La Editorial Homo Legens, perteneciente al grupo mediático ínter economía, ha publicado recientemente las dos más importantes obras, al menos considerando el numero de ejemplares vendidos, del periodista británico Paul Johnson: “Tiempos Modernos” e “Intelectuales”.
“Intelectuales” de Johnson es el típico ensayo de crítica literaria y filosófica que retoma la técnica empleada por Papini en sus magníficas obras “Juicio Universal” y “El Ocaso de los Filósofos” de tomar por objeto autores o filósofos concretos e ir desmenuzando el contenido de sus teorías hasta poner de manifiesto las graves contradicciones contenidas en ellas. No obstante, “Intelectuales” de Paul Johnson tiene fundamentalmente por objeto cuestionar el compromiso de los intelectuales con la política, reproduciendo para ello las biografías de doce intelectuales muy conocidos en ambientes progresistas (desde Rosseau hasta Lilian Hellman, pasando por Marx, Ibsen, Brecht, Hemingway, Sastre, Russell y otros) en las que saca a relucir las contradicciones existentes entre las teorías defendidas por cada uno de ellos con su vida personal, rebajándose en multitud de ocasiones y a lo largo de todo el ensayo a detalles de alcoba mucho más propios de la prensa del corazón que de un ensayo serio. Así, por ejemplo, se revela la contradicción del feminismo teórico que muchos de los intelectuales analizados proclamaban en sus obras con las actitudes claramente machistas que ponían en práctica en su vida personal y de las que eran víctimas multitud de amantes.
La intención de Johnson al escribir sus “Intelectuales” no es realmente criticar a los intelectuales comprometidos con la acción política, sino solo atacar a los intelectuales comprometidos con una (supuesta o real) política de izquierdas ignorando deliberadamente a otros intelectuales comprometidos con la derecha y que también presentan graves contradicciones entre sus teorías y sus vidas privadas. Posiblemente Johnson, como intelectual que también es, pretende ocultar a sus lectores el hecho irrefutablemente cierto de que en la mayoría de los casos el intelectual, al que él pretende denostar en su libro, no crea nada, sino que simplemente actúa como un “brujo de tribu”, tan numerosos en los tiempos de crisis, que tras analizar minuciosamente los deseos y necesidades de las sociedades en las que viven actúan como las Hetairas de todos los tiempos ofreciendo teorías capaces a la vez de satisfacer las necesidades metafísicas de la colectividad y de engrosar su propia economía particular.
De los trece capítulos en qué se divide el ensayo de Johnson, el único que realmente vale la pena de todos ellos y en el que expone algo digno de interés es el último, en el cual, dando la razón a lo expuesto en el párrafo anterior de que la verdadera finalidad del intelectual de toda tendencia es permanecer en la cresta de la ola y acrecentar su ego; detecta una actual tendencia en los intelectuales de abandonar las reivindicaciones sociales y económicas de la clase trabajadora para asumir la defensa de una “sociedad permisiva”, modelo de sociedad también defendido en el presente por los intelectuales considerados “conservadores” (extremo éste que se oculta en toda la obra); elevando a carácter académico y a la categoría de discusión doctrinal la plagiada teoría defendida con mayor claridad, concisión y sinceridad por Aleister Crowley hace ya más de setenta años en su obra “El Libro de la Ley” y que se resume en el axioma: “Haz lo que tu quieras, será el todo de la ley”.