta de los cadáveres. Mostremos que si el pueblo abandona a los republicanos, los republicanos no abandonan al pueblo.

(……………………………………………………..)

Después que el desconocido que decretó “la protesta de los cadáveres” hubo hablado, y dado la fórmula del sentimiento común, brotó de todos los labios un grito de extraña satisfacción; grito terrible, fúnebre por el sentido triunfal por el acento.

-¡Viva la muerte! Muramos todos”.

Curiosamente el “¡Viva la Muerte!” se convirtió, en la segunda mitad del Siglo XIX y hasta comienzos del Siglo XX, en el grito de guerra de los nihilistas rusos, existiendo autores como Jean Lombard que no duda en atribuirles, en su muy documentada obra “La Cara Oculta de la Historia Moderna”, la exclusiva invención de tal grito, aunque considerando que la aparición del nihilismo ruso es coetánea a la publicación de “Los Miserables” y que incluso la primera vez que aparece el término “nihilista” es en la novela “Padres e Hijos”, de Iván Turgenev que es publicada un año después de “Los Miserables”, no sería de extrañar que los nihilistas rusos no crearan la expresión sino que simplemente la tomaran directamente de la novela de Víctor Hugo máxime si consideramos que la expresión es utilizada en la novela en un momento de exaltación revolucionaria.

Por último, es de mencionar también que el grito de “¡Viva la Muerte!” reaparece en los momentos finales de la muy recomendable película francesa de 1974 “Nada”, dirigida por Claude Chabrol y en la que se narra las aventuras y desventuras de un grupo de activistas anarquistas que deciden secuestrar al embajador norteamericano en París convirtiéndose en una muy acertada crítica del terrorismo.

lunes, 13 de octubre de 2008

“ARA NUNDIRAN” de José María IPARRAGUIRRE

José María Iparraguirre, poeta y compositor vasco nacido en Villarreal de Urrechua (Guipúzcoa) en 1820 es conocido por haber compuesto la muy conocida y bella canción “Gernikako Arbora” (el Árbol de Guernica), verdadero himno a la tierra vasca y que, curiosamente, fue cantado por primera vez en el Café de San Luís de Madrid (actualmente un hotel en la calle Montera, esquina con Gran Vía, en el que se puede ver una placa conmemorativa de tal acontecimiento), pero su obra musical y poética no se limita en absoluto a dicha canción.

En 1833, la Primera Guerra Carlista le sorprende en Madrid estudiando en el Colegio de los Jesuitas incorporándose un año más tarde como voluntario al ejército de Carlos V en el que serviría hasta ser herido en la batalla de Arrigorriaga. Tras la guerra, no acepta el traicionero “Convenio de Vergara” y parte, junto con el Rey Don Carlos, al exilio durante el cual participa en las revoluciones de 1848 en Francia y se opone al golpe de estado del 2 de Diciembre de 1852 perpetrado por Napoleón, el pequeño (Napoleón III). En 1853 es indultado por el gobierno español regresando a España por Hendaya, desde donde, a la vista de los montes de su querida Euskalherria y amada España, compone la hermosa canción “Nere Etorrena Lur Maitera” (“Mi regreso a la tierra querida”) más conocida por las palabras iniciales del primer verso “Ara Nundiran” que contiene una entusiástica estrofa laudatoria hacia España que han llevado en la actualidad a cierta mutilación, o mejor dicho, censura por parte de ciertos sectores.

“Ara nundiran” es una composición poética en la que se manifiestan las características típicas de la obra de José María Iparraguirre cuales son el amor a la tierra, concretamente a Euskalherria, como patria chica y a España como patria grande y un profundo anhelo de libertad mezclado con cierto misticismo religioso.

El texto de esta famosa composición es el siguiente:

Nere etorrera lur maitera

Hara nun diran mendi maiteak!
Hara nun diran zelaiak!
Baserri eder zuri-zuriak,
iturri eta ibaiak.

Hendaian nago zoraturikan,
zabal-zabalik begiak,
hara, Espainia! lur hoberikan
ez du Europa guztiak.

Gero pozik bai Donostiara
Okendoarren lurrera,
zeru polit hau utzi beharra
nere anaiak hau pena!

Irutxulueta maitagarria
lore tokia zu zera,
Veneziaren grazi guziak
gaur Donostian balira.

Oi, Euskal Herri, eder maitea!
hara hemen zure semea,
bere lurrari mun egitera,
beste gabe etorria.

Zuregatikan emango nuke
pozik, bai, nere bizia;
beti zuretzat hil arteraino
gorputz ta arima guztia.

Agur bai, agur Donostiako
nere anaia maitiak,
Bilbaotikan izango dira
aita zaharraren berriak.
Eta gainera hitz neurtuetan
garbi esanez egiak,
Sudamerikan zer pasatzen dan
jakin dezaten herriak.

Mi regreso a mi tierra querida

Ahí están los montes queridos,
ahí están los prados
los caseríos bonitos, blancos, blancos,
las fuentes y los regatos.

Estoy en Hendaya loco de contento
anchos, anchos los ojos;
¡ahí está España!¡Tierra mejor
no la hay en Europa entera!

Luego, contento a San Sebastián,
a la patria de Oquendo,
cielo tan lindo tener que dejar,
¡qué pena, hermanos!

Iruchulo querido,
tú eres un florido jardín:
de Venecia las gracias todas
tiene nuestra Donostia.

¡Oh, Euskalerría hermosa y querida!
aquí está tu hijo,
que por besar tu suelo,
sin más, ha venido.

Por ti daría
contento mi vida;
para ti hasta la muerte,
cuerpo y alma del todo.

Adiós, pues,
hermanos queridos de Donostia,
desde Bilbao tendréis
del viejo padre noticias;
y además,
os contaré en verso
lo que pasa en Sudamérica
para que todos lo sepan.

lunes, 6 de octubre de 2008

“EL GENIO DEL CRISTIANISMO” de CHATEAUBRIAND

Hace más de treinta años que no se publicaba edición alguna en España de “El Genio del Cristianismo”, obra que lanzó definitivamente a la fama literaria a François Rene Chateaubriand (Saint-Malo, Bretaña, 4 de Septiembre del 1768 – París, 4 de Julio de 1848), siendo este año en el que nos encontramos en el que la editorial “Ciudadela Libros”, sumándose a la reivindicación que de la obra del célebre vizconde francés se inició hace tres años con la publicación íntegra de las “Memorias de Ultratumba” por la editorial “Acantilado”, publica nuevamente esta obra cumbre del romanticismo teniendo como base la primera edición en francés publicada en 1802 y que, a diferencia de las posteriores, incluía las conocidas novelas cortas y numerosamente publicadas por separado “René” y “Atala”.

Constituye “El Genio del Cristianismo”, no solo una bella composición literaria escrita en prosa que en no pocos momentos roza con la epopeya poética, sino que es además un ensayo, tal vez menos científico que hermoso, tendente a ensalzar la religión cristiana como única y verdadera fe y a ponerla en conexión con todas las manifestaciones estéticas del mundo y los avances de la humanidad que no habrían existido de no haber tenido inspiración y fundamento cristiano, llegando a afirmar el autor que “únicamente el cristianismo explica el progreso en las Letras y en las Artes”.

Aunque “El Genio del Cristianismo” esta escrito por su autor con el corazón no por ello se aleja del rigor científico y filosófico que hace muy posible que esta obra sea la más apasionada, efectiva y razonada defensa del cristianismo en general y del catolicismo en particular que se haya escrito nunca pues, a diferencia de otras apologías religiosas, esta obra de Chateaubriand se dirige más bien a convencer a los enemigos de la cristiandad que a deleitar a los convencidos feligreses de una parroquia, señalando desde el mismo comienzo de la obra que “La fe cristiana ha tenido tres tipos de enemigos desde su feliz aparición en la tierra: los heresiarcas, los sofistas y aquellos hombres que todo lo destruyen con la terrible arma de la risa y de los tres, éstos últimos son los más peligrosos”, pareciendo, a lo largo de sus páginas, que el objetivo concreto del autor es neutralizar la obra destructora de los frívolos que de todo hacen burlas y sornas, razonando y poniendo de manifiesto los logros materiales y reales de la religión cristiana.

“El Genio del Cristianismo” de Chateaubriand supuso tras su publicación en Francia en 1802 el comienzo de una renovación del catolicismo que encontró en esta obra inspiración y fundamento para elaborar teorías sociales, culturales y políticas que, basadas en la fe católica, sirvieran para reorganizar de una forma más justa las sociedades europeas gravemente alteradas por el ateísmo y el anticlericalismo difundido por la Revolución Francesa por lo que esta obra puede considerarse como la primera elaboración doctrinal del catolicismo político y social influyendo notablemente en autores como Dom Guéranger, Lamennais y, por supuesto, en todo el movimiento de los sociólogos católicos encabezados por De La Tour Du Pin y Le Play.