Tras
ocho temporadas emitidas a lo largo de
casi diez años, ha terminado la serie "Juego de Tronos", la cual ha
constituido un hito en la historia de la televisión convirtiéndose en un
fenómeno social que ha dado lugar a la publicación de diversas tesis y trabajos
académicos que la vinculan con una descripción histórica y algo críptica del
mundo medieval o con ciertos mensajes filosóficos. No obstante, la temporada final de la serie
no ha estado exenta de polémicas pues los numerosos seguidores de la misma
esperaban otro final distinto al que los guionistas y productores han ofrecido
al público; polémica en la que ha entrado, como no podía ser de otra manera,
cierto miembro del estamento político español que de todo sabe, de todo opina,
de todo habla y del que la serie "Juego de Tronos" tenía el dudoso
honor de contar entre sus más apasionados fans.
El final de la serie ha sido el que
todos conocen y posiblemente haya defraudado a los que esperaban (el político
español entre ellos) un final feliz en el que Jon Nieve y Daenerys se unieran
en amoroso matrimonio en un mundo nuevo y feliz entonando la canción
"Aquarius" del musical Hair, pero no ha sido así, porque la serie no
estaba exenta de contenido político y de cierto realismo y no hay cosa más real
en política que la decepción, porque la política, sépanlo todos, decepciona
siempre a los honestos.
"Juego de Tronos" ha sido,
sobre todo y ante todo, un televisado manual de sociología y estrategia
política, de juego de poder y manipulación social en lo que lo único que
verdaderamente está en juego es la culminación de la ambición de unos pequeños
seres que tan solo parecen grandes porque son poderosos.
No pocos han criticado la
transformación de Daenerys en una criminal de masas, pero dicha transformación ha
sido paulatina y queda justificada con la locura de su antecesor el Rey Aerys
II Thargaryen, asesinado por Jaime Lannister mientras ordenaba quemar todo y a
todos, pero, sobre todo, encuentra fundamentación en los psicológicamente
probados cambios mentales que muchos líderes políticos sufren según van
adquiriendo más poder. La libertadora, rompedora de cadenas, se convierte en una
tirana que desprecia al pueblo llegando a afirmar, en una escena que recuerda
algunas imágenes de "El Triunfo de la Voluntad", que "ha liberado al pueblo de Desembarco
del Rey" cuando, simple y llanamente, lo ha exterminado convirtiéndolo
en unas cenizas que no dejan de caer y
que recuerdan otra escena, esta vez, de "La Lista de Schindler".
Daenerys representa a muchas doctrinas políticas y a muchos políticos que a lo
largo de la historia han "querido asaltar los cielos" y acabar con
las prisiones para, una vez en el poder, terminar construyendo extensos y
numerosos sistemas penitenciarios y convirtiendo sus respectivos países en unos
verdaderos infiernos.
Frente a la tirana que se perfila
surgen, en los dos últimos capítulos de la serie, las clásicas teorías sobre el
tiranicidio pronunciadas de diversas
formas por Lord Varys y Tyron Lannister, que actúan como verdaderos instigadores
y que la final son puestas en práctica por Jon Nieve. Hay que tener en cuenta
que el tiranicidio es siempre un acto excepcional realizado por un hombre de fe
que no aspira a sacar ningún provecho individual con su realización por lo que
es un error grave confundir el tiranicidio con cualquier atentado contra la
vida de un Jefe de Estado. El tiranicida considera su acto como un servicio a
la colectividad por lo que no se preocupa de asegurarse ninguna vía de escape,
alcanzado el objetivo y cumplida la misión autoimpuesta, matar al tirano,
salvar la vida o la libertad es prescindible.
A
este respecto, hay que decir que, tras matar a Daenerys, Jon Nieve es juzgado
rápidamente por Drogon quien descubre el cadáver de la "madre de dragones" y, si no es
absuelto por tan poderoso juez, al menos es perdonado limitándose a destruir el
"Trono de Hierro" y a recoger el cadáver de su amazona para
desparecer con él en la infinidad del Mar Angosto.
Ejecutada la tirana, el juego
político no concluye, simplemente se recompone con otros protagonistas. Los
que, lejos de buscar el bien común, buscaban saciar sus ambiciones personales
en mayor o menor medida lo consiguen siendo la familia Stark la más beneficiada
al saciar todas sus aspiraciones colocando a uno de sus miembros en un
"Trono de Hierro" reconvertido en un "Trono de Ruedas" y conseguir
la independencia del Norte, Tyron Lannister continúa siendo "La Mano"
del nuevo rey actuando siempre con gran pragmatismo y alejado de cualquier
idealismo. La Monarquía hereditaria es sustituida por una Monarquía electiva,
elegida por un pequeño número de notables, jefes de las grandes casas, que de
este modo mantienen su influencia y que, si a corto plazo proporciona cierta
estabilidad, según se vaya aproximando el momento de la sucesión del proclamado
Rey, Bran el Tullido, dará lugar, sin duda alguna, a un nuevo "Juego de Tronos".
Establecido un nuevo rey; sin grandes conflictos bélicos a la vista, con la
economía saneada al no verse lastrada por las deudas, seguramente por la
desaparición física de todos los acreedores, y con una gran tarea de
reconstrucción por delante; como si de la vida misma se tratase, la serie refleja
como el Consejo Real, presidido por la "Mano del Rey", se enzarza en
una discusión sobre si es mejor endeudarse para construir una flota, mejorar
las conducciones de agua de la ciudad o... ¡reconstruir los burdeles!.
"Juego de Tronos" podía
haber tenido otro final más heroico, más romántico o más justiciero, pero ha
sido fiel a una realidad donde los buenos no siempre ganan y la justicia no
siempre resplandece, una realidad donde la honestidad no es recompensada
mientras que la ambición individual es habitualmente premiada, una realidad, en
definitiva, en la que hay poco espacio para el idealismo generoso.
Jon Nieve, sobre el que se descubrió que recaía toda la legitimidad de
origen para reclamar el trono, que demostró no ambicionar nunca el poder, ni tener
interés personal alguno, que preservó a la humanidad del peligro que
representaba el ejército de "los Caminantes Blancos" renunciando
generosamente a cuantos derechos pudieran corresponderle, salvó la vida pero fue
sacrificado en el juego político recibiendo por toda recompensa el destierro a una
"Guardia de la Noche" ya inexistente. Jon Nieve representa todo
aquello que es imprescindible en política pero de lo que la política decide
siempre prescindir.
Y así concluyó "Juego de
Tronos", con un Jon Nieve acogido entre los "salvajes" que
forman "el pueblo libre" y marchando sobre la blanca nieve más allá
del Muro en una escena final que parece
un guiño a nuestro Valle Inclán y nos hace recordar la "Sonata de
Invierno" cuando el Marqués de Bradomín dice: "yo hallé siempre más
bella la majestad caída que sentada en el trono".