Un pensador nunca fórmula una idea o sistema ideal como pasatiempo o como servicio a un presunto narcisismo intelectual, sino que, por el contrario, toda idea obedece permanentemente a una finalidad y tiende siempre a perfeccionarse.
La finalidad de toda idea es su realización material y logra su perfección en un momento muy concreto de su materialización a partir del cual solo le queda mantenerse o ir decayendo. Pueden existir varios intentos de materialización de la idea pero tan solo se ha de tener en cuenta para considerar alcanzada la finalidad ideal aquel intento coronado por el éxito. Así por ejemplo el sistema ideal marxista encuentra su realización material en la revolución bolchevique de 1917 (no pudiéndose considerar alcanzada la finalidad de la idea en los abortados intentos revolucionarios de
El mundo ideal está sometido inexorablemente a leyes biológicas y presenta decadencias y resistencias, como si fuera poseedor de un instinto de supervivencia. De este modo, la idea una vez materializada y alcanzada su perfección, solo puede hacer dos cosas: o bien mantenerse en esa perfección, reafirmándose evitando todo revisionismo sobre la misma o comenzar a decaer.
La decadencia de la idea siempre es posterior, nunca anterior, a su perfeccionamiento por lo que una idea o sistema ideal que no se ha visto realizado ni ha alcanzado su perfección no puede decaer ni degenerar. Comienzan las ideas a decaer con un rechazo de ese momento de perfección originado generalmente porque los seguidores del sistema ideal en cuestión, estando totalmente identificados con la idea y sosteniendo la vigencia de la misma, son incapaces de asumir las consecuencias de su perfección y tratan de modelarla para ajustarla a sus particulares tablas axiológicas predefinidas despegándose paulatinamente de la perfección.
Más adelante, lo más normal es que la idea en fase de decadencia, muy alejada ya de la perfección, entre en fase de degeneración presentando claros síntomas de “lucha por la vida” o “instinto de supervivencia”, ya que el mundo ideal, al igual que el ser humano, se resiste a morir siendo en ese momento de lucha por la supervivencia donde la idea, en vez de intentar revitalizarse volviendo a su perfección, cosa que no solo sería lógica sino también plausible, rompe definitivamente con esa perfección y comienza a asumir, ideas o parcelas concretas de sistemas ideales que no solo le son ajenas, sino que además le son radicalmente contrarios por lo que la idea, ya degenerada, cae en contradicción grave con ella misma para terminar cayendo en el olvido (que es la muerte de la idea). Como ejemplo de esta decadencia y degeneración de la idea podemos citar nuevamente al Marxismo que perfeccionado en el Estalinismo, empezó a decaer tras la muerte de Stalin con el constante revisionismo de su obra que culmino en la llamada “Perestroika” para entrar en total degeneración en el presente con la aceptación tácita e incluso expresa de ideas claramente Maltusianas o individualistas, como pueden ser los nacionalismos, que practican todos los movimientos que continúan autoproclamándose marxistas.
A pesar de lo sostenido anteriormente, es de señalar que hay ideas que se realizan, pero que ven su camino hacia la perfección obstaculizado por diversos incidentes que solo retrasan el momento culminante de la idea, pero jamás lo impiden. Tal es el caso del liberalismo, que materializado en
Por su parte también existen ideas o sistemas ideales que no pueden, por su propia configuración inicial, decaer ni degenerar, aunque puedan pasar por momentos de aparente recesión. Tales son los sistemas ideales de cimentación religiosa ya que éstos hacen depender su perfección de la intervención de un hecho sobrenatural que casualmente, tal y como en los mismos se sostiene, coincidirá con un final de los tiempos que hará imposible, por pura lógica, cualquier revisionismo posterior. Así como ejemplo, podemos citar el cristianismo, que si bien se materializó en
Así pues, todo hace presumir, que, a pesar de que todavía se pretendan mantener vivos otros sistemas ideales ya, en total degeneración y prácticamente nula influencia, las únicas ideas a tener en cuenta en el presente y durante un prolongado futuro serán el liberalismo y la religión.