¿Ley de Memoria partidaria o de Desmemoria interesada?
El pasado 20 de julio de 2021, el
gobierno de coalición PSOE-PODEMOS acordaba enviar al Congreso de los Diputados
su "Ley de Memoria Democrática" para su pertinente tramitación
parlamentaria en lo que no es más que un alarde de presunción de memoria, de una
memoria que al ser selectiva, no es más que desmemoria pues fomenta, reitera y
limita toda la historia de España a un periodo y en un sentido muy concreto de
la misma fuera del cual no existe nada ni cabe interpretación alguna.
No obstante, como si de algún tipo
de justicia poética se tratase el gobierno que preside el señor Pedro Sánchez
tomo su decisión sobre la "Ley de Memoria Democrática" en la misma
semana en la que unas mentes forjadas en el sistema educativo y en la ESO
(Enseñanza Secundaria Obligatoria) y, por tanto, ignorantes de muchas materias
y, sobre todo, de la historia asaltaban la indefensa Cripta de Montserrat en la
que descansan los restos de decenas de carlistas integrantes del "Tercio
de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat" muertos durante la Guerra
Civil de 1936 a 1939 en un acto claramente de desmemoria histórica fomentado desde
las esferas del poder porque la historia del "Tercio de Requetés de
Nuestra Señora de Montserrat" no deja de ser de lo más curiosa.
A pesar de las notables reservas de
sus dirigentes nacionales, que consideraban que nada se le había perdido al
Carlismo en la pugna que se estaba planteando entre el caos institucional republicano
y el marxismo por un lado y el militarismo de toda la vida y el fascismo por
otro; la base de la militancia carlista impuso (hoy se diría que se empoderó) a
sus dirigentes el sumarse a la rebelión por pura supervivencia ya que los
grupos marxistas y las instituciones republicanas no habían dejado de atacar
los templos de la fe de sus mayores, de acosarles en los actos públicos
carlistas y de asesinarles sin motivo por las calles y las esquinas de las
ciudades. Así llegó el 18 de julio de 1936, y los carlistas catalanes salieron
de sus casas para concentrarse en los cuarteles barceloneses de las Ataranzanas
y como el levantamiento se produjo entre gritos de viva la república y cánticos
del "Cara al Sol", decidieron no salir de los cuarteles camino de la
Plaza de Catalunya, quedándose en los mismos como guarnición. Al fracasar el
levantamiento en Barcelona, los requetés abandonaron los cuarteles y se fueron
a sus casas donde, las fuerzas gubernamentales y sus auxiliares paramilitares
de sindicatos y partidos de izquierda iban a buscarlos para asesinarlos
pudiéndose destacar el cruel asesinato del Jefe Regional Carlista de Catalunya,
Tomás Caylá, que ferviente enemigo del levantamiento, fue descuartizado entre
dos camiones. Ante este panorama, y para salvar la vida, muchos carlistas
catalanes emprendieron la huída pasando primero a Francia y, luego, reentrando
a España por la frontera pirenaica donde, agrupados en pequeños grupos, eran
detenidos e internados en campos por la Guardia Civil porque hablaban en
catalán, lengua que muchos de ellos era la única que conocían. Meses más tarde
estos carlistas catalanes, exiliados de su tierra y represaliados por unas
autoridades que empezaban a ser claramente franquistas, organizaron el que
sería el "Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat" unidad
que sufrió un notable número de bajas en combates, obtuvo la Laureada de San
Fernando Colectiva y varias individuales y rescató los famosos documentos que
estaban en el archivo de la Guerra Civil de Salamanca y que fueron devueltos a
Cataluña hace algunos años, cuya quema y destrucción había sido decretada en
1939 por unas autoridades republicanas en retirada. Esta es, en síntesis, la
historia de unos hombres cuyo eterno descanso ha sido profanado por la
ignorancia, que es la más repugnante de todas las madres que puede tener el
odio, ante la pasividad, cuando no la complicidad, de unas autoridades que
saben que el odio organizado es la más fuerte base sobre la que se puede
asentar el poder.
Fotograma del video de la profanación de la Cripta de Montserrat
El "Desastre de Annual"
fue fruto de la trágica conjunción de megalomanía imperial, corrupción política
y social e incompetencia militar. Tras
el desastre de 1898, España se había convertido en una potencia de segunda fila
que poco o nada pintaba en el panorama internacional y en vez de resignarse a
asumir un nuevo papel donde la cohesión interna, la alfabetización, la mejora
de la calidad de vida de los españoles y la ciencia, la industria y el comercio
fueran los pilares sobre los que reasentarse; aceptó, tras la Conferencia de
Algeciras de 1906, las sobras que las grandes potencias europeas no quisieron o
no pudieron engullir tras el reparto de Marruecos. El gobierno Español no vio
en ello el caramelo envenenado de que se trataba sino que se dejó guiar por la absurda
ilusión de convertirse en una potencia imperial como Inglaterra, Francia o
Alemania olvidando que unos pocos años antes se había quedado sin fuerzas
navales y había tenido que desprenderse de sus restos imperiales en el Pacífico
(venta de las Carolinas, Marianas y Palaos al Imperio Alemán en 1899) porque no
podía mantenerlos.
La ocupación efectiva de la zona del
Rif encomendada a España por las potencias internacionales y que tenía una
extensión de unos treinta mil kilómetros cuadrados (algo más grande que la
Provincia de Badajoz), se creía una empresa fácil sin ser consciente de que su
población estaba formada por diversas tribus independientes que llevaban
décadas sin reconocer la autoridad del Sultán marroquí por lo que las
autoridades españolas, a diferencia de las francesas, no podían contar con la
ascendencia de éste sobre la población autóctona. Tan complicada resultó la
empresa, que quince años después de firma del Tratado de Algeciras, en 1921,
España aún no controlaba la inmensa mayoría del territorio rifeño y
prácticamente no había salido de las ciudades españolas de Ceuta y de Melilla.
Cadáveres insepultos de soldados españoles en Monte Arruit (1921)
Las posiciones españolas van cayendo
una tras otra y la mayoría de los soldados españoles que se rinden son
torturados y asesinados quedando sus cuerpos insepultos. La propia ciudad de
Melilla corre el riesgo de caer en manos de los rifeños salvándose gracias a la
actuación de Abd-el-Kader quien, leal a las autoridades españolas, se opone al
avance rifeño hacia la ciudad otorgando a ésta el tiempo suficiente para recibir
los refuerzos de la Legión, procedentes de Ceuta, y de nuevas tropas llegadas
de la propia península.
En manos rifeñas quedaron unos
quinientos soldados españoles de los que sobrevivieron poco más de trescientos
y que fueron liberados el 27 de enero de 1923 tras el pago de cuatro millones
de pesetas de la época que fueron entregados personalmente por el empresario
vasco Horacio Echevarrieta a Abd-el-Krim entre la canallesca exclamación de "¡Qué cara está la carne de
gallina!" pronunciada por el comandante en Jefe del Ejército y del Estado Español Alfonso, llamado el XIII.
Hoy, cien años después, la mayoría de los restos de los soldados españoles caídos en Annual se encuentran en diversos cementerios militares españoles en territorio marroquí completamente abandonados y en ruinas entre las que crecen algunas hierbas que sirven de pasto para las cabras. Aquel 22 de julio de 1921, los soldados españoles en el Rif, la mayoría de los cuales habían sido arrancados de sus hogares y de sus trabajos habituales para prestar un servicio militar que no pudieron eludir por ser pobres y muchos de los cuales estaban bajo el mando de oficiales incompetentes, no pudieron sentirse más abandonados, y con razón, por el gobierno y el estado que les había mandado allí. Hoy, transcurridos cien años de aquella carnicería, unos gobernantes y unas instituciones que, de tan miserables ya resultan despreciables, haciendo gala de una "Memoria Histórica" y de una "Memoria Democrática", que no es más que una distinción en la Historia de España entre muertos de primera categoría que merecen loas y respeto y muertos de segunda que solo merecen el desprecio del olvido, les vuelve a abandonar haciendo que caiga la noche y la niebla sobre su sacrificio que parece no merecer el más modesto y oficial de los homenajes.