Hace
unas semanas tuvo lugar el gran pulso de los taxistas de Barcelona y Madrid a
sus respectivos ayuntamientos en contra del incremento de las licencias de VTC
(Vehículo de Turismo con Conductor) otorgadas en dichos municipios a
plataformas como Uber y Cabyfy que terminó con un triunfo aplastante de los
taxistas barceloneses y la aplastante derrota de los taxistas madrileños.
Los medios de comunicación se
hicieron eco de la huelga de taxista que ocupó mucho espacio en los medios
escritos y muchos minutos en las noticias y tertulias televisivas que se
limitaron a reducir el problema a una pugna entre cavernícolas privilegiados
que se negaban a modernizarse, los taxistas, y los modernos e informatizados
sistemas de contratación de transporte urbano privado que representaban las
plataformas Cabyfy y Uber. No obstante el problema es mucho, muchísimo mayor y
su origen hay que buscarlo en una situación que nadie se ha cuestionado ni
planteado cual es la precariedad social en la que viven numerosos ciudadanos y que
han hecho que la controversia de taxis y VTCs sea un episodio contemporáneo de
lo que Pío Baroja denominó sabiamente en una de sus trilogías de novelas como "La
Lucha por la Vida".
En este, nuestro sufrido y
maltratado país, hay cosas que se dan simplemente por hechas sin que nadie
analice nada, por lo que si en cualquier calle de la más pequeña capital de
provincia española hay más bares que en toda Dinamarca, Suecia, Noruega y
Finlandia juntas es porque somos así de peculiares, pero tal cosa no es una simple característica
peculiar sino que responde a una pura realidad socio-económica.
En este, nuestro maltratado y
sufrido país, la precariedad económica y laboral en la que se encuentra un
porcentaje bastante relevante de la población hace que existan una serie de
negocios y profesiones "refugio" que se sirven como último recurso
para salir adelante y ganarse la vida. Tal es el caso concretamente de los
bares que son negocios refugio, donde los trabajadores desempleados, reconvertidos
forzosamente en "emprendedores", pueden arriesgar sus ahorros y sus
indemnizaciones por despido por considerarse que tales negocios tienen un
periodo de amortización de la inversión inicial bastante corto, la profesión de
abogado o procurador a la que la mayoría llega tras licenciarse en Derecho y
tirarse varios años intentando ganar una oposición que le garantice un salario
mensual y un puesto de trabajo fijo en la administración hasta la jubilación o
los mismos taxistas.
Ahora
bien, tanto en el caso de los abogados como en el de los taxistas hay una realidad
material insalvable que siempre se termina imponiendo a fantasías e ilusiones e
incluso a la misma realidad social y que no es otra que, tanto en Barcelona
como en Madrid (y, sin duda, también en otras capitales de provincias españolas),
hay mercado para un número máximo de personas que se dedican a tales
actividades, superado el cual, el mercado se hunde, los beneficios descienden
hasta hacer improductiva la prestación del servicio y las condiciones laborales
se degradan hasta hacer desagradable la realización del trabajo, todo ello en
perjuicio del cliente. En Barcelona
existen unas 10.500 licencias de taxis para una población de un millón
seiscientos mil habitantes y en Madrid hay unas 15.700 licencias para poco más
de tres millones cien mil habitantes lo que quiere decir que en Barcelona
posiblemente pueda haber trabajo y negocio para unas catorce mil personas dedicadas
al taxi o a la VTC y en Madrid pueda existir negocio y trabajo para unas diecisiete
mil personas aproximadamente dedicadas a tales menesteres pero ni una más. Que las administraciones locales en aras a no
sé qué pretendan incrementar el número de licencias de taxis o de VTCs hasta
que existan un total de veinte o veinticinco mil personas dedicadas al
transporte urbano individual en Barcelona o en Madrid es, simplemente, cargarse
el sector y arruinar no solo al taxi, sino también, a medio o largo plazo, a
las VTCs que no lograrán alcanzar el suficiente margen de beneficio para seguir
manteniendo la actividad.
El pasado, y actualmente latente,
conflicto del taxi contra las VTCs no es una pugna entre privilegiados del
pasado y emergentes formas modernas y nuevas de prestar un servicio similar a
la ciudadanía en beneficio de ésta sino un pequeño ejemplo de la cruel "Lucha por la Vida", que adquiere
incluso crudas características darwnistas, a la que amplios sectores de la
población se encuentran condenados por el imperante régimen económico
liberal-capitalista en la que unos luchan por acceder al pan y otros,
simplemente, por mantenerlo porque el régimen político liberal se niega a gobernar
para que haya pan para todos.