Dentro de estos conocimientos naturales, se encuentra la economía que es una materia que todos ponen en práctica en el seno familiar sin necesidad de pasar por una facultad de ciencias económicas. La naturaleza de la economía es extremadamente sencilla y quedó magistralmente expuesta por Charles Dickens en su obra “David Copperfield”, cuando uno de los personajes expone al protagonista que la clave de la felicidad y de la buena economía radica en el siguiente axioma: “gana tres chelines y gasta tres chelines y el resultado será sencillamente una buena economía; gana tres chelines, gasta uno, invierte otro y ahorra el que queda y el resultado será la felicidad y una buena economía, por el contrario gana tres chelines y gasta cuatro y el resultado será la infelicidad y la ruina” y es precisamente en esto en lo que durante siglos se han basado no pocas economías individuales y la clave de toda economía sea familiar, nacional o internacional.
Hoy, cuando la situación económica amenaza con una depresión de larga duración, los grandes sacerdotes del economicismo licenciados por las más prestigiosas universidades internacionales y dirigentes de las más importantes instituciones económicas mundiales no acaban de encontrar soluciones y todas sus acciones, si no fracasan directamente, solo parchean el sistema económico hasta la siguiente crisis y es que lo que han de cuestionarse realmente es que la causa de las cíclicas crisis económicas es el modelo de crecimiento rápido y la búsqueda de un beneficio desproporcionado cuya conjunción ha hecho que la presente crisis pueda explicarse con aquel refrán muy castellano que reza: “la ambición rompió el saco”.
En los pasados años de expansión económica las empresas y particulares no dudaban en invertir todo su capital para obtener un gran beneficio y aún más, se endeudaban para invertir lo que no tenían y obtener así una ganancia mayor sin considerar el riesgo que asumían al no prever reserva alguna para los momentos difíciles y he aquí que tales momentos han llegado y se ha producido un retraimiento en el crédito ya que las entidades financieras no quieren dejar un dinero que prácticamente no tienen, un incremento en la morosidad que aumenta la falta de dinero en el sistema financiero y finalmente un importante riesgo para los ahorradores que tienen su capital en depósitos bancarios queriéndose paliar esta grave situación con inyecciones de dinero al sistema que se han demostrado inútiles pues la escasez de dinero es tan grande que todo dinero que se ha introducido hasta ahora en el sistema financiero no sirve para cubrir el agujero que parece sin fondo y en el momento presente con la bajada de los tipos de interés lo que se pretende es que además de las inyecciones de dinero público se introduzca dinero privado en el sistema pero tal medida lo único que provocará será un riesgo mayor para los económicamente más débiles y que nada de culpa tienen en el caos económico en que nos encontramos sumidos.
En la gran conferencia mundial sobre la economía que se ha convocado para los próximos días y que en palabras del Presidente Norteamericano, George Bush, tiene por objeto “Salvar a el sistema capitalista”, se idearan nuevos parches temporales o se rescataran antiguas fórmulas empleadas anteriormente, pero se ha de tener muy claro que ya no hay quien salve al economicismo capitalista que es simplemente la sumisión consentida de todo y todos a unas leyes económicas falsas y al beneficio de unos pocos. El capitalismo tal y como se entendía y conocía hasta ahora ha muerto con la presente crisis y solo se enfrenta al dilema de encontrar algún parche que le permita seguir subsistiendo unos años más con la amable apariencia de que le inviste toda su maquinaria propagandística o quitarse la máscara e imperar por la fuerza bruta sobre el mundo entero en la forma descrita por Jack Londón en su novela “El Talón de Acero”.
Si la humanidad quiere tener un futuro en paz y progreso es imprescindible prescindir de los brillantes académicos que actúan como gurús de la economía y replantearse la teoría del beneficio y del crecimiento. El beneficio ha de moderarse y el crecimiento ha de ralentizarse en aras de una mayor seguridad y para ello los estados han de adoptar medidas intervencionistas en economía y además tal vez, en el momento presente, deban ayudar más a las familias para que paguen las deudas contraídas con las principales entidades financieras y dejar a su suerte a las empresas y empresarios que han buscado el máximo beneficio sin tener en cuenta los riesgos que asumían incumpliendo así la obligación legal que contrae todo empresario de actuar en su actividad comercial con la diligencia de un buen padre de familia.