Inmersos ya en plena temporada taurina y próximos al inicio de la mayor y más extensa de sus ferias, cual es la de San Isidro en Madrid, vuelven a surgir en nuestro país las consabidas polémicas acerca de la fiesta de los toros.
Como si no existieran otros y más urgentes problemas en España, siempre por estas fechas se produce una importante movilización contra el espectáculo taurino que, bajo el pretexto de la defensa de los derechos del mundo animal, más bien pretende atacar, con fines políticos, una supuesta seña de identidad cultural colectiva como prueba el hecho de que poco o nada se reivindique la prohibición de la fiesta de los toros en otros países de gran tradición taurina como Colombia o Méjico.
Si bien es cierto que hace tan solo cincuenta años la fiesta de los toros era muy popular y contaba con numerosos partidarios, ésta ha ido perdiendo progresivamente seguidores en las últimas décadas en beneficio de otros espectáculos de masas como el fútbol hasta el punto de que las grandes plazas de Primera Categoría, como las de Madrid, Barcelona y Sevilla, suelen llenarse a base de “pases de favor para personalidades” e invitaciones gratuitas remitidas por diversas empresas a sus más distinguidos clientes siendo muy probable que, al dejar de recibir subvenciones institucionales, la fiesta de los toros se extinga en España por sí misma. Es decir, hoy en día los toros han dejado de ser un espectáculo de masas para convertirse en una especie de evento social elitista donde “dejarse ver” sustituyendo en su totalidad el espacio y la finalidad que, a mediados y finales del Siglo XIX, venía ocupando y desarrollando la Ópera y sus grandes teatros.
La fiesta de los toros no solo es un espectáculo, sino que también es el medio de vida de muchas familias ya que además de los toreros famosos y sus cuadrillas hay además otros muchos toreros y cuadrillas que anónimamente arriesgan todos los años sus vidas en plazas portátiles instaladas ocasionalmente para las fiestas populares de pequeños pueblos. Además la tauromaquia tiene cierta importancia económica ya que gracias a ella no solo existe la raza del toro bravo sino que también existen importantes ganaderías que a su vez generan gran número de puestos de trabajo en el sector agropecuario.
Por otra parte, el arte taurino ha tenido y, aunque en menor medida, sigue teniendo una enorme relevancia en el mundo cultural hispánico al ser la inspiración de no pocos literatos y pintores. Sin la fiesta de los toros sería impensable que Goya hubiera realizado su serie de grabados “La Tauromaquia” o que Picasso, cuya amistad con el torero Luís Miguel Dominguín es de sobra conocida, hubiera realizado aquellas de sus obras que reflejan, de un modo u otro, el mundo del toro y del torero, siendo igualmente muy justo recordar la labor de mecenazgo realizada por algún que otro torero como Ignacio Sánchez Mejías quién apoyó y patrocino a la Generación del 27 siendo de lectura básica en los colegios el famoso poema “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de Federico García Lorca.
Las críticas a la fiesta taurina no son nuevas ni originales, aunque sí la forma irracional y grosera con las que se vienen realizando de un tiempo a esta parte, así en 1908 se publica la novela de don Vicente Blasco Ibáñez “Sangre y Arena” que, además de inspirarse en el mundo taurino, pone de manifiesto la utilización de la fiesta para adormecer la conciencia del pueblo, siendo la mencionada obra literaria una exitosa y didáctica exposición novelada del conocido axioma “Pan y Toros” que en España llegó a ser el equivalente al “Pan y Circo” de la Roma imperial.
En el momento presente, más que existir una crítica de la fiesta taurina existe un ataque frontal, directo e irracional por parte de grupos denominados progresistas y radicales de izquierda quienes, tras la desintegración de la Gran Patria Socialista que fue la Unión Soviética, tienen que buscar las más estrambóticas causas para enarbolar unas banderas que cada vez mas tienen que ver con la subversión y la degeneración cultural y cada vez menos con la revolución y la justicia social. Curiosa y paradójicamente muchas de las personas que integran estos colectivos antitaurinos al mismo tiempo que reivindican las revoluciones de los años sesenta del pasado siglo y la memoria de Ernesto “Che” Guevara ignoran que al “Che” le gustaban los toros siendo un asiduo de la Plaza de las Ventas durante su estancia en Madrid en 1959 tal y como muestra la fotografía que acompaña este texto.
Si consideramos el hecho de que el “Che”, a pesar de su asma, también era un gran fumador, afición hoy muy mal vista en círculos progresistas y que le gustaban apasionadamente los toros; habría que preguntarse ¿Qué es lo que opinaría el “Che” de todos estos contestatarios de salón?.