Cuando no se cree o no
se encuentra fundamento a la dignidad absoluta e incondicional de la persona
humana, de todas y cada una de sellas, sea cual fuere su nacionalidad,
creencias, orientaciones, nivel económico, estadio de su vida en el que se
encuentre, se producen estos resultados:
*El holocausto del
pueblo judío a cargo de los nazis. Como decía Bernanos, “una raza superior, la
aria, no puede consentir la existencia de “otro” pueblo elegido”. Pero no
debemos olvidar que en los hornos crematorios de los campos de exterminio,
perecieron también gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, disidentes
políticos…
*La lucha contra el
terrorismo actual, con sus guerras criminales en las que la mayor parte de las
víctimas son poblaciones civiles, bien como objetivo directo o como “daños
colaterales” que se intentan ocultar o minusvalorar.
*Los genocidios
impunes: el histórico de Turquía sobre los armenios; los estalinistas sobre
poblaciones sojuzgadas; los europeos sobre sus colonias africanas; los
registrados actualmente en la región de los grandes lagos en el centro de
África; los cometidos en el sur del Sudán; y un
larguísimo etcétera, cuya enumeración sería interminable.
*Los feminicidios,
violaciones, trata de blancas y torturas que sufrieron y siguen sufriendo las
mujeres en todas las épocas, en distintas partes del planeta. México y algunos
países islámicos se llevan hoy la triste palma. A escala menor, padecemos
también en el nuestro, la plaga de lo que ha venido en llamarse la violencia de
género, la ejercida por el varón que dice amarla en una relación íntima y que
en vez de amador resulta ser su verdugo.
*Un supuesto “derecho
a decidir” de la mujer sobre el nasciturus, a cortar el hilo de su existencia,
sin causa objetiva, por su mero arbitrio, haya alcanzado ya el status de
persona o en vías de lograrlo. Y esta aberración se convierte en norma legal,
con olvido del hombre fecundador que, a menudo la abandona a su suerte, o la
presiona, a veces con la complicidad de la familia, para que se libre de la “carga”. Y a esto se
une la cicatería del sistema empresarial y social que impide la existencia de
apoyos suficientes a la maternidad.
*La vergüenza
creciente de los campos de refugiados en que millones de personas están
concentradas como desechos humanos. Han tenido que huir de sus países, por las
guerras, las violencias y persecuciones. Han perdido todo, sus casas, sus
medios de vida, y se encuentran a merced de la ayuda internacional que llega a
cuentagotas. Para agravar su situación, el derecho de asilo, consagrado por
tratados internacionales, es negado por los países ricos y se encuentran en
países vecinos a los suyos, con los mismos niveles de pobreza. Y llega el día
en que les dicen que la ayuda se acaba, que deben volver a su tierra, ¿a
dónde?. Ya no tienen nada, ni patria, ni cobijo, ni forma de reencauzar sus
vidas. Su destino es la desesperación, el hambre, la muerte…
*El drama de los
pobres que salen de sus países en busca de mejores horizontes. Ha llegado la
crisis, el hambre aumenta en sus naciones de origen y los países occidentales
impermeabilizan sus fronteras y expulsan a los que ya han llegado y no han
conseguido papeles. Aumenta el número de inmigrantes muertos en el mar en frágiles
pateras, o en tierra, atravesando desiertos inhóspitos, O sufren toda clase de
vejaciones en las fronteras de los países que atraviesan, especialmente, ¿cómo
no?, las mujeres. Hemos consagrado la
libertad de comercio, con la libre circulación de m mercancías y capitales.
Pero ¿y la de personas?. Aquí, la discriminación se impone, los ricos,
capitalistas y turistas sí, pero los pobres, no.
*El asalto implacable
al Estado del Bienestar, Las conquistas sociales, sanidad, educación y
pensiones, universales sufren el embate codicioso del mercado –o sea, de los
mercaderes-. La regulación laboral, con sus derechos derivados –salario mínimo,
estabilidad, convenios colectivos, seguro de desempleo- están en grave peligro
por el ataque del neoliberalismo agresivo y globalizador y la complicidad de la
socialdemocracia, infiel a sus principios. El paro crece desmesuradamente por
la deslocalización empresarial en busca de mayores beneficios, en países sin
trabas medioambientales ni laborales. No nos engañemos: el Estado del
Bienestar muere y, en su lugar, surge un
Estado policial-penal-carcelario, exigido por una masa de electores
amedrentados que sólo piden seguridad contra extranjeros y delincuentes, que en
su delirio paranoide son casi idénticos.
*La existencia de
presos de conciencia en muchos países. Personas que por el mero ejercicio de su
derecho a disentir se ven condenadas como delincuentes. Cuba es uno de ellos
sí. Pero sólo se le aplican sanciones porque ha desafiado al imperio y se niega
a acatar las reglas del mercado capitalista. Pues presos de conciencia de
conciencia hay y muy numerosos en países centroamericanos, en Colombia, en
dictaduras africanas, en China, en países islámicos, pero estos, salvo el caso
de Irán, no merecen esa condena occidental.
Cierto que este
panorama de aberraciones inhumanas es extenso y sombrío. Pero también es verdad
que nunca en la historia de la humanidad habíamos tenido una Declaración Universal
de Derechos Humanas y una conciencia
planetaria de que esta situación es radicalmente injusta. Y que en todos los
países del mundo, hay personas comprometidas en la causa de la paz y la
justicia. Y tienen claro que todas las luchas parciales, están hoy, más que
nunca, interrelacionadas. La defensa de la naturaleza, la liberación de la mujer, la libertad de conciencia, la lucha
contra la pobreza, la defensa y conquista de derechos sociales, económicos y
culturales, son hoy una única causa. Son problemas globales que no se pueden
resolver a nivel local. Y es que hay que tener claro que como la dignidad de
todas y cada una de las personas es absoluta e incondicional, no habrá
libertad, mientras haya un solo esclavo en el mundo.
Pedro Zavala