Las
decisiones políticas y policiales que se están tomando en este país no pueden
por menos que sorprender al ciudadano medianamente informado, que sin duda son
los menos, y muestran un panorama metapolítico muy desesperanzador. Lo último
ha sido la intervención policial en la Final de la Copa del Jefe del Estado,
celebrada en el campo Wanda Metropolitano de Madrid el pasado fin de semana.
Los agentes de la policía se
dedicaron a intervenir a los espectadores, especialmente a los aficionados del
Fútbol Club Barcelona, todo tipo de material considerado independentista,
es decir banderas esteladas y camisetas
de color amarillo, incluso parece ser que hubo algún agente en prácticas que,
guiado no se sabe aún si por un exceso de celo profesional o por una expresión
de fe bolchevique pretendió eliminar el amarillo de la cuatribarrada e incluso
de la bicolor porque, como todo el mundo sabe, el color amarillo tiene un
peligroso sentido conspirativo desde que Moliere muriera en el escenario de un teatro
vistiendo un traje amarillo y, al parecer, gritando "Visca Catalunya
Lliure".
La actuación policial durante la
final de la Copa de Su Excelencia el Jefe del Estado, no se debe a una
interpretación estricta que de la ley que prohíbe exhibir símbolos políticos en
los estadios de fútbol hayan podido hacer, por su cuenta y riesgo, los mandos
policiales, sino que se debe a una decisión política que se ha manifestado en
forma de algún tipo de orden trasmitida por la cadena de mando de la policía
hasta el último agente de procurar que el final de la Copa del Jefe del Estado
no se convirtiera en una manifestación política a favor del llamado
"Procés".
Lamentablemente, y muy
lamentablemente, la actuación policial en el Wanda Metropolitano constituye otro
grave, gravísimo, error político y de seguridad que solo puede responder a la
imprescindible necesidad de los miembros de la casta política y de las fuerzas
de seguridad del estado de justificar ante los ciudadanos, que les pagan el
sueldo con sus impuestos, la necesidad imperiosa de su existencia.
Los distintos miembros de la casta
política carpetovetónica han sido incapaces de construir un estado y un país en
cuarenta años, han transigido por mero interés particular con todo y, mientras
que algunos hacían una lenta labor de zapa y minado a plena luz del día, ellos
se dedicaban a mirar para otro lado, negando que se dijera lo que se decía y
que se hiciera lo que se hacía. Por su parte, las fuerzas de seguridad del
estado, ejército incluido, aprovechaban la situación y jugaban sus cartas para conseguir
mejoras salariales, la última de ellas, la llamada "equiparación
salarial", obtenida recientemente tras el enorme éxito de su actuación en
Cataluña durante el referéndum del 1 de Octubre.
Si
lo que se pretendía con la actuación policial del pasado sábado en los
alrededores del Wanda Metropolitano era que se cumpliese la ley que prohíbe la
exhibición de símbolos políticos en las gradas deportivas cabe preguntarse ¿Por
qué no se actúa así siempre en todos los estadios de fútbol, incluidos los
situados en Cataluña?. La respuesta es simple, lamentable y deja moraleja: en
el régimen político vigente que establece "el Imperio de la Ley", la
Ley se aplica solo allí donde se puede aplicar, lo que equivale, en términos
futbolísticos y nunca mejor empleados, a que la Ley solo se aplica cuando se
juega en casa e interesa.
La actuación de las fuerzas del
Orden Público en la final de la Copa del Jefe del Estado, servirá de
satisfacción a ese muy amplio sector de ciudadanos, votantes y contribuyentes,
para el que el patriotismo consiste en colgar una bandera nacional de la
ventana y emocionarse al escuchar "La Orgía Dorada", pero en realidad
no es más que la manifestación de la debilidad de todo un estado, una
manifestación de autoritarismo estéril que sigue irremediablemente a todo
tiempo de deserción de la autoridad.
Por su parte, los ciudadanos en los
que prevalece la cabeza sobre el corazón y las substancias sobre las formas empiezan
a preguntarse, eso mismo que se preguntaba Burt Lancaster al final de
"Vencedores y Vencidos": "¿Como
se pudo llegar a eso?", siendo la respuesta que obtienen muy similar a
la que daba Spencer Tracy en la misma cinta: "A eso se llegó" ... cuando aquellos que debían servir
generosamente al país y al pueblo convirtieron dicho servicio en un mero trabajo
seguro, de los de "para toda la vida", y en un simple medio de vida y
de prosperidad puramente personal.