Desde hace varios meses las noticias
de las manifestaciones y protestas en Ucrania contra el presidente Yanukovich
han ocupado la primera plana de todos los medios informativos occidentales
resaltando que se trataba de unas protestas ciudadanas en contra del aplazamiento
“sine die” de la firma del Tratado de Asociación con la Unión Europea acordado
por el ejecutivo ucraniano, pero en realidad la crisis Ucraniana esconde mucho
más que un simple posicionamiento europeo o antieuropeo de unos políticos.
Tras la desintegración de la Unión
Soviética en 1990, las fronteras Occidentales de Rusia se convirtieron en
altamente inestables al ceder la Rusia postsoviética todas aquellas áreas de
influencia y territorios que habían marcado su política exterior durante todo
el Siglo XX y que, por fin, había conseguido en las Conferencias de Yalta y
Postdam. Si gracias a los acuerdos de Yalta y Postdam la URSS conseguía
extenderse hacia occidente conquistando Koningsberg (hoy Kaliningrado), que
quedó incorporado a Rusia, y la Rutenia Subcarpática, que se incorporó a
Ucrania; reconquistando territorios los perdidos en 1917 por el Tratado de
Brest-Litovsk como los Países Bálticos (Lituania, Estonia y Letonia), la
Carelia (en la frontera soviético-finlandesa) y una gran extensión de Polonia
que fue repartida entre Bielorrusia y Ucrania; en 1990 veía como los Países Bálticos
proclamaban nuevamente la independencia aislando por completo al territorio
ruso de Kaliningrado y como igualmente Bielorrusia y Ucrania proclamaban la
independencia, dejando ésta última a Rusia sin prácticamente salida al Mar
Negro y generándose entre ambos estados una primera crisis diplomática a causa
de la propiedad de la Flota del Mar Negro estacionada en Sebastopol.
Todos los nuevos países independizados
de la extinta URSS presentan desde su origen problemas similares ya que en su
interior existen unas minorías muy cualificadas de población rusa o pro-rusa a
los que Rusia no reconoce como nacionales suyos y a los que algunos nuevos
estados, como es el caso de Letonia, tampoco les reconoce como ciudadanos
propios generándose los naturales problemas de marginación que tal situación
provoca. Aunque Ucrania, sí reconoce a los rusos que viven en su territorio
como ciudadanos ucranianos, la situación se agrava al resultar la base
territorial del actual estado ucraniano fruto de la anexión de grandes
extensiones de territorio a costa de Polonia y de Rutenia Subcarpática (que
hasta 1938 fue parte de Checoslovaquia y que ha partir de ese año fue un estado
independiente posteriormente ocupado por Hungría) en Occidente y de la cesión
arbitraria por Stalin de grandes territorios en Oriente y en el Sur que
tradicionalmente habían sido siempre Rusos entre los que cabe destacar la
Península de Crimea. Esta situación demográfica que hace que prácticamente una
cuarta parte de la población sea rusa o tenga simpatías por Rusia es el mejor
caldo de cultivo para que el estado ucraniano sea un estado fallido a causa de
posibles conflictos étnicos o secesionistas (en el caso de Rutenia Subcarpática
o de la propia Crimea).
No obstante, lo que ha ocurrido y
amenaza con ocurrir en Ucrania no tiene nada que ver con un conflicto étnico o
secesionista interno sino que es una clara crisis internacional protagonizada
por Alemania y por Rusia. Si se observa con atención y objetividad se puede
observar que desde el derrumbe de la URSS en 1990 Alemania lidera la política
exterior de la Unión Europea hasta poderse afirmar que es Alemania y no un
acuerdo de los países miembros de la Unión Europea quien marca las pautas de la
política exterior común. De esta forma, ya en 1992, Alemania impuso a sus
socios europeos en Maastricht el reconocimiento internacional de Croacia y
Eslovenia bajo la amenaza de un reconocimiento unilateral de estos nuevos
estados lo que termino generando un recrudecimiento de la guerra en la
exYugoslavia. Igualmente fue Alemania quien impuso a toda la Unión Europea una ampliación
de la misma hacia el Este admitiéndose tan solo en los tres años que mediandesde 2004 a2007 adiez estados pertenecientes al antiguo bloque soviético muchos de los cualespresentaban y presentan graves déficits en materia de libertades y derechoshumanos y notables diferencias económicas que no les permitían cumplir ninguno
de los requisitos de convergencia económica con Europa. A pesar de todo ello
esta rápida ampliación de la Unión Europea a los países del Este permitía a
Alemania comprar a muy buen precio las grandes industrias de estos países
(Skoda en Chequia, astilleros de Gdánsk en Polonia…) accediendo al control
económico de los mismos y obteniendo importantes bolsas de mano de obra más
barata. Esta ampliación de la Unión Europea al Este iba acompañada de una
ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la
misma dirección hasta que en el año 2007 las fronteras de Rusia se vieron
reducidas a las mismas que existían con anterioridad a la batalla de Poltava en
1709 y con la amenaza de que dos estados fronterizos, Bielorrusia y Ucrania,
cayeran también bajo la influencia de la OTAN y de la Unión Europea que es lo
mismo que decir bajo la influencia de Estados Unidos y Alemania.
Desde mediados de la primera década
del Siglo XXI la Unión Europea, que, repetimos, viene a ser lo mismo que decir
Alemania, han sostenido una especie de “Gran Juego” con Rusia como el que a lo
largo del Siglo XX mantuvieron el Imperio Ruso y el Británico por Asia Central
teniendo por objeto esta vez Bielorrusia y Ucrania. Si bien el juego parece
haber terminado con la victoria de Rusia por lo que a Bielorrusia se refiere,
las partes mantienen actualmente un pulso por Ucrania.
Ucrania tiene una reciente
vinculación política e histórica con Alemania porque al firmarse la paz de
Brest-Litovsk en 1917 las tropas del Imperio Austro-Húngaro y del Imperio
Alemán que ocupaban gran parte del territorio ucraniano favorecieron un primer
estado independiente bajo la dirección de Pavló Skoropadski quien el 29 de Abril de 1918
se proclamo Hetman (Caudillo) del gobierno de Ucrania conociéndose este periodo
político como Hetmanato. Skoropadski y su gobierno actuaron como un auténtico
gobierno títere al servicio del Imperio Alemán hasta que tras la derrota de los
Imperios Centrales y el levantamiento de Symon Pleitura y Nestor Majno en Noviembre de 1918 se vio
obligado a abandonar el poder retirándose a Alemania junto con las tropas
germanas. El Hetmanato fue sustituido por un Directorio de cinco miembros
dominado por Symon Pletiura que primero con el apoyo de las armas de los
ejércitos austriaco y alemán en retirada y luego del ejército polaco de Jozef
Pilsudsky consigue mantener un efímero estado ucraniano independiente hasta
1920 caracterizándose su política por innumerables razzias contra la comunidad
judía que causaron la muerte de entre 35.000 y 50.000 judíos. Durante la
II Guerra Mundial, al iniciarse la invasión
de la URSS por
parte del ejército alemán este es recibido en Ucrania, al igual que en los
países bálticos, como un libertador e inmediatamente se entablan conversaciones
entre los nazis y los nacionalistas ucranianos fruto del cual se crea el “Ejército
Nacional Ucraniano” integrado por varias divisiones y brigadas de infantería y algunas
unidades menores dedicadas a la lucha contra la guerrilla y a funciones de
policía que sumaron un total de doscientos cincuenta mil hombres, alguno de
ellos destinados a la custodia de campos de exterminio como el de Sobibor. La
estrechez de miras y el fanático racismo antieslavo de los líderes nazis
provocó una ruptura con una facción del nacionalismo ucraniano que creó el
“Ejército Insurgente Ucraniano” que combatía tanto a los alemanes como a los
partisanos soviéticos. El líder del “Ejército Insurgente Ucraniano”, Stépan
Bandera, detenido por los alemanes fue protegido por Pavló Skoropadski que
logró que lo liberaran en Octubre de 1944 para que, al frente del “Ejército
Insurgente Ucraniano”, combatiera exclusivamente contra el Ejército Rojo y
cubriera la retirada alemana del Sector Sur del Frente Oriental. Al final de la II Guerra Mundial algunos
miembros del “Ejército Nacional Ucraniano” se incorporaron al “Ejército
Insurgente Ucraniano” mientras que la mayoría se rindió a los británicos
quienes los transfirieron como prisioneros de guerra al general polaco
Wladyslaw Anders quien evitó su deportación a la
URSS. Por su parte, el “Ejército Insurgente
Ucraniano” siguió combatiendo contra el Ejército soviético hasta la rendición
alemana en Mayo de 1945. Curiosamente de los líderes más significativos del
nacionalismo ucraniano durante el periodo comprendido entre 1917 y 1945, Pavló
Skoropadski, Stépan Bandera y Symon Pletiura, los dos primeros murieron en Munich
(Alemania) en 1945 y 1959 respectivamente, por su parte Pletiura sería
asesinado en Paris en 1926.
Estos hechos
históricos acaecidos en la primera mitad del Siglo XX ponen de manifiesto un
claro interés geopolítico de Alemania por Ucrania que tras el derrumbe de la URSS y la independencia
Ucraniana en 1990 ha
resurgido con fuerzas renovadas. Hace un siglo el control de Ucrania habría
significado para Alemania el acceso a enormes extensiones de tierra de cultivo
que la habrían hecho totalmente
independiente en materia alimentaria, en cambio actualmente este control
significaría además cuarenta y cinco millones de consumidores más para los productos
alemanes y el acceso de la industria aeronáutica y automovilística alemana a
las muy importantes plantas de producción aeroespacial y de automoción
ucranianas que harían a Alemania plenamente competitiva en estos sectores
estratégicos de la industria en detrimento de la industria francobritánica y en
clara equivalencia con la norteamericana.
La incorporación de Ucrania a la Unión Europea y,
presumiblemente, a la OTAN
solo beneficiaría a Alemania mientras que el resto de estados miembros de la
Unión verían deteriorarse gravemente sus relaciones con Rusia, para la seguridad
de la cual ha sido vital desde la segunda mitad del Siglo XX el mantenimiento
de una especie de “Estados Tapones” que la separasen de Alemania y del
Occidente Europeo, por lo que presumiblemente se obligase a la gran potencia
eslava a pactar con China y otras potencias menores (Irán, por ejemplo) algún
tipo de alianza “antioccidental”. Sin ningún género de dudas la extensión de la Unión Europea y por ende de
Alemania a Ucrania abriría una crisis entre Rusia y Occidente equivalente a la
que supuso la anexión de Bosnia-Herzegovina por Austria-Hungría en 1908 y que
figura como una de las causas que originaron el estallido de la
I Guerra Mundial.