Durante
décadas se nos ha vendido la idea de que Europa constituía un paraíso de
derechos, progreso y valores humanos, todo ello a pesar de que la historia
europea se convirtió, poco después del comienzo de la Edad Moderna, en la
historia de una progresiva caída que culmina en 1914 con el inicio de un
paulatino retroceso moral que parece estar acelerándose en los últimos años.
Esta necesaria mención al retroceso
moral de Europa viene a colación de la aprobación por el Parlamento de
Dinamarca, el pasado Martes 26 de Enero del 2016, de una ley que permitirá
confiscar el dinero y los bienes de valor a los refugiados que soliciten asilo en
este país aunque quedarán excluidos de tal confiscación las joyas que tengan un
valor afectivo especial como son las alianzas de boda y la cantidad de mil
trescientos Euros que podrán ser conservados por los refugiados.
De un total de 179 Diputados que
conforman el Parlamento Danés, solo 27 han votado en contra de la controvertida
ley por lo que ésta ha contado con el apoyo, expreso o tácito, de más del
ochenta y cinco por ciento de los representantes de los ciudadanos daneses y
entre los diputados que se han mostrado a favor de esta ley, claramente
inmoral, se encuentran la mayoría de los parlamentarios del partido
socialdemócrata de este país nórdico. A pesar de que esta ley guarda
importantes similitudes con el "Decreto para la Confiscación de la
Propiedad Judía" aprobado por el gobierno nazi el 3 de Octubre de 1938 y por
el que se regulaba la transferencia de bienes de judíos a alemanes no judíos,
Dinamarca se seguirá considerando un país democrático y los diputados
socialdemócratas se seguirán considerando de izquierdas e inspirando a algún
que otro emergente político mediterráneo que se "siente identificado con
la socialdemocracia nórdica".
Este retroceso moral de Europa, del
que la legislación anti-refugiados aprobada en Dinamarca es el último ejemplo, se
debe fundamentalmente a la cortedad de miras que han tenido los distintos
miembros que han conformado la casta política europea de los últimos sesenta
años que les ha llevado, bajo la influencia de toda una serie de ideas
equivocadas y erróneas cuando no simplemente falsas, a desarrollar una política
de exaltación de la filantropía en detrimento de las objetivas realidades
sociales, políticas, culturales y económicas del mundo.
Entre
estas verdades objetivas se encuentra el hecho irrefutable de que la
descolonización se hizo con prisas y mal, dejando constituidos estados
artificiales cuyas sociedades estaban estructuradas según modelos tribales y no
constitucionales lo cual ha desembocado, a la larga, en estados fallidos donde
se producen prolongados vacios de poder y enormes tragedias humanas y si a esto
se suma la escasez de cuadros dirigentes formados por las potencias
colonizadoras y la falta de infraestructuras económicas construidas por las
mismas nos encontramos con una enormidad de masas humanas que estaban
condenados a convertirse, por una causa u otra, en población migrante. Europa,
ante tal desastre humanitario, en vez de intervenir directamente asumiendo la
administración temporal de esos estados fallidos, ha pretendido paliar el
problema, jamás solucionarlo, apelando
al sentido humanitario de su sociedad, destinando una mínima parte de sus
presupuestos para la llamada ayuda al desarrollo y desacreditando a todos
aquellos que cuestionaban la política exterior europea para con el Tercer Mundo.
En definitiva, Europa pretendió abrirse a todos aquellos que llamaban a sus
puertas en espera de encontrar un paraíso material porque jamás llegó a vislumbrar
que fueran tantos e ignorando que, en palabras del economista alemán Friedrich
List, "una nación actuaría imprudentemente tratando de promover el
bienestar de toda la raza humana a expensas de su fuerza, bienestar e independencia
particular". Esta frase de List no debe entenderse como una expresión de
insolidaridad sino como una certeza matemática: En el año 2015 el mundo tenía
más de siete mil millones de seres humanos, de los cuales unos seis mil vivían
y viven en la más absoluta miseria, no ya si un solo estado europeo, sino
Europa entera que tiene unos ochocientos millones de habitantes (de los cuales
varias decenas de millones de los mismos viven también en la más absoluta
pobreza o en sus umbrales) asumiera a su costa el procurar el bienestar de esos
seis mil millones de personas el resultado a medio plazo será el de seis mil
ochocientos millones de seres humanos viviendo en la más absoluta pobreza.
Ahora, cuando los distintos
gobiernos europeos, después de décadas de políticas nefastas respecto al Tercer
Mundo, se ven amenazados, no por los inmigrantes, sino por sus propias
sociedades , esas mismas sociedades en las que tan solo hace una década fructificaba
maravillosamente la propaganda filantrópica y falsamente humanitaria recibiendo
con los brazos abiertos a todos aquellos que venían a Europa, siguen sin
proponer soluciones prácticas a la tragedia de miles de millones de seres humanos
y simplemente se pasan al otro extremo levantando muros y desarrollando
"un racismo de estado" prueba de que como en la obra de Shakespeare,
"Timón de Atenas", un periodo de filantropía extrema siempre termina
generando otro periodo contrario de extrema misantropía.