Desde que hace poco más de mes y medio se iniciaran en Tunez las protestas populares que culminaron con la huída del país del presidente Ben Alí, la explosión social se ha extendido por todo el mundo árabe, desde Marruecos a Irán, generando ríos de tinta en todos los medios oficiales de Occidente que dejan entrever más temor y preocupación que cualquier otra cosa.
Estas protestas populares que se suceden en todo el Mundo Árabe han demostrado no poseer un claro objetivo ideológico porque se están produciendo tanto en estados manifiestamente pro-occidentales y aliados de Estados Unidos (Tunez, Egipto) como en estados “revolucionarios árabes” o de “Socialismo árabe” (Libia), antaño aliados de la extinta Unión Soviética y, realmente, se dirigen más contra la galopante y manifiesta corrupción político-económica de la casta gobernante en cada uno de estos estados que a favor de la instauración de un régimen político similar a lo que en Europa se considera un régimen democrático, siendo por tanto protestas más sociales que políticas.
Igualmente se han producido protestas en Iran y en Bharein, aunque las mismas parecen que están muy lejos de desestabilizar a sus respectivos gobiernos existiendo la posibilidad de que tengan unos orígenes diferentes y menos espontáneos que las producidas en el Norte de África, pudiéndose atribuir las protestas en Irán a maniobras desestabilizadoras de algún servicio secreto y las de Bharein a un enfrentamiento étnico entre la mayoría Chií y la minoría gobernante Suní. No obstante, resulta extremadamente curioso e insuficientemente analizado en Occidente que ninguna protesta se haya producido en estados que, de forma pública, publicada y conocida, están extremadamente lejos de ser unos “paraísos de libertades” y que vulneran sistemáticamente los Derechos Humanos aplicando la Sharía o Ley Islámica como son Arabia Saudí, Dubai o los Emiratos Árabes Unidos.
Lo cierto es que estos movimientos populares musulmanes no son ideológicamente homogéneos y en ellos existe una confluencia accidental de intereses individuales y colectivos que, en caso de triunfo, les puede hacer imprevisibles. Así, por ejemplo en las protestas egipcias se ha podido observar a manifestantes que ondeaban la bandera del Partido Comunista Egipcio al lado de aquellos que pretendían la restauración del régimen monárquico.
Esta heterogeneidad ideológica puede llevar a dos resultados negativos y desesperanzadores:
El primero de estos resultados no deseable es que el régimen político contra el que se han producido los levantamientos populares prescinda de sus viejos líderes visibles mandándolos al exilio o haciéndoles comparecer en juicios sumarios y la clase dirigente de dichos regímenes, participando de la máxima Lampedusiana de “cambiarlo todo para que todo siga igual”, utilice las discrepancias que, sin duda, surgirán entre los líderes populares para reconducir el movimiento popular hacia el apoyo a un nuevo liderazgo que en realidad practicará una política continuista.
El segundo resultado negativo sería que, la heterogeneidad ideológica permita que el grupo mejor organizado y con las ideas más claras, aunque no sea el mayoritario, termine representando la totalidad de la protesta y la encauce hacia sus propios fines particulares tal y como sucedió en Irán en 1978 con las protestas contra el régimen del Shah que, siendo originariamente unas protestas heterogéneas en la que participaron liberales, progresistas y hasta comunistas pro-soviéticos, terminaron siendo capitalizadas por los clérigos islámicos y culminaron con la instauración de una República Islámica. Hay que tener en cuenta y muy presente que, hoy por hoy, los grupos políticos opositores más organizados tanto en el Magreb como en todo el mundo musulmán son los grupos confesionales islámicos por lo que no se puede descartar una repetición de lo sucedido en Irán en el año 1978.
Aunque los movimientos populares en los países árabes han sido alegremente acogidos por distintos sectores sociales europeos, especialmente por los más progresistas, lo cierto es que es demasiado pronto para hacer un balance positivo de los mismos siendo lo más aconsejable y lo más prudente guardar por el momento cierta distancia y permanecer atentos ante las posibles derivas que los mismos puedan tomar en el futuro.