Creo que fue René Genón quien llamaba “Tradición Primigenia” a aquella antigua creencia que, con pequeños matices o incluso sin ellos, era común a diferentes culturas que nunca habían tenido contacto entre ellas por lo que al darse en distintos lugares con un contacto imposible entre ellos hacía pensar al mencionado autor en la certeza, verosimilitud y realidad de la creencia.
Dentro de estas creencias que se dan en diversas culturas hay una extremadamente curiosa que se repite periódicamente en Europa (1), la última vez en el Siglo XX, cual es la del "Rey Oculto".
Sin duda alguna, todos recordamos la historia de Ana Anderson, mujer que durante decenios se hizo pasar por la Gran Duquesa Anastasia, hija del Zar Nicolás II, y que consiguió convencer de su imperial origen a la mayor parte de la nobleza rusa en el exilio obteniendo gran apoyo y simpatía entre los monárquicos rusos que solo disminuiría tras su muerte para desaparecer por completo a finales del Siglo XX cuando mediante pruebas de ADN se descubrió que no tenía parentesco alguno con la familia Romanov, aunque el misterio sigue teniendo cabida ya que tras el levantamiento de los cadáveres de la familia imperial Rusa en el pozo donde fueron arrojados después de su asesinato, se descubrió que faltaban tanto el cadáver de una de las Grandes Duquesas como el del Zarevich. En este sentido hay que indicar un hecho que la gran mayoría desconoce y es que, en el mismo tiempo en que la supuesta Anastasia hacía su aparición en Paris, también aparecían varios niños afirmando ser el Zarevich Alexei.
No sería de especial relevancia actualmente que en el París de entreguerras apareciera una persona diciendo estar emparentada directamente con una familia real que había tenido un trágico final, pudiéndose catalogar a la misma como una simple aventurera con ánimo de estafar. Lo que sí llama la atención y nos hace creer que estamos ante una manifestación sociológica de esa “Tradición Primigenia” a la que aludíamos al principio es el hecho de que no era la primera (ni la segunda) ocasión que tal acontecimiento sucedía y siempre en Europa.
Ya en 1820, en pleno periodo de la Restauración Monárquica en Francia, apareció en Paris un zapatero llamado Maturín Bruneau quien decía ser el mismísimo Luís XVII (hijo del Rey Luís XVI) quién mediante una historia propia de la mejor novela de aventuras, había logrado sobrevivir a su dura prisión en la torre del Temple. La afirmación de ser la real persona iba acompañada de grandes y minuciosos detalles sobre la familia real francesa y su vida cotidiana en la prisión que solo podían ser conocidos por alguien muy próximo a ellos. A pesar de que en esa época Francia ya era una monarquía en la persona de Luís XVIIl (hermano de Luís XVI), el pretendido Luís XVII tuvo multitud de partidarios sinceros que convirtieron su aparición en una muy grave cuestión de estado provocando que Maturín Bruneau marchase al exilio donde se condujo en todo momento como un soberano exiliado. Años después, en 1870, cuando la restauración monárquica en Francia pudo ser posible en la Persona de Henri V, Conde de Chambord, el misterio de Luís XVII seguía vigente y al parecer, además de la cuestión de la bandera, también pesó en la decisión del conde para no aceptar la corona francesa el hecho de que Maximino, uno de los videntes de La Salette, le manifestase en un audiencia privada que la Virgen en su aparición les había asegurado que Luís XVII no había muerto en el Temple. El cuerpo de Maturin Bruneau descansa hoy bajo una losa en la que se lee: “Luís XVII Rey de Francia”.
No obstante, la historia de Luís XVII, tampoco fue la primera que acaecía, ya que en Portugal por el año 1578 nacía la “Leyenda del Sebastianismo” que sostiene que el Rey Sebastián de Portugal no murió en la batalla de Alcázarquivir (4 de Agosto de 1578), sino que sobrevivió a la misma y permaneciendo oculto o siendo víctima de alguna conspiración de alta política. En los años inmediatamente posteriores y ya siendo Felipe II Rey de Portugal, aparecieron al menos cuatro individuos, con cierto parecido al rey desaparecido, haciéndose pasar por Don Sebastián, siendo el más conocido y famoso de los cuatro el llamado “Pastelero de Madrigal”, que sería inspiración de diversas obras literarias entre las que podemos citar “Ni Rey ni Roque” de Patricio de la Escosura y “Traidor, inconfeso y Mártir” de José Zorrilla. De los cuatro personajes que pretendían ser el Rey don Sebastián de Portugal, tres fueron condenados a muerte y ejecutados y uno sufrió galeras de por vida, lo que nos permite imaginarnos la importancia política que debieron tener y la influencia que debieron ejercer sobre la población portuguesa.
Anteriormente a la historia de Don Sebastián, hubo otra idéntica en el Siglo XIII y que tuvo como protagonista al emperador Barbarroja, quién murió camino de las cruzadas y que los alemanes creyeron escondido en el interior del Etna, escondite éste que abandonaría en el momento más crítico y peligroso para sus súbditos.
Estos hechos históricos y verídicos que se han enumerado reúnen unas características comunes a todos ellos como son que surgen en momentos sociológicos de gran incertidumbre, peligro y miedo, la figura del “Rey perdido que volverá a aparecer” actúa como catalizador de la esperanza en tiempos mejores y del anhelo de Justicia al encarnar siempre los valores espirituales y morales del Caballero Ideal y sin mácula. Todas estas historias son recreaciones materiales y auténticas que se hacen inconscientemente de la "Leyenda Artúrica" en la que tras la muerte del Rey Arturo, su cuerpo es trasladado por las Ninfas a la isla de Avalón donde se convierte en cuervo y espera ser llamado por sus súbditos para retornar al trono desde donde impartirá Justicia y gobernará con sabiduría (2), pero más aun se podría afirmar incluso que reproducen de forma humana y por tanto imperfecta las enseñanzas teológico-cristianas en lo relativo a la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, su entierro, su resurrección y su futura segunda venida.
(1) Aunque también se da en la cultura judía con el Mesías y en la islámica con el Mahdí, último imán que permanece escondido y volverá al final de los tiempos.
(2) La creencia en esta leyenda fue tan fuerte que en la Inglaterra medieval se llegó incluso a prohibir la caza de cuervos.